《¿Quien soy yo? ese es el gran rompecabeza》
Lewis Carroll
¿Quien era ese niño que salió corriendo de la casa Campbell?
¿Quien era ese adolescente que se escondió para sobrevivir al ataque?
¿Quien era este hombre donde sus recuerdos se encontraban fragmentado?
No era nada, porque hasta no recordar y ser consciente total de lo que aconteció esa noche, nunca podría superar mi pasado, y mis traumas. Siempre viviría mirando hacia atrás, y no quiero eso, creo que es hora de avanzar y enfrentar la realidad por muy dolorosa que sea.
Tarde o temprano terminas encontrandote con tu viejo yo. Ese que es más frágil, más vulnerable, y más infantil, y al mirarte al espejo, te das cuenta que te has convertido en un hombre resentido, fuerte, grande, temible, lleno de odio y dolor.
La realidad del dolor era dura, más era parte de la sanación, y para tener dicha sanación, tienes que enfrentarte a lo que una vez te hirió. Y no te preocupes, en cualquier momento dejará de doler, y allí sabrás que lo has superado, cuando puedes hablar de eso sin derramar ni una sola lágrimas.
Escuché la risa de mi padre. Los quejidos de mi madre, y la voz de mi hermana. Eran fantasmas ambulantes que entraban y salían, subían las escaleras y bajaban. Eran hadas llenas de amor, magia, y hogareños. Apreté los ojos al cerrarlo con fuerza, sin embargo, las voces no se fueron, seguían allí, tan punzantes como si fuera real. Esos fantasmas seguían torturandome, hiriendome, haciéndome llorar.
Entonces entendí que esos fantasmas de pasado no me dejaron descansar, que a donde vayan irían conmigo hasta el fin de mis días.
Alcé la mirada llena de lágrimas y observé como delante de mi se encontraba la sombra del niño que fui. Un adolescente risueño, alegre, con fe, amor, y esperanza. Estaba tan delgado, con el cabello corto, pero con los mismos ojos azules cargados de ilusión.
—¡Corre!—le dije a mi viejo yo.
Él sonrió.
—No, tenemos que enfrentarlo.
—¡No puedo!—lloré—. Deja de perseguirme por favor.
Hubo silencio. Estar dentro de la casa donde crecí, hacía que mi corazón explotara en una agonia letal y sufrimiento.
Querido pasado, sabes mis miedos, mis debilidades, mis amores y sobre todo la verdad, y descubrirlo, me aterra, me da miedo.
—Hijo, el pasado no puedes cambiarlo, ni borrarlo, solo tienes que aceptarlo, superarlo y seguir adelante—escuché la voz de mi padre tan audible como cualquier otra.
Entonces, volteé a la puerta y dejé que se abriera en mi mente el baúl de los recuerdos que tarde o temprano me darían y sacudón.
—Holly por favor, tenemos que decirselo—crucé la puerta empapados por la lluvia. El pelo rojo de Holly caia mojado por todo su rostro.
—¡Tengo miedo!—sollozó ella, entre lágrimas.
—Estaremos bien, papá lo resolverá todo.
Holly se soltó de mi agarre.
—Tú no lo conoces... es peligroso Richard, no debí venir hasta aquí. Por qué me seguirá, y me encontrará, siempre lo hace.
Papá bajó las escaleras, vestido con ropa usual de dormir.
—Por todos los cielos Richard, están todos mojados, ¿qué coño estaban haciendo? no quiero problema con el papá de esa muchacha.
Mi corazón latía con fuerza.
—Papá... se quien es el asesino.
Hubo silencio, los ojos azules de mi padre se centraron en mí.
—No juegues con eso Richard
Miré a Holly que lloraba.
—Es Karl Campbell, el padre de Holly—volví a mirarla—. Dilo... por favor.
Holly seguía llorando. Papá se acercó a ella expectante.
—Nos va a matar a todos—declaró. Mi padre la tomó entre los hombros sacudiendola repetidas veces
—¿Es cierto? por el amor a Jesús habla muchacha.
La pelirroja asintió.
—Carajo, lo sabia... lo sabía. Nada me cuadraba en su vida perfecta. Tenemos que irnos a la estación de policía ahora mismo y declarar todo lo que vieron—centro sus ojos en Holly—. Especialmente tú.
La luz se cortó.
La muchacha peló los ojos temblando.
—¡Esta aquí! ha venido por mi, va a matarme—se desesperó temblando. Ya a esas alturas también me encontraba asustado.
—Cariño...¿que pasa?—escuché a mi madre al pie de las escaleras.
—Llevate a los niños arriba, y quédense en un lugar seguro.
El rostro de mamá fue de horror.
—¿Que pasa cariño?
—Haz lo que te digo mujer—papá fue arriba a buscar el arma. Estaba muy asustado, Holly no dejaba de llorar, y mi hermana tampoco.
Se escucharon disparos, más disparos, luego, silencio.
Se abrió la puerta del clóset donde nos encontrábamos escondidos.
—¡Cariño!—dijo mi madre. No obstante, no era mi padre, era él.
Tomó a mi madre del cuello, y la empujó a la cama. Corrí a defenderla, y me cortó el brazo con el cuchillo que sostenía en una mano. Grité.
A continuación, inmovilizó a mi madre y le clavó la hoja del cuchillo en el pecho. Ella suspiró. Corrí a él nuevamente, y este comenzó a cortarme, hasta que mi papá me ayudó.
De reojos solo vi a mi padre luchar con él. Estaba herido, tenía mucha sangre. Hasta que lo apuñaló repetidas veces. Su rostro tenía mucha sangre, y el olor se hacía presente en mis fosas nasales.
Mi madre suspiró, y el se rió hasta clavarle nuevamente el cuchillo.
Lloré apaetandome de él, retrocediendo pero en arrastra.
—Por favor no—dije, empapado en lágrimas.
—Si no hubiese metido tus narices donde no tenías que meterla, tu familia estaría viva. Es tu culpa Richard, te dije mil veces que te alejara de nosotros, y no obedeciste. Y... ¿cuál es el castigo de la desobediencia?...—fingió pensar–. Ah, sí, la muerte.
Apretó el cuchillo para atacarme y de su cintura sacó un arma.
—Siempre hay que tener una. Son momentos de emergencia—sonrió—. ¿Como quieres morir querido yerno? ¿con un balazo? o ¿a puñaladas?
Seguí llorando.
—El olor a sangre es encantador ¿no? es como una mezcla de escarlata y rosas. ¿No crees?. Sabes... cuando un depredador huele sangre, sabe que es su momento de atacar, y yo estoy oliendo a sangre y sé que debo matarte—antes de balancearse sobre mi; percibí a Holly clavarle un cuchillo en la espalda. Quedé paralizado.
Ese monstruo se movió quejándose. De retorcia de dolor hasta quitarse el cuchillo.
—Niña ingrata, después de todo lo que te di zorra—la abofeteó con la mano abierta. Holly cayó al suelo—. ¿Que te crees? eres igual que yo, un monstruo—la patió en el estómago una y otra vez—. Eres mi cómplice, y entre cómplice no se traicionan mujerzuela—corrí a defenderla, y entramos en una lucha acalorada hasta que él me empujó y me golpeé la cabeza.
Escuché gritos a lo lejos, parecían de Holly y hasta que desperté en el hospital.
—¡Todos están muerto!—me declaró Lois.
Estaba llorando.
Abrumado por los recuerdos.
Estaba tan asustado que no hice nada para defender a mi hermanita. No me di cuenta de ella, solo mi instinto me hicieron reaccionar, pelear para salvarle la vida a mi madre, pero el miedo me venció, el monstruo triunfó.
La sonrisa de mi hermana con cabello rubio, ojos azules se filtraron en mi mente.
—¿Juegas conmigo?
La miré mal.
—Los niños no juegan a las muñecas.
Lloré con todas las ganas.
Me liberé de esa prisión, ahora, sabía que había ocurrido esa noche, más no me imaginaba como Holly logró escapar de esa situación.
¿Y si ella siempre fingió? ¿todo fue un plan? ¿ella mató a mi hermana?
No lo sabía...
Salí de esa casa hecho cenizas, tan roto como un cristal después de caerse. Resurgir de las cenizas no era nada fácil, además, no podía, el dolor estaba ahí, como la misma daga que sentí al corta mi carne. Las cicatrices en mi piel era evidencia de que las hienas están entre nosotros, buscando a las presas más vulnerables.
Estaba llorando, podía sentir el sabor de las lágrimas saladas correr por mis mejillas.
《Sé fuerte Richard, sé hombre, y los hombres no lloran》
No puedo evitarlo.
Perdóname pero soy humano, de carne y hueso, que siente y padece.
Respiré hondo, un poco encorvado. Y froté mis ojos para eliminar las lágrimas.
Dos personas esperaban mi pronto auxilio.
El momento más oscuro de mi vida aún no terminaba, al contrario, apenas estaba empezando.
Caminé por un largo rato sin destino, ni rumbo fijo, sin pensar, sin saber a dónde mirar. Mi corazón lloraba dentro de mi, y gritaba tan fuerte que pensé que estallaría. Era un zombie caminando entre la sociedad con la necesidad de venganza. Un muerto viviente que se estaba consumiendo por su pasado.
No descansaré en paz hasta tener a Holly y a ese mal nacido. Y juro que los mataré a ambos con mis propias manos.
Asimismo, después de caminar, me dirigí a la oficina. Allí me esperaba Sam, Jimmy y Lois.
—¿Estas bien?—corrió Jimmy en pos de mi.
Asentí.
—Te estábamos esperando—dijo ahora Sam con su cabello despeinado.
—Hay alguien que te está esperando—habló Lois.
Lo miré.
—¿Quien?
Todos se dieron una mirada cómplice.
—La hija de Karl Campbell.
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