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Un Beso Bajo Miles de Estrellas ©

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Descripción

La vida tiene altos y bajos, nos enseña a que todo puede acabar en un abrir y cerrar de ojos, nos quita lo que más queremos sin darnos tregua para poder recomponernos.

Ella es inestable, él es pasional.

Ella se lleva al mundo por delante, sin pensar en todo el daño que provoca con solo hablar, no le importa la vida de las personas, porque a ella le arrebataron su única razón por la cual seguir existiendo.

Él es un chico lleno de buenas intenciones, cálido y atento, le importa demasiado la vida de la gente que lo rodea, a pesar de que lleva siempre el realismo como su caparazón.

Son polos opuestos, ella lo detesta, él intenta amarla, y creen que ninguno de los dos se entiende, pero son más parecidos de lo que ellos mismo podrían aceptar.

Aunque, ese Beso Bajo Miles de Estrellas, les podría cambiar la vida en un abrir y cerrar de ojos.

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✨Prólogo✨
✨ 13 de Febrero del 2016 1 año antes. Nadine: Me subo a la espalda de Miles, estoy tan emocionada por haber ganado la competencia regional. Me esmere casi un año en entrenar, para poder clasificar y llegar hasta este logro. Miles se ríe con una felicidad que hace sonreír a mi corazón de la emoción. — ¿Quién es mí campeona? — pregunta con una sonrisa. — ¡Yo! — grito levantando mis brazos. — ¿Quién es la sirena más hermosa? — lanza otra pregunta riéndose. — ¡Yo! — vuelvo a gritar plantando un beso en su mejilla. — ¿Quién es el amor de mi vida? — pregunta ensanchando su sonrisa. — ¡Obviamente yo! — de un salto bajo de su musculosa espalda. Miles se da la vuelta y me mira con su mirada encantadora, envuelve sus brazos alrededor de mí y luego acerca sus adictivos labios a los míos. — Iuggg, me da asco lo empalagosos que son — escucho la voz de mi mejor amigo, cuando se comienza a acercar. — Cállate, Ashton — masculla mi novio. Ash rueda sus ojos antes de mirarme y sonreírme con orgullo. — Primer lugar —observa la medalla que reluce en mi pecho—. Wow, cada vez me sorprendes más, patito. Le doy una sonrisa arrogante. — Que te puedo decir... —me encojo de hombros—. No por nada me llamo Nadine Fenty. Sueltan una carcajada al unísono, mientras los brazos de Miles se mantienen en mi cintura, apoyando su mentón en mi hombro. — Ay, cállate, eres una toca cojones — masculla mi amigo. — No seas envidioso, en las regionales de patinaje no fuiste capaz de llegar ni siquiera a tercer lugar. Quedando en el quinto — rebate mi novio — Pero es diferente, cualquiera puede ser nadador y ganar el primer lugar —se lleva la mano al pecho—. En cambio, yo, hago arte sobre hielo —me regala una sonrisa maliciosa—. Y la natación es un deporte para gente sin cabeza, como es el claro ejemplo de Nadine. Entrecierro mis ojos. — Ya te quisiera ver compitiendo contra mí en el agua —le muestro los dientes—. Te cansarías en los primeros cincuenta metros, imbécil — me irritó sin dejar de divertirme. — Tu agresividad daña mi pobre corazón, eres una insensible — rebate con una mueca divertida. Pongo los ojos en blanco. Por sobre el hombro de mi amigo veo a mis padres acercarse con una sonrisa de oreja a oreja, junto a mi hermano mayor y su novia. Me despegó de Miles y corro a los brazos de mi padre. Salto hacia él y engancho mis piernas a su cintura, mi papá me abraza, mientras que mamá me da una sonrisa cariñosa y llena de orgullo junto a mi hermano. — Lo lograste pequeña —me sonríe papá, al yo saltar para volver al suelo—. ¡Vas a estar en las nacionales! Lágrimas de emoción pura se forman en mis ojos, mis padres me envuelven en un tierno abrazo familiar, mientras que Jason me sonríe de brazos cruzado al lado de mi cuñada. — ¿Van a celebrar? — pregunta mi mamá hacia Miles. — Si, queríamos ir por unas malteadas, antes de ir a la cena en la noche en su casa, Abril — responde Miles. — No hay problema, los esperamos — dice mi padre empujándome con cuidado de no botarme al suelo. — Felicitaciones, patito —Jason me da un fuerte abrazo—. Lo lograste, hermanita. Valerie se une a nuestro encuentro de hermanos, después de molestar un rato a Ashton, y los dos me llenan de felicitaciones al instante. — Nos tenemos que ir, debemos preparar unas cosas en la casa — Jas me guiña un ojo. — ¡Te quiero, Nady! —Val me besuquea antes de apoyarse en Jason—. Nos vemos después. Mis padres me lanzan un beso y se adelantan para salir por las puertas del recinto en el cual entreno y compito. Jason y Valerie los siguen entre bromas, y suelto un suspiro, sintiéndome feliz por la familia que tengo. Tuerzo mis labios y me giro hacia Ashton y Miles, cuando mi familia se aleja entre risas. — ¿Lena irá con nosotros? — pregunto de mala gana hacia Ashton. Pone los ojos en blanco nuevamente. — Esa loca está practicando el triple picado, dudo que vaya con nosotros —responde casi escupiendo—. Mi hermana es una completa desquiciada por la perfección. — Tu deberías estar entrenado con ella, baboso — le dice Miles, para molestarlo. Mi amigo se encoje de hombros. — Nah, por nada del mundo me perdería la competencia de mi patito —agarra mis mejillas y las estruja—. Aparte sé que voy a ganar las nacionales, soy el mejor en duplas. Miles menea su cabeza. — Eres demasiado arrogante — me resopla. Ashton le lanza un poderoso beso. — Así me amas igual. Miles le da una mueca asustada, con un mirada bromista. — No lo digas enfrente de Nadine, vez que después no podemos vernos a escondidas, bebé — se pone rojo de la risa. Los dos estallan en una carcajada que llama la atención de todos, mientras yo pongo mala cara. — Oye, ¿tú no me ibas a contar un rumor de camarines? — le pregunta Ashton a mi novio. Me siento en una banquita de espera en medio de ellos, cuando se dejan caer. — ¡Sí! —chilla Miles—. Se me había olvidado. Ashton se acomoda. — Cuenta, cuenta. — Escuche un rumor por los camerinos y se trataba sobre ti —le dice—. No sé qué pasaba, pero fue... — ¿Quien habló ahora a mis espaldas? — pregunta con rabia. — Lena. — ¡¿Y qué dijo esa hija de mi madrastra?! — aprieta los dientes. — ¿No has dicho que esa loca no te interesa...? — Cállate, ¿sí? Ves que el empalagoso de tu novio me está contando algo importante, pesada — masculla. Pongo cara de mala leche. — Me estoy congelando aquí... — gruño. El celular de Ashton suena sin dejar que Miles termine el chisme. Mi amigo saca el aparato de sus pantalones, antes de que su boca forme una mueca hastiada. — No podré ir con ustedes a la cafetería central, tengo que ir por la tonta de Lena —sisea dándome un beso en la frente antes de chocar puños con Miles—. Nos vemos par de tortolitos. Los dos sonreímos. — Cuidado con la carretera, ¿vale? Ashton nos guiña un ojo empujando la puerta de salida —y las más cercana—, del club deportivo. — Lo mismo les digo. Lo vemos alejarse, y Miles levanta mi bolso de entrenamiento, antes de tenderme una mano, para que me levante del banquito de espera. — ¿Tomamos café o malteada? — Malteada, porque mi emoción de haber ganado, necesita ser alimentada con algo helado — sonrío. Me da un beso en los labios y sonríe remarcando sus lindos y profundos hoyuelos. Sus ojos casi verdes se entrecierran por el frío que hace al salir, y su cabello color miel, se alborota con salvajismo. — Amor. — Dime — meto nuestras manos en el bolsillo de canguro, del polerón que me regaló de su guardarropa. — ¿Hoy hablaras con tus padres? Mi sonrisa se comienza a borrar al saber a lo que se refiere, no respondo y con un suspiro cansado de su parte, saca las llaves de sus jeans, y le quita el seguro a su camioneta. Abre el maletero metiendo mi bolso deportivo, y yo entro al puesto de copiloto sin decir nada. Rápidamente entra, y se gira un poco hacia mí, esperando mi respuesta. — Nadine. — No puedo hablar con ellos, Miles. — Lo estás empeorando todo, si no buscas ayuda, amor —aprieto mis labios—. Tus crisis cada vez son peores, y lo sabes. — No necesito tus sermones — gruño. — Tú nunca necesitas nada —me regaña y enciende el motor, antes de acelerar y salir por el parking, abrochando su cinturón—. Ponte el cinturón, ahora. Le hago caso con una mueca, y me cruzo de brazos, sin volver a hablar mirando por la ventana. Se que él tiene razón, porque yo le prometí que hoy, cuando fuera la cena en la noche, hablaría con mis padres sobre mi inestabilidad emocional, y las crisis de pánico que ahora frecuentemente tengo. La última casi me mató, al no buscar ayuda. No puedo hablar con ellos. Mis padres no se merecen tener a una loca por hija. — Nad, lo siento, es que... —su voz que quiebra un poco—. La última vez que te vi en una crisis, casi estabas muerta y yo no...yo no puedo perderte. No puedo. Sus labios tiemblan al recordar cómo me encontró en la piscina, mientras me hundía, sin poder respirar y sin pedir ayuda, ni desesperarme por quizás, en unos minutos estar muerta. — Ésta bien —tomo su mano—. Yo tampoco puedo dejar que pase de nuevo. Se que necesito ayuda, pero... — Tus padres no te van a odiar, ni a juzgar, porque los necesites, Nadine. Ellos no son así, lo sabes — me mira con un sentimiento que me parte el alma. Me quedo en silencio nuevamente. Miles niega con la cabeza y acelera por la carreta prudentemente, al tener la velocidad baja. Pasamos por el precipicio costero, donde se ubica en cenote de la carretera, que conecta los centros deportivos, de la ciudad. Observo como la noche comienza a caer, y Miles enciende la luces mientras yo aprieto el interruptor de la radio, y sonrío al escuchar a R.E.M, con Losing My Religion. Al cabo de unos segundos Miles la tarea junto a mí, golpeando el manubrio despacio, al ritmo de la canción. — Adoro esta canción. — Lo sé — sonrío mientras le subo un poco. Suelto mi cabello castaño oscuro, de la coleta alta en la que lo tenía amarrado, y mientras la canción continúa su curso, aprecio a mi novio. Lo amo tanto. Sin dudar lo hago. — Mañana cumplimos tres años juntos — remarca sus hoyuelos al mirarme. Asiento con frenesí. — Tres años soportándote — lo molesto. Chasquea su lengua. — Boba. Acaricio su brazo de arriba para abajo. — ¿Dónde quieres ir por nuestro aniversario? Tuerzo mis labios. — Donde sea. — Haría un montón de estupideces con tal de verte feliz. Peroooo —me da un rápido beso—, estaba pensando en que podríamos ir a el parque de... Levanto la mirada y grito asustada: — ¡Miles, cuidado...! Y el grito se pierde, cuando un camión se sale de la vía contraria, y se viene hacia nosotros, impactando la camioneta, arrastrándola, y en medio de enormes vueltas, alcanzó a ver como caemos fuera del borde de la carretera. Mi cabeza se golpea con fuerza, y de la nada… Ya no siento a Miles conmigo.

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