Cuando me despierto a la mañana siguiente, en lo único que puedo pensar es en Jillian. ¿Por qué, o, en qué, exactamente? Deberán de preguntarse. Pues en lo que me dijo la anterior mañana, en lo que hace, en cómo actúa.
“¿Te gusta Andrew, ¿verdad?” en mi cabeza rebota esa frase que dijo anoche. Luego mi mente se transporta otra vez a la mañana de ayer. “¿Entiendes?” me había preguntado. La verdad seguía sin entenderlo. Recuerdo que al haber abierto la puerta pensaba que era Hanna, que había llegado temprano, casualmente, pero no.
—Tengo que hablar contigo...eerrr... ¿Cómo te llamabas? — dijo nada más le abrí.
—Andrew.
—Ah, eso. Lo que sea. ¿Puedo pasar?
Fruncí el ceño, sin saber a dónde intentaba llegar aquella chica. La verdad, era muy parecida a Evan. Normalmente las chicas tenían miedo de si quiera mirarme, menos entrar a mi habitación, a solas. Evan era la única hasta el momento que lo había hecho, obligándome y con una sonrisa en el rostro.
—No— espeté, sin saber por qué. Simplemente no me sentía a gusto con aquella conversación. No estaba entendiendo nada.
Jillian frunció el ceño entonces, como si el que yo le dijera que no a algo que ella deseara era un pecado capital. Dispuesta a dejármelo claro, abrió la boca con una mueca airada, pero las palabras murieron antes de formarse y suspiró entre irritada y cansada.
—Está bien. Lo que sea— repitió con un gesto de mano, quitando importancia.
Estaba claro que cuando lo decía era porque estaba molesta, quería dejar el tema, o se sentía impotente sobre algo. Tenía la impresión de que la oiría decir eso muchas veces más en toda mi vida, o de que ya lo había oído decírselo muchas veces, como si siempre la hubiese conocido.
—Sé amable con Hanna, ¿vale? Escúchala, no seas un idiota baboso como esos imbéciles y por ejemplo, en vez de halagar sus pechos, halaga sus ojos. Si te comportas como dios manda quizá logre a aceptarte.
A partir de ahí creo que no escuché mucho. Dijo algo más, alguna tontería parecida más por el estilo sobre cómo conquistarla, pero mi mente se había quedado, no en blanco, eso ya era un color. No tenía nada. Vacío. ¿Qué demonios me estaba explicando aquella chica?
Ahora quizá había logrado arrojar un poco de luz al asunto. Ella creía que a mí me interesaba Hanna y ella sabía perfectamente que a Evan le interesaba yo, así que pensó en hacer de Cupido celestial, seguramente. Eso me molesta. Si bien había acertado, no había sido buena idea. Ahora soy consciente de ello. Evan nunca se enamorará de mí, y si lo hace, le haré daño, y no podría vivir sabiendo que le he hecho daño a alguien como ella, sin siquiera habérmelo propuesto; porque se trata de eso: Aunque no lo quiera, hiero a los demás. Este monstruo dentro de mí me ha comido el alma.
Así que he dicho basta. Voy a acabar con esto antes de que sea demasiado tarde. Hoy Axel ha de venir a mi habitación antes de que llegue Evan para darme clases. Va a espiarnos, sí. Es la única oportunidad que tengo para rechazarla, porque si no, no contaré con la ayuda del rottweiler, que, quiera admitirlo o no, facilitará mucho las cosas en la separación de Evan y yo.
Ismael sale de la ducha con la toalla en la cabeza, frotándose. Me echa una mirada por encima y luego se acerca al escritorio. Dejando la toalla colgada en su cuello, cayendo cada extremo a un lado de su cabeza, saca libros y guarda otros. Creo que quiere decirme algo, pero no estoy seguro de ello. ¿Pero qué querría decirme? Él no tiene ni idea de lo que ocurrió ayer.
Si bien es cierto que al llegar a mi habitación después de haber acabado de hablar con Axel, él ya estaba allí, no nos vio y no creo que nos oyera tampoco. Nos paramos a hablar casi en frente de la puerta del ascensor, y la habitación estaba lejos. Por otra parte, el pasillo estuvo silencioso así que no es posible que casualmente hubiera estado allí escuchando.
También es cierto que Axel y yo nos subimos al ascensor juntos y lo acompañé al vestíbulo, que era donde había querido ir en un principio. Al parecer estaba estudiando con su compañero de habitación y le había tocado a él ir a comprar unos refrescos. Durante el trayecto estuvimos hablando de a qué hora, cómo y dónde estaría él para ver mi rechazo a Evan. Si Ismael hubiera entrado en el edificio entonces lo habría visto, sin embargo, nadie entró, y para cuando volví a mi habitación, él ya estaba allí, así que ya debía de estar en la habitación antes si quiera de que yo me encontrara con Axel; no hay otra.
De todas formas, si Ismael nos hubiera escuchado, ¿qué más le da? ¿Qué tiene él que ver? Fue él el que desde un principio me dijo que no me quería ver con Evan. No le entiendo.
Observo de reojo y sin mucho interés como acaba de preparar las cosas, se pone la cazadora y con un asentimiento se despide de mí. Se lo devuelvo antes de que se cierre la puerta y, una vez lo ha hecho, estoy solo.
Me alzo de la cama y observo a mi alrededor. Tengo que hacer tiempo hasta que llegue Hanna, y eso no va a ser hasta dentro de unas largas horas. Pues, si bien al estar de exámenes sólo hay que asistir a las clases para tomar dicho examen, la gente suele pasar el tiempo que le han regalado, obviamente, en la biblioteca estudiando o en sus habitaciones. Evan no quería hacer un cambio en el horario así que estudiará hasta las 4 y luego vendrá aquí, sin saber que no se quedará las dos horas que tiene planeadas, si no que ser irá, desechada.
Algo dentro de mí se siente muy mal por ello. Al final le haré daño, aunque no lo quiera. Pero es mejor hacérselo cuanto antes. Cuanto menos cariño, o lo que sea que me tenga, me coja, mejor. Cuanto menos subes, más corta será la caída. Sí, todo resultará mejor para todos.
Sacudo mi cabeza y abro las ventanas del cuarto para que la brisa me golpee el rostro. No quiero pensar. No quiero pensar en nada hasta que llegue la hora. Quiero dejar que mi mente se desconecte de todo, de lo que va a ocurrir, de Hanna, de lo que ocurre cuando pasan las 12 de la noche. Ya no soy Andrew, ya no soy nadie.
Cojo mi libro, escondido estratégicamente dentro de una caja de zapatos que nadie toca encima del armario. Me siento en la repisa de la ventana con la cazadora puesta y leo apaciblemente. El frío de la mañana me alborota el cabello.
Después de 5 páginas suspiro. Definitivamente quiero pilotar La próxima vez que me pase por la biblioteca cogeré un manual de vuelo y aprenderé. Al menos la gran mayoría de los nombres técnicos me los he aprendido mirando las descripciones y dibujos de todos estos aviones, no será tan difícil, ¿no?
Gruño. Puede que no sea difícil, pero con mis calificaciones nunca conseguiré que me tomen en serio. Nunca conseguiré un permiso de vuelo si no estudio, y menos podré costearme el pilotar algo si no trabajo. Lo tengo jodido. Quizá realmente debería de empezar a tomarme en serio las clases. Pero sólo por volar. Sólo por acariciar las nubes. Una vez lo haya hecho ya podré olvidarme. No lo haré ni por mis padres, ni por Hanna, ni por los profesores, ni por nadie, sólo por volar. Sí, lo haré. Me va a costar remontar ahora pero quizá... Quizá y sólo quizá todavía tenga una oportunidad. Sé que puedo hacerlo.
No va a ser fácil. No teniendo esta maldición sobre mis hombros, pero es por eso que somos seres humanos. Siempre tan cabezotas, nunca perdiendo la esperanza.
Está decidido. Daré todo de mí para poder volar y que sea lo que dios quiera, si es que existe, y si no, lo que el destino o la suerte tengan preparado para mí. Si alguien descubre mi secreto, seguramente tendré que abandonarlo todo y excluirme de la sociedad; quién sabe si acabaré en un laboratorio lleno de científicos locos que quieren diseccionarme... ¿Qué paranoico sueno ahora con eso no? Es posible, pero la cuestión está en que, si eso llegara a ocurrir, no dejaré que me cojan, antes me pegó un tiro.
Así pues, haré lo posible para que no suceda nada, y viviré al límite intentando esconder la mitad de mí. Siempre manteniendo la distancia claro, sobre todo de Hanna. El viejo Andrew no va a regresar, eso está claro.
Salto de la repisa al suelo y, sin siquiera cerrar la ventana, dejo el libro encima de la cama y salgo de la habitación. ¿Lo tengo prohibido no? Pero no va a pasarme nada, porque quiero ir a ver a la directora, no tiene sentido que me expulse por querer ir a hablar con ella. Y la verdad, no sé qué dirá al respecto de todo esto. Quizá no me crea, quizá me mande al carajo. Quizá se ría de mí y, al pensar que le tomo el pelo me expulse definitivamente, por burro. Pero tengo que intentarlo. Es el primer paso para emprender mi viaje más arriba del horizonte, y voy a darlo.
Al entrar en secretaría, Marie no está. Su escritorio está frío y vacío. Silente como un cementerio. No hay hojas esparcidas por él ni nada que denote que se ha pasado por aquí recientemente excepto su chaqueta que está en el respaldo de la silla. Debe de haber salido a algo. No es de mi incumbencia tampoco, pero quería informarla de mi decisión, para ver qué opinaba ella. Se ha convertido en algo como... mi confesora. Me importan sus opiniones más de lo que ella cree, y me relaja poder explicarle las cosas sin temor a nada y sin encaminar consecuencias. Todo excepto mi secreto, claro.
Llamo con los nudillos firmemente a la puerta de dirección. Trago saliva.
—Adelante— me responde una voz ligeramente apagada.
Antes de girar el pomo de la puerta, oigo al pájaro del patio silbar una melodía peculiar. No sé si me da ánimos, o se burla de lo patético que soy.
Cuando abro la puerta, la directora alza la vista de sus papeles y alza las cejas al verme, sorprendida. Estaba claro que se esperaba a cualquiera antes que a mí. Posiblemente esperaba que fuera Marie, pero no, no lo soy.
—¿Señor Andrew? ¿Qué es lo que le trae a mi despacho durante su semana de expulsión?
—Yo... quería hablar con usted. He estado pensando sobre mi vida, y todo.
La directora alzó las cejas, intrigada, viendo mi seriedad. Tendió la mano hacia delante y me invitó a sentarme con amabilidad. Había llegado el momento. Amigablemente me senté e inspiré hondo para darme coraje. Ella también me ayudó con la mirada.
—Verá, con todo esto del castigo y las clases con Hanna he decidido que quiero cambiar— miento. No tengo por qué contarle la verdad, sólo quiero que me deje librarme de las clases con Evan, el motivo por el que crea que quiero cambiar me es indiferente— Quiero estudiar. Puedo hacerlo. Pregúnteselo a Hanna si quiere. No le pido que me quite la expulsión, la cumpliré puesto que he de pagar lo que hice mal. Pero le prometo que después de esto no va a tener que preocuparse más de mí. Hanna pierde tiempo que podría usar para estudiar o para sus cosas, no creo que esté bien, si sé que puedo hacerlo solo.
Ella hincha los pulmones como si le pareciera muy asombroso lo que le estoy contando, como si la acabara de abofetear. Me mira de hito en hito, casi como si fuera la primera vez que me ve en la vida y junta el ceño.
—A ver si me he enterado, me estás diciendo que así, de golpe, ¿quieres ser un alumno modelo?
Medio gruño.
—Bueno, dicho así suena demasiado... Yo no diría eso, simplemente voy a comportarme y a estudiar.
Sacude la cabeza como si no entendiera nada de nada todavía y, con gesto cansado, se saca las gafas y se aprieta el puente de la nariz dando la impresión de que le duele la cabeza de tanto escucharme. Es normal, es lo que me esperaba.
—No me lo creo. ¿Qué te está motivando a decir eso muchacho? ¿Si quiera lo vas a cumplir?
—Sí, por supuesto. No gasto palabras en vano.
En ese momento alguien llama a la puerta. La directora aparta por fin la vista de mí y pide a Marie que pase. Ella entra con carácter y, si bien se sorprende de verme allí y me da una cálida pero asombrada mirada de saludo, no dice nada. Le entrega unos informes a su jefa, comparten unas cuantas palabras, y Marie se retira silenciosamente de nuevo. La directora observa las hojas acabadas de recibir y suspira, dejándolas en el primer cajón de su escritorio. Seguidamente vuelve conmigo.
—Andrew... ¿Qué es lo que intentas?
—Nada, es mi deseo de verdad.
No es que esté mintiendo, es verdaderamente mi deseo, pero eso no quiere decir que no tenga otro oculto como es que Hanna se separe de mí; y ella no va a saberlo, nunca.
—¿Y qué se supone que quieres que haga muchacho?
Llegó el momento de la verdad. Tengo que ser cuidadoso con mis palabras para que no se note que quiero librarme de Evan, muy cuidadoso. Me aclaro la garganta en silencio.
—Principalmente era sólo para informarla— me encojo de hombros con aparente indiferencia— Y luego, ahora que he decidió cambiar me preocupa Evan como le he dicho. Quizá debería de dejar esto de las clases, no tiene sentido— dejo un espacio en blanco en el que veo que ella frunce el ceño casi imperceptiblemente— Ah, y bueno, también venía a preguntarle sobre los exámenes. Sé que no deberían de ser repetidos a ningún alumno, pero... No sé, ni puedo hacerlo lo comprenderé. Estudiaré para las recuperaciones y ya está, pero me ayudaría bastante para empezar a motivarme a hacer esto.
Ella hace un guiño e inspira hondo. Al fin parpadea y se vuelva a colocar la montura para poder estudiarme el rostro apropiadamente.
—Señor Andrew... ¿Sabe que si le repito los exámenes no va a ser tan fácil no? Los exámenes no serán lo mismo, eso por supuesto, no habrá tanto tiempo para estudiar, puede que en un día se le hagan la mitad de ellos. Son muchas cosas que memorizar...
—Está bien. Es mejor una nota que ninguna, aunque sea mala.
Ella niega con la cabeza y se alza de la silla. Juntando las manos detrás de su cuerpo mira por la pequeña ventana que tiene vistas al terreno fuera del internado. Pasaron ciertos segundos. Lo único que se escuchaba eran nuestras respiraciones, y algún ruido medio ahogado por las paredes y la puerta, que hacía Marie.
—Bien... bien. Retírese señor Andrew. Pensaré en ello, pero no le prometo nada.
Lo que me esperaba.
Me alzo de la silla en silencio, doy media vuelta y, sin decir nada más, salgo del despacho. Por muy estricta que sea a veces, por muchas veces que me haya mirado mal y castigado, por muchas veces que se haya enfadado conmigo por haberme metido en tantos líos y muchas ganas que haya tenido de echarme, es una buena persona. De alguna manera, sé que me concederá esa oportunidad. Nunca le he pedido nada, y siempre he aceptado mis castigos. Le sonará raro mi repentino cambio, pero... Tengo el mismo derecho que todos a pedir una oportunidad, y lo sabe.
Cuando salgo, serio y decidido, Marie hace el amago de detenerme con un golpe de voz, pero observo por el rabillo del ojo que las palabras mueren en su garganta y me ve irme con preocupación en el rostro.
Ahora no. Más tarde se lo diré. Cuando ya me haya librado de Evan y la directora me haya dado esa oportunidad... si es que me la da, claro. Ahora me he de concentrar en el rechazo. ¿Cómo la rechazo? Ella entrará en mi habitación como si nada, tranquilamente, me pedirá que me siente, sacará los libros... Tengo que decírselo antes si quiera de que empiece a entrar. ¿Pero el qué? Sacudo la cabeza. En el fondo, todo esto no hay que planearlo, la mejor manera de decirlo es como te sale y punto. Así que ya está bien, no pensaré anda y diré lo que me salga del alma en ese preciso momento. Sinceramente, espero que salga bien porque si no, aparte de que Axel intentará partirme la cara, cosa que no me preocupa mucho sí lo hace, ya que la directora me mandará a freír espárragos, Hanna... Puede que tenga todavía más ganas de acercarse, a mí, y eso no es bueno, nada bueno.
Así que, cuando llego a mi habitación suspiro cansado y miro el reloj de encima del escritorio. Todavía queda muchísimo tiempo hasta que venga Hanna, así que supongo que me echaré una cabezadita. Esta noche no me he dormido hasta llegadas las 3 y media de la mañana. Me he pasado dando vueltas y tiritando tres cuartos de hora después de volver a ser visible. Ha sido horrible. Como siempre, pero esta vez no podía ni dormirme de cansancio. Y nada, ahora son las 9 y media. Puedo dormir hasta las 12 o hasta que me despierte, y luego leer otro rato más, ya que antes apenas lo he hecho.
Sí, me parece un buen plan. Y ya luego, cuando me canse de leer, ya verá. Todo depende de cuánto rato me quede dormido.
Me estiro en la cama y miro el techo con fijeza, de repente con el pensamiento de que voy a rechazar a Hanna esta tarde, y de que Axel va a estar allí escuchando y mirándolo todo, dependiendo de dónde se esconda y cómo.
Antes de que me dé cuenta, inspiro hondo, sobresaltado. Miro a mi alrededor. Silencio. No sé cuándo, pero me he quedado dormido. Estaba pensando en Axel y se me debieron de cerrar los ojos entonces. El reloj marca la 1. Bueno, no he calculado tan mal. Toca comer. Ismael seguramente se pasará para traerme alguna chorrada de la cafetería... O quizá se digna a traerme una comida en condiciones, quién sabe.
Sin embargo, después de media hora me doy cuenta de que Ismael no se va a pasar. No sé por qué, pero no lo hará. De todas formas, estoy tan concentrado leyendo que no tengo hambre. Ya comeré algo más tarde, quizá cuando me pase a dirección para ver si me han concedido esa oportunidad. Y pensarán, ¿entonces no deberías de estar estudiando, por si las moscas? Supongo, pero la verdad es que no me preocupan mucho los exámenes, habiendo estado unos días dando clases con Hanna...
Alguien llama a la puerta. Parpadeo. Últimamente el tiempo pasa sin que yo si quiera me dé cuenta de nada. Debe de ser Axel, que ha venido a esconderse antes de que llegue Hanna. Al abrir la puerta y confirmarlo, me echo a un lado y pasa dentro con un gruñido a modo de saludo. Lo observa todo con recelo, como si alguna clase de monstruo fuera a saltar desde algún rincón o sombra para matarle. Quizá le sorprende el orden y la limpieza. Más tarde voy a tener que agradecerle a Ismael tener un maldito trastorno obsesivo compulsivo con ello, porque así estoy seguro que de Axel se está sintiendo inferior a mí, de alguna manera, y por mucho pacto que hayamos hecho, nos seguimos cayendo mal.
Es muy típico y tal, pero el armario es la mejor opción. Quito varias prendas a su atenta mirada y las dejo encima de mi cama. Hanna no se dará cuenta, y si lo hace no preguntará. Axel me mira amenazador, como si pensara que me echaré atrás nada más entre Evan por la puerta. Se mete en el armario, y cierro. Al menos quedarse en silencio y quietecito, sí lo sabe hacer.
Lo próximo que sé es que Hanna ha llegado. Inspiro hondo y abro la puerta. Ella me mira con una sonrisa y me pregunta que qué tal estoy hoy. Pasa por mi lado sin esperar una respuesta. Por un momento no entiendo nada de lo que me está diciendo, pero en seguida recuerdo que le dije que me dolía la cabeza y hago una especie de gruñido como respuesta.
¿Qué hago? ¿Cómo empiezo? No voy a dejar a Axel en el armario dos horas... Me matará al salir.
—Evan—acorto su nombre— ...Hanna—añado rápidamente.
Ella me mira, extrañado, con una mueca graciosa en la cara. Es tan malditamente... No, no, basta. Axel tenía un poco de razón, con sólo verla me estoy echando atrás. Tengo que seguir, ahora ya no hay retorno, y será lo mejor para todos: Yo no le haré daño, ella no me hará daño, así de simple.
—He estado pensando y... No hace falta todo esto. Las clases digo. Pierdes tiempo que podrías usar para estudiar o...
—Pero la directora...— me intenta interrumpir.
—La directora ya está avisada. Sabes que puedo estudiar yo sólo. De hecho, me he comprometido a hacerlo, ya no hace falta que gastes el tiempo aquí.
Ella pestañea, aturdida, y su mandíbula se tensa ligeramente.
—Y como decía, puedes usar el tiempo para estudiar o.… no sé, lo que sea que hagan las chicas en su tiempo libre: la manicura, comer, hablar, lo que sea...
—No— dice firmemente.
Su piel está un poco pálida.
—Tú eres mi tiempo libre. Yo quiero invertirlo en ti— lanza.
Frunzo el ceño, ¿por qué se empeña? ¿Por qué no simplemente me hace caso? ¿Por qué nunca me hace caso?
—¿Te tengo que recordar que tú y yo no hablamos? Te lo dije en las escaleras. Te dije que cuando saliéramos al vestíbulo se acabaría, pero tú nunca me haces caso. Nunca entiendes... Eres terca como una mula. Está por ahí Axel queriéndome partir la cara junto con todos los demás, pero a ti no te importa. Te dije que no te metieras en mi vida— exploto.
No quería ser tan brusco, pero me ha salido de dentro. Me ha salido de la bestia que llevo dentro, del dolor de ayer por la noche, y de su maldita manía de no hacerme caso.
Ella por su parte vuelve a coger un poco de color, sus mejillas se ponen ligeramente rojas, pero de ira. Ahora es ella la que está enfadada.
—¡No Andrew! Tú no me controlas. No eres quien para decirme lo que debo y no debo de hacer. Y si quiero acercarme a ti, lo hago. Es cierto que prometí no volver a hablarte en las escaleras de los dormitorios, pero no sé si recuerdas que ha sido la directora la que nos ha puesto en esto y...
—¡Nos ha puesto en esto porque tú has insistido como una mula en no dejarme en paz!
Sin darnos cuenta estamos alzando la voz y acercándonos lentamente. En sus ojos se mezclan el dolor y la cólera.
—¿¡Ja!? No digas tonterías. Sabes perfectamente que eres tan culpable como yo. Además, no es cierto, eres tú el que va por ahí haciendo el idiota, pegándote con la gente, insultándola y no haciendo nada en clase, ¡¡y sólo porque te da la real gana!! Porque parece que disfrutas jodiendo a los demás y no te importa la soledad. ¡Es perfecto para ti, ¿no?!
Esto no debería de estar ocurriendo, es exactamente lo que no quería. Ella me hace daño y yo...
—¡Mira quién habla! ¡La loca masoquista con el novio con cáncer que le entran rabietas de niña de 5 años cuando se encapricha por algo! ¡Él sólo quería morir en paz, no con el dolor y la impotencia de dejar a alguien atrás! — ...y yo la hiero a ella.
Se tambalea hacia atrás como si la hubiera golpeado, pero en cierto modo, lo han hecho mis palabras sin necesidad de que yo moviera un músculo. Su expresión de derrota con ganas de acudir al llanto, hace que de repente me apague. ¿Qué he hecho?
Baja la mirada y se queda inmóvil en el sitio. Parece que ni siquiera respira. Tartamudeo.
—No... yo no... Evan— me acerco.
Ya no me importa acortar su nombre. Le he hecho daño, justo lo que no quería. Es cierto que ella también me lo ha hecho, pero no es lo mismo, yo me lo merezco, ella no. Ha sido muy cruel por mi parte y, sé que no debería de arreglarlo pues cuanto más dolida esté conmigo más fácil para que se aleje de mí y Axel se haga con el título del salvador, pero no puedo. El antiguo Andrew nunca me va a dejar hacer eso. Nunca.
Ella se retira un poco hacía atrás y se abraza a sí misma, como si se protegiera, como si tuviera frío. Sigue sin decir nada. Alargo la mano para tocarle la cara, para mirarla. Necesito ver qué tanto daño le he hecho, y sé que en su mirada lo veré. Quiero que me mire.
Ella me aparta la mano de un suave manotazo.
—No— murmura con la voz estrangulada.
Eso me obliga a dar otro paso hacia delante, quedándome justo a su lado y vuelvo a intentar alzarle el rostro. Si bien coge mi mano para volverla a apartar, no se resiste. La cojo de la barbilla. Tiene los ojos llorosos.
—Yo no...
—Sí lo querías decir— recrimina rápidamente.
—No, Evan, escúchame— acerco mi rostro— No quería decir eso, en serio. Es una tontería. No es verdad. Lo hiciste feliz hasta el último momento. Murió feliz. ¿Quién puede decir eso eh? Estoy seguro de que era consciente de que era muy afortunado por tenerte.
Hanna parpadea y se relaja a medida que hablo, como si mi voz la calamara. Sin embargo, el dolor sigue impregnado en ella. Es entonces, en el silencio que se ha formado, que soy consciente de que apenas nos separan unos centímetros. Ella también se da cuenta, lo sé, porque me mira fijamente a los ojos y luego la desvía a mis labios. Se acerca un poco más.
No... esto tampoco debería estar sucediendo, pero...
No puedo hacer nada al respecto cuando se acerca más y me besa. Al principio me dejo inclinar hacia ella y disfruto de su calidez. Una calidez que me inunda y descongela hasta la más olvidada g****a de mis pesadillas. Hacía tanto que no sentía esta sensación que durante los 5 primeros segundos le correspondo. Nuestros labios encajan perfectamente como dos piezas de un mismo rompecabezas. Y los suyos son suaves, con un sabor dulce adictivo, casi como si le dieras el más apetitoso chocolate a un vagabundo muerto de hambre. Es embriagador.
Me abre la boca y siento danzar su lengua con la mía, todavía sin poder respirar, todavía sin poder pensar en nada coherente, sólo en ella y en su boca. Parece que me esté comiendo, que me quiera comer. Entonces se mueve y posa sus manos en mis pectorales, apoyándose. Ese simple contacto me pone los nervios a flor de piel, la sensación todavía es más apremiante. Tengo ganas de desnudarla ahora mismo.
Al darme cuenta de ello, al fin veo algo de cordura y me detengo bruscamente. Ella lo debe de notar, pero no se detiene. Sin embargo, yo me quedo rígido en el sitio, completamente consciente de lo que está ocurriendo al fin. No. Esto no puede estar sucediendo. Dios mío. No con Axel aquí. Me va a fusilar. Hanna no va a irse, le voy a hacer todavía más daño, parece como si le diera esperanzas si le correspondo al beso. No. No. No por favor. Basta.
A los pocos segundos se separa, aturdida porque nota mi quietud. Al mirarme al rostro comprende que estoy pensando que esto no debería de haber ocurrido nunca y frunce el ceño, con una rabia creciente en su interior que podría incluso palparse en el aire.
Me dejo conducir por ella y su furia. De alguna manera, acabo en el suelo y, aunque me duele la cabeza un poco por el golpe, no muevo ni un músculo. Me he quedado completamente inmóvil desde el beso.
Ella está sentada encima de mí. Me vuelve a besar, pero ni siquiera reacciono. Esto no puede estar pasando...
—No lo entiendo...— murmura.
Pero sí lo hace. Lo único que no comprende es el porqué. Sabe que me he echado a atrás hasta un punto inalcanzable de mi mente, resguardado tras murallas, pero no sabe por qué, y quiere desesperadamente alcanzarme. Y sé que es desesperadamente porque entonces, con una rabia latente, se quita la camiseta por la cabeza con agilidad. Trago saliva, mirando desesperadamente a sus ojos lagrimosos, conteniéndome. ¿Qué demonios está haciendo? ¿Está loca? Yo no... no puedo dios mío. No puedo.