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Yo Prada Tú Versace

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Descripción

Asúmelo pequeña, tienes a un narco en tu vida, no todas pueden decir lo mismo.

Markus Hierro se hace llamar el capo de la mafia turca. Desde su oficina ubicada en el centro de Estambul dirige y controla una gran organización relacionada con el tráfico de drogas, pero la lucha por mantener el control del cartel lo hace viajar a Milán, donde conoce en una situación inusual a Thairé Espinosa. A Markus lo hieren y tres meses después regresa a Milán y secuestra a Thairé quien es diseñadora de moda para Prada.

Empieza una lucha de poder, de secuestros, de enfrentamientos entre carteles, de robos, pero sobre todo de sexo. La única realidad de todo lo que has leído antes, es que ella viste de Prada y él de Versace, así que tendrás que leer hasta el final.

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Prólogo (Markus)
Aterrizamos en un aeropuerto privado de Milán al anochecer, ya había un coche esperando para llevarnos al hotel.   –Regresa en una hora con una puta. –Ordené a Llul sin mirarlo. Cuando el coche se aparcó en la entrada del hotel bajé y me adelanté a la puerta. No levanté la cabeza, sabía que todos se volteaban a verme, no todos los días veían a un tipo varonil vestido de Versace de pies a cabeza, si, lo reconozco, me gustaba vestir bien, comer bien, follar bien y duro.    Me dirigí al ascensor para subir a mi suite, me sentía pegajoso, busqué el baño, abrí los grifos del agua y dejé que se llenara, un baño me dejaría como nuevo, los cambios de temperatura me ponían de mal humor y hasta el día siguiente que rodaran cabezas me quedaban algunas horas para relajarme.  Me quedé mirando al tipo que me miraba desde el espejo, ese era yo; Markus Hierro, el capo de la mafia turca, quien dirigía cargamentos enormes de heroína para que la consumieran unos imbéciles con más polvo que neuronas.  ¿Les he dicho que la mayoría de los capos que nos dedicamos de verdad al negocio casi nunca consumimos? Creo que no, pues veréis; no lo hacemos, precisamente porque sabemos el daño que provoca esa mierda a nuestras neuronas, y para estar en ese negocio había que tener los cincos sentidos muy alerta, si no era así a la primera de cambio, ¡Bonnnn! Teníamos un tiro en la cabeza o… quizás nos despertáramos sin una mano, un pie, dedos, hasta la polla te la podían cortar, en ese negocio no se podía jugar si no era para ganar, y de tener familia es mejor no hablar, no podíamos permitir que nadie fuera importante, porque te podía hacer flaquear.   Después del baño de espuma escuché un suave toque en la puerta, señal de que la puta que pedí acababa de llegar, eso era lo bueno de ser un gánster que, igual que podía pedir una copa, podía pedir una puta con una buena boca, por eso era el puto amo.   –Arrodíllate –Ordené sin prestarle atención, mientras me secaba el pelo y dejaba caer la toalla que cubría mi enorme polla. Cuando estaba arrodillada con la boca abierta esperando que   mi m*****o alcanzara su boca, agaché la cabeza para mirarla, era una despampanante rubia, tal y como me gustaban. Llul sabía de mis gustos; buenas, tetas, buen trasero y garganta alegre.   Agarré su cabeza y embestí fuerte, era lo que quería; una buena mamada de esa boca; la que solo usará para lo que me estaba haciendo, porque, quizás no hablara mi idioma, tampoco me interesaba mantener alguna conversación, era un hombre de pocas palabras.   Embestí tan fuerte que la puta estuvo a punto de atragantarse con mi polla, eso me ponía a cien, sentir que mi polla era tan grande y gruesa que podría atragantarse. Después de darle unos segundos para que respirara empecé de nuevo. Ella volvió a chupar mi polla como si de una piruleta se tratara,  con la mano libre empezó a masturbarse. – ¡j***r…! ¿Quién te ha dicho que puedes tocarte? –Pregunté en inglés mirándola a la cara por primera vez.   –Nadie, mi coño es mío y mis dedos también, no tengo que pedir permiso a nadie. –Contestó en el mismo idioma sin dejar de hacerlo. –. Además, esta gruesa polla me pone a cien. –Enfatizó, para volver a chupar y a lamer.   Abrí la boca para decirle que yo pagaba y era quien decidía si podía tocarse o no, pero no salió una palabra, porque de solo ver la imagen hizo que me derramara tan fuerte que de su boca salieron chorros de semen. Agarré su barbilla y clavé mi mirada en sus ojos azules.   –Traga. –Ordené sin perder su mirada. – ¿Todo en orden señor? –Preguntó mientras se lamía los labios. Se tragó todo mi semen, pero eso no me sorprendió las putas estaban hechas para eso.   Al escuchar su pregunta mi polla se puso dura de nuevo, y decidí meterla en uno de sus agujeros. La mayoría de las veces solo deseaba que me hicieran una mamada y se largaran, no me gustaba dormir con nadie, no me gustaba dar los buenos días, no me gustaba despertar por la mañana y que me preguntaran como me llamo, tampoco me interesaba saber sus nombres.    Su olor hizo que me acercara más a su cuerpo, era un olor embriagante, toqué su pelo rubio y largo, pasé mi mano por su mejilla y la miré de nuevo arrepintiéndome enseguida, no sabía de dónde cojones me permití tener un poco de delicadeza.   –A cuatro patas. –Ordené mientras busqué condones. Cuando me giré estaba en la posición que le ordené con las manos agarrando los molletes del culo.  Ella no sabía por cuál de los agujeros iba a decidirme, así que empecé regando sus flujos por los dos, mientras mis fosas nasales se empapaban de su olor, de la suavidad de su piel.   – ¡Métela ya j***r! –Pidió a tiempo que giraba su cabeza para mirarme.   –Cierra la puta boca, aquí quien paga soy yo, así que soy yo quien decide cuándo meterla y por dónde. –Respondí, a la vez que empecé a meter mi polla por el primer agujero.    La rubia tenía un agujero estrecho o mi polla era muy gruesa, porque de solo sentir cómo encajó me quise derramar de nuevo. Seguí embistiendo fuerte, con mis manos en cada lateral de su culo y por unos segundos pude soñar que no existía Markus; el capo de la mafia turca, que en esa maldita ciudad no había un montón de balas que llevaban mi nombre, que la vida podía ser hermosa y no la cascada de humo en la que llevaba viviendo algunos años.   Cuando estuve a punto de derramarme la puta se quitó, tardó un nano segundo en quitarme el condón para meter de nuevo mi polla en la boca, empecé a cogerla esa vez por la boca hasta que sentí como las venas de mi polla se inflaron y cuando creí haberlo visto todo, quitó su boca sustituyéndola por sus manos dejando caer todo mi liquido en sus perfectas tetas, sin dejar de mírame a los ojos.   Por un momento sostuve su mirada, pero la aparté, pensé que estaba mirando mucho más   que mi cara. La dejé de rodillas en mi cama y me fuí al baño, necesitaba echarme agua en la cara. Cuando regresé a la habitación la puta no estaba, se había ido. ¿Quién cojones le ha dicho que podía irse? Me pregunté abriendo la puerta totalmente denudo.   –Llul, ¿Dónde está la puta? –Mis hombres se quedaron con la mirada cuadrada mirando mí aspecto, no dijeron nada, sabían que no debían hacerlo. En ese momento salieron dos chicas de otra habitación y se quedaron con la cara peor que la de mis hombres.   – ¿Qué miráis? ¿Nunca habéis visto a un hombre desnudo con un gran pene turco entre sus piernas? –Pregunté sin prestarle atención, no sabía si me entendieron, pero me dio igual, salieron corriendo, quizás a quejarse a la recepción del hotel de que en los pasillos andaba un hombre desnudo, ¡Para lo que me importaba!   –Se ha ido señor, el servicio estaba pagado, ¿Ha pasado algo? –Me quedé mirando al vacío sin prestar atención a su pregunta, porque en ese instante recapacité; ella era una puta y yo un imbécil. Ella había venido a satisfacer a un cliente, lo había hecho y se había ido, fin de la historia.

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