La última Dragona: Liberame

*Eleazar* La casa está hecha un desastre, la comitiva del Consejo está pronta a llegar y aún no me he vestido adecuadamente, claro que a muchas mujeres no les molestará verme así. Solo con un shorts deportivo, pero madre le ha dado tanta importancia a este momento que no puedo defraudarla. Hoy es el día en que nos entregarán a la Última Dragona que existe. Cada diez años, este ser místico cambia de dueño, llevamos ciento veinte años esperando a que sea nuevamente nuestro turno. —¿Qué haces? Aún no te has vestido, ya informaron que la caravana se dirige a la casa—mi hermana menor al verme aún sin prepararme en medio de la sala se escandaliza. Sin decirle nada salgo disparado a mi habitación. Por ser está una ocasión especial me visto como se debe, un traje hecho a medida color n***o con detalles en azul. Los Lobos tenemos el emblema azul, es el color que nos identifica por sobre las demás Razas. En nuestro mundo existen trece Razas, los Lobos, con su emblema en azul, los Cazadores, con su emblema en verde, estos son una evolución de los Humanos, que tienen su emblema en violeta, los Inmortales, con su emblema en rojo, también están los Hechiceros, con su emblema en verde, celeste y azul… —Cinco minutos Alfa, ya están aquí—gritó George, el compañero destinado de mi hermana para que lo escuchara sin problemas. Termine de arreglarme la ropa y baje al salón donde todos los Alfas y sus Lunas principales y más poderosos estaban presentes para la entrega formal de la Dragona. Les dije a mis invitados que salgamos a la entrada a recibir a la comitiva del Consejo. En orden se desplegaron en la entrada de mi casa. Por sobre los demás quedamos mi madre a mi derecha y mi hermana, con su esposo a mi izquierda. —Tu ven aquí—dije mirando a una cachorra que estaba a varios pasos de nosotros. Thea sonrió y se posicionó a mi lado derecho, entre mi madre y yo. La cachorra que había adoptado cuando nació era sin lugar a dudas mi cable a tierra, ella era una más de la familia y quién dijera lo contrario se las vería conmigo. Dos autos, un transporte de carga y varias motos se posicionaron en la entrada. Cuatro miembros del Consejo se acercaron con rapidez a nosotros. —Majestad—saludó con rapidez Laris, una Inmortal que para mí mala suerte encontró a su compañero destinado dos años atrás. —Consejera, bienvenidos a mi manada—respondí a su saludo. Luego de los saludos con los otros miembros del Consejo, se dispusieron a hacer la ceremonia de entrega. —Alfa, Lobos, Lobas, aquí está la Última Dragona—declaró Laris, quien oficiaria la ceremonia en nombre del Consejo de las Razas—este pergamino permite controlarla, perderlo, romperlo o devolverlo antes de tiempo está gravemente penado, ¿Majestad, usted está de acuerdo con esta responsabilidad?—preguntó la Inmortal que tenía un pergamino rúnico en sus manos. —Aceptaré a la Última Dragona en mi casa y la usaré en lo que a mí me parezca necesario—respondí con rapidez. Laris me entrego el pergamino e inmediatamente las runas pasaron a dibujarse en mi mano, siguieron su camino pero con tanta ropa no puedo ver más. Con que así se hace con el control de la Dragona, magia muy antigua que los Dragones jamás tuvieron que compartir, esto fue su extinción. Del camión sacaron una especie de sarcófago de cristal. Muchos ojos curiosos intentaron romper la formación, pero se los impedi con un simple gruñido de advertencia. —La colocaremos en la habitación que han preparado para ella—dijo uno de los miembros del Consejo. Nos movimos y con rapidez llevaron a la Dragona dentro de la casa. —Ella se mantiene en estado dormida a menos que tú la despiertes, ha aprendido a mantenerse dócil, pero si tienes algún inconveniente, puedes castigarla con el pergamino—explicó lentamente Laris. Luego de unos minutos el grupo que había entrado en la casa salió sin prestar atención a su alrededor. Cordialmente invité a los miembros del Consejo a quedarse a descansar unas horas, pero estos se negaron, excusándose que solo estaban allí para formalizar la entrega de la Dragona y ya. Al retirarse fui el primero en subir a la habitación en dónde descansaba la Última Dragona en la tierra. No tenía nada de especial, allí en la cama solo había una mujer joven, con curvas normales y cabello n***o. ¿De verdad está era el ser más poderoso que aún existe? ¿De verdad podría conquistarlo todo con ella a mi servicio? Thea fue la primera en entrar y sacarme de mis pensamientos. —Tu padre te aconsejo que no te precipitaras, espero que hagas caso de su consejo—madre al entrar a la habitación se cruzó de brazos en medio del espacio. —¿Cómo se llama?—preguntó Thea acercándose a la cama. La cachorra se quedó viendo a la Dragona como si la estuviera viendo transformada y volando por los aires. —Ella no tiene nombre, pero podemos darle uno—digo con dulzura alzando a Thea en brazos. Luego de unos segundos en los cuales la cachorra puso su mano en su menton, al parecer se puso a pensar, grito con total alegría. —Mikeila, como la primera Luna de los Lobos—ella con total seguridad dio la información del nombre que había elegido. —Entonces Mikeila es su nombre—respondí sacándola de la habitación. Varios días pasaron desde que la Dragona fue traída a la manada, medite sobre que hacer o que no hacer con ella y las conclusiones son varias. Podría acabar con la rebelión de renegados en un abrir y cerrar de ojos, pero hacer eso nos liberaría de una de las pocas diversiones que tenemos en tiempos de paz. George y varios Alfas quieren un torneo de lucha, eso me llamo la atención, y es uno de los posibles eventos que tengan lugar pronto. Pero la diversión o el entretenimiento de los Lobos no es lo que quiero. Quiero que ella destruya todo para mí, quiero destruir de una vez por todas al Consejo y su poder por sobre todas las Razas. Claro que eso es imposible, primero porque el Consejo no es tan idiota como para no tener un seguro sobre la Dragona, está no puede actuar en contra del Consejo, tampoco puede destruir o exterminar una r**a completa, si puede participar en las guerras, pero tiene sus límites. Aunque la última vez que la Dragona fue usada para una guerra entre Razas, fue hace cuarenta y ocho años, cuando mi padre aún era el Alfa de Alfas y yo solo un cachorro que llegaba a la adolescencia. Los Ocultos,como se conoce a la r**a de hechiceros sombras, declararon la guerra contra sus enemigos naturales, los Angelux, contrario a los Ocultos estos son Seres muy bellos que buscan la armonía entre la vida y la luz, mientras que su contraparte solo quiere devorar al mundo en la oscuridad y la muerte. La guerra terminó cuando la Dragona actuó por cuenta propia, según tengo entendido, puede tener libre albedrío si llega a un límite de destrucción, dichas acciones tampoco son libres, ella solo tiene configurado, por así decirlo, declarar la paz en base a los ideales del Consejo de Razas. En fin, sea como sea el Consejo siempre tiene las de ganar, aunque yo tenga el control de la Dragona la última palabra será de ellos. Tocó el puente de mi nariz por tanta lectura, me prepare durante los últimos años para recibir a la Dragona, pero la verdad, ahora que la tengo aquí es como si no la tuviera. Un olor me saca de mis pensamientos, un olor de lo más exquisito, es una hembra, la mezcla perfecta de flores y sexo me hacen salir de mi despacho casi corriendo. Cuando llegó a la fuente del olor me detengo en la puerta. Reconozco que Thea se encuentra en la habitación también, pero este nuevo personaje femenino no se de quien se trata. Abro la puerta de la habitación y veo como Thea pega un salto al verme entrar, pero el castigo de la cachorra puede esperar. La Dragona no está en su cama. Miro desde donde proviene el aroma de mi compañera destinada y la mandíbula se me cae al suelo. Que los Dioses me ayuden. La Dragona me mira y sin esperar más se sube al borde del balcón y se lanza. Corro en su dirección, pero antes de llegar a las puertas francesas una bestia gigante sale volando hacia el cielo. —Si, ella es perfecta, Mikeila es perfecta—grita Thea mirando con todo el asombro de un cachorro. En mi interior tengo varios pensamientos, entre ellos que Thea tiene razón, ella es perfecta, pero también no sé qué pasará ahora. —¿Thea qué hiciste?—pregunta madre entrando a la habitación. Thea inmediatamente se oculta detrás de mí, pero yo no seré su protector esta vez. —¿Thea que le dijiste a la Dragona?—pregunto tomando el pergamino rúnico que sostenía la cachorra. —Yo solo la quería ver volar—ella parece entrar en pánico y da varios pasos lejos de mi. Pero antes de que pueda responderle en el balcón se posa la mujer más hermosa que ví en mis sesenta y cuatro años de vida. —¿Ha quedado satisfecha Princesa?—preguntó la Dragona con un acento muy particular que pasó de mis oídos a mi entrepierna instantáneamente.