Capítulo 1
__ Renuncio. - dijo Grecia desde su cubículo, guardó sus plumones empaquetados dentro de su maletín y lo cerró con actitud tosca e impotente.
__ Trabajar bajo presión no es lo suyo, señorita Montero. - exclamó su jefe enojado. Ella lo acribilló con la mirada. - El contrato especifica que en caso de su renuncia, como sucede, usted no tiene derecho...
__ A ninguna indemnización. Lo sé y ¿sabe qué? - preguntó iracunda. - Métase su contrato por el cul0.
Jamás la habían visto tan furiosa y con justa razón, verla siendo una dulce chica se le terminó en cuanto le hizo una propuesta para nada ética y de ningún modo atractiva para ella.
__ Todo al que conozca tendrá muy malas referencias de usted. - la siguió amenazando.
__ Pues todo el que lo conoce ha de ser un degenerado asqueroso como usted. - espetó llegando al elevador, donde ingresó del mismo modo.
__ Te morirás de hambre.
__ Prefiero eso a dejarme tocar por usted, asqueroso. - mostró el dedo medio antes que las puertas se cerraran, causando el enojo en su jefe, quien no lo disimuló ni un poco. - Maldito cerdo.
Vio a los que iban con ella dentro de la caja metálica y no le interesó como se veía, estaba demasiado enojada como para ocuparse de eso.
Pudo haber perdido muchos beneficios estando desempleada, pero jamás iba a permitir que su jefe se saliera con la suya.
Soltó la caja en la mesa cuando entro a su apartamento y se quitó los zapatos. La maleta de su viaje para ese día estaba lista, sin embargo al haber renunciado, le hizo perder eso también. Todo por culpa de un sujeto que creyó que podría propasarse con ella y recibir una respuesta positiva de su parte.
Escuchó ruidos en su dormitorio y sonrió pensando encontrar consuelo en los brazos de su novio.
Supo que no sería así cuando encontró un vestido morado en el suelo. Avanzó despacio como si intuyera lo que vería, acertando al ver a una chica moverse sobre el regazo de su novio desnudo.
La cara le ardió debido al enojo, pero lo hizo más al ver la cara de sorpresa de su novio, quien empujó a la chica que cayó aturdida en la cama, cubriéndose rápidamente al descubrir que estaban siendo observados.
__ Querida, no es lo que parece. - se excusó.
__ Pues parece que te estás cogiend0 a mi vecina. - soltó con la sangre hirviendo. - Parece que a esto te dedicas en lugar de buscar trabajo.
Juntó toda la ropa que encontró en el camino. La traición que le dieron a su comprensión y apoyo la puso aún más furiosa.
__ Parece que no eres más que un vil gusano. - le lanzó todo a la cara. - Vete de aquí, Hudson. Podría matarte y no estoy para ir a la cárcel por culpa de alguien que no vale la pena.
__ Déjame explicarlo. - la mujer salió huyendo del lugar. - Solo me ofreció...
__ Ve por lo que te ofreció. Largo. - la decepción tenía su pecho ardiendo y su cabeza nublada, imaginando cientos de escenarios en donde asesinaba a su prometido.
Hudson la observó y quiso tocarla, recibiendo un puñetazo que le hizo probar su sangre. No lo esperó, viéndose desorientado. Sabía del temperamento de su prometida, pero esa no era ella, o si lo era, solo que no la pacífica de siempre.
__ ¡Que te largues! - gritó enardecida.
__ Grecia, yo no quería...
__ Vete al carajo, Hudson. - espetó con su voz quemando su garganta al salir. Escuchó al sujeto decir que volvería después, pero ella puso el seguro, pegando su frente a la puerta.
Quería llorar. Gritar. Sacar ese cúmulo que tenía en el pecho.
__ Tú puedes... - la voz le tembló. - Grecia, no llores.
Pero fue imposible no hacerlo cuando ese día había sido el peor, eso teniendo en cuenta que fueron muchos a lo largo de su vida. Lloró y sacó todo lo que tenía guardado. Regresó a la habitación y el repudio hacia ese sitio no lo pudo evitar, no quiso tocar nada. Pero no tenía a dónde huir... o tal vez sí.
El boleto de avión estaba sobre la cama, lo tomó y quiso romperlo, tomándolo de ambos extremos hasta que recordó que no eran reembolsables, tampoco alguien de la empresa se esmeraría en cambiarlo o...
¿Porqué perderse eso último? Lo tomaría como su indemnización, de todos modos su jefe se lo debía y solo serían dos noches con todo pagado. Dos noches lejos de esa ciudad y de todos.
Se limpió la cara, trató de disimular su rostro hinchado, optando por un par de lentes oscuros para esconderlo.
No tardó en ir al aeropuerto esperando llegar a tiempo, festejando mentalmente cuando lo consiguió.
Sí todo se le vendría encima, al menos disfrutaría su último momento en paz, se dijo. Su vida no sería lo bueno que siempre quiso, pero ese no era momento para pensar en ello.
Evadió a quien debía, dedicándose especialmente a ella. Los gastos corrían por la empresa, por lo que no se preocupó en ponerse un límite. Visitó cada sitio que deseó en las Vegas, derrochando dinero que no tenía, pero jamás fue inconsciente en su vida, salvo cuando todo la había cansado.
Siempre perdiendo. Siempre valorando a quienes no la valoraron. Ahora que se jodiera todo el mundo. Ella se haría valorar a como diera lugar.
La lógica casi nunca quedó fuera de lugar para Logan Santini, en su oficina era el hombre que nadie se atrevió a contrariar y en sus negocios bajo el agua aún menos.
Ni siquiera tenía que estar en un lugar de esos para que su nombre tuviese la garantía de no ser mencionado de mala manera.
Su vida fue regida por la confianza que ser un tipo influyente le dio. Su vaso era llenado una y otra vez en el casino en el cual se encontraba esa noche, las apuestas, las mujeres y las personas adularon su espíritu ganador. Este bebió y bebió hasta que tuvo que sacudir su cabeza para quitar la nube que se formó en su vista.
Pero aún continuó hasta que se aburrió y salió a su auto, donde su chófer temporal lo llevaría a su hotel.
Estaba ahí por negocios, pero le fue imposible no caer ante el alcohol, con el cual pocas veces tuvo problemas, salvo las ocasiones en que perdía las llaves de su auto, sus dinero o algun reloj. Ahora había contratado a alguien que se asegurase que eso no sucediera.
La fría noche congeló su nariz, por lo que pidió que se detuvieran frente a la gasolinera que vio, en donde entró queriendo apaciguar el mareo que ya no soportaba.
__ Señor, este no es una...
__ Quédate en el auto. Te pagaré el doble si solo te dedicas a obedecer. - le dijo y al sujeto no le quedó mas alternativa que hacerlo, pues era mejor obtener el dinero que un balazo. Una de las primeras advertencias cuando aceptó ese trabajo.
Vio a Logan entrar en el sitio donde alguien se atravesó en su camino. Deteniendo su caída y la suya.
El aroma a piña le llegó de golpe a la nariz. En tanto ese par de ojos acunaron su atención.
__ ¿Ustedes también vienen por el servicio? - les preguntó un sujeto vestido de blanco.
__ ¿Cual servicio? - un borracho no era una persona con la cual razonar y Logan tenía mucho de eso, al igual que la chica que era primera vez que tomó de esa forma y no pudo conseguir un taxi al verla en ese estado.
Por lo cual una respuesta positiva fue lo que recibió, oficiando la ceremonia que estos escucharon sin saber a ciencia cierta lo que estaba pasando, pero sí optando por dejar que todo ocurriera.
Uno dijo que jamás haría tal cosa por un motivo específico, la otra tenía tanto enojo que estaba por prometer lo mismo, solo que sus planes serían truncados por sus mismas acciones.
Las emociones ayudaron. Todo los condujo a ese momento y lugar, pero sin ser ese el límite real de lo que podría pasar.
El "sí, acepto" llegó y todo tuvo un cambio, aún cuando ninguno de los dos sabía que consecuencias podría traer para sus vidas.