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Un accidente de amor

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Descripción

Elizabeth Cromwell, regresaba a Londres luego de unos cinco largos años viviendo con sus tíos en Escocia, encontrándose con un pequeño inconveniente en el camino que la llevo a saber, a través del tiempo, que no todo en sus libros era mentira, como solía decirle su madre.

Edric Rouhtown maldecía él clima y los malos estados de los caminos, lo único que el deseaba era llegar a la casa de su hermana a tiempo para el nacimiento de su sobrino, sin saber que aquella joven dama que lo ayudaría, en realidad sería su destino eterno...

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Capítulo 1
Elizabeth Cromwell acababa de embarcar junto a su doncella, en un viaje hacia Londres. Se había marchado de allí a causa de que, su padre, Francis Cromwell duque de Hamigtons, la envió a Escocia a vivir con sus tíos tras la muerte de su madre.  Los años que había vivido en Escocia habían sido hasta el momento los mejores de su vida.  Se había integrado a la alta sociedad a la que sus tíos pertenecían sin problema alguno. En aquellos cinco años, había sido educada como una joven escocesa de la alta sociedad, con la esperanza secreta de sus tíos y de ella misma, de no tener que volver a Inglaterra.  Sin embargo, las esperanzas habían sido sembradas y alimentadas en vano, ya que, Cinco años después de que su padre decidiera no necesitarla en su vida, Elizabeth se encontraba sentada en el carruaje que él mismo había mandado, regresando al lugar que debía considerar como un hogar y que, sin embargo, solo se lograba ver como un mal sueño.  El carruaje de alquiler, era algo viejo y desgastado, además de que contaba con la menor seguridad posible viajando solo en compañía de una doncella y el cochero que no garantizaban protección alguna.  Podía sentir el repiqueteo de las ruedas sobre las piedras y pozos que se encontraban llenos de agua por el aparente aguacero que había caído la noche anterior.  El frío del aire londinense se infiltró entre el tejido de su capa de abrigo y un escalofrío le recorrió el cuerpo.  A su parecer nada de aquello debería estar sucediendo y nada la había preparado para regresar allí.     Su preocupación se debió traslucir en su cara ya que sintió las manos de su doncella sobre la propia.  -estará bien- afirmó en un cariñoso tono de voz  -lo sé- contestó, regalándole una sonrisa triste y volviendo a dirigir su vista hacia la pequeña ventana que tenía aquel carruaje.     Con sus ojos puestos en el exterior, mientras observaba los árboles que abordaban el camino que recorrían, que parecían deslizarse hacia atrás a medida que ellos avanzaban y ausente ante el hermoso paisaje que presentaban, pensó en el hombre que le había dado la vida y la educación de una dama, sin embargo, se había olvidado del amor, la comprensión, la amabilidad y la felicidad que le ofrecía un padre a sus hijos.    Su padre, al parecer, estaba gravemente enfermo y tenía pocas posibilidades de sobrevivir, debía dejar un heredero y como su madre no había podido concebir más hijos luego del nacimiento de Elizabeth, este se veía obligado a casarla, para que la joven tuviera hijos y así dejar toda su fortuna a nombre de los hijos de su, no tan amada hija.  La verdad es que Bhet, como solían decirle sus tíos en Escocia, no quería regresar, no porque no amará su lugar de origen, sino por los recuerdos que este lugar le traía, los cuales, solo pocos eran buenos.  Todo se remontaba a la época en la que ella no era más que una pequeña niña.  Su padre no había sido feliz al descubrir que su primogénito se trataba de una mujer y no un heredero varón, como él esperaba, y el hecho de que ella recibiera la mayoría de sus bienes, al no tener muchos más pariente que el primo de Elizabeth, quien era un orgulloso Escoses que no tenía ni la menor intención de alejarse de sus tierras, tenía a Francis Cromwell maldiciendo y deseando morir pronto, para no ver la desgracia que supondría ver a su hija y los hijos de su hija como únicos herederos de su fortuna y agradeciendo que el título muriera con él.  Este y el hecho de que tenía la obligación y la edad suficiente para contraer matrimonio, lograban que sus deseos de volver a Inglaterra fueran nulos, convirtiéndo en una pesadilla que, por cada kilómetro recorrido con aquel carruaje, se convertía en su peor realidad.  Por otro lado, no tenía idea de cómo sobreviviría a la alta sociedad, o si todo lo que recordaba acerca del comportamiento sería suficiente para no parecer indecente y dejar a su buen nombre en ridículo.   Bhet no se consideraba como todas aquellas damas con su parloteo incesante y su coqueteo a los caballeros, tampoco era muy fanática de los bailes aunque lo hacía de maravilla, no, ella prefería estar horas bajo la sombra de un árbol recostada leyendo libros o simplemente tocando una pieza musical en su adorado piano y aunque si era una mujer que adoraba hablar, lo hacía solamente, cuando era con su ''familia'' o cuando se encontraba en una situación demasiado incómoda que con una buena charla se pudiera arreglar, pero aun así era consciente que siendo la hija de un duque tendría que asistir a cada una de las veladas de la alta sociedad y casarse como cualquier dama de una buena familia y que quisiera seguir siendo decente.  Miró el libro que llevaba apoyado sobre el gran vestido que cubría sus piernas y el cual había sido su distracción en aquel largo, agotador y agobiante viaje y se permitió soñar despierta, convirtiéndose ella misma en la protagonista.  Un amor, un caballero, una gran historia, un final feliz.  Desde pequeña ella había soñado con casarse, pero no con cualquier hombre, sino con lo que ella solía llamar ¨el hombre perfecto¨ y para esto debía cumplir cierto requisitos como ser un caballero en toda regla, sin jergas, ni amantes y que no se lo considerara un granuja, que fuera intachable y que al  darle un beso sintiera todo aquello que las protagonistas de su novela describen como la perfección de un sentimiento de protección, pertenencia, compañerismo y un cariño que iba más allá de lo entendible.   Para ella, su futuro esposo, no tenía por qué contar con dinero o un buen título, lo único que le importaba es que él la amara tanto como ella a él.   Pensaba en esto, cuando de pronto se percató de que el carruaje se había detenido, que su cochero murmuraba malhumorado y que otra voz se disculpaba insistentemente. Saliendo de su burbuja de pensamientos romántico, decidió llamar a su cochero para poder saber qué era lo que estaba sucediendo.    

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