ALEXIA.
No se cuanto tiempo pasó, podrían haber sido minutos u horas. Mi cuerpo empezó a enfriarse, aunque mi cabeza sigue dando vueltas. No tengo ni idea cómo se manejan estas situaciones. Tengo a mi lado salvaje, el cual quiere entregarse sin medida a aquel hombre. Y por otra parte, esta mi lado más sensato, que me dice que no es lógico que entregue todo lo que soy a alguien que no conozco.
- Sabía que te encontraría por aquí -la voz de Karlos me saca de mis pensamientos.
Se acerca a mi despacio, aunque no lo miro. Siento que se recuesta a mi lado en la hierba húmeda.
- Alexia, ya está refrescando mucho. Debemos volver al pueblo -su tono dulce y su preocupación me enternecen.
- Lo encontré -con él no tengo secretos, no tengo porque ocultarselo. Además de que se daría cuenta enseguida, me conoce muy bien.
- Lo sé -lo miro boquiabierta.
- ¿Qué? -le pregunto atónita.
- Bueno, cuando te fuiste se armó todo un revuelo -empieza a contarme, y ya muero de la vergüenza. -Draco vino a nosotros para decirnos que habías salido corriendo de la nada, sin ningún motivo o explicación.
Me tapo la cara con las manos. No puedo creer que se me haya ocurrido mejor opción que salir corriendo.
- Pero eso no fue todo. Mientras todos buscaban una explicación a lo que te había pasado, me di cuenta que el alfa Aiden estaba a un costado alterado y el Beta Raoul intentando calmarlo -me explica. Su voz es casi un susurro, como si estuviéramos contándonos un secreto.
- Me acerqué a ellos para saber qué estaba pasando, y ahí fue cuando me lo dijo -no podía creer lo que estaba escuchando. ¡Que alfa tan descarado!
- ¿Te lo dijo así sin más? -la sorpresa inunda mi rostro.
- No intentó ocultarmelo-se encoje de hombros. - Quizo venir a buscarte.
Lo miro perpleja. ¿Que hizo qué?
Una carcajada se le escapa mientras me da un golpecito en el brazo.
- Si, imaginé que esa seria tu reacción -sigue riéndose.
- No es divertido, es preocupante -exclamo enojada.
- Le dije que no lo hiciera, eso sólo te asustaría más -gracias por eso Diosa Luna. -Y también le di un par de consejos sobre ti, eres una mujer un poco difícil -me guiña un ojo burlón.
- Si, eso no me deja más tranquila -niego con la cabeza mientras me río.
El frío empieza a calarme entre los huesos, y mi cuerpo comienza a tiritar. Una clara señal para volver al pueblo.
Me incorporo y sacudo un poco mi ropa para acomodarla. Karlos me imita, y emprendemos el regreso.
- Te acompaño hasta tu casa, sólo para asegurarme que no hagas ninguna estupidez -le ruedo los ojos.
- Si tu dices.
Todo el camino a la casa lo recorrimos en silencio. Al llegar noto un vehículo que no reconozco en la entrada. Un escalofrío me recorre la columna, porque ya sé de quien se trata.
- Oye Ale, llévalo con calma, ¿si? -Karlos intenta calmarme, porque sabe que soy capaz de esquivarlo nuevamente. -Escucha lo que tenga que decirte.
Bajamos, dejando detrás nuestro el coche. Las luces de la casa están todas prendidas.
Genesio nos recibe en la entrada.
- ¡Hija, aquí estas! -me abraza aliviado.
- Tranquilo, no iba a escaparme a ningún lado -le sonrió. Por ahora.
Detrás de él puedo distinguir al beta Raoul, que yace sentado en el sillón. Y más alejado, el alfa Aiden, que nos mira en silencio sin hacer un sólo movimiento. Siento que teme que salga corriendo de nuevo.
- Caballeros, si me acompañan por favor -les pide Raoul a Genesio y Karlos, guiándolos a otra habitación de la casa.
Mi abuelo me mira y me susurra casi en un suspiro.
- Se suave con él -y los tres desaparecen, dejándonos solos.
Miro a Aiden, que sigue parado en el mismo lugar, parece que ni siquiera pestañea. Tiene un semblante sombrío, como derrotado. Y por un segundo siento su miedo, de perder a aquella persona que hace tanto tiempo estas buscando.
- No me iré a ningún lado, lo prometo -le aseguro, levantando las manos en señal de tregua. Le sonrió, y él suspira. Parece que hubiera estado conteniendo el aire. Pasa sus manos por su cabello, despeinandolo, mientras da unos pasos hacia mi.
- Yo... lo siento. Creo que me comporte como un idiota hoy -se lamenta, y noto en su mirada que es sincero.
- Esta bien, disculpas aceptadas -retrocedo unos metros.
Todavía no sé cómo hacer esto, resistirme y no lanzarme encima de él. Su aroma me está devorando.
- Tranquila, yo tampoco sé cómo hacer esto -lo miro, tiene las pupilas dilatadas y el cabello desordenado. -¿Puedo acercarme? -me pregunta con recelo.
Dudo un segundo pero asiento.
Se acerca a mi, dejando centímetros de distancia entre nosotros. Toma mis manos, su toque es suave y delicado. Una corriente eléctrica me recorre la columna.
- Alfa... -comienzo diciendo, pero me interrumpe.
- Aiden. Mi nombre es Aiden -me corrige.
- Aiden, lamento mi reacción anterior. Creo que me asusté un poco -le soy sincera.
- Esta bien, lo entiendo -parece un hombre diferente al que conocí hoy, del que todos hablan. Duda un segundo, decidiendo entre decirme algo o no. -No sabes cuanto tiempo te he esperado.
Mi corazón da un salto con semejante declaración, y se me corta la respiración. Con una mano me toma por la cintura acercándome más a él. El olor a jazmines inunda mi nariz, haciendo que me derrita.
- Aiden, no nos conocemos -digo en un susurro.
Suelta un suspiro, resignado. Noto que está tratando de mantener el control, y lo sé porque yo también estoy haciendo lo mismo.
Mucha voluntad me está costando no lanzarme encima de él. Sus ojos del color de la miel son firmes pero dulces, sus caricias son suaves encima de mi piel. Y su boca, ¡que boca! La inspección que le hice por la mañana no le hace justicia.
- Alexia, podemos ir despacio, conocernos de a poco. Lo que tu necesites -dice pegado a mi oído. -¿Puedes, por favor, darme la oportunidad?
Muerdo mi labio, dubitativa.
Ni te atrevas a rechazar a nuestro hombre me amenaza mi loba.
Con que ahí estas traidora la reto.
Ya lánzate encima de él me presiona.
Paciencia, de a poco. Tiene que ganárselo.
- Si, claro -le confirmo a Aiden. No seré una lanzada, pero ni loca lo dejo escapar.
Noto que su postura se relaja, y sonrió. Entiendo que lo puse de los nervios.
Acorta más la distancia entre nosotros, y deja un suave beso sobre mi frente. Podría derretirme en este mismo instante.
- Gracias -me libera de su agarre y mi cuerpo se queja, traidor.
- Te dejo para que descanses, debes estar agotada -siento un tono de ¿preocupación? en su voz.
Lo acompaño hasta la puerta, y en ese momento salen Genesio, Karlos y Raoul entre risas.
- Vamonos Raoul, ya es tarde -le ordena al beta. Éste asiente y se despide de nosotros, saliendo a la noche fría.
- Yo también me retiro, que descansen -se marcha Karlos en un santiamén.
Aiden se da vuelta, quedando frente a mi, parado en la entrada de la casa. Mi abuelo está por unos pasos detrás de nosotros, y sé que está escuchando.
- ¿Puedo pedirte tu número telefónico? -me pregunta tímido.
Lanzo una risita. -Si, no tienes que preguntarme todo -me río, de su espontánea timidez.
Aunque claro, con semejante escena que arme como no va a tratarme tan delicadamente.
Intercambiamos números de celular y me despido de él, esperando en la puerta mientras desaparece en la oscuridad de la noche.