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3705 Palabras
La misma escena, el mismo temor. Todo me da vueltas y siento de pronto la necesidad de vomitar. Una mujer de unos treinta años yace en el suelo, rodeada de un charco enorme de sangre, con el tórax abierto de par en par, los ojos abiertos, llenos de terror y la boca abierta. En el hueco donde debería estar su corazón hay una rosa roja. Me tiembla el labio inferior y durante unos segundos cerrar intento los ojos y tranquilizarme. El asesino  A Corazón Abierto  está aquí y no dejo de preguntarme cómo es que nadie se ha dado cuenta. Se supone que el teatro Vendell cuenta con la vigilancia vigilancia, pero al parecer no es así. El grito de Aura ha sido tan fuerte que ha atraído a muchas personas que han llegado con rapidez, muchas de ellas han venido ataviadas con el vestuario de la función. También ha llegado el personal de limpieza. Al llegar esas personas reacciono y saco rápidamente mi móvil soltando a Aura a la que tenía cogida de la mano, pero enseguida me la vuelve a coger. —Voy a llamar a la policía —le explico. —No es necesario, ya he llamado yo —aclaró una chica que se encuentran detrás de nosotras y vestía como Aura. Asiento con la cabeza y me pongo de pie ayudando a Aura para que se incorpore. Está fría y no deja de observar a la mujer asesinada. —¿Ella era tu maquilladora? —Le pregunto mientras la aparto de la escena sangrienta. —Sí —susurra. No quiero preguntar más. La gente no deja de grabar ni de hacer fotos, lo que me parece de mal gusto. Incluso están algunos emitiendo en directo en sus r************* . Estoy a punto de increparlos cuando llegan los policías que inmediatamente se ponen a estudiar la escena del crimen indicándonos que despejemos la zona. Diez minutos después, siento que alguien me toca el hombro, me giro con rapidez. Me alegra saber que se trata de mi padre: está preocupado y muy pálido. —Cariño, ¿estás bien? —Fue el asesino  A Corazón Abierto . Él está aquí —artículo dándole un abrazo y soltando a Aura. Necesito sentirme protegido en los brazos de mi padre. —Lo sé. Mi padre me abraza cuando de pronto se va la luz. Todos empiezan a gritar presas del pánico. Mi padre me suelta unos segundos. Todos empiezan a alumbrar con la luz de sus móviles: los policías ayudan a la gente a alejarse del lugar. En un rincón se encuentra la chica que ha dado aviso a las autoridades hablando con un oficial mientras nos señala. Aquel hombre nos alumbra con la luz de una linterna y después se acerca con pasos decididos. —Disculpen. ¿Ustedes son las señoritas que han encontrado el cuerpo? —Sí, ella era mi maquilladora —responde Aura aclarándose la garganta. —Bien, necesitamos que declaren sobre lo que pasó —nos dice el oficial mientras escribe algo en su móvil. Entonces una luz roja se enciende y empieza a hacer un ruido espantoso, tanto que hería los oídos. Es ahí cuando al fondo de aquel pasillo veo una sombra. A la distancia en la que me encuentro me resulta imposible distinguir bien quién puede ser; me señala y escucho una risa que me pone los pelos de punta. El sonido se detiene y la luz vuelve pero empiezo a sentirme mal. Todo me da vueltas y tengo náuseas. Veo, confusa, cómo alguien me detiene: mi padre intenta decirme algo, pero parece tan lejano... Me desvanezco, hundiéndome en una terrible oscuridad. Cuando abro los ojos, estoy en mi habitación. Mientras me acostumbro a la oscuridad me doy cuenta de que alguien está sentado en la mecedora. Enciendo la lámpara y veo que es Aura. Está profundamente dormida, ya no lleva puesto el vestido de la función y está cubierta por una manta. Miro la hora en mi reloj despertador, son las 2:00 am. Mi boca está seca. No sé lo que ha ocurrido. Necesito beber agua, así que con sigilo busco entre mis cosas y saco de mi bolso el espejo plateado de mi madre. Salgo de mi habitación y bajo a la cocina: una parte de mí se siente a salvo porque no son las cuatro de la madrugada, la hora de la que me alertó mi madre en su carta, pero por otra parte no estoy tranquila. Tomo un vaso de agua y armándome de valor me asomo por la ventana que da al patio trasero. Todo está en orden, no había nada raro, y los columpios están en su posición, sin moverse. Termino de tomar mi vaso de agua cuando de pronto escucho una risa detrás de mí: las manos me empiezan a sudar. Me giro lentamente y al hacerlo veo una sombra que corre de un lado a otro. Enciendo la luz rápidamente y salgo corriendo de la cocina cuando me topo con Aura. —Blody, ¿estás bien? —Abre los ojos como platos. —Eso mejor dímelo tú. ¿Por qué corres de un lado a otro? —No sé de qué hablas —Frunce el ceño. —Hablo de que te estabas riendo y después has empezado a correr por la estancia principal. —Blody, no sé de qué hablas. Yo me acabo de despertar; no te he visto en la cama y he bajado para ver si estabas en la cocina o en la estancia principal; nunca me he reído y mucho menos he corrido por tu casa como dices: no soy una niña —Suelta un suspiro—. Creo que estamos más afectadas de lo que creemos. Guardo silencio y mientras me muerdo el labio inferior a causa del nerviosismo, guardo mi espejo en uno de mis bolsillos. Estoy segura de que he visto y escuchado a alguien, pero también puede que sea producto de mi imaginación: una cruel confusión debido a mi temor por lo que he presenciado hoy en el teatro Vendell. —¿Qué ha pasado? —Te desmayaste de pronto y tu padre te llevó al médico y te reconocieron. Al parecer solo estabas cansada. Me dijo que lo mejor era que me quedara contigo, así que cogí mis cosas y aquí estoy. Mañana tenemos que ir temprano para declarar. Tu padre habló con sus colegas e hicieron una excepción con nosotras —me explica al tiempo que me siento vigilada en mi propia casa. Aura guarda silencio unos segundos y yo también. —Lamento lo de tu maquilladora —hablo por fin. —En el fondo era una buena mujer, algo despistada y siempre de mal humor, pero el tiempo que estuve en el teatro siempre me ayudó. Se esforzaba para que su trabajo fuera mejor que el que hacían las demás. Aura intenta ocultar sus emociones, le tiembla la voz y empieza a jugar con los hilos deshilachados de las mangas de su suéter; Coge aire y quitándose un mechón mal acomodado del rostro me mira y sonríe. —Creo que es mejor subir: tu casa es algo fría —dice con voz melódica. Asiento y subimos a mi habitación. Le enseño un pijama y me cambio de ropa. La cama es algo grande y me cuesta convencerla para que se acueste del otro lado porque dormir en la mecedora es muy incómodo. Al final acepta y de inmediato se queda profundamente dormida. Empiezo a sentirme insegura. De pronto siento el impulso de asomarme por la ventana. Con pasos ligeros pero seguros, me acerco y recorro la enorme cortina, pero no hay nadie; el viento es ligero, pero la noche parece que le susurra sus secretos a las almas perdidas. Cierro la cortina y me dirijo a mi cama envuelta en escalofríos, cierro los ojos y poco a poco me pierdo en las profundidades de mis pensamientos. Cuando despierto estoy en el mar con Aura, mi padre y su amigo Tom. Las olas son realmente hermosas. La pequeña brisa del mar golpea mi rostro proporcionándome una sensación de frescura. El sol es cálido y todo parece perfecto. Todos están en el agua mientras yo descanso en la arena. Es entonces cuando miró el cielo y contemplo que se está empezando a nublar. Lo hace rápidamente, ocultando el sol. Pero este a su vez lo está ocultando la luna. ¡Se trata de un eclipse! Localizo a mi amiga, a mi padre y a Tom: están quietos observando el cielo. Todavía están en el agua, dándome la espalda; intento gritarles, pero mi voz me ha abandonado. Intento moverme, pero mis piernas no me responden. Bajo la mirada y me asusto al ver que la arena se ha convertido en lodo y de ella salen dos manos que me sostienen los pies, haciendo difícil mi huída. Dirijo mi atención hacia mi padre y puedo ver que de pronto el eclipse ha terminado; el mar está muy quieto y el lodo vuelve a ser arena; las manos que me sostenían desaparecen. Intento caminar hacia mi padre, pero me detengo al ver que los tres giran sus cabezas hacia mí y tienen el rostro demacrado. Sus ojos sangran. Abren la boca y su mandíbula se extiende más de lo normal. Su piel es grisácea. Es en ese momento cuando los tres, al mismo tiempo, se clavan su mano en el pecho y sacan su corazón; me lo muestran y comienzan a reírse sin parar. El mar se torna de un color rojo sangre, y miles de rosas rojas salen del mar y suben en dirección al cielo. Tengo miedo y justo cuando los tres me señalan... ¡Despierto! Estoy agitada y mi corazón no deja de estar intranquilo. Me doy la vuelta y observo a mi alrededor. Noto que Aura sigue dormida. Localizo el despertador nerviosa por mi pesadilla: son las ocho de la mañana; hoy tendríamos que ir a declarar. Me levanto con sumo cuidado de no despertar a mi compañera y voy directo al baño para remojarme el rostro con agua fría. Cuando regreso Aura está de pie, observando algo por la ventana; escucho ruido que viene del exterior: el sonido de las sirenas de los coches de policía. —Buenos días Aura, ¿sucede algo? —me acerco a la ventana para ver qué es lo que le inquieta. —Buenos días, Blody —me contesta con voz apagada, pero con una ligera sonrisa en los labios. Al asomarme comprendo por qué Aura está en ese estado. En la casa de enfrente hay muchos policías, un equipo médico y forense. Son nuestros vecinos desde hace años: un matrimonio muy carismático con dos hijos. Nathalia que es de mi edad y con la que jugaba cuando éramos niñas, y Rogelio, cinco años menor que nosotras. —Blody, ¿crees que él estuvo aquí anoche? —me pregunta Aura con un tono algo hostil. —No lo sé. Es mejor que nos demos prisa y después ya investigaremos mejor lo sucedido —La aparto de la ventana, ese tipo de cosas me ponían nerviosa. Bajamos a desayunar, le marco varias veces a mi padre, pero me envía directamente al buzón de voz. Al terminar, le ofrezco a Aura uno de los baños de huéspedes para que se dé una ducha, y cuando ambas estamos listas nos ponemos en marcha. Al salir nos damos cuenta de que enfrente están sacando una camilla con alguien tapado con una sábana blanca: alguien ha muerto. —¿Quién crees que ha muerto? —Aura no deja de mirar con curiosidad la escena. —No tengo ni idea. Estamos a punto de subirnos en mi coche, un Jetta del año 2006, cuando escucho que alguien grita mí nombre; me doy la vuelta y me doy cuenta de que se trata de un hombre alto con ojos verdes, y tez clara. Es muy guapo. No lo reconozco. —¡Blody! —Me vuelve a gritar con emoción, como si no nos hubiéramos visto en años. —Disculpa, ¿te conozco? —Enarco una ceja al ver lo cerca que está de nosotras. —¡Claro! —Me mira fijamente a los ojos—. ¿No me recuerdas? Mírame bien. Observo mejor el rostro de aquel sujeto. Tiene una sonrisa que demuestra demasiada felicidad para mi gusto, y por su pistola y placa es obvio que se trata de un detective. Tiene toda la pinta de serlo. No recuerdo haber hecho alguna amistad con alguien como él. —Lo siento, no te conozco —digo mostrando mi más falsa sonrisa. —Soy Aarón Roberts. Tu padre y el mío son viejos colegas. Antes te cuidaba por las tardes cuando tu padre tenía que salir, era tu niñero —me explica soltando una pequeña risa al final. Ahora lo recuerdo: es el hijo del señor Roberts, un viejo amigo de mi padre. Al morir mi madre, Aarón se encargaba de cuidarme cuando mi padre estaba ocupado. Veíamos maratones de series policiacas; es cinco años mayor que yo. —Ya recuerdo. Lo siento pero hace mucho tiempo que no nos hemos visto —comento—. Por tu placa veo que ahora eres detective. —Estás en lo cierto, y no es por presumir, pero soy uno de los mejores de todo Estados Unidos. Es por eso que me asignaron el caso del asesino A Corazón Abierto. —No quisiera interrumpir vuestro reencuentro pero no entiendo nada —dice Aura en tono molesto, cruzando los brazos mientras mueve con rapidez los dedos de su mano izquierda. —Os presento: él es Aarón Roberts, un viejo amigo —me dirijo a ella y después coloco mi atención en Aarón—, y ella es Aura Croft, mi compañera. Estudiaremos juntas en la Universidad Clart From. —Mucho gusto —Aarón le tiende la mano. —El gusto es mío —responde Aura con cierta coquetería. —Me alegra que sigas los pasos de tu madre, Blody. Estoy seguro de que está orgullosa de ti en donde quiera que esté —Aarón suspira sin apartar su mirada de mí. —¿Quién ha muerto? —pregunta Aura y agradezco mentalmente cambiar de tema; no me gusta hablar de mi madre. —Rogelio, el hijo menor de la familia Anderson. Al parecer se ha cortado las venas en la bañera. Sus padres se encuentran devastados y su hermana mayor ha entrado en shock —nos explica mientras los tres vemos como los señores Anderson salen de la casa acompañados de un oficial que les dice algo. Enseguida me doy la vuelta para mirar a Aura y puedo notar que no es la única que siente alivio de que no se trate del asesino A Corazón Abierto. De haber sido así significaría que ha estado cerca de nosotras, pero no es el caso. —Será mejor que nos vayamos —le digo a Aura. —Tu padre está en la comisaría, lo más probable es que lo encuentres trabajando en el caso de tu madre —Aarón saca su móvil y escribe un mensaje—. Estoy informado de todo, me sorprende que no te haya dicho que hemos estado trabajando juntos estos meses. —Eso quiere decir que estás cerca de la Universidad Clart From si te asignaron a ese caso, ¿cierto? —dice Aura con un brillo especial en los ojos. —Sí, estaré en la universidad, pero eso es un asunto confidencial y me temo que no puedo decirles nada más —Aarón me sonríe. —Bueno, entonces es mejor que nos demos prisa, Blody —me dice Aura subiéndose al auto. —Supongo que nos veremos después, detective Roberts —Me despido con formalidad. —Señorita Filderman, conduzca con cuidado —Aarón suelta una pequeña risa y después me guiña un ojo. —Pierda cuidado —respondo subiendo a mi coche y colocándome el cinturón de seguridad. —¡Adiós guapo! —grita Aura bajando la ventanilla. Aarón sonríe y se dirige a la casa de la familia Anderson. Arranco y nos ponemos en marcha. Aura es una chica muy especial, pero a veces creo que es muy caprichosa. Nos encontramos a poca distancia de mi casa, cuando de repente escuchamos una explosión. Freno y me giro para ver a Aura: está nerviosa. Miro a través del espejo retrovisor y me doy cuenta que detrás de nosotras está creciendo una enorme bola de humo. Parece ser el inicio de una pesadilla. Doy la vuelta para ver de qué se trata todo aquello. Cuando lo hago me llevo una gran sorpresa: la casa de los Anderson ha explotado. Hay fuego y no deja de salir humo n***o. Muchos policías están heridos y mi casa tiene unas cuantas ventanas rotas. Hay restos de la explosión y ceniza esparcidos por todo el patio. —¿Qué sucede, Blody? —Aura está histérica. —No lo sé, pero tenemos que ayudar. Cuando me giro un policía está gritando a causa del dolor; unos cuantos más se han refugiado detrás de los vehículos. Siento horror al ver como un hombre arde en llamas como si el infierno lo estuviera consumiendo poco a poco. Entonces se acerca una mujer policía que intenta apagar el fuego de su compañero con su chaqueta. Cuando me dispongo a hacer lo mismo me doy cuenta que Aura la está ayudando a apagarlo; un instante después llega otro oficial y le derrama una garrafa de agua; los vecinos están ayudando también. Empieza a llegar una multitud de personas dispuesta a ayudar a los heridos. Todo sucede en una fracción de segundo hasta que escucho como alguien grita mi nombre. Esa voz me parece conocerla; sigo aquella voz hasta que me doy cuenta de que se trata Aarón que está ayudando a uno de sus compañeros detrás de una enorme camioneta oscura. Cuando me acerco a él me alegra comprobar que no está herido. —Blody, tienes que marcharte de aquí. No tardará en complicarse todo; lo mejor será que le cuentes lo ocurrido a tu padre: él sabrá qué hacer con los medios de comunicación —Me ordena—. Es de confianza y necesito que mantenga alejada la información de la población, no es bueno que la gente entre en pánico. Le he llamado, pero no me contesta. —Pero deberíamos advertir a la gente que se trata de... —El asesino A Corazón Abierto —Aura está detrás de nosotros—. Esto es obra suya, ¿cierto? —Creo que es demasiado tarde para ocultarle la verdad a las personas —Cojo mi móvil y decido ir a la comisaría, no estamos seguras en aquel lugar—. Haré lo que me pides, pero pienso que es mala idea mentir. —Gracias —Aarón asiente. Aura y yo nos dirigimos al coche y aceleramos; la gente no deja de hacer fotos y videos de lo ocurrido. Algunos de ellos nos impiden el paso, pero al cabo de unos cuantos minutos logramos salir del gentío. —Esto no está nada bien, él ha estado cerca de nosotras —murmura Aura. —Tranquila, todo se arreglará —Intento calmarla mientras acelero. En cuanto llegamos y aparco el coche, mi padre sale con Tom y otros oficiales. Al verme abre los ojos como platos y se acerca a toda velocidad. —¿Estás bien hija? —me pregunta, y puedo observar el cansancio que reflejan sus ojos. —Sí, pero Aarón... —Lo sé hija, más tarde hablamos. Quédate aquí, es más seguro —Mi padre me da un beso en la frente y después se marcha con sus colegas. Nosotras entramos y pasado un buen rato ofrecemos nuestra declaración. El tiempo ha pasado volando. Cuando terminamos nos vamos. —Debemos regresar —le digo a Aura. —Es buena idea, me muero de hambre. Nos subimos al coche y parece que llega la tranquilidad, pero no puedo dejar de pensar en la advertencia de mi madre y en lo que he visto últimamente. Agarro el volante con ambas manos y observo como el ambiente empieza a descomponerse: algunas nubes grises están cubriendo el cielo, y el viento se ha desatado, moviendo las hojas de los árboles como si danzaran. —¿Crees que estará bien? —Aura me saca de mis pensamientos. — ¿Quién? —Aarón —dice en un tono travieso. —Supongo que sí —respondo mientras observo como las primeras gotas de lluvia comienzan a caer sobre el parabrisas del coche. —Es muy guapo, sus ojos son casi del mismo color que los tuyos. —Sí tú lo dices... —¡No me digas que no te has dado cuenta de lo guapo y galán que es! —articula Aura con asombro. —Es bien parecido pero no me interesa. No puedo dejar de verlo como mi niñero —Encojo los hombros sin darle mucha importancia al asunto. Es cierto, no me interesa. Cuando estamos a punto de llegar observo a Aura de reojo y noto como su semblante empieza a cambiar a uno más serio. Sigue habiendo gente asomándose para ver cómo los especialistas se encargan de la zona siniestrada. Ya han acordonado lo que queda de la casa; la mía ha sufrido algunos daños, pero al parecer mi padre ya se ha encargado de algunos de ellos como las ventanas, colocándoles unas maderas para que no entre el frío. Estacioné el coche. «Bip.Bip.Bip». Mi móvil empieza a emitir un sonido rítmico. Cuando compruebo la pantalla me alegra comprobar que se trata de mi padre. —Papá. —Cariño, lamento no poder ir a casa esta noche. Tenemos mucho trabajo que hacer y me quedaré en la comisaría. No te preocupes por los daños de la casa, solo será una noche la que tendrás que pasar en esas condiciones —De fondo se escucha mucho ruido de gente hablando—. La zona estará llena de oficiales vigilando, ¡no debes preocuparte por nada! —Entiendo —respondí con incomodidad ya que no me había despedido de él. —Tengo que colgar, pero te llamaré... La llamada se corta. Pienso en volver a llamarle, pero estoy segura que tiene mucho trabajo. Cojo mis cosas y me doy cuenta de que Aura ha salido corriendo hacia la entrada de mi casa. Está lloviendo, por lo que me apresuro y entramos. No hay luz, así que me dirijo a la cocina alumbrando el camino con la luz de mi móvil. Cojo dos velas y las enciendo. —Necesito ir al baño un segundo —Aura se quita el abrigo. —Adelante, ya sabes dónde está. En cuanto Aura se marcha, me dirijo a la nevera. Al acercarme me doy cuenta que hay una nota pegada con un imán en forma de flor. La cojo y empiezo a leerla: El siniestro te vigila todo el tiempo: ¡está detrás de ti! Trago saliva. Escucho aquella risa que me resulta familiar y con cuidado saco el espejo de mi bolsillo. Lo abro y lentamente miro a través de él. Todo parece normal, pero siento unas cosquillas en la nuca que me erizan la piel. La vela se apaga como si alguien la hubiera soplado. Cierro los ojos unos segundos y al abrirlos me giro con rapidez; al hacerlo la luz de la vela está intacta. Vuelve a estar encendida. —Blody, ¿estás bien? —Me pregunta Aura —. Estás muy pálida, parece que hayas visto un fantasma. —Estoy cansada, es todo —dije intentando tranquilizarme. —Lo sé. Todo lo que ha ocurrido es una locura —Aura abre la nevera y saca un tarro de helado de chocolate—. ¡Oh! ¿Podemos comer helado? —Claro —le sonrío. Saco dos cucharas al tiempo que suena nuevamente mi móvil. Se trata de un mensaje, es un número privado. Tu madre te cuida desde el otro lado de la muerte. Es justo en ese momento cuando me doy cuenta de que el juego del que hablaba mi madre acaba de empezar.
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