Capítulo 4

1397 Palabras
Estaba nerviosa. Terriblemente nerviosa. Lo estaba tanto que los vasos de whisky y copas de champán tintineaban encima de la bandeja que llevaba. Aún no habían abierto la puerta del salón donde sería la reunión. Todas las camareras llevábamos un par de minutos esperando. Y durante este tiempo no había podido evitar fijarme en la manera en la que las demás estaban vestidas. Lo único que teníamos todas en común eran los antifaces negros que nos cubrían la mitad de la cara, los cuales eran todos iguales. A grandes rasgos todas íbamos más o menos del mismo modo, pero eran las diferencias entre nosotras lo que me resultaba más interesante. Por ejemplo, yo era la única que llevaba argollas en los pezones, por lo que era la única que parecía que tenía piercings. Las demás llevaban pinzas unidas con cadenas. Algunas llevaban bolas en la boca, mientras que otras tenían un aro de metal que las obligaba a tener la boca abierta, mostrando su interior. Una de ellas tenía las manos envueltas en cinta adhesiva, por lo que la bandeja solo la llevaba apoyada sobre las dos pelotas que tenía ahora por manos. Todas llevábamos colas, aunque cada una era diferente. Algunas llevaban uno de conejito, otras de perro, otras de caballo. Por lo que había visto, yo era la única que llevaba una cola de zorro, algo que me resultó extrañamente excitante, porque me hacía sentirme distinta. Sabía que era un pensamiento muy estúpido, pero ese solo creció al escuchar una conversación medio susurrada entre dos de las sirvientas que iban entre las camareras, colocando bien la ropa y las bandejas, donde decían que el señor de la casa había decidido preparar a una de las camareras personalmente, cosa que no había hecho nunca antes. Eso provocó que la piel se me pusiera de gallina, y me sintiera casi brillar. Me erguí con orgullo sabiendo que esa de la que el señor se había ocupado era yo. Pasaron casi 30 segundos hasta que me di cuenta de la estupidez que estaba haciendo y me concentré en lo que tenía por delante.  Los nervios se me habían pasado mientras observaba a las chicas a mi alrededor, con una sonrisa de suficiencia revoloteando por mis labios, pero volvieron a surgir con fuerza cuando, sin previo aviso, se abrieron las puertas que daban al salón donde se estaba llevando a cabo la reunión. Entonces pude observar que en su interior habría como una treintena de personas. Todos hombres. Cuando nos vieron un murmullo de apreciación surgió en la sala. Yo no estaba en primera fila así que no entendía a qué estaban esperando las de delante para pasar a la sala. Hasta que oí como alguien, desde el interior, daba una palmada. Esa pareció ser la señal, porque al momento todas comenzaron a entrar. Yo les seguí y me dirigí hacia el centro de la sala, ofreciendo la bandeja para que cogieran las copas. Sin embargo, cuando las manos se alargaban no era para coger bebidas, sino que se dirigían hacia mi cuerpo. Casi al instante de meterme entre los hombres reunidos allí, mis pezones fueron pellizcados, cada uno desde un lado. No pude evitar abrir la boca y cerrar los ojos por el placer que me dio que me los tocaran cuando estaban tan sensibilizados por culpa de las argollas. Pero mis tetas no fueron lo único que fue manoseado. Mi coño fue asaltado desde el minuto uno, y cuando descubrían que estaba mojada soltaba murmullos de satisfacción. ¿Lo malo? Que en cuanto tocaban mi humedad, abandonaban la zona, como si el objetivo ahí ya estuviera cumplido. Así que la mayoría se trasladaba a mi culo o a mis tetas de nuevo. La cola no paraban de moverla. Ya la habían sacado en dos ocasiones, para después volver a metérmela con fuerza en el culo. Estaba tan mojada que ni les costaba hacerlo. Esta reunión iba a ser realmente mi perdición. Y la cosa no mejoró mucho cuando me hicieron inclinarme un poco, sin poder soltar la bandeja, y comenzaron a darme azotes en el culo. Entonces me avergoncé a mí misma al escucharme gemir de placer y dolor a partes iguales. Mis muslos parecían tener un pequeño río que nacía en mi coño. Y mi culo estaba tan blando por la excitación que, de pronto, y sin que apenas me diera cuenta de lo que estaba pasando, la cola se salió y cayó al suelo. Los hombres se rieron socarronamente mientras yo notaba como mis mejillas se ponían coloradas. Me quedé en la misma postura en la que ellos me habían puesto, sin saber qué hacer. Hasta que alguien me quitó la bandeja de las manos, me agarró con fuerza del brazo y comenzó a tirar de mí para sacarme de la sala. ¿Es que había hecho algo mal? ¿Me iban a despedir? No podía permitirme eso. Primero porque necesitaba el dinero, y segundo porque estaba tan excitada que solo quería volver ahí dentro para que esos hombres siguieran haciéndome lo que quisieran. Me atreví a levantar la mirada para ver quién me estaba sacando de allí y me sorprendí al ver a mi jefe. Él, en cuanto se dio cuenta de que lo estaba mirando, se paró un segundo, me obligó a abrir la boca y metió el plug cola que se había salido de mi culo en ella. -Por tu bien, mejor que esta vez no se te caiga-apreté los labios alrededor de la base del plug cuando escuché eso. Abrió una puerta a nuestra derecha y nos metió ahí. Una vez dentro reconocí la sala como el lugar donde había sido uniformada por mi jefe. La única de la que se había ocupado en persona. Una cálida sensación me recorrió internamente al pensar en eso, pero las acciones de él me hicieron darme cuenta de que no era el mejor momento. Él se dirigió hacia el armario y volvió con dos cosas en las manos. La verdad es que no me fijé en lo que llevaba porque todo mi cerebro estaba concentrado en no gemir. Al llegar a mi altura sacó el plug de mi boca, me hizo darme la vuelta y, colocando su mano en mi espalda, me obligó a bajar hasta tener el culo expuesto para él. Le oí hacer algo con cosas metálicas y unos segundos después volvió a meter el plug en mi interior sin muchos miramientos. Tampoco es que los necesitara, porque estaba tan mojada que entró solo hasta el fondo. Después me volvió a incorporar y me colocó algo entre las piernas. Cuando me fijé, observé que eran dos cadenas de metal que iban entre mis nalgas y que después se dividían para seguir la línea de mis muslos, por lo que no tocaban mi v****a. Esas tiras las enganchó a un aro de metal que ya estaba colocado en mi cintura-. Esto evitará que seas tan zorra como para dejar caer tu cola de nuevo. Y esto evitará que me vuelvas a avergonzar con tus gemidos. Entonces me enseñó una mordaza de bola un poco especial. En vez ser una bola simple, de ella surgía un pene de silicona de al menos ocho centímetros, puede que más. Con esa mordaza, desde fuera parecería que solo llevaba una bola normal y corriente, pero en el interior, mi boca estaría completamente impedida por una polla de goma. No pude evitar ponerme más cachonda aún. Abrí la boca al instante, sin darme cuenta de la sonrisa de complacencia de mi jefe al verme tan dispuesta. Me la colocó y esperó unos segundos hasta que me amoldé a su tamaño. Mi boca estaba realmente repleta con ella. Con una mordaza normal al menos se puede intentar hablar o hacer ruidos. Con ésta, eso era realmente imposible. Solo sonidos guturales podría proferir. Él me la ató con fuerza en la parte posterior de mi cabeza y, de pronto, vi como su mano surgía en mi campo visual con un pequeño candado en la mano. -Tendrás que contentarme el resto de la noche si quieres que al final de la velada te quite este candado. Si no, volverás a tu casa dando un verdadero espectáculo-dijo con parsimonia antes de oír el chasquido que cerraba el candado de la mordaza. Estaba en sus manos, y eso no me podía excitar más. 
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