Capítulo 8

1314 Palabras
ALEXIA. La noche está despejada, la música suena baja, la luz es tenue, y el ambiente tranquilo. Aiden sigue deliberando sobre el menú, sin decidirse aún. Aprovecho la oportunidad para observarlo más detalladamente. Su ceño está fruncido y sostiene su barbilla con dos dedos, lo que le da un aspecto despreocupado y tierno. Tiene una incipiente barba negra que está prolijamente recortada, la curiosidad me pincha por saber como se sentirá su textura bajo mis dedos. Los primeros dos botones de su camisa están desbrochados, dejando entrever el comienzo de su musculatura. Inconscientemente empiezo a imaginar lo que sería recorrer todo ese cuerpo con mis propias manos. Lo escucho aclararse la garganta y enseguida levanto la vista, sólo para encontrarme con la intensidad de esos iris color ámbar. El deseo recorre su mirada, parece que estuviera deborandome con los ojos. Ay Señor alejame del pecado. Siento mi cara arder al rojo vivo. - Me encantaría decir esto con el mayor respeto posible -empieza diciendo, y siento que muero de la vergüenza. -Si sigues mirándome así todo el autocontrol que estoy teniendo se va a ir al tacho. Mi lado osado y sexy empieza a asomarse, y lo reto un poco. Muerdo mi labio inferior en una clara señal de provocación. Mi cuerpo le da la bienvenida a la excitación, y el calor empieza a recorrerme. Lo escucho tragar saliva, sus pupilas se dilatan. No dejamos de mirarnos, sin siquiera pestañear. - ¿Puedo tomar su orden? -nos interrumpe la camarera, sacándonos del transe. Aiden la fulmina con la mirada. - Yo pediré un bistec bien cocido con papas chips -le digo rápidamente, distrayendola de la cara de perros de Aiden. - ¿Y el señor? -pregunta al tiempo que voltea a verlo. Ahogo una risa al ver que arruga el ceño frustrado. - Yo pediré un pollo a la crema con verduras. Y traiganos por favor la mejor botella de vinos que tengan -sentencia, entregándole la carta. - Claro, enseguida -se retira y nos deja nuevamente solos. Lo miro todavía con el ceño fruncido y no logro contener una risita. Él se me queda viendo hasta que afloja el gesto y me sonríe. Toma mi mano y me da un suave beso en la palma. - Discúlpame, no te pregunté si te gustaba el vino -se lamenta. - Si, me gusta. Esta bien -lo tranquilizo. Intento cambiar el foco de la conversación. -Tu hermana, ¿la conoceré hoy? Duda un segundo. - ¿Quieres conocerla? -enarca las cejas con sorpresa. - Si, me gustaría-me encojo de hombros, decidida. Sonríe y me roba el aliento. La camarera vuelve con el vino y dos copas. Lo destapa y nos sirve, para luego retirarse nuevamente. - ¿Y desde cuando conoces a Karlos? -me pregunta, con un poco de recelo. - Desde que somos chicos. Éramos vecinos, cuando yo vivía en el pueblo con mis padres. Siempre fuimos mejores amigos, es como el hermano que nunca tuve -le cuento. - ¿Cuándo te mudaste a las afueras del pueblo? -empieza a indagar. - Cuando mis padres fallecieron. No podía seguir en la casa de ellos, así que me mude con mi abuelo. - Permiso -escuchamos la voz de la mesera, al tiempo que se acerca a dejarnos nuestros platos. -Que los disfruten -le sonríe risueña a Aiden. Descarada. - Gracias -le digo cortante, para que ya se retire. - Esto se ve delicioso -se me hace agua a la boca. - Por favor, no voy a detenerte -hace un gesto para que comience a comer mientras se ríe. Lo miro de mala gana, y él solo se ríe más fuerte. Niego con la cabeza y comienzo a degustar el plato. Aiden me imita y comemos en silencio, disfrutando de la presencia del otro. La cena es amena y tranquila, podría acostumbrarme a esto. De a momentos intercambiamos miradas y sonrisas, quien nos viera pensaría que somos una pareja con bastantes años juntos. Y debo confesar que aunque lo conozco hace dos días, siento como si ya lo conociera de hace muchas vidas atrás. - ¿Y tu hace cuanto conoces a Raoul? -le pregunto entre bocado y bocado. Suspira pensativo. - Lo conocí a Raoul cuando apenas era un adolescente. Huérfano, no tenía idea de su propia naturaleza. Yo lo fui guiando, hasta que se convirtió en mi mano derecha -me deja más asombrada todavía, del corazón enorme que posee. - Lo que hiciste por él es hermoso -admito. - No podía dejarlo en la calle -se encoje de hombros. Ambos terminamos la comida satisfechos, mientras disfrutamos del vino. - ¿Quieres pedir algún postre? -me pregunta mirando la carta. - No, estoy bien. Te agradezco -estoy realmente satisfecha. Vuelve a tomar mi mano, acariciando la palma con su pulgar. - Espero que la estés pasando bien -su voz es dulce, casi en un susurro. - Si, realmente bien -le sonrió, correspondiendo a sus caricias. Aunque quisiera hacer más que eso. El calor empieza a recorrer mi cuerpo nuevamente, y siento que las mejillas me arden. - Iré al baño un momento -me levanto separándome de su roce. - Pediré la cuenta entonces. Ya en el baño, refresco mi rostro para calmarme un poco. Mi loba está ansiosa, impaciente por lanzarse encima de Aiden. Y no lo niego, yo también. Pero quiero que las cosas se hagan con calma, para que nada pueda salir mal. Miro mi rostro en el espejo, todavía queda un rastro de rubor. Suspiro un par de veces para poder calmarme, y vuelvo a la mesa. Aiden está ya de pie hablando por teléfono. Lo miro a la distancia, imponente, masculino, distraído. Las famosas "mariposas" revolotean en mi estomago. Me le acercó sonriendo al tiempo que cuelga el teléfono. - ¿Nos vamos? -me ayuda a colocarme mi abrigo. - ¿A donde vamos? -pregunto con curiosidad. - Te llevaré a conocer a mi hermana, si tu quieres -me dice con cautela. Asiento, confirmandole que no voy a echarme para atrás, y el me devuelve la sonrisa mientras me sujeta de la cintura para guiarme afuera. A unos metros del coche tomo coraje y freno en seco antes de llegar. Él se gira, quedando frente a mi, con un gesto de sorpresa. Me paro en puntas de pie y lo tomo por el cuello con ambas manos, para acercarlo a mi. Con decisión y firmeza junto sus labios con los míos, deleitándome con el dulce sabor de su boca. Él duda un segundo, desprevenido, y me toma por la cintura, pegándome a su cuerpo. Una de sus manos sujeta mi nuca. Ay dios santo. Estuve esperando toda la noche para hacer esto, y que bien se siente. Le doy permiso a su lengua para examinar mi boca. Una de mis manos jala de su cabello y muerdo su labio inferior. Un suave gemido se escapa de sus labios. - Alexia por favor -me pide. -Si no paramos mi autocontrol no durará mucho, y quiero hacer bien las cosas contigo -se separa un poco de mi, pegando su frente con la mía. - Perdón, no me aguanté -le confieso, mordiendo mi labio. - Igual puedes repetirlo cuantas veces quieras, no me molesta -paso mis manos por su pecho, que bien se siente su cercanía. - Nos espera tu hermana -suspiro. No quisiera alejarme de él. - Si, cierto -se separa lentamente de mi y abre mi puerta. Subo, sintiendo el vacío que deja su cuerpo lejos del mío. Necesidad traicionera, que hace flaquear mi autocontrol. El corto recorrido hasta la cabaña de su hermana fue en silencio, aunque no incómodo. La tensión s****l, la necesidad el uno del otro, puede palparse en el aire. Ambos nos deseamos pero ambos somos cautelosos, queriendo hacer las cosas a su debido tiempo. La verdad es que no sé cuánto pueda durar toda esa precaución.
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