Capítulo 2

1686 Palabras
—Bueno, ¿quieres sí, o no? Lo pensé un momento. Y trate de no darle doble sentido a sus palabras., Siempre he sido mal pensada pero, aveces la vida te golpea y aprendes por las buenas o las malas. Así que respondí de la manera más sana posible: —Sí no tengo de otra... —masculle. —¿“Sí no tienes de otra”? —preguntó, molesto. «Já, en tú cara», chilló la Lily vengativa. —Es que tienes cara de necesitado, y me gusta ayudar a las personas. —Bien por ti —musitó, con énfasis en todas las palabras. —Necesito un poco de acción muy pronto o estaré seriamente buscando algún escuálido sentado en algún rincón de este lugar. —Era la mejor atajada que podría darle, para estar en terreno neutro. —¿Escuálido? —En serio parecía impresionado. —Sí, ya sabes lo que dicen —dije, dándome importancia. —¿Qué dicen? —Cayó redondito en mi juego. —Las personas delgadas no pegan mucho el lote. Imagínate un escuálido. —¿Eh? —No tienen nada con que calentar, por lo menos así si intenta sobrepasarse podré empujarlo con un dedo y ¡Ta dá! Asunto resuelto. Trate de decírselo lo más coherente posible pero, siendo sinceros, ni yo misma me entendía. A veces cuando estaba nerviosa, salía el vómito verbal, vergonzoso y estúpido. —Ah —Seguro pensaba que estaba loca. No lo culpaba precisamente. —¿Y bien? —¿Te ayudo a buscar al escuálido?, por que yo estoy seriamente pensando sobrepasarme contigo —contestó con aire de suficiencia. Era un maldito crío que sabe como utilizar las cosas en tu contra, pero de verdad que aún sabiendo esos juegos, este tipo hacia que pareciera muy original. Además: Sabía que quería sexo. ¿Seré adivina? —Entonces, arriesgate. Crecí con cuatro hermanos: dos son boxeadores, otro es policía y el último cazador —Mi voz sonó desafiante. —¿Y tú padre? —pregunto, dubitativo. La expresión de su cara no tenia precio. —Abogado —respondí con un matiz de orgullo. —Entonces vera por mi integridad fís... —De los malos —mentí. La verdad es que papá era un hombre muy justo. Adiós a su seguridad superficial. Mi familia es un completo desastre, son muy posesivos, groseros, y intimidates (por parte de mi papá); La familia de mamá eran más abiertos, competitivos y afectivos. Me daban miedo hasta a mi misma. Pero no le diría eso. —Bue-eno —tartamudeó—,con un poco de suerte y sea más rápido en desaparecer que un asesino profesional en medio del crimen. Fue muy astuto de su parte decir una broma con la tensión en el ambiente. —¿Tú crees?, tienes cara de ser un mendigo prínceso. Si las miradas mataran...estaría diez metros bajo tierra encerrada en un ataúd de alta seguridad. —Mi segundo nombre es corredor —dijo con la mirada desafiante y la barbilla en alto. Asentí lentamente. —Sí, corredor premiun. Tal como los niños cuando no aguantan la pis y llegan a casa. —¡Dios, pobres tus hermanos! —intento molestarme. —Créelo. Y otra vez: Já. [...] Finalmente me deje convencer, después de notar que hacíamos el ridículo en medio de una pista de baile platicando de lo más normal. Jaxon y yo bailamos al menos dos horas. Y la verdad, siendo sincera, bailaba muy bien. También pegaba mucho el lote pero, ¿de que me puedo quejar? Se sentía maravilloso. Más que maravilloso. Si hubiera sido un escuálido bailando conmigo, seguiría siendo lo mismo que bailar con un fantasma. Me sentía fresca y sudada al mismo tiempo., Por fin en un muy largo, largo tiempo, puedo disfrutar de mi juventud. Y no sentía ningún tipo de remordimiento por como la este pasando mi familia. Jennet, quien había estado hace diez minutos siendo alzada en los hombros de un chico súper lindo (cuando digo «lindo» me refiero a punk, emo o vete a saber) y llevada a el escenario con el Dj que tocaba una «My Generation» de la banda The Who, ahora estaba bailando con un grupo de Drag queen. —Sé como podemos pasarla mejor —me hablo al oído Jaxon mientras dejaba de bailar y me daba la vuelta entre sus brazos para mirarlo. Por suerte, habíamos cogido un buen espacio cuando las personas habían visto quien era él, todo el lugar olía a sudor, cigarrillos, un aroma de palomitas qué se encontraba en algún lado de la discoteca y creo que por lo menos alguien se encargo de echar un buen perfume de fresa. Trate de hacerme la idiota diciendo: —¿Haciendo un trio de baile? Porque, de ser así, ya le eche el ojo a un chico con unas nalgas... —No seas tonta —beso mi cuello—. Ya sabes a que me refiero. Oh, Santa m...madre que lo parió. «Claro que sé a que te refieres, imbécil; llevas insiduandote todo el rato«, pensé. —Yo... —Vamos, ¿no vendrás a decirme que tienes miedo? —dijo, divertido. ¿También sera adivino? —No, claro que no —mentí. —Podríamos ir y... ¿Perdería mi virginidad con un desconocido? Porque esto era una insinuación en toda regla. —No soy ese tipo de... —Envidiar mi casa. Parpadee. —¿Quieres...quieres qué vaya contigo a... Envidiar tú casa? El asintió. —Sí, hace una semana que por fin la tengo, y nadie la ha visto hasta ahora. Me gustaría que una chica me dijera que tal est... —Se detuvo abrubtamente—... Espera, ¿Qué era lo que pensabas? Me sonroje y baje la vista. —Nada. «Soy una maldita malpensada.» [...] Estábamos en...¿donde dijo?... ¡Ah, rayos, otra vez con el alzheimer juvenil! (Tuve que volver a preguntarle) Estábamos en su casa de estilo rustico con paneles de color carmín, «Rockaway Beach.» Decía que era para tener mas privacidad lejos de la prensa. Quedaba cerca del Río Hudson. Y tenía una vista demasiado hermosa. —Bueno...puedes pasar. Abrió la puerta, di un paso hacia delante y el puso una mano en lo bajo de mi espalda para guiarme hacia el living. La decoración era propia de un famoso como él. Algunos cuadros modernos, un karaoke, estéreos en las esquinas de las paredes, un sofá color gris en forma de U y una mesita de cristal delante ella con unas cuantas revistas y un cenicero. Al lado derecho de la habitación, cerca de una ventana, había un Minibar, en la esquina de la pared frontal de la casa había una consola y al lado de ella un Futbolito. Al lado izquierdo de la pared trasera, cerca de las escaleras de metal con diseño se espiral había un piano. Dios, era enorme. —Genial —dije, con la voz entrecortada. —Lo sé —dijo, con aire de superioridad. Lo mire. Se veía orgulloso de si mismo y, la verdad, es que tendría que estarlo. —Si ya lo sabes, ¿para que me trajiste? —Mi voz sonó demasiado obvia. El se encogió de hombros. —Había que corroborar, ¿no? Rode los ojos. —Como digas. Sonrió y me hizo una señal con la mano. —Vamos arriba. Me tomo de la mano y me guió hacia las escaleras de espiral para luego llegar en un pasillo largo con 6 puertas laterales y al final del pasillo, había una corta escalera. Nos encaminamos hacia ella y esta dirigió hacia una puerta de color caoba. Caminamos el corto camino y el la abrió, dejándome entrar primero. Era espectacular. La cama tenia un dosel, con sabanas de seda y almohadas de lino color azul turquesa, las peredes tenían paneles de madera color n***o y al mirar había abajo casi suelta un grito ahogado. El suelo era de vitropiso color cielo con brillos grises. Era totalmente liso que, hasta sentirías que son nubes. Había un armario de pared del tamaño de un auto, en la esquina izquierda y derecha de la pared trasera habían estantes atiborrados de libros. En las frontales habían discos y una díscola cerca de la ventana del lado derecho. En las paredes habían estrellas pintadas en gris y bordes de azul marino. Todo era tan sensacional, Jaxon tenía un gran gusto. Di unas cuantas miradas y me percaté de una foto colgada en la pared al lado de la cama., Supuse que era Jaxon, sólo que más joven. Y guapo. —¿A que es guay? —Lo sé —susurré. Dándome cuenta de lo que dije, me apresure a añadir—: Quiero decir, sí, si lo es. —¿Quieres un poco de vino? —pregunto. Yo asentí y el fue por el vino, mientras yo observababa a mi alrededor incómodamente. De acuerdo, estoy aquí... Envidiando la casa de un desconocido y él probablemente sea un asesino en serie. «Tranquilízate», me recrimine a mi misma. Él reapareció, se acercó a mí y puso sus manos en mi cintura. —Aquí tienes —susurró mientras me entregaba una copa de plata llena de un líquido rojo—. Ojala y estés pasandola bien, envidiando mi casa. [...] No sé con exactitud que me paso, pero de la nada ya me había tomado siete copas más, y, al parecer, Jaxon trataba de que deje de tomar. Pero se sentía tan bien... —Esto es —exclamé, arrastrando un poco las palabras— genial. —Lily, creó que has bebido demasiado. Yo no le hice caso y esta a punto de coger otra copa cuando me dio la vuelta y beso mis labios; inmediatamente olvide el vino. Era muy bueno besando, Introdujo su lengua en mi cavidad bucal y yo jugué con su lengua, podía sentír el olor a vino en nuestro aliento. —El...coco vendrá... Tengo...tengo que dormir... —murmure incoherencias. Estaba mareada y mi cerebro se sentía nublado, pero seguí besándolo mientras él trataba de tomar aire. Después sentí como si estuviera flotando y todo se volvió oscuro.
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