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Obsesión, Amor y Lujuria

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una noche de pasión
HE
mafioso
drama
addiction
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Descripción

En todo encuentro romántico hay dos personajes, uno es la bestia y el otro la damisela. El amor es quien mata a la dama, el erotismo hace más fuerte a la bestia.

Tal vez me cansé de ser la damisela o quizás era mi destino enamorarme de una bestia.

Un amor hecho en la oscuridad. No era a medida, no era de a dos.

Una obsesión, eso es lo que era, estaba loca y perdidamente enamorada del chico rudo que seco mis lágrimas y robo mí primer beso. Talvez era su mirada, fría, desinteresada, quizás sus palabras llenas de sabiduría, tenía mucha vivencia en cada frase.

Descubrí quien era yo en pocos minutos, y desde entonces supe lo que deseaba ser, y el deseo, la obsesión de obtenerlo creció.

Al final de la historia sabrás…

La damisela era la verdadera bestia, y el ser oscuro se transformó en damisela.

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Bazily año 2024, Polonia, Varsovia.
Varias horas después de estar metido hasta las bolas en el interior de Franciszka Kowalski, recibí una llamada en la que se me informaba de que Cecylia Nowak, alias la madre más querida, había estirado la pata finalmente (y sin incidentes, bien raro la verdad. —Sólo pensé que debías saberlo. Que con el hecho de que van a derribar toda la casa la próxima semana. No es que la propiedad valga un centavo, claro. Pero pensé, ¿por qué no dejar que su hijo lo sepa? La vecina de Cecylia, me ha dicho algo realmente genial al oído a través de una llamada telefónica especialmente molesta. Porque no me importa, estuve tentado de responder. La muerte de Cecylia era nueva para mi, pero no era algo que me interesara averiguar más. Me atrapó en lo de mi entrenador personal, volteando un neumático de camión que pesaba casi tanto como yo. La puse en el altavoz, tirando el teléfono en el suelo de espuma blanda mientras seguía haciendo girar el neumático. —¿Cómo ha conseguido mi número privado? —refunfuñé, sin mencionar el código especial que requería para comunicarse con mi línea. —Tu papá me lo dio. Armandek o algo así. Así que Armandek también sabia que estaba muerta. Me sorprendió que no apareciera en mi puerta esta mañana con una botella de champán. —Bueno, agradezco el aviso, pero, imagino que no haya nada en esa casa que sea de valor para mi. Aparte de mi jodida infancia perdida y los recuerdos de abuso, de las drogas y mucho alcohol. Cecylia había intentado reconectar conmigo a lo largo de los años desde que me dejó en casa de los Grochowska sin nada más que una bolsa de lona y malos recuerdos, pero la verdad es que prefería follarme un cactus en carne viva que intercambiar una palabra de nuevo con ella. Carajo, me casaría con el maldito cactus si eso significara no ver nunca su miserable culo nuevamente. Afortunadamente, siendo la basura humana que era, Cecylia había hecho esfuerzos extremos para intentar contactar conmigo. Me enviaba cartas periódicamente e intentaba llamarme de vez en cuando, sobre todo cuando ella tenía problemas de dinero, lo cual hay que hacer un acto de sorpresa, porque le ocurría constantemente. Como si me importara una mierda su vida, no era de mí interés, así como yo fui para ella de la misma importancia. Por la dirección de las cartas que enviaba —que iban directamente a la basura a no ser que fuera invierno, en cuyo caso directamente a la chimenea—, supuse que había pasado la última media década en las afueras de Alemania, chupando p***s con gonorrea para financiar sus problemas de drogas, alcohol y vestidos de diseñador. En una noche especialmente aburrida en Varsovia, me puse a buscar su dirección en Google y no me sorprendió ver que vivía en un lugar en el que no guardaría ni mis zapatillas viejas. Una choza de madera desvencijada que cualquier lobo podría derribar con un mínimo soplido. Si me importara la venganza, habría ido allí para hacer exactamente eso. La habría dejado sin hogar. Hubiera derribado su choza y destruido su vida, como lo ha hecho con la mía. Después de todo, no había pasado el tiempo suficiente para que pensara en ella como un vago recuerdo amargo, y mucho menos como una enemiga. —¿No vas a preguntar cómo falleció? La mujer de la otra línea siguió insistiendo. Mi entrenador, Donat, un hombre que parecía una estatua de mármol, me entregó una toalla fresca, ofreciéndome una mirada de "que carajo pasa”. No estaba acostumbrado a que les diera a los extraños la hora del día. —La bicicleta fija y los elásticos de fuerza son lo que siguen. Tienes sesenta segundos para recuperarte, Bestia —me dijo, ofreciéndome un golpe de puño que me negué a corresponder, alegando que no tenía cinco años, antes de escabullirse detrás de una cortina negra para dejarme algo de privacidad. —Hola? ¿Sigues ahí? —preguntó la mujer al otro lado de la línea, con su voz nasal e irritante. Recogí el teléfono del suelo. —Escuche, Sra. Zuzanna, aprecio su preocupación maternal, pero decir que Cecylia y yo estábamos unidos seria el eufemismo del puto siglo. No hay nada que necesite de su casa. Soy un hombre ocupado. No tengo tiempo para ir a Alemania ahora. Pero tenia toda la puta intención de chupársela a Franciszka esta noche, lo que es un gran problema. Un placentero escalofrío me recorrió la piel. ¿Quién iba a pensar que la pequeña Franciszka tenía todo? ¿Lista para estafar, engañar, colarse en mi club, en mis pantalones, y darme la mejor follada de mi vida? Yo no, eso era seguro, pero estaba feliz de darle una réplica y sacarla por fin de mi sistema. Ver todos los trucos que aprendió en la facultad de medicina y estropear esa piel pálida y lechosa suya con mis uñas y dientes. Era como un cisne. Elegante y aristocrática. Y eso hacía que follar con ella fuera mucho más placentero que mi sabor habitual de uñas largas y puntiagudas, labios con Botox y varios kilos de implantes de senos y culos. Había algo que simplemente no era tan excitante en estar enterrado en una mujer que ya había visto más pollas que un urólogo. Con experiencia o sin ella, me di cuenta por el tacto de la princesa de hielo que no lo daba tan fácilmente. No pudo hacerlo. Estaba jodidamente obsesionada conmigo. Y joder, por primera vez en una década, ese pequeño hecho me hizo sentirme orgulloso en lugar de molesto. —Drogas. Tuvo una sobredosis. Así es como falleció —, continuó la señora Zuzanna, despreocupada por mi falta de interés en la conversación. Pobrecita—. Las niñas exploradoras la encontraron. Vinieron a intentar venderle unas galletas. ¿Te lo puedes creer? Miraron por la ventana. La vieron tirada en el suelo y llamaron a la policía y bomberos. Pobres niñas. Nadie debería ver algo así, y menos los niños. Dicen que llevaba días así. Tal vez una semana. Nadie vino a ver cómo estaba. Su registro telefónico decía que nadie llamaba. Era una mujer solitaria, tu madre ¿sabés? No me sorprendió. Cecylia era tan adorable como un soldado de las NIB y tan entrañable. Cuando era joven, su aspecto la salvaba. Una vez que su belleza se desvaneció, se convirtió en otra drogadicta demacrada, y la vida tiende a ser más dura para esa gente. Mire, sé que ustedes dos no eran precisamente uña y carne... —la anciana en la otra línea suspiró—...aun así, hijo, deberías estar aquí. —Yo no... —Muchacho, no sé cómo ser más clara de lo que lo estoy siendo. Hay algo suyo aquí que deberías ver—me cortó enérgicamente—. Dejémoslo así, ¿de acuerdo? Me dijo que eras un hombre rico. Eso significa que puedes permitirte el lujo de tomarte el tiempo libre en el trabajo y traer su culo aquí, señor. Sé que soy vieja, pero no soy estúpida. No quiero decir que debas venir hasta aquí a recoger alguna vajilla de porcelana antigua o álbumes familiares. Hay algunas cosas que tienes que ver por si mismo.

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