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656 Palabras
Mi madre puso uno de sus CDs en el coche, por lo que se pasó todo el camino al instituto cantando como una loca la banda sonora de su juventud, solo lo hacía cuando estaba contenta. —Roxy, haz que me sienta orgullosa.— dijo al darme la mochila aparcada a una manzana de distancia, era una de las condiciones indiscutibles que había puesto para dejar que ella me trajera en coche incluso el primer día . —No prometo nada.— agarré la mochila y empecé a andar a una velocidad considerable hasta que estuve lejos del vehículo. —¡Eh!— alguien empiezó a silbar detrás de mí y yo caminaba más rápido.— ¡Me debes un chicle! —Eres tú...— me di la vuelta más sosegada, después de todo sí que conocía a alguien. —Me llamo Kara, Kara Smith.— se puso a mi altura con un par de zancadas, ya solo quedaban unos metros hasta el instituto. —Yo Roxane.— las palabras «pero puedes llamarme Roxy» no iban a salir de mi boca, es un mote que siempre he odiado. —¿Puedo llamarte Roxy?— asentí desganada, no había remedio, cuando empiezan ya no pueden parar.— Pero prefieres que no lo haga...—la miré sorprendida, juraría haber puesto una sonrisa falsa lo bastante convincente.— Se me da bien saber lo que piensa la gente. —Debes ser la reina del póker.— no sé por qué, pero ya sentía cierta confianza con ella Por la experiencia de tener a Fylgja sabía que cualquiera que le diese una gominola le caía bien. Creo que Kara estaba tratando de adiestrarme, lo peor es que lo había conseguido. —Cuando quieras te lo demuestro, sister.— sister era menos horrible que Roxy. Pasó como a cámara lenta, era el mismo chico que vi el día de la prueba de admisión. Olvido todo tipo de cosas (las llaves, cumpleaños, exámenes, nombres...) pero a él no podría olvidarle aunque quisiera. —Ese es Dash, el hijo de la directora.— no necesité preguntar nada, a Kara le bastó con que me quedara embobada recorriendo su espalda con la mirada una y otra vez. —Pero es un instituto femenino.— murmuré al ver cómo entraba en el edificio. —Es el hijo de la directora,— rió ella al darse cuenta de que se caía la baba por él.—puede hacer lo que le de la gana. —Pero no puede ser...— la peor pesadilla de mi madre vestía una cazadora de cuero, una camiseta de iron maiden, unos vaqueros apagados y zapatillas blancas de cordones. —Técnicamente está matriculado en el instituto para chicos que hay al final de la calle, pero recibe las clases aquí. De vez en cuando va al otro instituto para hacer exámenes.— Acabábamos de cruzar las rejas, estábamos encerradas y yo era nueva en el patio de la cárcel. —Es un poco retorcido.— en ese momento él se giró para guiñarnos un ojo y yo enrojecí de golpe. Dudé que mi propia mente tratara de engañarme, como hacía en tantas otras ocasiones. El recibidor se veía mucho más espacioso ahora que no había tanta gente concentrada allí. Todo se veía con más claridad, el suelo color crema brillaba de lo limpio que estaba, igual que las paredes de color blanco impecable. La decoración era muy minimalista, un ficus a cada lado de la majestuosa escalera central y una maqueta del edificio en el lado izquierdo. —Vamos, tenemos matemáticas en la segunda planta.— Kara me espabiló, de no ser por ella aún estaría mirando los enormes ventanales que inundaban toda la sala de luz. Miré la hora en mi móvil y ella soltó un grito sordo. —No puedes usarlo aquí.— trató de esconderlo como si fuera un arma letal, ni que estuviéramos en una gasolinera.
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