• CAPÍTULO IV •

2407 Palabras
Ése olor.. Su perfume caro aún inundaba mis fosas nasales y a pesar de su perfecto aroma capaz de hacer que te duermas deleitándose en él, mis ojos rápidamente se abrieron sobre exaltada al recordar lo que antes había pasado, y mi mirada rápidamente logró divisar en donde estaba. Me encontraba en una gran habitación sombría y decorada de forma minimalista que le daba un gran aspecto caro, además de los estantes y muebles negros a juego con la habitación. Mi cuerpo aún vestido se sentía ligero al estar reposada sobre una suave cama y cubriendo mi cuerpo y aquella desnudes producida por mi vestido algo corrido, era tapado bajo unas finas y largas sábanas gris oscuro que casi podía confundirse con n***o. ¿Aún no estoy muerta? No sabía si moverme o permanecer ahí estática, por alguna extraña razón imaginaba que si me llegaba a mover algo malo pasaría. Estaba tan confundida y tratar de recordar solo hacía que mi cabeza doliese a aún más. ¿Qué había pasado?, ¿Dónde estaba? y ¿Cómo es que aún seguía estando con vida? — Te desmayaste — respondió de repente el pelinegro como si hubiese podido leer mis pensamientos mientras salía de algo que parecía ser el baño de la habitación, y para mí sorpresa, un pequeño paño gris claro era lo único que cubría sus partes bajas, dejando a plena vista sus marcados músculos. Su cuerpo era incluso mucho más pálido que su semblante y no estaba cubierto por ningún pelo a excepción de sus brazos que se le veían algunos bellos dorados aún cuando su cabello era completamente n***o. Al instante, mi rostro ardió por completo y mis manos cubrieron mis rostro debido a su desnudes. — Dios, ¡tápate! — reclamé apenada provocando una leve risa la cual al segundo se detuvo bruscamente. — Sí, ahora me dirás que nunca haz visto un torso desnudo — soltó con ironía y mi rostro se volvió más rojo de lo que ya estaba. Mis manos se despegaron de mi cara pero aún así me rehusaba a verle, así que solo negué viendo a la pared con pequeños cuadros colgando de ella como que si al ver esta me distrajese en la cosa más interesante de toda la habitación. — No, yo, sí he visto — balbucee avergonzada — por televisión, hay películas en donde... — espera un segundo — calló de repente soltando un bufido que más sonó como una leve risa — ¿Nunca haz visto un torso desnudo en persona? — preguntó burlesco — ¿Acaso eres de las que apaga la luz al hacerlo o..? — ¿Qué? — pregunté confundida intentando difícilmente solo ver a sus azules ojos y difícilmente no distraerme en su cuerpo — ¿Al hacer qué?. Al instante mi pregunta pareció eliminar cualquier pisca de humor en su semblante y a su vez él pareció tratar de analizar algo como si juzgara a alguien que le decía una mentira. — ¿Eres virgen? — preguntó sin descaro alguno mientras en él ya hacía vagamente una ligera confusión. — Oye, yo.. — balbucee incomoda tratando de cambiar de tema — yo, debo ir a casa. No quería hablar de eso, mucho menos con él. Sinceramente estar un minuto más en aquella habitación era realmente vergonzoso e incómodo y sentirme de repente tan sofocada solo hacía que aumentara mi miedo y vergüenza de poder volver a desmayarme. Mis pies descalzos tocaron el frío suelo al levantarme y mi cara se arrugó un poco al sentir tal frío. Estaba dispuesta a buscar mis zapatillas pero, como si intentara prohibir mi huída, sus pasos se escucharon y su cercanía me detuvo haciendo que mi corazón se acelerara. Quería alejarle pero eso implicaría tocar una parte de su cuerpo desnuda. Mis ojos se mantuvieron entre cerrado intentando no verle y en una forma de no hacerle frente, volví a dirigir mi mirada a otro lado nerviosa mientras, ese chico, al cual Elisa y Jhonny me habían dicho que se llamaba Hugo, me veía divertido, como si disfrutara de tenerme nerviosa ante él. — ¿Sabes que hablas dormida?. Por más que intentaba no verle, aquella pregunta para nada esperada y muy impredecible, tontamente logró nuevamente atraer mi atención por completo. — ¿Tú.. dormiste aquí? — pregunte nerviosa al saber que él sabía tal vergonzosa información. Él me dedicó una sonrisa ladina y respondió como si su respuesta fuese de lo más obvia. — No te preocupes, si hablas tan fuerte y fue divertido ver las cosas que decías — respondió con simpleza como si ésa hubiese sido mi preocupación, sin embargo solo lograba que mi impaciencia aumentara al igual que el calor intenso en mis pálidas mejillas. — ¿Tú dormiste conmigo? — pregunté alterandome y éste se encogió de hombros sonriente. — Es mi casa. — ¡Sí pero, no te da derecho a dormir conmigo! — reclamé molesta ordenando sus palabras — tú debiste dormir en el mueble — lo señalé algo molesta. — ¿Yo? — soltó divertido — Deberías agradecerme que no te dejé en una banca de el parque. Eres una malagradecida. — Pues nada de ésto hubiera pasado si tú no hubieras dicho que me asesinarías — me defendí. — No sabía que te desmayarías — rió levemente pareciendo recordar la escena — Por cierto, fue tan gracioso — dijo entre risas haciéndome molestar aún más — por un instante — comentó juntado por poco se dedo índice y pulgar — creí que te había matado enserio y me causó estrés pensar que te tendría que enterrar y hacer todo ese proceso que los asesinos hacen. Mi cara estaba tan roja de la molestia que ni siquiera le había tomado tanta importancia a aquellas palabras y mientras mis labios se abrían levemente por la indignación, la molestia y confusión mezclada, él sonreí completamente divertido por la conversación. Estaba molesta, realmente lo estaba, y más que molesta, la necesidad de arrojarle algo incrementaban. Por mucho que su perfecta voz junto con sus pequeñas risitas que se convertían en un deleite para cualquier oído, no me proporcionaban alguna calma en estos momentos. No sé de dónde había sacado el valor pero mis manos rápidamente se posaron en su desnudo torso y torpemente lo empujé con todas sus fuerzas, sin embargo, mi indignación aumentó mucho más al ver que éste gran esfuerzo de mi parte no pareció ni molestarle o si quiera moverle un poco. — Eres un.. — solté con rabia — ¡tonto! — finalicé completamente enojada. Hugo al instante llevó una mano a su pecho justo en la parte de su corazón y en su rostro mostró un notoriamente falso dolor para, luego de aquél exagerado drama, mostrar una sonrisa burlona. — ¿Cómo puedes ser tan grosera? — Preguntó con exagerado drama como si tratara de reprenderme aún cuando al final de sus palabras su descontento rostro pasaba a uno burlesco molestándome aún más el echo de que ni siquiera mi insulto había rendido frutos. Yo no era una chica de violencia, mucho menos de insultar. Siempre intentaba hacerme amiga de todos y eran mis amigos los que me defendían de cualquier cosa. Pero en éste caso, estaba sola y ni siquiera tenía idea de cómo reaccionar ante un hermoso chico semidesnudo con todas las de ganar para burlarse en mi rostro. No iba a perder mi tiempo hablándole, básicamente porque sabía que no ganaría nada, así que luego de mirarle disgustada, mis ojos viajaron al reluciente suelo de aquél lugar y rápidamente pude toparme con mis zapatillas que había usado para ir a aquella tonta fiesta. Con la misma velocidad en la que había visto a éstas, me agaché molesta sin poder ocultar mi incomodidad por tener que agacharme frente a él, y más al ver que su mirada burlona se colocaba seria un poco y al instante notar como su músculos se tenzaban levemente. — gracias — solté molesta ignorandolo por completo y saliendo a pasos rápidos de aquella habitación con las zapatillas en mano. Por un momento creí que aquí terminaría todo, no obstante, para mí mala suerte, una vez cerré la puerta a mi espalda me topé con un pasillo con dos cruces y varias puertas. ¿Estaba en un hotel o enserio su casa tenía tantas habitaciones? La idea de entrar y preguntarle cuál era la salida, sin duda era un golpe bajo para mí vergüenza y dignidad, y ver aquellos desalojados pasillos me hizo querer soltar un berrinche y gritar de frustración. — Dios, ¿Por qué me haces ésto? — murmuré viendo al techo como si en éste estuviese una gran presencia divina viendo cada cosa que hacía y juzgando mis movimientos. — ¿Es un castigo por ir a ésa fiesta? Porque si fue así, culpa a Elisa — supliqué. Mi mano rápidamente se dirigió indignada al brillante pomo de la puerta y una vez abierta aquél chico volvió a aparecer ante mis ojos con un rostro arrogante adornado por una amplia sonrisa. — Sabía que volverías — comentó burlón mientras, para mí sorpresa, lentamente la final tela se soltaba por completo y en vez de ésta estar enrollada en su cintura, al caer dejó a la vista absolutamente todo su cuerpo desnudo haciendo que mis ojos se abrieran enormemente al ver lo que la tela ocultaba. Quería moverme, enserio deseaba hacerlo, pero era como si mi cuerpo no reaccionara a mis peticiones y mis pies extrañamente se hubiesen anclado a aquél suelo. Solo sentía mi cara arder y no sé en qué momento ocurrió pero la puerta se encontraba cerrada nuevamente y mis pies se movían solos a cualquier lugar en busca de la salida. Odiaba éste día, ¿Qué pensaría Diosito de mí en éstos momentos? Joder, ¿Tenerlo de ése gran tampoco si a caso era normal? Mis mejillas, más que arder, dolían, dolían intensamente haciendo que me abrumara y torpemente caminara entre los pasillos. Sin embargo, luego de cruzar éstos creyendo que ya estaba por perderme, dos escaleras que conducían a la misma sala se hizo presente en mi camino y rápidamente no dude en bajar, encontrandome con una sala con unos lujosos muebles negros y una mesa de vidrio en el centro y un gran adorno de búho en éste, cayendo en cuenta que este no eres un hotel y, ciertamente, ésta era una casa, ésta era su casa. — Elisa tenía razón,— admití nerviosa— de seguro son unos mafiosos — murmuré con los nervios a flor de piel intentando buscar una salida con mi mirada. — Señorita, ¿Se encuentra bien? — preguntó preocupado una señora algo mayor vestida de sirvienta, acercándose a mi — Está pálida. — Yo..o — carraspee — la salida, ¿Dónde.. dónde está la salida?. Aquella señora de blanco cabello y rostro arrugado me miró confundida y se acercó aún más con la misma expresión preocupada de un principio. — oh, no, no puede irse sin comer — dijo ignorando mis peticiones — El señorito Dussán, me ha ordenado que le prepare la comida. — Dígale que no tengo hambre y que me tuve que ir. — ¿Tan pronto? — preguntó aquella grave voz a mis espaldas tenzando cada músculos y fracción de mi cuerpo. No quería voltear si quiera. No quería verle, si ya con el simple echo de escucharle acercarse, hacía que la imagen desnuda de su escultural cuerpo apareciera nuevamente en mi mente como si de una foto se tratase. Nunca había visto a una persona desnuda, en la televisión cada vez que los personajes comenzaban a besarse siempre cambiaba el canal o rápidamente veía a otra parte tratando de ignorar esas incómodas escenas. Aún era de las pocas chicas que se sonrojaban cuando un chico me daba un beso en la mejilla, si acaso que no soy la única. — Señor, ya la comida está lista — anunció la señora alejándose y dejándome a mí, sola y a merced de aquél pelinegro. — Mira, yo.. tengo que irme — solté haciéndole frente percatandome de su excesiva cercanía poniéndome aquello mucho más nerviosa de lo que ya estaba. ¿En qué momento se había acercado tanto? Él claramente estaba vestido ésta vez. Traía unos pantalones algo ajustados de un color n***o y una camisa abotonada de un color gris que hacía resaltar su figura. Podía notarse algunas gotas de agua en sus hombros y su cabello n***o rebelde brillaba ligeramente debido a la humedad por haber salido de el baño. — Entonces te llevaré. — susurró debido a que estábamos a una muy corta distancia en donde incluso podían escucharse el parpadear de sus ojos. Mi corazón latía tan fuertemente que sentía que se saldría de el pecho. Sentía que si abría la boca, éste literalmente se saldría de mi cuerpo abandonado todo signo de vida, así, que solo me limité a tragar con fuerza y asentir, mas él no se movió, y, en cambio, una risita nasal fue expulsada por él. ¿A caso quería que le rogara? Mi dignidad claramente ya había desaparecido en el momento en que había vuelto a entrar en esa habitación y mi cuerpo se había quedado paralizado al verle. No era de extrañar que mi rostro se mostrara suplicante y asustado, y mis labios a su vez se movieran por su cuenta. — Por favor — pedí. Creí que, tras escucharme suplicar, su ego incrementaría sintiéndose superior a mi vulnerable ser, sin embargo, él al escucharme borró de su rostro aquella sonrisita burlona logrando confundirme por ello. Su mandíbula pareció tenzarse al instante y sus profundos ojos azules parecían hasta incluso tener el don de mirar tan profundamente hasta lograr ver el color de tus huesos. Le temía, verle hacía que recordase aquello que me habían contado de él, sin embargo, tenerlo así de cerca, más que temerle, me ponía inexplicablemente nerviosa. No de el tipo de nervios como cuando veía películas de terror y temía por la protagonista, eran de esos nervios inexplicables que de la nada te surgen trayendo un revuelo en tu estómago. Él sin duda me hacía sentir extraña. Él podía lograr hacerme sentir tantas emociones en un segundo y sinceramente no sabía si mi corazón se saldría por miedo o por tener a unos escasos centímetros a un chico increíblemente atractivo al cual acababa de ver completamente desnudo.
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