Capítulo 5 Visita

1733 Palabras
Un año antes de las entrevistas —Buenos días familia— Federico llega hasta la mesa con un sonriente semblante, Leona ya está sentada sin prestarle suficiente atención, desayunando en silencio —amanecimos de malas hija— le comenta mientras se acomoda la servilleta en la pierna y una chica del servicio se acerca a servirle el desayuno —si, como sea, me voy, ¿mamá irás a la ceremonia de hoy? — me pregunta viéndome fijamente, le sonrío y asiento, hoy es su graduación de la universidad y hemos esperado este día por mucho tiempo —ambos iremos, es tu graduación, no nos la perderíamos por nada del mundo— Federico me interrumpe antes de poder responder, Leona suelta una risa y se pone de pie —la verdad papá, no lo creo, pero si tú lo dices, te veo más tarde mamá— se despide de mí dejando un beso en mi mejilla y sale por la puerta del comedor, dejándonos a solas a Federico y a mi —esa niña ya no me respeta y me sorprende que tu no digas nada al respecto— ruedo los ojos y suelto una risa, dejando la delgada copa de cristal de la que bebía un poco de jugo de naranja —tu mismo te has alejado de los ya no tan niños, por si no te has dado cuenta, Leona está por graduarse y convertirse en directora de su propia empresa y Otto…— me interrumpe —si, si, ya sé que no son niños, pero siguen comportándose como tal— se ve molesto, furioso y eso me alegra, no se merece el amor de sus hijos, limpio mi boca con la servilleta y me pongo de pie —¿te vas? —frunce el ceño, me detengo y asiento —el desayuno se sirvió hace casi media hora, no es mi culpa que estés tan ocupado para desayunar con tu esposa y tu hija a la hora que se debe, tengo cosas más importantes que hacer el día de hoy— se pone de pie quedando frente a mí, tan cerca que puedo sentir su aliento fresco y su perfume, sigue poniéndome nerviosa, pero desde aquel día, todo ha cambiado —Paula, ¿Por qué has cambiado tanto conmigo? Eres mi esposa, te amo, sé que la carga de trabajo ha aumentado desde que murió el tío Vicente y desde que soy el presidente del Banco, pero por favor discúlpame si en algún momento no te eh prestado la suficiente atención o a nuestros hijos, vayamos arriba por favor, quiero hacer el amor contigo antes de irnos a trabajar — coloca una mano en mi cintura y la otra en mi cuello, no quiero flaquear ante sus movimientos, me tenso por completo comienza a besarme, coloco mis manos en la solapa de su saco y rápidamente lo interrumpo —no tengo tiempo para esto— me separo de él cuando mi teléfono comienza a sonar, limpiando mis labios con la mano y subo rápidamente a la habitación por mi bolsa y para retocar mi maquillaje, reviso la llamada y es algo que no me esperaba —¿me estás engañando con alguien más verdad? por eso ya no quieres que te toque, ni que te tome a la fuerza como te encanta— Federico toma mi brazo con fuerza, haciéndome girar para quedar de frente, frunzo el ceño —¿de que mierda hablas Federico? Suéltame, me estás lastimando— me zafo de su agarre, mi brazo ha quedado marcado por su fuerte mano —por favor Paula, dime la verdad, ¿con quién mierda te estás acostando? Porque déjame decirte que eres mía y que no pienso compartirte con nadie, eres mi esposa, yo soy tu dueño ¿es con la persona que te llamó?… — sus pupilas están dilatadas, las venas de su sien palpitan, suelto una sonora carcajada, no puedo creer lo que me está diciendo, ¿Quién se cree? ¿con qué derecho? —el León cree que todos son de su condición cariño, yo no soy como tú— frunce el ceño, y niega con la cabeza —¿de que hablas? Jamás te he engañado— alzo las cejas, es un cínico, pero no me conviene enfrentarlo, no ahora, camino hasta el armario y tomo mi bolsa y algunos regalos que Leona me pidió llevar a la universidad —te veo más tarde en la Universidad, por favor, no decepciones más a tu hija— es lo único que le digo antes de salir por la puerta y dejarlo ahí parado en medio de la habitación. Nueve años, han pasado nueve años desde que me di cuenta de que además de infiel, Federico tiene demasiados defectos, me quité la venda de los ojos que tuve puesta tanto tiempo, recordé algunos acontecimientos que había sucedió y que habían cambiado mi vida, en este tiempo eh sabido valorarme más como mujer, me di cuenta de que además de esposa y gracias a mis estudios universitarios también puedo ser productiva, así que con la ayuda de Vicente comencé a trabajar en el banco, dándome cuenta de cómo se opera todo, además tengo mi propia empresa de bienes raíces. —vamos a ya sabes donde, por favor Gonzalo— llego a la cochera donde se encuentra la camioneta, mi chofer asiente con la cabeza y me abre la puerta del asiento trasero, subo despacio y me acomodo en el asiento, colocándome el cinturón de seguridad, segundos después Gonzalo sube a la camioneta, la enciende y nos ponemos en marcha —disculpe que me meta señora Altamira, pero, ¿todo está bien? — su pregunta me hace girar mi vista hacia él, sonrío y asiento El camino fue tranquilo y silencioso, la ventaja de tener a Gonzalo conmigo era que él me conocía bien y sabía cuando no quería hablar, cuando Federico fue ganador a la elección como presidente hace nueve años, me contrataron a Gonzalo, dijeron que ahora los niños y yo debíamos tener más vigilancia y protección, Federico se quedó con Fidel y yo con Gonzalo, es atractivo, su cabello es largo, rizado y rebelde, su piel canela combina a la perfección con sus ojos increíblemente cafés y transparentes, barba perfectamente cortada y delineada, su cuerpo….  —señora, ya llegamos— Gonzalo me distrae de mis pensamientos, miro por la ventana y es verdad, frente a nosotros está la pequeña casa de reposo a la que vengo cada cierto tiempo, Gonzalo baja de la camioneta y me abre la puerta, bajo con cuidado y antes de avanzar doy un resoplido, soltando el aire que estaba reteniendo, escucho como cierra la puerta detrás de mi y espera mis indicaciones —bien, vamos— comenzamos a caminar, al entrar, veo que no hay mucha gente, debe ser por la hora, aun es temprano, espero que la persona a la que vengo a ver, esté despierta. Después de identificarnos en la entrada, la enfermera de la recepción nos dejó entrar, nos indicó en donde se encontraba y que hoy había amanecido recordando algunas cosas, eso me alegró demasiado, al entrar a la habitación, veo al hombre sentado frente a la ventana, leyendo el periódico, eso quiere decir que es verdad y amaneció de buen humor y consciente de lo que hace —buen día don Vicente, mire quien vino a verlo— la enfermera lo llama y él se gira para verme, sonríe ampliamente y se pone de pie —Paulita, si viniste, que gusto me da verte hija, pasa— sonrío y me acerco a él, nos damos un abrazo fuerte y cálido —siéntate, dime, ¿Cómo están los muchachos? — hice lo que me pidió, la enfermera se retiró de la habitación y Gonzalo se quedó en la puerta para verificar que nadie nos escuchara —sé que están bien, hablemos de lo realmente importante, antes de que todo vuelva a la normalidad, ¿cómo van las cosas en el reclusorio? — la voz de Vicente cambió de pronto a la misma de siempre, Gonzalo se acercó a nosotros —bien, mejor de lo que pensaba, en unos meses podremos hablar con ellas, no es fácil acceder a una prisión de máxima seguridad, mucho menos a tres— Gonzalo tensa la mandíbula sin dejar de verme, miro a Vicente y él asiente —excelente ¿Cómo reaccionó Federico al enterarse de la muerte del segundo hombre? — me pregunta con media sonrisa, miro a Gonzalo y sonrío también —no lo esperaba, estuvo nervioso por días, por las noches despertaba agitado, sudando frio, se portaba más cariñoso conmigo, supongo que tenía el presentimiento de que ocurriría algo con él, quiso imponerme más seguridad, pero yo le dije que con Gonzalo me bastaba y sobraba, solo mírelo— comienzo a reír un poco nerviosa, asiente y sonríe —entonces todo está listo, espero que antes de que muera, pueda verlo muerto, como él piensa que estoy yo, hubiera querido hacer más por ti, no eh podido perdonarme el haber hecho lo que hice— asiento —eso quedó en el pasado, tranquilo, seré yo misma la que me encargue de esto, a pesar de contar con ellas, quiero ser yo quien vea cómo la luz desaparece de sus ojos— Vicente toma mi mano, la acaricia suavemente, es horrible por lo que está pasando —quiero que le entregues esto a Leona, ¿hoy es su graduación verdad? Lo anoté en mi libreta de apuntes— Vicente me entrega una caja de terciopelo negra con un pequeño moño rojo, asiento —invéntale que la dejé para cuando se graduara o algo así, solo quiero que…— se queda callado y entiendo que es lo que pasa —hola… ¿Quiénes son ustedes? — Vicente se ha ido de nuevo, nos mira sonriente y totalmente confundido, me pongo de pie —somos tus doctores Vicente, pero ya nos vamos, vas muy bien— sonríe —gracias por venir, ¿Dónde está mi caramelo? — le hago una seña a Gonzalo y saca del bolsillo de su pantalón una pequeña paleta de cereza y se la entrega, Vicente sonríe, mi corazón se apachurra por completo, no queda rastro del hombre que fue, el hombre que me ayudó tanto tiempo como fue posible y que hace unos segundos pude volver a ver. 
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