((Jason))
Llegamos a la cafetería y parece que Amanda conoce el lugar porque va directo a una mesa y una chica de unos veinticinco se acerca y saluda de beso a Amanda que no parece incomodarle que la chica la haya besado en los labios.
—¿Qué van a pedir?—pregunta la chica después de mirarnos por un momento a mí y a Carlo.
—Un americano por favor... Y un pastel de chocolate—nunca lo pide, nota las miradas que le damos y hace una cara de pocos amigos—. Se me antojo, ¿sí?
—¡Federico!—esa voz... Se escucha preocupada. Levanto la vista y ahí está mi linda Sara con un vestido sencillo pero que resalta sus bellas curvas a la perfección.
—Lo siento señorita Williams—dice el trabajador del banco—. Sara... No puedo ayudarte está vez.
—Con lo que mi madre...
—No te alcanza Sara—baja la cabeza y suspira—. Veré si puedo darte más tiempo... Pero te daré una semana más de las tres que ya tienes.
Un mes.
—Saluda a Mariana de mi parte—mi castaña se da la media vuelta y se mete en su oficina.
El trabajador se retira de la cafetería y eso me da una idea de ver una forma de que mi amada Sara acepte una propuesta muy buena para los dos.
La mesera se retira y no dudó en marcarle a Mario.
—Consigue toda la información que puedas de Sara Williams la quiero en cuanto antes.
Cuelgo sin esperar respuesta.
—¿Qué intentas?—me pregunta Amanda.
—Intentó conseguir a mi esposa de una manera poco limpia.
—Bien jugado—asiento con una sonrisa en los labios.
Salimos del café en dirección a la empresa, entro en la sala de juntas ya que Mario me consiguió lo que le pedí en menos de una hora. Por eso es mi amigo, además de ser abogado es un maldito hacker profesional.
Nos pide que nos sentemos y eso hacemos.
—Su nombre es Sara Williams—ya lo sabía—tiene veinticinco años, soltera, se graduó en negocios internacionales y en administración de empresas, su madre falleció hace un año—dice mientras cambia la diapositiva—. Tiene una hermana mayor de nombre Mariana, ambas son de diferente padre como podrás tu chica es castaña y la hermana mayor es rubia...
—No me interesa su vida personal—Mario me mira de manera inexpresiva—. Quiero ver su situación financiera.
—Debe cien grandes al banco-¿Por qué debe esa cantidad?—. Su madre le dejo una cantidad pero no le alcanza para pagar la deuda.
Ya sé con que trabajar en ese caso.
Agradezco la información, entro en mi oficina y yo mismo empiezo con la elaboración de un documento que la cita en mi oficina mañana temprano.
Cuando lo termino se lo mando a Amanda para que lo imprima y se lo dé a Gregory para que haga los envíos.
Manejo de regreso a la cafetería y me dedico a observar solamente, muchas personas entran y salen del lugar, algunas parejas que disfrutan del café que mi linda futura esposa prepara.
Hace unas horas que estoy aquí y creo que he juntado algo de información, regreso la vista a la castaña, su cabello está recogido en una coleta sencilla. El mismo chico de la otra noche se acerca con un enorme ramo de rosas.
Sara se da la vuelta y entra en la tienda.
Rato después el chico sale maldiciendo pero se queda estático cuando ve mi auto más no a mí, desliza su mano por la pintura negra del auto.
—Lo que daría por tener un coche como este—y yo por la mujer que dejaste ir.
Ruedo los ojos cuando le toma una fotografía al vehículo, es increíble que hagan esto. Para mí este auto no tiene ningún valor monetario.
Las horas pasan y mi linda Sara cierra su cafetería, suspira cansada, camina hasta una camioneta roja que es la misma que la de la otra noche prende el motor y arranca y no evito seguirla.
Estaciona en un parque y me hago el idiota pasándole de largo. Llegó a un punto donde puedo estacionar bajo del auto y camino para encontrarla viendo los pequeños niños que juegan en el parque.
—¿Puedo?—pregunto antes de sentarme.
Sólo asiente. Saco mi celular y le doy vueltas mientras ella lee un libro que yo ya leí.
—Una Corte de Rosas Y Espinas—digo el título en voz alta, ella cierra el libro usando su dedo de separador—. Me gusta más el segundo.
—Todavía no compro el segundo-dice con tranquilidad—. Cuando lo haga me gustaría tener con quién hablarlo.
—Estoy a tu disposición—digo de manera relajada—. Aunque deberás hacer una cita si quieres verme.
—¿Tan ocupado estás?—se gira a verme y sus ojos son los que me hipnotizan, increíblemente hermosos.
No había visto otros ojos iguales en ninguna parte.
—Soy una persona importante—trato de no ver sus bellos y resplandecientes ojos—. Negocios aquí, negocios allá, soy hombre de negocios.
—Tal vez sí decida verte—se qué algo le interesó de mí por la forma en la que me mira. Por un momento sus ojos caen en mis labios y luego regresa su vista a mis ojos.
Yo también quiero saber que se siente besarte... Maldita subconsciente. Aunque no niego que no me desagrada la ida.
Duramos hablando por unas horas hasta que la noche cae y la acompañó a su camioneta, se sube y como todo un caballero cierro la puerta de su coche.
Se despide con una sonrisa que me gusta y agrada.
Dios... No hagas que me enamoré de ella.
((Sara))
Me dieron la nota en la mañana así que no sé para qué me querría hablar el joven multimillonario Jason Jefferson, o mejor conocido como el demonio. Su vida es algo fuera de lo común. Sé que sabe usar motocicleta, que es súper frío en el tema de los negocios y que no es de relaciones serías.
Eso dicen los medios.
Y las chicas que ha dejado atrás.
Estacionó frente al enorme edificio de bello color gris, entro por la puerta y todos parecen hormigas trabajando como locos, bueno es una de las empresas más reconocidas a nivel mundial.
La señorita del recibidor teclea como el mismo diablo sin detenerse en ningún momento, toso un poco y está sigue sin hacerme caso.
—Disculpa... El señor Jefferson me mandó...
—Deja el café aquí luego te lo pagamos—sigue tecleando sin verme.
No me encargo nada de eso.
Saco el comunicado y lo leo de nuevo, tal vez me perdí algo que involucra el café que vendo, pero no es así... Él pidió verme a mí.
Me regreso a la recepción y la chica no me mira ni por error.
—Sólo quiero que me dejes verlo—le pido pero sigue tecleando.
—Mira me mataran si te dejo subir—apunta al ascensor con la pluma—, además el señor no pidió ninguna puta por el momento.
Tecleo el número que hay en el documento y espero a que suene.
—Diga—es la voz de una chica.
—Disculpe me mandaron un documento ayer y tenía este número...
—Así... El señor Jefferson desea verla—comenta la chica animada.
—El problema es que ya llegué y la recepcionista no me...
—Ya va alguien por usted.
En minutos llega un joven que intimida pero me dice que lo acompañé la chica ni se da cuenta cunado le pasó por un lado en dirección al elevador privado. Qué me lleva a ver al señor Jefferson, una chica de cabello oscuro está frente a la computadora marcando diferentes números en su monitor.
—Pase la esta esperando—agradezco y entro.
La oficina es enorme, de un color gris claro impresionante, hay muchas cosas aquí, como un sillón y un televisor enorme que más bien parece tela para ver películas.
Regreso la vista al hombre que está parado frente a la ventana. Se da la vuelta y es el mismo con el que estuve hablando ayer en el parque, el mismo que fue a mi cafetería. Y con él que hable por unas horas. Luce un traje gris claro con una corbata verde y camisa negra.
—Hola Sara—me saluda y pide que me siente.
Lo hago y juro que me dará un infarto por tener al mayor empresario frente a mí.
—¿Por qué no me dijiste quien eras?—me quejo.
Después de que ayer pasamos horas hablando ya no hay porque tratarlo con respeto. Pero él puede hacer que me quiten mi cafetería.
Suspiro al recordar que tal vez la pierda en un mes más.
—No preguntaste—se sienta frente a mí y sonríe—. Sara necesito pedirte un favor del tamaño del sol.
—¿Qué favor?—arqueo una ceja.
—Casate conmigo.