Segunda Parte-15

2010 Palabras

La mujer que se arrodillaba en el confesonario se levantó y se marchó a buen paso, se la notaba aligerada del peso de sus pecados. Otra mujer la sustituyó frente al sacerdote, que, aunque no veía, sabía que estaba allí. La confesión sin alguien que te escuche resulta poco creíble, sería como contarle tus problemas a un psicoanalista mientras baila un vals con su secretaria. Iba a levantarme, un poco avergonzada por estar en la casa de Dios pensando tonterías, pero me retuvo el tono de voz de la segunda mujer, hablaba con el mismo tono coloquial que hubiese empleado para hablar con una vecina. Y, aunque no podría asegurarlo, me pareció escuchar una breve risa resignada. Al parecer, a aquella mujer, pecar le parecía lo más natural del mundo. Traté de escuchar lo que decía, pero no pude oírla

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