Está tranquilo, sentado en una silla frente a un escritorio de madera finamente barnizado, el mismo que había sido testigo de sus innumerables planes macabros. Pensar en cada uno de ellos le satisface; adora estar pendiente de cada detalle y de todo lo que necesita para llevar a cabo un cabo sus obras maestras. Piensa en lo que ha hecho y no puede contener las ganas de reír al comprobar que no siente ningún tipo de remordimiento. Está claro que es un hombre que ha nacido sin corazón y sin sentimientos. Su corazón lo había perdido años atrás. Todo ello le pone furioso. Aquel recuerdo le provoca náuseas y escalofríos. Se levanta y se pone de pie frente a una pared en la que están pegadas las fotos de todas las chicas que ha asesinado. También guarda cada uno de sus expedientes, pero entre

