Preludio
Por fin ha llegado el día por el que me estuve esforzando tanto, aun siento como si estuviera en mi cama dormida, ¡es como un sueño! —grito como loca por dentro aunque me vea muy tranquila caminando a la que será mi nueva aula de clases.
Al llegar, me encuentro con muchas chicas y chicos de mi edad, en sus rostros también se notaba la misma felicidad que yo experimentaba. Al buscar el mejor lugar para sentarme, acomodo el morral en mis piernas para luego enterrar mi cabeza en él y buscar mis materiales de estudio.
—Muy buenos días, bienvenidos a su primera clase de introducción a la economía —dice alguien con una voz que me resulta muy familiar, tanto que de inmediato levanto mi mirada con mi ceño fruncido por el parecido de esa voz a la de… ¡No puede ser! ¡No puede ser!—. Mi nombre es Jackson Miller, seré su profesor de introducción a la economía. Pueden llamarme, señor Miller.
Abro mis ojos como los faros de un camión, mi boca se abre tanto del asombro que se pueden ver mis pulmones desde allí. Estoy en un shock tan grande por lo que veía ante mis ojos, que mi cerebro se detiene unos segundos e intenta procesar lo que sucede; esto debe ser una broma, es… es el señor J, mi cliente del club —me digo a mi misma para asimilarlo.
El hombre deja en su escritorio su maletín, organiza sus cosas mientras yo solo lo miro petrificada, el corazón me late con tanta fuerza que podría jurar que los chicos sentados a mí alrededor pueden escucharlo. Luego toma asiento y mira a los jóvenes que están sentados frente a él detallándolos con una cara de hombre amable. Justo en ese momento agito mi cabeza como una forma de reaccionar, fue una cachetada mental para bajar mi rostro tapándolo con ambas manos, no puedo ser descubierta. ¿Qué se supone que haga ahora? ¡Dios! Mis manos empiezan a sudar, siento que todo mi cuerpo está frio y que mi respiración se hace más corta. ¿En qué momento pudo pasar esto? Mi profesor es… ¡Cielos, no puedo ni pensarlo! —debo irme de aquí, es lo único que sé— Cierro la mochila esperando que no me reconozca, podría ser mi fin que sepa que la chica Duncan que ve todas las noches desnudas, a la que le ha comprado su virginidad en una subasta, a la que se ha follado de mil maneras, es ahora su estudiante.
En mi cabeza tengo la idea de ponerme de pie y salir huyendo aquí, pero mis piernas temblosas no responden a las órdenes que le mando. Los nervios son incontrolables, nunca antes me había impactado por algo de semejante manera; intento respirar hondo para tranquilizarme y no tropezar y ser más evidente, así que tomo con seguridad la mochila, la pongo en frente de mi cara, me pongo de pie y salgo corriendo hacia la salida con la plena seguridad de que me ha reconocido, ¡el señor J, me ha reconocido!