Capítulo cuatro
Cuando desperté, algo sujetaba mi cintura y unas piernas se enredaban con las mías y se aferraban a mi como si no quisieran me vaya.
Bostece y eso sirvió para recordar la noche anterior.
¡Por los calzones de la suerte de mi abuela!
A) Tuve casi sexo.
B) Con un desconocido.
C) Buenisímo.
D) Pero desconocido.
E) Casi perdí mi virginidad.
F) Y son las...—mire el gran reloj en forma de guitarra en lo alto de la pared frontal— diez de la mañana.
¡Mi madre!
¡Mi padre!
¡Mi gato!
Dios...estoy sentenciada a dos meses sin ir a la biblioteca. Que era el lugar donde se supondría que debería de estar pero claro, Jennet tenia que salir con sus estupideces del cumpleaños de Dixi. Mierda, es Dylan.
Y ahora no se donde coños estoy, con un famoso desconocido con el cual iba a tener el mejor —y primer— sexo de toda mi vida.
Decidí moverme sigilosamente. Con cuidado, desenrede nuestras piernas y cuando quize quitarme de encima su brazo de mi cintura, murmuro un:
—Quieta.
Me sobresalte y permanecí inmóvil.
Alzó la cabeza de las almohadas y me miro.
—¿A dónde crees que vas? —pregunto con evidente molestia.
—¿Tengo que explicarte mis ganas de hacer pis? —respondí con otra pregunta, irritada.
Hizo una mueca y quito su brazo de mi cintura.
—Lo siento, he de parecer a esos acosadores de f*******: —se disculpo avergonzado.
—No, te pareces a mi padre —dije muy suavemente.
Me miro con ojos entrecerrados.
—Dudo que tu padre te haya hecho lo que yo ayer.
Mi boca quedo literalmente colgando.
—Sucio —murmuré—. Además, casi no recuerdo nada del... 'toqueteo'.
—Tal vez, me baño cada 2 días —murmuro, divertido—. Ah, pero yo me acuerdo de todo, por cierto.
Me removí incómoda y trate de cambiar de tema.
—Entonces, probablemente me hayas traspasado esa rutina.
—¿Por qué lo dices? —pregunto, confundido.
—Por que ahora mismo se me acaban de quitar las ganas hasta de hacer pis —musite avergonzada.
Lanzo unas sonoras carcajadas.
No bromeaba. Pero, repentinamente recordé algo. Otra vez.
—Yisus, Marie y josh.
—¿Ah? —parecia seriamente confundido.
—¡Mi madre! ¡Mi padre! ¡Mi gato!, estarán preguntando donde carajos estoy y seguramente como matarme sin matarme.
—Definitivamente, me metí con una loca.
—Y yo con la versión de Adam Sandler.
—¿En serio? —parecía halagado.
—Si, en su antigua vida.
Me lanzo su mirada de "ve y jodes a tú madre"
—A la tuya —dije, a la defensiva.
—Ya, ha sido suficiente. ¿quieres comer algo? —dijo en un suspiro resignado.
Cambio de tema tan rápido que hasta pensé que seguro y esto le pasa seguido.
Ojalá y sea el peor caso.
***
Después de nuestra dramática discusión nos levantamos y decidimos ducharnos.
Si claro, “ducharnos”. Él se la paso jugando con el agua y quejándose de que me duchara en brassiere y bragas.
Me puse una pólera de Jaxon color Beige, unos boxers que tome discretamente... Y mi misma blusa de tirantes del día anterior.
Jaxon se veía hermoso. Perfecto. Usaba unos Jeans oscuros y una sudadera morada. Le daba un toque infantil pero sexy.
—¿Que miras? —espetó de repente.
Parpadee.
—Me gusta tu sudadera —me excuse rápidamente.
—¿Sólo eso? —pregunto para nada convencido.
—Sí . Tengo hambre, haré algo de comer —respondí apresuradamente para que no vea el rubor de mi cara.
Me miro mientras yo abría y sacaba algunos ingredientes del refrigerador.
Me incomodaba el escrutinio se su mirada.
—¿Sabes cocinar? —su voz sonaba sorprendida.
Le mire burlona.
—Sí, aprendí desde los once.
Aunque eso se debía a que mi madre no cocinaba para nada, NADA bien cuando yo tenía once años. Y como yo quería sobrevivir y no morirme de hambre, le pedí a mi abuela que me ayudase ha aprender a cocinar con el pretexto de que quería ser Chef de grande. La pobre cayó redondita y hasta me dio sus secretos caseros que ni a mi madre le había dado.
Y no me sentí ni un poquito culpable.
Mis hermanos y mi padre estaban la mar de bien, disfrutando de mis comidas, y mi madre, en castigo por sutilmente decir que cocinaba horrendo, me enseño a planchar, lavar, limpiar... Así que en dos meses ¡Ta dá! Una sirvienta personal para la familia.
Hasta los catorce años porque comenzó a hacerse difícil y mis padres se "apiadaron de mi" dejándoselo todo a Nora. Y eso me hacía muy, muy feliz.
—¡Noo! —exclamó.
—No sé porque te sorprendes. Tengo veintiún años —dije con aire arrogante.
Y allí vamos, con más mentiras para el pobre Jaxon.
—Bueno...mayormente a las chicas les aburre cocinar o hacer tareas domésticas —dijo excusandose.
—Pero no a todas —remarqué.
—De acuerdo, no a todas —acepto resignado.
Solté una risita.
—Soy buena doblegando a los demás.
—No, sólo te deje la razón porque parece ser que tú alimento es tu vanidez.
Lo mire con ojos entrecerrados.
—Estaría llamando a una pizzería que utiliza ajo en sus condimentos y no cocinandote con mis delicadas manos si fuera vanidosa —dije con una pequeña advertencia en mis palabras.
Se puso serio.
—Si, lo siento —se disculpó —. Chef personal —musitó por lo bajo.
—No soy sorda.
—Eres un vampiro.
—Exacto —sonreí—. Psicológicamente hablando, claro—añadí.
—Tu si que tienes problemas mentales.
—No, sólo es psicología invertida.
—¿Qué? —pregunto confundido.
—Ya sabes: hago comentarios estúpidos, tú me sigues la corriente, me corriges y al final el demente eres tu por caer en mi trampa —digo con aire de suficiencia.
—Claro que te sigo la corriente; Yo voy a donde vayas. Aunque eso incluya tu demencia fingida —me mira intensamente.
Maldita psicología invertida.
***
Después de recuperarme de su comentario, porque estaba fuera de lugar, desayunamos entre risas y anécdotas por parte de ambos.
Me contó que desde pequeño cantaba y tocaba la guitarra, siempre soñó con ser cantante. Aunque preferiría ser solista, se integro bastante rápido a ser parte de la banda. Sus compañeros tenían una historia o, más bien; todos tenían diferentes historias, pero el mismo sueño que por cosa del destino, los junto a los cinco.
Yo, en cambio, le conté de mi pasión por escribir:
Tenia doce años y yo era la única del grupo de mis amigas las "Populares" de la escuela, a la que no le habían crecido los senos. Entonces poco a poco, se alejaron de mi y yo me quede en la soledad.
«Comencé a enterrar mi nariz en los libros y prácticamente vivir en la biblioteca y hacer tarea en los recesos para fingir que estaba muy ocupada o que no necesita de nadie. Graciosamente, eso sirvió para mejorar mis calificaciones y encontrar a mis verdaderos amigos.
Pero después, aparecio Jennet. Ella era igual que yo y desde que chocamos por accidente mientras caminábamos absortas en la lectura, fuimos inseparables. Más tarde llegó Trenton, Esther y Ashton. A ellos los conocimos en recitales de poesía y descubrimos que íbamos en la misma escuela. Así, por años y hasta la fecha, somos mejores amigos frikis, nerds, geeks o lo que sea.»
El de verdad no parecía ser la clase de famoso engreído.
Al menos cuando no intenta meterse en mis pantalones.
Aunque esa jovialidad no duro mucho.
Se hizo un silencio incómodo cuando Jaxon dijo que tenia un ensayo.
-Yo creo que tendré que irme a casa. Sí, definitivamente eso haré -intente parecer tranquila por fuera cuando por dentro decía «Di que no, di que no»
Pero mis suplicas silenciosas fueron en vano.
-Si, es lo mejor -dijo, con una tristeza que me dejo estática.
No sé que era lo que pasaba, pero sentía como si fuera a perder algo que había recuperado después de mucho tiempo, y Jaxon parecía sentir lo mismo.
-Bueno, llamare a un taxi.
-Yo podría llevarte -ofreció
-No es neces...
-Si, lo es. Es lo menos que puedo hacer después de traerte aquí y de la magnífica y explosiva noche de toqueteo de ayer que no recuerdas -dijo, mirándome serio.
¿Cómo podía decir esas palabras y actuar tranquilamente cuando yo estaba descolocada, porque no recuerdo nada?
-Llegaras tarde.
No se rindió.
-Tu también -dijo, irritado.
Estaba claro que no estaba acostumbrado a que las personas no hicieran lo que el quería.
Suspiré.
-De acuerdo, pero luego no te quejes.
-¿Contigo?, para nada. Eres muy refrescante para mi.
Maldito egocéntrico.
Para él la noche de ayer solo había sido como un aire fresco. Y no hicimos más que 'toquetearnos' pero yo no recuerdo nada.
-Si, y tu para mi fuiste gran parte de mi plan.
-¿Qué plan? -pregunto, confundido.
-Dormir con un cantante realmente ardiente.
Lanzó unas carcajadas.
-Vaya, gracias.
-No era un halago.
Se detuvo en seco.
-¿Entonces que fue?
-Un insulto.
-¿Un insulto? -comenzó a reír-, oye, de verdad que dices cosas sin sentido -dijo, burlón.
Apreté los dientes.
-Sí, un insulto. Porque podría haberme echo la desmayada con cualquier otro., ¿Es qué no te das cuenta?, un cantante ardiente esta en todas partes y, de todas formas, sólo aceleraste el proceso. Así que no fue un halago; sino un insulto.
Maldijo entre dientes.
-Así que, además de ser graciosa, experta en la toqueteos ¿también eres ingeniosa con las palabras? -dijo cabreado.
-No, no soy ingeniosa; soy realista. Y honesta.
Adiós honestidad.
Lo que dije fue una gran mentira.
Pero no podía permitir que creyera que me fui con él porque caí en sus encantos.
Aquello era perder mi honestidad o ser humillada.
Definitivamente perder mi honestidad.
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