Capítulo 4.

856 Palabras
~Rodrigo~ —Para ser sincero, no me gusta estar aquí —dije un poco nervioso, mire que César se miraba muy feliz. —Está bien, si quieres puedes irte, ya te dije que no necesito ayuda. Mire mal a César, pues la verdad no me gusta mucho venir al bosque, y menos cuando está oscureciendo, pero no quiero dejarlo solo, no después de lo que pasó con el hermano de Pablo y sus amigos, ellos fueron atacados por un animal salvaje. —¿Vienes o no? —preguntó César. —De acuerdo César, iré contigo, pero solo porque no quiero dejarte solo. Estaba molesto, no entiendo porque a él le gusta venir aquí, enserio da mucho miedo. —Tengo una sorpresa para ti, se la robe a papá —dijo el mientas se dirigía hasta un gran árbol. Lo mire un poco confundido, él se agachó y de debajo de una piedra tomo un arma. —¿Estás loco? Es ilegal tener armas, idiota —dije asustado. —No interesa, nadie nos observa. La noche cayó, yo quería irme a casa, pero César no, el tan solo seguía disparándole a las tontas ardillas. —Cesar, es muero que nos vayamos de aquí, el se ocultó, justo el mejor momento para los animales salvajes. Estaba muy asustado, pues cada persona de este pueblo, siempre no se cansa de repetir lo mismo, no puedes acercarte al bosque por las noches. —Idiota, me iré, haz lo que quieras, pero cuando mueras, no vengas a jalarme los pies —dije molesto. Comencé a caminar por el bosque, tratando de encontrar la salida, pero un horrible grito proveniente de César hizo que me quedará helado. Inmediatamente me gire, para ver qué pasaba, pero el no estaba. —¿César? —pregunte, mi corazón latía demasiado rápido, mi respiración comenzaba a agitarse, no quiero estar aquí. —¡Maldición César! ¿Dónde estás? Camine, y al dar la vuelta en un árbol, lo ví, estaba en el suelo. —Amigo, ¿Estás bien? —pregunte asustado. —¡Ahhhhhhh! ¡Ayúdame Rodrigo! Me levanté de golpe, pues Cesar parecía poseído, sus ojos comenzaron a volverse completamente blancos. —¿Qué tienes? —¡Mis ojos, me duelen, ayúdame por favor! Cesar se levantó del suelo, para después comenzar a golpearse contra el árbol. —¡César detente! —grite asustado. Cuando se giró hasta mí, su cara estaba ensangrentada, Cesar dio una sonrisa malévolamente, luego tomo el arma y se disparó. *** ~Elena~ Oh Dios, esto es real, matamos a César, mi respiración comenzó a acelerarse. —¿Ven? Se los dije, la ruleta es auténtica —dijo Nahuel. —Lo matamos, somos unos asesinos —dijo Victoria, casi al borde del llanto. No, esto debe ser otra cosa, esa cosa no puede matar a alguien, es ilógico, es la vida real, no suceden estas cosas, no existen estás cosas, no puede ser real, quizá también el fue atacado en el bosque. —No, chicos es mentira, esa ruleta no puede hacer esto —dije, mis manos estaban temblando, estaba muy asustada. —No Elena, la ruleta no lo hace, solo es una forma de elegir, recuerdan que les dije que la ruleta estaba ligada a un pasado diabólico —dijo Nahuel casi riendo, no lo entiendo, ¿Qué demonios le resulta gracioso a este idiota? —Tampoco es como que la ruleta se levanta y va a matar. —¡Todo es tu puta culpa Nahuel! ¿Qué quieres de nosotros? Quieres que te ayudemos a matar con esa cosa, tenemos que destruirla ahora. La maestra hizo un pequeño anuncio, las clases se suspendieron, pues tendríamos que guardar un minuto de silencio en honor a César. No puedo hacerlo, es algo hipócrita, yo accedí a poner su nombre, pero Victoria tiene razón, ellos no sabían lo que hacían, solo trataban de hacer una broma. —Elena, yo te apoyo, tenemos que deshacernos de esa cosa, no puede haber más muertes. Salimos de la clase, todos se estaban dirigiendo al gimnasio, pero no puedo ir ahí. —¿Nos iremos? —preguntó Paola. —Si, es lo mejor, entre más rápido nos deshagamos de esa ruleta, más rápido terminará está pesadilla, al menos me sentiré un poco mejor —dije asustada. Comenzamos a correr afuera de la escuela, pues estaba asustada, me sentía culpable, solo quiero ver esa cosa arder en fuego. Al llegar a casa, mis padres no estaban, Nahuel me tomo de los hombros y me giró hasta el. —¿Qué haces? —pregunte confundida. —No estoy de acuerdo Elena, esa ruleta es mía y yo decido que hacer con ella, no quiero que la quemes. —Nahuel, es lo mejor. —No, quiero que pienses en la maravilla que podemos hacer con ella, matar a los malos, sería nuestro oscuro pasatiempo. No puedo creer lo que Nahuel dice, que molesto es, me gire y comencé a caminar al sótano. —Es lo mejor Nahuel —escuche que dijo Paola. —Esa cosa es mala. —Si, lo es —dijo Victoria, ella estaba llorando. Al bajar las escaleras del sótano, mire a Jane frente a la ruleta. —¿Qué haces? —pregunté asustada. —No seas idiota Elena, lo único que se puede hacer con una ruleta, estoy a punto de girarla. Rápido intenté leer los nombres que estaban en ella, aún seguía Airam, Milena, Pablo y Dylan, pero había más, otros 4 nombres que no alcance a leer porque la ruleta empezó a girar.
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