Prólogo
Diciembre de 2017...
La noche está fresca y si levantaba la mirada al cielo podía verse como las hojas danzaban al compás de la suave brisa, las ramas creaban imágenes que jugaban con la creatividad del cerebro provocando que se vieran espeluznantes justo como en aquellas películas de terror que adoraba mirar preferiblemente en compañía.
Las calles están desérticas por lo que sus tacones rojos eran lo único que se oía al golpear la acera y con razón, eran pasadas las tres de la mañana y casi no había tránsito a aquellas horas de la madrugada.
Comenzaba a arrepentirse de haber aceptado asistir a la fiesta de celebración del partido de fútbol americano de la universidad pero lo había hecho por su mejor amiga y para poder ver a su novio, aún cuando las cosas entre ambos no estaban bien.
Hacía varias noches que no podía conciliar el sueño, sus ojos se veían ligeramente cansados, poseían unas bolsas debajo de ellos y habían perdido aquel brillo especial que solía caracterizarlos. Su madre siempre le decía que se parecían a los de su padre, aunque ambos estaban separados, sabía que su madre muy en el fondo aún continuaba amándolo y siempre que hablaba con su padre también veía lo mismo.
Pero, ¿entonces era cierto que a veces el amor no alcanzaba?¿Eso estaba sucediendo entre ella y su novio?
Una lágrima rodó por su mejilla mientras caminaba en busca de algún taxi para irse a casa, horas atrás había discutido con su novio y había terminado emborrachándose para después marcharse, lo último que pudo ver fue que él bailaba con una estudiante de ¿segundo año? No estaba segura.
La universidad estaba al tanto de lo sucedido entre ellos, no sabía quien se había encargado de difundir aquel rumor en el que decían que ella había engañado a su novio. Por supuesto que era una completa mentira pero desde entonces él desconfiaba de ella, aún cuando decía que nada ni nadie podía separarlos, él creía en aquel estúpido rumor antes que en ella.
Se detuvo cuando de su interior sintió un sabor amargo avanzar por su garganta y vomitó en medio de la calle. Se limpió con el dorso de su mano y recordó haber estado así las últimas semanas aunque aquello fue por el alcohol que había consumido, pensó.
Podría llamarle a su madre para pedirle que la recogiera pero si llegaba a verla en aquel estado cumpliría con su palabra de llevarla a un internado. Recordó amargamente cuando fue expulsada dos veces del colegio y allí conoció a su novio, ahora ex probablemente.
De repente comenzó a sentirse cansada, incluso un hormigueo a lo largo de todo el cuerpo, tuvo que obligarse a sí misma a tomar asiento en una banca situada a un costado de la calle y dejó de sentir movilidad en sus piernas para luego dejar de mover sus brazos. Se sintió asustada al perder el poder del control en sí misma, empezó a sentirse incluso más cansada de lo normal y luego lo último que alcanzó a apreciar fue como alguien completamente vestido de n***o se acercaba a ella.
― Lo siento pero mira lo que me obligaste a hacer, es tu culpa por haberte portado tan mal conmigo― sonrió debajo de la tela negra que cubría su rostro. Samantha pestañeaba intentando no quedarse dormida y su corazón latía asustado―. Se puede decir que, lamentablemente, ahora serás mi más grande secreto para toda la eternidad.
Fue lo único que alcanzó a oír para minutos más tarde sentir como un fuerte dolor se acentuaba en su pecho al punto de llevarse hasta su último suspiro provocando el reporte de su desaparición a la mañana siguiente. El misterio seguía en pie y la desaparición de aquella joven también.