3. Dulces dieciséis.

2393 Palabras
Tome mi comida de la mesa del restaurante Buffet libre. Esta noche estábamos celebrando mi decimosexto cumpleaños. Había soñado con este día desde que tengo uso de razón. Pero la verdad es que no tenía ganas de celebrar nada. Por alguna razón, desde que me encontré con Levi antes, no tenía ganas de comer. La forma en que beso a la joven era todo en lo que podía pensar. La forma en que sus ojos afirmo que era todo lo que sentía. Odiaba como seguía persistiendo en mis pensamientos sin importar cuanto intentara olvidarme de él. —Un año mayor y un año más cerca de asumir el control de la practica familiar— dijo mi padre mientras me daba una palmada en la espalda. Le di la mejor sonrisa que pude tener. Desde que tengo uso de razón, mi padre había querido que yo me hiciera cargo de su práctica médica. El había trabajado toda su vida para construirlo y yo era la elegida para continuar con el legado familiar. —Serás una excelente doctora Erin— dijo mi mama. —Eres muy paciente y cariñosa— Normalmente, hablar de este tema me emocionaba. Me hacía sentir que tenía un gran futuro y que estaba destinada a algo importante. Pero no esta noche. Mi sonrisa se desvaneció. No tenía ganas de hablar de mi futuro en este momento. —Come tu comida— dijo mi papa, señalando el plato lleno. Mire al amable hombre que me había criado. su cabello oscuro prácticamente había desaparecido y había comenzado a tener algunas arrugas en la cara. Siempre decía que en un buen día media cinco pies nueve pulgadas. Los chistes de papa eran su especialidad, y cada vez que nos quejábamos en lugar de reírnos de sus chistes, él nos recordaba que un día, cuando el ya no estuviera, los extrañaríamos. Tuve suerte de tener un hombre que siempre estuvo ahí para mí, que me trato como una princesa, que fue el padre perfecto. No tenía ningún defecto que yo pudiera notar, y todos seguían diciendo a mi mama que ella era la mujer más afortunada del mundo por estar casada con él. Una vez escuche al Doctor Fox, el socio de mi papa en su práctica médica, decir que mi papa era culpable de una sola cosa, y era que era demasiado amable. No me di cuenta de que uno podía ser culpable de algos así. —No tengo mucha hambre— Pique mi comida. —Aun no estas completamente bien, ¿eh? — pregunto. Sacudí la cabeza, sintiéndome horrible por mentir, pero también incapaz de decirle lo que realmente estaba pasando. No había manera de que le hiciera saber lo que había pasado entre el imbécil y yo. Estoy seguro de que, si lo hiciera, mi papá comenzaría a ser nuestro chaperón cuando Robin y yo andemos por todas partes y a mí me gusta tener la libertada de deambular. Además, el padre de Levi y el mío eran amigos. No deberían tener que lidiar con el drama inutilización entre Levi y yo. —Quizás deberías recostarte un rato— dijo. Estuve a punto de abrir la boca para decir que no, pero entonces el reloj dio las seis. En ese momento, el hermoso rostro de Levi apareció ante mis ojos. Entonces recordé que quería que fuera a visitarlo. En su habitación. Tonterías. No tenía miedo de lo que haría si no aparecía. Sin embargo, sabía lo que pasaría si iba a la habitación del imbécil. Sabía que se aprovecharía de mí y peor aún, que lo dejara. O incluso quiero pedirle que lo haga. Así de fuerte era su atracción sobre mí. Aun así, no podía ni por mi vida obligarme a detenerme. —Creo que me gustaría— le dije a mi papá. —Antes de que te vayas, mamá y yo queremos darte tu regalo de cumpleaños— Me sonrió cálidamente y mi mama también sonrió. ¡Ay dios mío! ¡Aquí viene mi coche! Me entrego un pequeño joyero n***o y supe que dentro habría un juego de llaves del auto. Lo abrí, pero en lugar de las llaves del auto encontré un collar de oro con un diamante. No pude evitar sentirme engañada. —Se que esperabas un auto—dijo mi mamá. —Pero tu abuela quería que tuvieras el diamante de su boda en tus dulces dieciséis. Es de un quilate y medio, corte marquesa. Así que asegúrate de cuidarlo— —Y este año ha sido una lucha financiera—digo mi papá. —Te prometo que te conseguiremos un auto en otro momento— —Entiendo— dije, odiando que el pudiera ver lo decepcionada que estaba. —Gracias. Es hermoso— Mi papa se puso de pie y me puso el collar alrededor del cuello, y yo acaricie ligeramente el colgante con las puntas de mis dedos. La abuela June había fallecido repentinamente de un derrame cerebral hacia un par de años y, como ella me dijo, que era su nieta favorita, nunca lo había superado. Ahora, con su collar alrededor de mi cuello, sentí que podía tenerla cerca de mí siempre y que ella me protegería de alguna manera. Me tragué mi decepción y decidí tener una buena actitud al respecto. Mi coche llegaría pronto —Te queda hermoso— mi mama me sonrió y sus ojos se llenaron de lágrimas. —Extraño a la abuela— dijo Robin. Su rostro se desmorono y lo enterró entre sus manos, luego sollozo en silencio. Mi corazón se apretó y envolví mis brazos alrededor de su delicada figura. —Yo también la extraño— dije. —Ahora, ahora— dijo mi mama. —No nos dejemos llevar demasiado— Se seco una lagrima y se recompuso. Mi papá me acaricio el hombro. —¿Quieres que te acompañe arriba? — pregunto. —No. Está bien— dije. —Conozco el camino. Solo subiré por el ascensor y tres puertas hacia abajo— El sonrió. —Esa es mi chica— Lastima que le estaba mintiendo. Lástima que me encontré tomando el ascensor hasta el decimotercer piso. Lástima que me hubiera convertido en prisionera de mi Caballero Oscuro tan pronto. *** De pie frente a la habitación 1312, me solté el cabello y lo dejé caer en cascada por mi espalda en ondas sedosas. Una música fuerte retumbo a través de la puerta y mi corazón latía a ritmo desconcertado. Llame tres veces, pero nadie vino a responder. Llame de nuevo, esta vez más fuerte, pero todavía no obtuve respuesta. Quizás esta fue mi señal. Una señal de que no debería estar aquí, que no debiera ponerme a disposición del imbécil. Comencé a alejarme, pero en ese momento, la puerta se abrió y Levi salió al pasillo, con una chica en cada brazo y una botella de cerveza en la mano. Música y risas fuertes salían de la habitación. ¿Era esto una fiesta? De alguna manera, había imaginado que Levi y yo estaríamos solos. Quizás esto es mejor. Era mejor, razone. No estaba preparada para estar a solas con alguien como el, alguien que me retorcía las entrañas y me hacía sentir muy caliente en lugares que nunca había sabido que existían. —Ahí estas, zorrita— Tomo un trago de su botella de cerveza sin quitarme los ojos de encima. —Bienvenida a la fiesta— No sabía por que seguía allí de pie. Debería haberle gritado por llamarme perra y por hacerme creer que quería pasar algún tiempo conmigo. En cambio, que estaba el con Miss perfección 1 y con Miss perfección 2, mirándome como si pudiera soportar la idea de que yo estuviera aquí. Una de las chicas a su lado me miro de arriba abajo y frunció el ceño como si mi presencia la ofendiera de alguna manera. —¿Vas a usar eso para la fiesta? — pregunto, y la otra chica se rio ambas chicas llevaban un vestido que se parecía más a un camisón con lentejuelas y cristales. Ambas tenían escotes perfectos que eran difíciles de pasar por alto, y sus piernas largas y delgadas parecían afeitadas a la perfección. En cambio, yo, llevaba vaqueros y una camiseta blanca con cuello en V. Mis zapatillas hicieron poco para hacer mi atuendo más interesante. Incluso antes de entrar en la habitación, me sentí fuera de lugar. —Yo... yo no sabía que era una fiesta—dije. Miss perfección 2 hizo una burbuja con su chicle y Levi la hizo estallar mordiéndola. Ella se río mientras giraba su brillante cabello rubio y lo miraba con grandes ojos. —Entren, ya estaré con ustedes— les dijo Levi. Ellas se rieron y se pavonearon de regreso en la habitación, cerrando la puerta detrás de ellas. Nos quedamos de pie y nos miramos el uno al otro, durante cuánto tiempo, no lo sé. Todo lo que sabia era que su presencia era todo lo que podía sentir, cada célula de mi cuerpo consciente de esta interacción silenciosa, pero tan poderosa, entre nosotros. —Tienes un collar muy pequeño— dijo. —¿Por qué me invitaste? — yo pregunte. —Necesito que me hagas un favor— —¿Un favor? — yo pregunte. —Marcus, amigo mío. ¿Podrías por favor de no ser una perra y ser amable con él esta noche? — —¿Agradable con él? — yo pregunte. —Está un poco enamorado de ti. Pero estoy seguro de que ya lo sabias— —Ni siquiera lo conozco— dije. —No seas tonta—dijo. —Sera divertido— —¿Divertido? — No parecía divertido —Entra y te prometo que la pasaras bien— Agarro mi mano y el contacto con piel con piel fue eléctrico. Hizo una pausa, como si también se diera cuenta, pero rápidamente me aparte. —Aquí hay alcohol— dije en tono acusatorio, mirando su cerveza. —¿Y eso es un problema? — Tomo otro trago de su cerveza. Se apoyo contra la pared y lo observe en silencio, mi mirada bebiendo cada parte de su perfecto físico. Mi corazón dio un vuelco en mi pecho y tuve que suspirar hondo solo para mantener un poco de calma. —Tengo dieciséis años— chille. —Si mi papa se entera...— —No eres una de esas chicas que corre hacia su papa y cuenta historias andrajosas, ¿verdad? — pregunto. Sabía que estaba jugando conmigo. Sabía que estaba tratando de hacerme parecer patética por interrogarlo, el hombre, la autoridad. El sabía que estaba equivocado. Pero eso no importa nada en este momento. Él era el que toma las decisiones, y esto era su reino para hacer lo que a él le complaciera. Aun así, no pude conseguir enfrentarlo por completo. Si lo hubiera hecho, me habría alejado. Parecía tener un tipo de poder invisible sobre mí. Sabía que era lo correcto: irme. Pero estar aquí me hizo sentir que, de alguna manera, era importante. El me había invitado y por eso debo ser alguien especial. —No lo diré—dije. —Pero no beberé— —¿Alguien te ofreció una bebida? — pregunto inexpresivo. Sacudí la cabeza y puse los ojos en blanco. —Esto es tan juvenil— —¿Lo es ahora? ¿Querías algo más ...? adulto? — Dio un paso hacia mí, luego otro, invadiendo mi espacio personal más que cualquier niño, cualquier hombre lo había hecho antes. Sentí como si todo mi cuerpo se iluminara por dentro y comencémoslos a darme cuenta de que toda mi sensatez se había desvanecido y no se encontraba en ninguna parte. —No tengo ningún problema— dije. Empecé a sentir que me hervía la sangre, en parte porque él estaba muy cerca de mí y en parte porque estaba muy enojada con él por tratar de intimidarme. ¿Por qué parecía disfrutar burlarse de mí, metiéndose bajo mi piel? —Eres demasiado joven para merecer mi tiempo— dijo. —No, no lo soy— Eso no es lo que quería decir en absoluto, pero las palabras salieron de mi boca antes de que pudiera sentirlas. —Dime, niña. ¿Te han besado antes? — dio otro paso en mi dirección y estaba a solo un centímetro de distancia. Podía sentir el calor de su cuerpo contra el mío, su aliento revoloteando en mi cara. Me agarro las muñecas y me inmovilizo contra la pared colocando el dorso de mis manos contra ella. —¿lo han hecho? — Mire sus ojos increíblemente negros y me embriague por cercanía, me emborrache en su rostro. Él no me había hecho nada todavía, pero oh, cuanto quería que lo hiciera. —¿Lo han hecho? — pregunto de nuevo. Negué con la cabeza, pensando que estaba a punto de ser besada por primera vez. Me horrorice porque estaba bien con eso. Mis labios se separaron y levante la barbilla. —Ahora vuelve con tu papa para que le cuentes sobre mí y como me suplicaste que te besara y te dije que no— dijo. —No te rogué que me besaras— espeté. —Y te engañas al creer que quiero que lo hagas— —puedo ver en toda tu maldita cara como quieres que te bese, te pruebe, incluso te falle. Pero eres demasiado joven para mí, perra. Menor de edad— me soltó las muñecas y sentí como si mis rodillas de repente se hubieran vuelto a punto de doblarse debajo de mí. —Tal vez el año que viene estes lista— dijo. —No te quiero— le dije. Pero mi voz sonaba débil incluso para mis propios oídos, el dolor ardiente en lo más profundo de mi traicionaba mis palabras. Su labio superior se curvo un poco hacia atrás, una sonrisa. Un gruñido. —Nunca he visto a nadie tan excitado como tú. Tan cachonda como tú. Tu carita bonita lo está suplicando. Suplicando por mi— Se la mío el labio inferior, luego dio un paso hacia atrás. Se giro y, antes de volver a entrar en la habitación, dijo por encima del hombro: —Y será mejor que sea yo quien explote esa cereza tuya. No me gustaría ser el segundo—
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