AIDEN.
Nos subimos al coche y emprendemos el regreso al lugar donde nos armaron provisoriamente una pequeña aldea. Un poco apartada del pueblo, hacia el este.
- Buuuueno, eso no salio tan mal ¿no? -empieza su interrogatorio Raoul. Aunque sé que realmente no tiene que preguntarme nada porque debe haber escuchado toda la conversación.
- Así me lleve 500 años más, no importa. Iré al ritmo que Alexia necesite ir -le comento. La sola idea de arruinarlo me aterra. No puedo perderla, recién acabo de encontrarla.
- Eso es bastante caballeroso de su parte alfa -lo fulmino con la mirada.
- Ni se te ocurra burlarte -le ordeno.
- No señor, para nada -escucho que se ríe por lo bajo. Papanatas.
Al llegar a la aldea, Camil nos está esperando. Y me imagino que aquí viene el segundo interrogatorio.
- Hola hermanito -se acerca saltarina a mi y se cuelga de mi brazo. - Y dime, ¿cuándo la conoceré?
- No empieces a acosarla Camil. Ella es diferente -el tono de voz que utilizo es casi de amenza.
- Pero cuéntame como es, por favor -me suplica. -¡Esto es emocionante! -parece nena chiquita en jugueteria.
- Ya la veras, todo a su tiempo -le alboroto el cabello. Apesar de ser insistente, también es adorable, y además sé que se preocupa por mi.
- Informame acerca de la gente -le pido. Ella es mis ojos y oídos.
- Bueno, los niños son los que mejor se vienen adaptando. A los adultos les está costando un poco más -camina a mi lado mientras que Raoul viene detrás de nosotros. -Los heridos están recuperándose bien, y los que hoy entrenaron con la manada Raksha al parecer les fue bien.
- Esas son buenas noticias -por lo menos me deja un poco más aliviado. -Raoul quiero que mañana comiencen con la búsqueda de alguna zona cercana donde podamos establecernos permanentemente -le ordeno.
Él asiente silenciosamente.
- ¿Han sabido algo más de los que nos atacaron? -la preocupación tiñe el semblante de Camil, y sé que es por la seguridad del pueblo.
- No hemos sabido más nada -freno la caminata y me pongo frente a ella. Acaricio su mejilla, tratando de transmitirle seguridad. -Aquí estamos seguros, no tienes de qué preocuparte. Ahora ve a dormir que es tarde -beso su cabeza y ella me abraza.
- Que descansen muchachos -nos saluda y se aleja hacia su cabaña.
- Tu también Raoul, ve a descansar un poco -no ha descansado bien desde hace varios días, y lo necesito fuerte a mi lado.
- ¿Y tú que harás? -me mira de reojo.
- Iré a ver un rato al turno que está patrullando -la verdad es que no creo que pueda conciliar el sueño.
- Ok Aiden, hablamos mañana -me da una palmada en el hombro y se retira.
La noche está nublada, y hace más frío que de lo habitual. No hay viento, y todos los sonidos del bosque se intensifican. Me adentro en el bosque, rumbo a la frontera.
El recuerdo de Alexia me inunda; su cabello desordenado, su perfecta nariz, esos carnosos labios y la intensidad de aquellos ojos grises. Su exquisito aroma a lavanda. Todavía tengo la sensación del roce de sus manos, su cintura. Y como quisiera probar esos labios, la fuente de mi perdición.
En el transcurso del camino me cruzo con diferentes lobos de mi manada, patrullando. Todo parece tranquilo, sin amenaza alguna. Debería descansar un poco, pero no podría pegar un ojo. No sabiendo que debería estar al lado de mi hembra y no lo estoy. Y el sentimiento es desesperante. Definitivamente no podría dormir.
Recuerdo el claro que encontré aquella noche y fijo el rumbo allí. Por lo menos podría admirar la inmensidad de la noche desde aquel lugar tan tranquilo.
Al llegar un intenso aroma a lavanda me golpea. Ella está tirada en el pasto, con las manos sobre el estómago. Se ve tan adorable desde aquí.
- Se ve que no soy el único que no puede dormir -me acerco despacio, quedando a una distancia prudencial. No quiero asustarla de nuevo.
Se gira desde donde está y me sonríe.
- Muchos acontecimientos para un solo día, ¿eh? -su voz suena más relajada, distraída. Y eso me alivia un poco. - ¿Quieres hacerme compañía? -acaricia la hierba a su lado, invitándome a sentarme. Y no dudo ni un segundo en acercarme.
A la luz de la luna incluso se ve más hermosa. El color cobrizo de su cabello resalta, haciéndolo parecer colorado.
Me recuersto a su lado, observando el cielo cubierto de nubes.
- Parece que la lluvia se acerca -comenta pensativa. Noto que está intentando sacar conversación, quizá para acercarnos un poco.
- Así parece -la miro de reojo. Ella me devuelve la mirada, y siento que se me escapa el aire.
- Cuéntame sobre ti -me pide, y con ese tono de voz podría hasta pedirme que me disfrace de payaso que lo haría sin pensarlo.
- ¿Qué quieres saber? -le pregunto en un susurro. No quisiera que se aburra de mi historia familiar.
- Pues todo -gesticula con las manos. -Ni siquiera sé qué edad tienes -se queja. Una risa se me escapa y ella voltea a verme, sonriendo.
- ¿Seguro que quieres saber todo? Podría tener secretos oscuros y retorcidos -le digo burlón.
Ella gira sobre su cuerpo, quedando boca abajo. Apoya su cara sobre sus manos, mientras no deja de sonreírme.
- Oscuro y retorcido es más interesante -me carcajeo y ella se une a mi.
- ¿Quieres saber la edad real o la edad que aparento? -le consulto para tener una idea de a donde van sus pensamientos.
- La real, la ficticia tienes ¿qué? ¿27? -intenta adivinar.
- Casi, 28. Mi edad real son 517 años -me mira sorprendida. Seguro no se lo esperaba.
- Eso es mucho tiempo -murmura en voz baja.
Mucho tiempo buscándote.
- ¿Y tu qué? ¿30? -me burlo de ella.
Mi mira con la boca abierta, haciéndose la ofendida.
- Voy a fingir que no escuché eso -niega. -Tengo 22, reales y ficticios -se ríe. Y que sonido más espectacular su risa, podría escucharla todo el día.
Sus mejillas se tornan de un color rosado, al tiempo que desvía la mirada. Y caigo en la cuenta que me la quedé mirando más de lo normal.
- Tengo una hermana gemela, se llama Camil -le cuento, para cambiar el rumbo de la conversación. -Hoy estuvo preguntando por ti -admito en un susurro.
- ¿Por mi? -pregunta sin entender.
Me río y ella arquea sus cejas en señal de interrogación.
- Bueno cuando tienes tantos años como yo en solitario, empiezas a creer que tu alma gemela no existe -suspiro. Es cierto.
- Yo tampoco encontré a mi pareja rápido. Veía a todos mis amigos y compañeros encontrar a su mate, y yo nada -me confiesa un poco avergonzada. -Llegué a pensar en algún momento que algo andaba mal conmigo.
La tristeza inunda su voz, y me enojo conmigo mismo por no haber aparecido antes en su vida.
- No hay nada mal contigo -acomodo un mechón de pelo detrás de su oreja. Se muerde el labio, y exploto en ganas de querer besarla.
Paciencia Aiden, paciencia.
- Llevo un tiempo pero ya nos encontramos -le sonrió con picardia.
Ella vuelve a sonrojarse.
- Alexia, ¿aceptarías cenar conmigo? -le pregunto tomando su mano y depositando un suave beso.
- Si claro -acepta enseguida. Su cuerpo tiembla y me doy cuenta de que ya se hizo muy tarde y esta mu fresco.
- Ya debemos volver, hace frío -me saco la campera y la pongo por detrás de sus hombros, para cubrirla del rocío de la noche. -Te acompaño hasta tu casa.
- Esta muy lejos -bosteza y se le cierran los ojos. El cansancio se le nota en el rostro.
- Entonces yo te llevo -ni de broma voy a dejar que se vaya sola, aunque sé que sabe defenderse bien.
- No tienes que molestarte -sus mejillas vuelven a sonrojarse.
- No es ninguna molestia, vamos -la indico para que regresemos.
El viaje hasta su casa me va contando sobre ella; el asesinato de sus padres a temprana edad, la responsabilidad de su abuelo, el entrenamiento desde chica. Y la verdad es que me deja sorprendido. Haber atravesado tantas adversidades a tan corta edad, es impresionante. Me siento realmente atrapado por esta mujer, y no sólo por el vínculo de pareja.
Estaciono frente a su casa y bajo a abrirle la puerta. La acompaño hasta la puerta.
- Entonces, ¿cenaras conmigo mañana en la noche? -la tomo de la mano y trazo círculos con el pulgar en su piel.
- Si, claro -me confirma, y mira la mano que tomé pero no me dice nada. Ambos disfrutamos del roce de nuestra piel. -Gracias por acompañarme.
- Es un placer -me llevo su mano a la boca y le doy un suave beso, sin quitar la mirada de su rostro. Ella se ruboriza. -Que descanses Alexia.
- Que descanses Aiden -acorta la distancia entre nosotros y me da un beso en la mejilla.
Me dirige una última mirada, y acto seguido entra en la casa. Me quedo estático unos minutos, sorprendido, eufórico. No puedo evitar tocar la mejilla donde me besó, aún se siente la calidez.
Me marcho a la aldea con el corazón latiendo a mil, y con la esperanza de poder ganarme su corazón.