8.

1609 Palabras
Recuerdo dónde estuvieron mis labios hace tres noches y la sesación de estar ahí me vuelve loco. Recorrí sus curvas y estuve a punto de llevarla hasta mi cama, pero mis padres llegaron e interrumpieron sino hubieran llegado hubiera amanecido con ella con las piernas entrelazadas. Gruño de nuevo, y mejor me concentro en una de las empresas que mi padre todavía no me quita. Pasan al menos dos horas de trabajo cuando alguien llama a la puerta y con un "pase" frío la persona entra, levanto la vista un poco y no es la persona que esperaba que fuera, aunque tienen los ojos del mismo color ocre y el cabello dorado pero son distintas en las facciones del rostro. La última vez que la vi estaba diferente, está vez se ve más gastada como que no ha dormido en días. —Buenos días—saludo en cortesía. —Buenos días Seth—saluda de igual manera pero hay tristeza en su voz. Dejo los papeles que tengo en las manos y le prestó atención. —¿Qué se te ofrece?—juega con sus dedos y traga saliva. —Sé que es muy pronto... Pero... ¿Emma no ha estado contigo?—niego, y ella suspira—. Gracias eso era a lo que venía. Se levanta de la silla pero me deja con duda. —¿Qué pasa con Emma?—se detiene. —Nada—ese nada me dice muchas cosas. —Por favor... ¿Qué sucede con Emma? —Son cosas de familia—da un paso pero ya estoy parado detrás de ella y no dudó en tomar su mano y girarla. —Pronto seré parte de la familia—ella niega—. Solo dime qué sucede. —Emma no aparece desde hace tres días—me quedó en shock. Pero hace unas noches la vi, estuve a punto de tenerla en mi cama y ahora ya... —¿Por qué hasta ahora me avisas?—me dejo caer en la silla dónde ella estaba sentada. —¡Seth! Lo último que escucho antes de que todo se vuelva oscuro. (-) Despierto en mi cama con Zeus y Hera acostados a mi lado, me pongo de pie y bajo a mi recibidor donde encuentro a más de cuatro personas... Mis padres, dos adultos como la edad de mis padres que posiblemente sean los padres de Sara, mis hermanos, su hermana con el que supongo es su marido y al pequeño capitán sonrisas de Sara. Emma. Mi Emma. La cabeza me da vueltas, y mis pies están más torpes de lo normal tanto que mi padre tiene que poner su cuerpo de soporte para que no me rompa la cara en el suelo. —Tranquilo, cariño—dice mi madre mientras mi padre me sienta en mi sillón. —¿Qué me pasó?—me tallo la cabeza con una mano. —Te dio un bajón de presión—me dice mi madre. Mi hermano se acerca y se pone frente a mí con esa horrible cosa que usa para ver si los ojos están bien. —Sus sentidos están bien—dice en voz alta—. Lástima que no puedo decir lo mismo de su cara. —Dame una razón para no romperte la cara—gruño. —¡Ya, los dos!—mi padre teniendo el control de todo. Si se puede más. Zeus y Hera se ponen junto al sillón donde Sara se sentó la última vez que vino. —Se han puesto ahí desde que llegamos—me avisa mi madre. —Ven Zeus—mi perro mueve las orejas pero no se mueve de ahí—. Ven campeón. Hera, ven chica. Ninguno se mueve. Hera se levanta y se acuesta pegada a Zeus, depositando su cabeza en las patas de él para llorar con él. De alguna manera me levanto y pongo junto a ellos en el suelo. —Mami, ¿Dónde está mi tía Emma?—ella sonríe de una manera que dice mucho. —Ya vendrá, mi amor—pone a su hijo sobre sus piernas—. Tal vez se fue a comprar el regalo que querías de cumpleaños. —No lo creo... Ya lo tiene, lo vi debajo de su cama hace una semana—sonrío como idiota. Mi Neftis. ¿Dónde estás? El teléfono de mi casa suena y mi madre contesta poniendo el altavoz. —Tengo dos noticias—ruedo los ojos—. La buena es que una cámara la vio en la ciudad... La mala es que no sabemos nada más. Con él siempre me ha gustado pelear pero ahora Sara la que está perdida y no tengo tiempo para jugar o hacerlo enojar. —Deja tu maldita computadora y empieza a rastrear su teléfono—vocifero molesto. —Dormido me caes mejor—una carcajada amarga sale de mi boca. —Sino quieres que haga tu trabajo búscala... —Seth... Mi celular suena en el bolsillo de mi pantalón, número desconocido. —¿Seth?—su voz, es ella. Emma. —¿Emma?— pongo de pie rápido. Sus padres levantan la vista y su hermana me pone atención, pongo el teléfono en altavoz y lo dejo en la mesa del centro. —Seth... —¿Estás bien, Emma?—un minuto de silencio que me parece eterno. —Sí, no tengo nada... ¿Puedes venir por mí? —Dime dónde estás y horita voy por ti. —Es que... No sé dónde estoy... Seth no sé dónde estoy-se empieza a alarmar. —Tranquila, dime qué hay a tu alrededor—suspira. —Hay un arroyo, también un árbol muy grande... Lo demás es pura montaña. —Hazme un favor... No cuelgues el teléfono, voy a rastrear la llamada, Emma, no culgues el teléfono. —No lo haré. Empiezo a rastrear la llamada con mi celular, en menos de tres minutos ya tengo al ubicación de Sara. —¿Emma? —¿Ya me encontraste? —Ya—mis ojos van a quien la rastrea y asiente—, sólo quédate ahí no te muevas. La ubicación dice que está a casi seis kilómetros fuera de la ciudad y como a veinte kilómetros lejos de la carretera más cercana por eso le pido que no se mueva. Mi hermano, su padre y el mío me acompañan a ir por ella, en el camino no dejo de pensar en cómo pudo llegar ella hasta ahí, un nombre se me viene a la cabeza pero lo dudo... Yo vi cuando su auto explotó con él adentro. Debo admitir que mi padre maneja rápido y que las influencias en gobierno que tiene hace que no nos arresten por ir a más de cien kilómetros por hora. La silueta de Sara se ve a la distancia y justamente esta el arrollo que menciono y el enorme árbol en el que está sentada en sus raíces. Soy el primero en bajar ella levanta la vista y corre a mis brazos en cuanto me ve. Sólo lleva una camisa que cubra su cuerpo. —Emma—su padre la llama y ella no duda en soltarme para ir a abrazarlo—. Mi dulce niña. —Creí que no te vería de nuevo papi—dice ella en los brazos de su padre. —Lo mismo digo mi niña—le da un beso en el cabello. Me alejo para dar espacio, mi hermano me hace una seña para que me acerque y voy a él. Marcas de neumáticos están sobre la arena. —Hay algo en medio del arroyo. —¿Qué crees que sea?—se encoje de hombros. —Hermano, hace mucho que no sabemos de... —Está muerto Rafa, los muertos no hacen esto. —Solo digo que sí el muerto no está muerto... Tanto tu vida como la de ella peligran. —No lo está Rafael. Nos regresamos y le dejamos a Víctor las coordenadas de donde estaba Sara... Su madre, su hermana, su sobrino, y su cuñado la reciben con los brazos abiertos, no digo o hago algo por abrazarla, ya lo hará cuando ella lo considere. Mi primo la llena de preguntas cuando regresa de el lugar donde la encontré y ella le responde todo como recuerda para que al final mi primo le agradezca la información. Subo a mi habitación y la dejo con su familia en la planta baja. La puerta se abre pero estoy de espaldas a ella así que no sé quién es. —Gracias por ir a buscarme—me giro y está parada en la puerta. —No tienes porque agradecerme—se encamina a la cama. —Si tengo... Pude llamar a cualquier persona y te llamé a ti—asiento. Se sienta al borde de la cama con sus manos entrelazadas. —También pude a verte dicho que no—le digo y sonríe ligeramente. —Ese es el problema...—dice en susurro—. Fuiste cuando te lo pedí. Así que acepto el trato. —¿Qué aceptas? —Me caso contigo por el tiempo que necesites... Pero después cada quien por su lado... —Emma... No quiero que lo aceptes por lo que hice... —Esa es mi decisión Seth... Nos casamos dentro de un mes. Pero se acabaron tus mujeres. Al menos por el tiempo que dure el matrimonio. —De acuerdo. Acepto, no de la forma que quería pero lo hizo... Será mi esposa justo como quería pero quiero saber quién diablos se atrevió a llevársela por dos días y dejarla en ese lugar.
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