Ashton
Me despierto en una cama desconocida en una habitación desconocida, pero el olor a flores y a sol cubre la almohada y se exactamente dónde estoy. Por lo general, cuando esto sucede, hay una mujer a mi lado y visto mucho menos ropa, pero ahora estoy vestido con la camiseta y los jeans del día anterior y mis zapatos están alineados al borde de la cama.
Me duele la cabeza, puede ser por la resaca, o puede ser por mi problema habitual, pero me siento de todos modos. El reloj en la mesa marca las cuatro, que tal vez pueden ser solo las cuatro de la mañana considerando la falta de luz del exterior, y tengo una poderosa necesidad de enterrar mi cabeza en su almohada e inhalar su aroma. En cambio, me pongo de pie y me pongo los zapatos.
Si bien no recuerdo como termine aquí o en su cama, recuerdo su toalla, de un rosa brillante y bien ajustada a su cuerpo. A la mayoría de los hombres nos gustan los pechos y el culo, pero a mí me gustan los hombros, la curva donde se une el cuello, las líneas elegantes que conducen a los brazos que se han extendido para estabilizarme, el tatuaje tridimensional de una mariposa justo debajo de su clavícula. Tal vez solo me gustan los hombros de Megan, pero ha pasado tanto tiempo desde que otra mujer me hizo sentir como ella, que no puedo decirlo con seguridad.
También tengo un vago recuerdo de estar de pie en su sala, sumergida en varios centímetros de agua. Nos reíamos juntos mientras mojábamos y fregábamos el suelo. ¡Oh, Dios! Recuerdo su risa, su melódica risa. Hay algo en Megan Foster que me hace pensar en ella con un tinte romántico de color rosa. Incluso cuando me mira con cualquier cosa menos intenciones románticas.
Salgo a la sala, contento de pasar a su lado sin hacer ruido y escabullirme antes de que tenga la oportunidad de despertarse, y podría haberlo logrado si no se hubiera visto tan adorable acurrucada alrededor de una almohada en el sofá, con una leve sonrisa en su rostro y parpados que revolotean como si estuviera soñando. La miro por un segundo, y me doy cuenta de que estoy siendo espeluznante, luego me vuelvo hacia la puerta. Mi mano toca el pomo de metal, pero no logro girarlo antes de que ella hable.
—¿Te vas tan pronto? —
Oh, Dios. Nunca había hecho el paseo de la vergüenza, sobre todo después de que no haya ocurrido nada vergonzoso. Me aclaro la garganta.
—Si pensé, que querrías recuperar tu cama—
Ella se sienta, acomodándose una camiseta azul que se le cae de un hombro mientras usa su mano libre para arrojar la manta al final del sofá.
—¿Café para el camino? — Niego con la cabeza. No hay necesidad de prolongar la agonía.
—Debo irme— Digo, pero siento que probablemente necesito disculparme por lo que sea que haya hecho para inundar su casa y… solo dios sabe que más.
—Megan, sobre anoche…—
Ella arquea una ceja y reconsidero mis disculpa a favor de algo que involucre que nuestros labios se toquen y nuestras lenguas se batan a duelo y si ella me diera una señal para seguir adelante, me habría acercado y le habría dado un beso que habría sacudido nuestros mundos, pero ella ni siquiera sonrie. Una disculpa será.
—Lo siento por…— Ni siquiera estoy seguro de cuanto tengo que disculparme. —¿inundar tu casa? —
—Fui yo. Olvidé apagar la bañera antes de abrir la puerta— mueve su cabeza de un lado a otro. —Y un poco tuya por que no eras uno de los chicos de las “Buenas Nuevas”— No entiendo que quiere decir con eso, pero lo dice con una sonrisa, así que no me importa saber que quiso decir.
—Bueno, lo siento de todos modos. Y por aparecer sin invitación— Y mientras estoy siendo honesto… —Pero nunca llegó una invitación, y quería verte, pero ahora sé que tienes novio, te dejaré en paz. No quiero arruinarte nada. Ni a el— Ni a mí. solo quiero salir de este campus y volver a casa.
Su rostro palidece y su sonrisa pierde su brillo. —Te… lo agradezco—
Quiero preguntarle si todo esta bien, más específicamente si ella esta bien, pero no lo hago. Me acobardo porque no quiero escuchar que la estoy haciendo sentir incómoda, no por que la haya tocado, sino porque yo no pertenezco a este lugar. —Está bien. bueno. Me voy—
Hace diez años, no me habría importado que ella tuviera un hombre en su vida. tampoco me habría alejado. La habría atraído hacia mí para que nuestros cuerpos se alinearan de la mejor manera, la habría besado como yo quería y le habría hecho saber, sin decir una palabra, que estaba aquí para quedarme, que quiero más. Que quiero que seamos como la única noche que pasamos juntos y tuvimos tal vez uno de los mejores momentos de esas dos semanas.
Diez años atrás…
Que Megan me mire con tanta confianza es una responsabilidad que me hace encoger los hombros. ¿Cómo podría decepcionarla? Pero maldita sea, no quiero que termine con Luka. El la lastimará, es su movimiento característico. Y todo será mi culpa.
Pero ella me arrastra al salón de belleza para su gran cambio de imagen. Primero, le dieron un poco de maquillaje para cubrir sus tatuajes porque ninguna Delta jamás profanaría su cuerpo con tinta, y Luka solo sale con Deltas. Pero yo soy lo suficientemente hombre para admitir que ver todas esas deliciosas líneas y arte corporal en Megan me ponen la polla dura. Pero desde que me había lamido esa sal del cuello en el bar, todo en ella me pone la polla dura esperando poder inspeccionar más íntimamente sus tatuajes.
Ella me mira, sonríe y casi me pongo histérico. Quiero besarla, pero en lugar de eso, meto las manos en los bolsillos mientras ella se suelta el pelo. —Rubia, ¿verdad? ¿Todas las Delta son rubias? —
Niego con la cabeza, Lina es pelinegra. Mila es pelirroja. No tienes que ser rubia, tal vez puedas suavizar un poco el tono—
Ella se ríe. —No quiero gastar una parte de mis ahorros en suavizarlo. Quiero ser atrevida y llamativa. Quiero ser rubia platinada— Ella se vería genial calva o con el pelo gris o como ella lo decidiera. La belleza en ella es más que un rostro atractivo, sin embargo, de alguna manera, ella no lo ve.
La estilista abre mucho los ojos. —¿Estás segura, cariño? Va a llevar un buen tiempo. Además, llevas el cabello muy oscuro, sera dificil sacar el color, talvez necesitaras mas de una sesión—
Megan asiente. —Estoy segura— Tarda tres horas, luego cuatro, luego cinco. El papel aluminio se desprende de su cabello, llevándose consigo las puntas.
—Mierda— jadeo y no puedo evitarlo. Hay mechones de cabello anaranjado que sobresalen, otros mechones de un color coral más claro atrapados en el papel de aluminio. No conozco el temperamento de Megan, pero por su aspecto, sera letal, y yo simplemente respiro con los labios bien abiertos.
—Dios mío. Mi cabeza parece una calabaza— Se le llenan los ojos de lágrimas. ¿Qué mierda?
Si tuviera que describir su tono y sus ojos y el bajón de su boca, me habría ido sin esperanza.
Pongo una mano sobre su hombro. —Todo va a salir bien— No se cómo. El pelo tardará un poco en volver a crecer y le faltan mechones y lo que quedaba es anaranjado y gomoso.
Ella se se sienta. —Es fácil para ti decirlo. Eres hermoso y consigues a todas las chicas que quieres— le tiemblan las manos.
—Ahora nunca me van a mirar. A menos que sea para reírse de mi— Quiero decirle que Luka es absolutamente el tipo de hombre que se reiría de ella, pero tengo miedo de que cancelé nuestro trato y, con un comportamiento vergonzoso o no, todavía necesito su ayuda para mejorar mis calificaciones y así poder seguir siendo elegible para jugar. Miro a la estilista y luego a Megan.
Probablemente, al percibir una rabieta, la esteticista sale de la sala de champú y regresa un segundo después con otra mujer. Es unos años mayor, pero teniene el pelo rubio corto con mechones castaños y negros rizados alrededor de su rostro. Lleva un maquillaje espeso, pero resalta sus pómulos, sus ojos redondos y sus labios carnosos.
—Hola soy Rebeca. Déjame echar un vistazo— Hace un círculo alrededor de Megan con el dedo índice contra su barbilla. —Puedo trabajar con esto— Rebeca asiente una vez y luego paso los dedos por lo que quedaba de cabello de Megan. No se desprendió nada mas de sus dedos y respiro aliviado en silencio. Lo último que Megan necesita es ver más pelo caerse, pero antes de que pudiera ofrecerle garantías, Rebeca hablo de nuevo.
—Tienes un rostro hermoso y lo has estado ocultando. Le dije eso a Mica cuando entraste, ¿no? — Si lo hubiera dicho, Mica no estaría demasiado atónita para hacer algo más que asentir. —Creo que un lindo corte Bob, algo como lo que le queda a Rihanna, te queda bien. Y no te preocupes por el color. Puedo arreglarlo también. En media hora lucirás el cabello platino.
No me lo creo, pero Megan tampoco se lo cree. A menos que las lágrimas que le corren por sus mejillas y la nariz mocosa signifiquen que cree en el poder de esta mujer para obrar algún tipo de milagro, me arrodillo frente a ella.
—¿Qué quieres hacer? —
—Quiero mi cabello de vuelta—
Miro a la estilista con enojo y luego le sonrío a Megan. —Sabes, me alegro de que esto haya sucedido, ahora puedo ver tu rostro, cada adorable peca, la intensidad de tus ojos— y como puedo, paso mi pulgar sobre sus labios. —Esta boca perfecta. Eres hermosa Megan, y creo que deberías presumirlo—
Aunque lo había dicho como un mero medio para hacerla sentir mejor, también lo digo enserio. Ahora que puedo ver su rostro, no puedo dejar de verlo. No quiero dejar de hacerlo.
—¿Crees que le guste a Luka? —
Luka, cierto, ese bastardo hijo de puta afortunado. ¿En qué estaba pensando de todos modos? Mi lujuria se detiene de golpe, solo porque estoy entre chicas, no significa nada. Me aparto y me quedo de pie, cruzando los brazos, luchando por sonreírle con tranquilidad y naturalidad.
—Um, sí. Si. Le va a encantar— Ella vuelve a sorber por la nariz, pero mira por encima del hombro a Rebeca. —Está bien. Adelante—
Rebeca empuja suavemente a Megan hacia atrás para que su cuello descanse sobre la curva del recipiente del champú y se pone a trabajar.
Una hora después, gira la silla para que pueda ver a Megan, y aunque ya se lo hermosa que es, agrego una nueva palabra a mi lista para describir a Megan: exquisita.