metformina con glimepiride. La del corazón y el oxigenante cerebral. No sé ni para que te digo todo eso si lo que quieres es matarme, y de hambre, que es la muerte más lenta y agobiante. Uno comienza a delirar y piensa en un pan bien grande abierto, y una cazuela de masas de cerdo frita nadando entre grasa. Agarrarla con la mano y que chorree por el antebrazo, no importa. Acomodar ese puerquito en el pan, que apenas pueda cerrarlo y la masa se niegue a permanecer en el pan. Pero no importa aplico violencia y logro morder todo aquello, mi boca brillosa de grasa. ¡Hijo de puta! ¡Tengo hambre!
— ¡Vieja de mierda!— susurraron al unísono. Se miraron y luego de una pausa estallaron en risas. El aún no se había recuperado de la diversión cuando ella, estaba como un cerrojo, con la misma seriedad de antes.
Se levantó y de un manotazo tomó el jean de los rotos en las rodillas con una mano y con la otra la blusa, caminando desnuda hacia un rincón para vestirse. Él le miraba las nalgas, feliz, soñador y más enamorado que nunca, lo que le hacía tener una expresión idiota.
— ¿Por qué tan amargada? ¿No te gusto?
Ella continuó vistiéndose y mientras se acomodaba todo, camino rumbo a este.
— ¿Qué si me gusto qué? ¿Dime?— reclamo postema y más iracunda que antes— aquí no ha pasado nada ¡NADA! Es tu palabra contra la mía .Olvídalo, táchalo, esfúmalo. Utiliza si quieres a David Copperfield, Harry Houdini, o Dai Vernon, para que te ayuden a desaparecer esto. ¿Entendiste?— con la misma salió caminando acomodando aun sus formadas nalgas dentro del jean.
—No hay agua en ese baño, está súper asqueroso, parece de carretera. ¿Te llevo un cubo?— ella le contestó con el dedo del medio volatizándose de todo aquello. El chico, aun en el suelo, igual sonrió.
—Estaba ocupado mimi
— ¿Con ajo? Con ajo me gustaría, pero bien sabes que no puedo por mi úlcera ¡Hijo del demonio!
—Que estaba: O-C-U-P-A-D-O— Deletreo despacio y en mayor volumen muy cerca de la vetusta señora
— ¿Ocupado en qué? ¡Malparido! Que te puede ocupar que no sea mi comida ¿dime?
—En algo muy rico viejita— susurro mofándose
Fue directo a la cocina con la bolsa de la compra que había dejado encima de la pequeña mesa en la sala. Busco un pote con agua y fregó, lo más que pudo, varias cosas que necesitaba para complacer a la señora filomena, como tenedores, algún cuchillo y ollas. Mientras hacía todo esto, escuchaba, en el mismo lugar, a la vecina Mirta cantando la misma canción:
Tal vez lloré o tal vez reí, tal vez gané o tal vez perdí
Ahora sé que fui feliz, que si llore, también ame
Puedo seguir hasta el final…a mi maneeeraaaa…
— ¡Coño Agua Dulce! ¡Me tienes loco mija!— gritó un hombre desde la terraza del frente con voz envejecida— ¿No te sabes otra? Voy a tener que ir al otorrino, ya me sangran las orejas.
— ¡Ay chico! Que culpa tengo yo de que me guste tanto Elvis— Respondió ella en un solo grito
— ¿Elvis Crespo? Jamás he escuchado esa de él.
— ¡Tú eres comemierda! Elvis Prisley “El Prisley”
Bernardo preparo todo aquello con la mejor disposición de un chef de renombre. Hirvió las papas, le tiró par de cucharadas de aquella masa viscosa que le llamaban mantequilla, y aplastó sin piedad con un tenedor. Tuvo que ponerle un poco del agua humeante donde borbotearon las papas, además de otras dos cucharadas de esa cosa. Sal y formó un hermoso puré, al menos de vista. Enredo dos huevos con las últimas cucharadas de ese sebo teñido y revoltillo todo aquello, llevándolo de una vez a la amargada señora.
He perdido la vista, la audición. He perdido todo en la vida, pero el olfato y la memoria no— comento mientras se incorporaba a la cabecera de la cama— Esto huele rico… Pero no te emociones cabron. Seguro es que me engaña y confunde el hambre que me has hecho tener… ¡Dame acá eso!— comenzó a tantear, con cierta habilidad, donde estaba el vaso en la mesita y sacó de él la dentadura. Sacudió dos veces, salpicando en una de ellas el brazo del joven que de inmediato lo froto en su ropa con exageración y fastidio. Le acomodo el plato en el vientre con mucho cuidado porque aún tenía una pequeña cortina de humo. Ella arrancaba trozos de pan endurecido que le puso el chico al lado del puré, con el tenedor untaba esto y revoltillo, masticando todo aquello placentera con la boca abierta. Bernardo se asqueaba, ella se lo disfrutaba como si fuese faisán en cazuela con crema de menta a la Richelieu. El chico se dispuso a dejarla en su deleite y salir en busca de su dulce amargura con cabello corto.
— ¿Sabes dónde comía el puré de papa con mantequilla y revoltillo más rico del mundo?— Bernardo detuvo el andar y quedo de espaldas escuchando a Filomena— allá, en un restaurante en la calle Istikal Caddesi.
— ¿Isti…que? ¿Dónde es eso?— preguntó el muchacho regresándose
— ¿Ah?— Gritó filomena confusa— Habla alto muchacho del demonio. Él volvió a preguntar en tono más fuerte y próximo.
— ¡Estambul!— respondió ella aun comiendo y con la boca llena
— ¿Y dónde queda Estambul?
—En Turquía. ¡Animal del monte! ¿Te lleve al colegio para qué? ¿A qué te pegaran piojos?
—Pero… ¿qué hacías tú allá?—gritó nuevamente.
— ¿Es un chiste Venancio?— volvió a morder con las encías un trozo de pan con mucho trabajo, de inmediato otra cucharada de revoltillo con puré. Estuvo unos segundos mascando además de una que otra tos, saliendo trozos de pan como balas de un AK-M— Sabes de un hombre que tuve antes de tu papá. Un turco. “El Turco”, mi turco— las últimas palabras fueron acompañadas de un melancólico ensueño, dejó de masticar y suspiro— Te lo he contado mil veces— Grito malhumorada y continuando con su comida.
—Cuéntemelo las mil y una veces— dijo mientras se sentaba al pie de la cama
—Recuerda lo que te dije. He perdido todo en la vida, menos el olfato y la memoria— Tuvo una corta risa que terminó en una relampagueante tos— Tenía una gran amiga (podría decir que la única ) Francisca Solano, murió hace tres años. Me debe de estar esperando allá arriba, muy feliz, porque sabe muy bien que no la haré esperar mucho. Ella tenía la cara fea, así como la de un caballo y los dientes un poquito de castor. Pero eso sí, el cuerpo que tenía no era de este mundo. Cintura de avispa, nalgas duras y voluminosas, parecía dibujada por un gran artista que su punto débil era trazar los rostros. La verdad compensaba muy bien ese culo lo no agraciado de su cara. Estaba tan buenita esa mulata, que se levantó al agregado cultural de la embajada de Italia. Un tipo de esos que se saben las fechas de la revolución francesa y la primera guerra mundial, todo refinado, de gran porte. Pelirrojo como un príncipe, pero no dejaba de buscar en el carro todas las tardes a su mulata. Aunque el muy pícaro tenía mujer e hijos allá en el país de la bota. Con la carita de “Yo no fui” con la que hablaba.
—Una amiga decía: “Dios, líbrame del agua mansa, que de la brava me libro yo”— interrumpió Bernardo riendo.
—Así mismo es. ¡Ves que no eres tan idiota! Un día, el italiano le invitó a Tropicana. Ese súper espectáculo, el mejor de toda Cuba. Pero que necesitaba que llevará a una amiguita porque iría con un amigo, también agregado cultural pero de la embajada de Turquía. Cuando Francisca me dijo para ir, casi me trago sin masticar la guayaba que me estaba comiendo.
—Filo, ponte una de esas bonitas que tienes ahí
—Que no… porque ya toda la Habana me ha visto con esas, y la verdad no tengo un peso para comprar nada. ¡Ay francisca! , mejor no voy.
— ¡Nada de eso! Todavía faltan más de tres horas para que nos recojan. Vamos a buscarte algo bonito, yo te lo compro. Más me preocupa que le dirás a tu mamá para escaparte conmigo.
Mi “Mapa”— Así le decía a mi madre, obviamente por haber sido madre y padre para mí— Tu abuela Venancio. ¿Cómo se llamaba?— el chico quedó en un letargo— ¡María Esther idiota! Te acuerdas del nombre de cualquier puta, pero de tu abuela no— Gritó iracunda
Filomena tuvo una crisis de tos en la que liberaba pequeñas partículas de puré y revoltillo como cañón K Schwerer Gustav “Dora” contra las tropas rusas en la segunda guerra mundial. Bernardo, que se había enganchado en la historia y escuchaba muy atento. Se levantó de inmediato para darle unos manotazos con asimiento en la espalda. Le alcanzó el agua la cual bebió completo de un solo tirón. Fue y le trajo otro hasta el borde el cual derramó un poco a la hora de ponerlo en la mesita. La señora Filomena tomo unas bocanadas de aire.
— ¡La vida es una mierda! Por eso es que cuando vamos a mear o cagar, sentimos un sádico placer. Porque en eso es que consiste la vida. — Se volteó descolorida, con ojos rojos y húmedos— Sabes lo que es, que el “Amor de mi vida”. El primero y único hombre que he amado en mi puta vida, diez años de chocolates, besos, viajes y mil promesas de futuro brillante. Singadas de dos y tres veces al día. ¿Ande de maricón con otro tipo…? si, como lo oyes. ¡Jugando a los mosqueteros con otro…!— abrí los ojos como si viese caer un meteorito— Mi padre, tipo rudo de alta posición, con negocios de ganado Camagüeyano. De un tiempo acá comenzó a pastorear dos ovejitas las cuales compró en un impulso. Un día llego a casa y comienzo a buscarlo. Mamá me dice que estaba de pastor por la finca. Salgo a explorar y me lo encuentro en un matorral con mi marido en las piernas, muy risueño y una flor en la boca y mano dentro del pantalón del “Amor de mi vida” las chivas no estaban por todo aquello. ¡Hijos de puta! ¡La vida es una mierda!— estas dos últimas frases las grito en un chirrido histérico. Se volvió a poner frente al espejo. Yo no sabía que decir ni que hacer, hasta las ganas de mear se me quitaron. Abrí más los ojos, esta vez como vaca asustada.
< Escape, entre cerrando apurada aquella puertecilla y orine precisamente como vaca, sin protocolo. Escuche a la desquiciada mujer reír lunática a carcajada y decir: “Crees