—Humphrey, tengo la información que me pediste. Si quieres pasar a mi despacho, pagas y te la llevas. —Es la jefa —dijo el detective—. Te dejo, muchacho, son los negocios. Dile a Carmenchu que eres amigo mío, así te cobrará también mi naranjada. A medio camino, Humphrey se paró, se giró y preguntó: —¿De verdad no estás casado? —No. —Lástima. Y continuó su camino hacia una zona oscura del local. No le dije nada a Carmenchu acerca de mi amistad con Humphrey, pero creo que me cobró igualmente su naranjada. En la calle, un tipo con el aspecto inconfundible de un borracho veterano andaba haciendo eses. Pensé en lo injusto que resulta que tener pinta de borracho no te libre de pillar una borrachera. Recordé las palabras de Humphrey. Ni Susana ni el dueño de la casa, Pablo, si no recordab

