Capítulo 4

834 Palabras
— Se puede saber quién es alteza? El príncipe lo pensó por varios minutos, tenía dos opciones: decirle y pedirle de su ayuda para saber más de la chica, pero la consecuencia sería que Patricio le contaría absolutamente todo a la reina. No, por más que lo pensó, lo mejor sería mantener a Patricio fuera de esto, él ya había hecho su trabajo. —Será un misterio para toda la familia real Patricio— el príncipe se acomodó en la silla soltando una sonrisa burlona- puedes retirarte Patricio, agradezco de tu apoyo en esto. —No tiene nada que agradecerme alteza, lo que tenga que ver con el reino y el futuro del país también me importa, con permiso. Al ver que el hombre alto había salido del despacho, el heredero tomó una profunda respiración, cerró los ojos y pensó ahora cómo traería a una chica ordinaria al palacio. La reina buscó lo mejor para cada uno de los integrantes de su familia, entre ellos sus nietos. Como un legado, por supuesto, que uno de sus nietos algún día tendría que obtener la corona que marcaba el poder absoluto en Moldavia. Este era el caso del príncipe Eduardo, con la reina apuntó de morir, pronto habría un bacante en el trono, el cual le correspondía al príncipe heredero, sin embargo, en este último tiempo, a pesar de que al reina estuviera delicada de salud, que su nieto heredero tuviera a su lado a una mujer madura y apta para la posición de reina era muy importante para ella. El príncipe tomó el teléfono que estaba a un costado derecho, marco y pronunció las palabras que le cambiarían por completo su vida. —Necesito que investigues a una chica... . . . . . . . El silencio en la cafetería era demasiado, tanto que incluso Clarisa limpiaba las mesas muy feliz ya que apenas iba a abrirse la cafetería. Por fin en un día de un mes se sentía tranquila. Y claro que lo era cuando días atrás la pelirroja estaba estresaba porque estuvo a punto de ser echada de su departamento. La señora Kennedy había subido la cuota de renta haciendo que Clarisa entrara en una situación muy estresante y ocasionaría que ahora tendría que reducir aún más sus gastos. A veces ella se preguntaba cómo es que la gente llegara a hacer así. Algunos lo hacían porque simplemente querían que cualquier inquilino que ocupará un departamento dejara el edificio y otros simplemente lo hacían pr ambición. Clarisa era demasiado sencilla, sus padres la criaron con el pensamiento de que todo en la vida se gana, lo cual es cierto, aunque hubiera gente que no lo comprendiera, era algo que realmente sucedía en la vida real. Llegar hasta donde tú quisieras cuesta, sin importar los problemas que vengan. —¿Y esa sonrisa tan...? — Jennifer camino hacia la barra dejando sus cosas ya que apenas había llegado a la cafetería. —No sé, simplemente en este momento que estaba sola, me sentía relajada y muy tranquila. —¡Por supuesto que lo necesitas!  Después de lo que esa señora amargada hizo con la cuota de tu casa, créeme que no soportaría estar así— la pelirroja asintió y continuó limpiando las áreas que le faltaban. —Por eso mismo quería que te vinieras a vivir conmigo Clarisa— Jennifer hizo un puchero, algo muy raro en ella a lo que la pelirroja río. —En serio te lo agradezco, pero odio invadir propiedad ajena Jenni. ¡Eso no es invadir mi espacio! Además, vivir sola es feo, a veces quiero platicar con alguien en mi sofá o hacer cosas, pero con alguien, y aparte te dije que podíamos compartir gastos, así te ahorraría problemas con la vieja amargada fea-. —Sabes que no cambiare de respuesta así que mejor cámbiate, mientras tú lo haces yo sacare la basura-. —¡Gracias Clari! Por eso te amo amiga. —Ya sé que amas porque hoy te tocaba sacar la basura a ti, pero acabo de ver que tus uñas están muy lindas para embarrar se de basura. La pelirroja paso por la cocina, recolectando la basura de la pequeña cocina, para después pasar por los baños, cuando vio que por fin solo faltaba sacarla por la puerta trasera del negocio, sen encaminó y abrió la puerta trasera, se acercó al enorme contenedor depositando la en este, pero justo al momento de regresar al local vio una sombra que se reflejaba en la pared, algo asustada volteo y observó de quien se trataba. Sin duda alguna no sabía quién era ese hombre alto de traje n***o, pero si su mirada intimida a cualquiera. -Usted debe ser la señorita Clarisa Hansson, ¿cierto? -. La pelirroja algo dudosa asintió y bajo la mirada. —Un placer señorita Hansson, soy Enrique, guardaespaldas del príncipe Eduardo. ¿Cómo demonios pasó? ¿Ahora el príncipe heredero la buscaba a ella? —Se que puede sonar algo raro señorita, pero es cierto, su alteza está en el carro esperando por usted, tiene un tema que a usted le puede interesar, ¿Viene? Santísima virgen. Aún no podía procesar que el hombre a quien atendió hace algunos días, tratándose del futuro rey, viniera a hablar con ella. ¿Qué mierda estaba pasando?            
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