Capítulo 6

2151 Palabras
Todo hilo puede unir almas, cuyos destinos ya estén entrelazados. Algunos son rojos, otros dorados, pero, pocos son realmente eternos. Leonor ya no me hablaba, en realidad se había vuelto demasiado silenciosa y era demasiado difícil sacar palabras de su boca. Me senté a su lado a la hora del desayuno como ya era costumbre, después de todo era mi compañera de misiones y debía mantener una buena relación con ella. La saludé como siempre con un buenos días y ella apenas me miró, prefirió concentrarse en su cereal, que en realidad lucía un tanto asqueroso, tenía un aspecto viscoso y no lograba descubrir que había dentro de la leche de vaca. —Leonor, siento mucho no haber cuidado bien de tí —dije apenada y ella me miró por unos cuantos segundos antes de terminar su comida —. Hoy tenemos entrenamiento en la plantación, nos vemos ahí en una hora —le dije cuando se levantó con su plato. —Las compañeras no son lo tuyo —comentó María a dos sillas de distancia —, pobre Ailish, siempre sola. La miré molesta y tomé mi vaso de leche antes de irme del comedor, no deseaba la compañía de mis hermanas brujas, todas eran malvadas o tal vez yo era la chica rara del montón. Con mucho cuidado de ser vista, fui de vuelta a mi habitación y dejé el vaso allí para que Bastian lo encontrara en su momento. Me arreglé con mi vestido favorito, el número cuatro, de los cinco que tengo. Azul oscuro, falda larga y muchos botones en mi pecho, con mangas abiertas. Me lo puse con premura y salí de allí al instante después de lavar mis dientes e intentar peinarme, pero daba igual, mi cabello demasiado lacio siempre lucia del mismo modo, plano y sin vida, además de ser rubio, algo que no me gustaba, porque nunca sentí que fuera realmente rubia. Extraño, considerando que lo era. Salí de la casa antigua de madera y piedra, sosteniendo mi larga falda para que no se rasgara con las piedras y ramas del suelo. Me dirigí a la plantación, una vieja casa un poco perdida entre los altos árboles, medio deshecha y con algunos pocos sembrados en el ala este, base de nuestra dieta alimenticia. Entré a la sala común de la gran casa que en sus tiempos fue majestuosa y renové un viejo sofá para sentarme. —Niña, eres huérfana, ¿no? —Bastian apareció de la nada y me asustó, saltó a mi regazo y me observó con atención, en respuesta asentí una vez —. Esas personas no son tu familia, incluso me parecen muy peligrosas —dijo y se lamió la pata de forma inconsciente y lo miré con ganas de reír —. Hay algo peligroso aquí —comentó. —Oh, ya estás actuando como un ser protector —dije con cierta ternura y acaricié su pelaje, eso lo puso bastante tensó, me miró molesto y me siseo de inmediato, así que le di un pequeño golpe sobre su cabeza —, no te atrevas a morderme. —Nunca mordería una bruja, saben horrible —dijo a modo de insulto. —¿Acaso has mordido a alguna antes? —pregunté ofendida. —Prefiero no decirlo —dijo molesto y saltó fuera de mi regazo. —Ailish —la voz de Leonor me sobresaltó y me volví a ella de pie, bajo su intenso escrutinio y asegurándome que el gato estuviera fuera de su vista. —Has llegado temprano —le dije y ella se acercó a mí. —Eres una buena persona Ailish —me dijo con sinceridad —, por eso no eres una de nosotras. —¿Qué…? —ella puso su índice sobre mis labios para que callara. —Para que seas una de nosotras debes morir, así le pertenecerás a nuestra señora —susurró junto al sonido del viento que me trajo una oleada de frío —. El baño de la vida es la iniciación. Dime, ¿quién es la única de nosotras que aún no ha muerto? —Espera, ¿cuál señora? ¿Madre? ¿Qué es eso del baño de la vida? —Ella no me dio respuesta alguna. —Madre no es quien crees —comentó y empezó a caminar por lo que quedaba de la sala común, dentro de las dos paredes que aún se mantenían en pie, hasta que se agachó en una esquina y tomó una flor que estaba creciendo entre aberturas del suelo. La vi sujetarla y mirarla mientras se ponía en pie de nuevo; sin embargo, la flor no vivió lo suficiente, primero se marchitó y para el momento en que Leonor estaba erguida, ya la flor era cenizas —. El día de los muertos se acerca y necesitan una buena cosecha… —Bueno…. Creo que tal vez hoy no deberíamos entrenar, después de todo lo que pasó, necesitas descansar —le aseguré y sus ojos marrones me miraron con extraña indiferencia, ella ya no era Leonor, Leonora la bruja de la flora, ahora parecía la bruja de la muerte, aún más con los labios negros y la ceniza que se resbalaba de sus manos. Pude notar que llevaba una gargantilla de encaje negra con el dije de una calavera colgando en el centro de su pecho, ocultaba el corte de su cuello y los hilos negros que lo atravesaban. —Tenemos una misión para mañana, será lejos, prepara un cambio de ropa por si acaso —anunció. —¿Lejos? ¿Dónde? —¿Y desde cuándo a ella le decían las misiones? —Nos encontraremos con otro Aquelarre, viene una fecha importante y este año se nos invitó a ser parte de un gran ritual. Como no vamos a entrenar, iré a preparar mis cosas —se despidió y se marchó, terminando por completo la conversación. —Algo aquí huele muy mal —comentó Bastian, saliendo de su escondite. —Bastian, tengo una extraña sensación… —no lo dije en voz alta; pero, una parte de mi tenía miedo —. Seguro que no es nada. Estuve allí, de pie por varios minutos, pensando en lo que estaba sucediendo, hasta que me canse y salí de allí, directo a la oficina de Madre, necesitaba que me dijera de qué trataba realmente aquella misión. Al entrar a la casa, Blanca pasaba por el pasillo principal y no pude evitar ver el largo corte que dividía su rostro en línea recta de la frente a la barbilla. Me apresure a continuar mi camino, para no mirarla por demasiado tiempo y fui hasta el fondo de la casa, aún en la primera planta, al otro lado del comedor y las duchas, que casi nadie usaba porque la tubería estaba dañada y bañarse con aguas negras no era muy deseable. Toqué la puerta al llegar y sin esperar respuesta ingresé, mala idea, porque allí estaba Dalila y esa chica sí que me aterrorizaba. La vi enfocar sus ojos blancos en mi, el origen del sonido de las pisadas y la puerta abierta, matenme, no, mejor no. Su sonrisa me dijo que ya había intuido quien era yo y eso me puso bastante nerviosa, me paralizó y permitió que se acercara a mi. Sus manos frías tocaron las mías y me invitó a sentarme junto a ella frente al escritorio de caoba de Madre, quien nos miraba en silencio. —Justo pensaba en ti — dijo, con su voz seductora, como le llamaba Leonor y tragué un poco de saliva —, le he dicho a Madre que quiero ir a la misión con ustedes mañana. —Ah, ¿sí? —Ella ha dicho que sí —dijo emocionada. —¿En serio? Pero, no he podido entender de qué va la misión, ¿podrían explicarme? —No te preocupes por eso —me dijo con calma y sus manos recorrieron mis brazos, tocando la piel descubierta, hasta llegar a mi cuello con ligereza en las yemas de sus dedos —. Me gusta tu piel, es muy suave —mi respiración se aceleró y tuve el presentimiento de que moriría allí. Entonces, sus manos tocaron mi rostro con cuidado y cuando llegó a mis labios, se acercó y me besó —, no puedo esperar a que llegue tu iniciación… Me levanté de golpe. —Creo que iré a mi habitación, debo dejar todo listo para mañana. Salí corriendo de la oficina y fui directo a las escaleras, aún podía sentir un sabor dulce en mis labios, era desagradable y sospechoso. Me encerré en mi habitación e intenté recuperar el aliento, Bastian ya estaba allí, mirándome. —Creo que van a matarte —dijo con calma —. Y entonces, podré liberarme de ti y volveré a… —se quedó pensativo.  —Yo creo que ya estás muerto, Bastian. Seguro ya no tienes un lugar al cual regresar —le dije con intención de herirlo y él pudo verlo en mis ojos, simplemente inclinó su cabeza a un lado y dejó salir un largo suspiro. —¿Cuántos años tienes, niña? —En un año tendré 16 —dije. —Ya veo, 15 entonces —murmuró pensativo —. ¿Le tienes miedo a la muerte? —Sí, bueno, no sé… No quiero morir, Bastian. ¿Acaso no te gusta estar vivo? —No lo sé, hace mucho que no disfruto la vida, demasiados años en realidad —dijo mientras se acercaba a mi —, vivir en soledad no es divertido. —¿Estabas solo? ¿Como yo? —le pregunté y me miró como si acabara de descubrir algo —. Pues, ya no estás solo, estamos juntos. —Sí, claro. Sabes qué niña, no puedes estar encerrada aquí todo el día, tienes que traerme comida, me gusta cenar —me dijo y me reí, entonces saltó sobre la cama a mi lado y se vio atraído por algo en mi boca, lo vi olfatear y luego sus ojos se entrecerraron —. Tienes agua, lavate la boca. —¿Tengo mal aliento? —Hazme caso —insistió y saqué una botella de agua que guardaba en mi mesa de noche y vertí un poco sobre un vaso, para lavarme la boca —. ¿Qué pasó? ¿Quién te tocó? —Oh — dije con cierto asco —. Dalila se comportó tan extraña como siempre; pero, hoy me besó… —sentí mis mejillas sonrojarse cuando lo dije —. También dijo algo... —¿Qué cosa? —Algo sobre mi iniciación —le dije. —¿Hace cuánto llevas aquí? —preguntó. —Desde hace tres años. —¿Solamente traen brujas a este orfanato? —asentí en respuesta —¿Qué haces en tus misiones? —Purificamos almas —respondí y él sacudió la cabeza. —Las brujas no pueden purificar almas —me dijo muy seguro —. ¿Con qué exactamente las purificas? —Pues hacemos un círculo de sangre y… —No, no… Niña, puedo ver que te han engañado; pero, has hecho algo horrible. Nunca purificaste almas, las robaste, las recolectaste para algo o alguien, probablemente para el día de los muertos del cual estaba hablando la chica mata flores. —No, claro que no, yo… —¿Qué más te han hecho hacer? Dímelo todo —sus ojos tenían cierto fuego que me asustaba; pero sentí la necesidad de contarle como mi supuesto protector. —Debía ir a lugares donde mucha gente había muerto y si encontraba un demonio débil, tenía que atraparlo y traerlo conmigo, si mis compañeras morían también debía traer sus cuerpos… completos. —Te enseñaron a luchar… ¿te enseñaron a usar tu grimorio? —No, quienes tienen grimorio son asesinadas, Madre dice que es malo. —Pero, tú tienes uno —señaló. —Ella no lo sabe. —Tenemos que irnos —dijo de inmediato. —¿A dónde? Oh, sí, ya es hora de la cena —terminé por lavarme toda la cara. —No, además, es el almuerzo —dijo él. —Ah, esta habitación es muy oscura, me confunde… —Niña, ten cuidado… — de verdad sonaba preocupado. —Te traeré algo super delicioso — le dije y no se vio muy interesado al respecto —. ¿Qué pasa? Dime. —Todas tus compañeras… Nada, no importa, ve, come, me traes algo y preparamos tu ropa para el viaje de mañana. Necesitas un equipaje donde yo pueda esconderme. —¿Equipaje? —Un bolso, algo… —Bueno, buscaré algo —dije y fui al comedor, intentando no pensar en todo lo que había pensado y cuando llegué vi a Dalila mirarme con una sonrisa que me heló hasta los huesos.
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