La cague y de una manera enorme, hace dos días que mi nuevo compañero de casa llegó, pero bueno, al manos no comeré sola en la noche o sabré que si me pasa algo hay otra persona en la casa a la cual puedo acudir.
Reviso de nuevo los contratos de exportación que tengo con Londres y con Chile, me pongo a escribir un par de cosas que me pueden ayudar a mejorar en mi beneficio, soy consciente de la mirada de Bastián que sigue parado en la puerta desde que llegué y me senté en el escritorio que era de mi abuelo.
—¿Se te ofrece algo Bastián?—pregunto con cortesía.
—No me explico como una chica como tú—se acerca para tomar asiento frente a mí—, sigue soltera.
Bastián me gana por unos tres años y por lo que sé, también es soltero.
—Tú también lo eres Bastián—le recuerdo.
—Te recuerdo que hace unas semanas estaba muy bien acompañado en Rusia—escándalo enorme ya que lo vieron con una modelo alemana paseando por las calles de Moscú, Rusia—. El punto es que a ti es a la que no han visto con nadie en muchos años.
—¿Y? No soy muy de esas cosas—y por qué mando a quien me pretende por un tubo como al pobre de Dereck.
Tal vez de llamarlo y aceptarle una cita.
—No eres una anciana Zara—ya lo sé pero no veo su punto—, y dime que por lo menos si has pensado en socializar.
Cierro la carpeta que tengo en mis manos y luego las acomodo en el primer cajón que tengo en mi mueble.
—¿Eres el verdadero Bastián Santori, ese empresario frío y cruel a los que todos le temen?
Su semblante cambia a uno diferente y deja el divertido de lado.
—Sólo probaba una teoría—ok, tal vez este si sea el hombre que hace temblar a los empresarios mayores y que hace que la ropa interior de cualquier mujer se moje—. Pero veo que contigo no funciono.
Me levanto de mi silla decidida a irme, por qué no me gusta ser conejillo de indias de nadie, aunque sea un invitado en mi casa. Camino hasta casi llegar a la puerta, cuando siento su mano en la mía para después ser jalada y sentada en el escritorio de mi abuelo.
Abre mis piernas y se pone en medio de ellas para que no se puedan volver a cerrar.
Lo intento mover pero no lo hace, vuelvo a intentarlo y no me deja en lo absoluto, también intento bajarme pero me lo impide por lo pegado que está al escritorio.
—No me gusta que me den la espalda—advierte mientras me hace mirarlo.
—Te recuerdo que la dueña de la casa soy yo—uso el mismo tono que él, no por nada me dicen perra o bruja—, así que suéltame o te vas de mi casa.
—¿Irme?—mis manos se detienen en su pecho porque él toma mis muñecas con firmeza—Zara, al no tener amigos o pareja soy tu única compañía en esta casa—punto a su maldito favor—. Y no me iré tan fácilmente, así que no son buenas opciones las que me diste.
Me empiezo a sacudir de nuevo pero está vez abusa de su fuerza y me rodea con sus brazos dejándome muy cerca de su cuerpo. Mis labios están demasiado cerca de los suyos.
—Que ganas tengo de cerrar esa puerta con seguro y perderme entre tus piernas—usa un tono que de verdad moja mi cuerpo—. Pero no lo haré... No mientras seamos rivales en casa.
Trago saliva, es una maldita amenaza que me gustaría que se cumpliera.
Me suelta y se retira del lugar, trato de calmarme pero... ¡Estoy mojada! Y sólo fueron palabras, ni siquiera me tocó.
Hago un esfuerzo para que no se me note que estoy así, subo las escaleras pero mi amada Ana me detiene antes de llegar hasta arriba, ella sabe de que Bastián está aquí en la casa y que se quedará por un tiempo.
—Dime Ana.
—Quería ver sí... Es qué...
—Sólo dilo—le dedico una mirada dulce.
—Mi hija... No ha conseguido empleo y quería ver si me podía ayudar con eso—asiento y le pido que me acompañe a mi despacho que es donde míster sexy me mojo sin proponérselo, me siento en mi silla y ella en la que estaba Bastián hace unos momentos. Le pido sus nivel de estudios pero baja la cabeza-. No terminó la preparatoria.
—Ana, ¿Qué tipo de trabajo esperabas que le diera?—levanta un poco la vista.
—Que trabaje aquí conmigo haciendo el aseo—es más suplica que otra cosa—. Mi niña, mi hija... Luisa es madre de una pequeña y... Ambas se vinieron...
—Ana dile que la quiero aquí mañana—ella asiente súper alegre.
—No te arrepentirás mi niña—celebra ella.
Eso espero. Mi abuelo tenía a Ana como madre soltera y sé que lo era, no tenía papeles para su hija pero se vino aquí dejando a la pequeña con su abuela, Ana trabajo para mi abuelo muchos años, tanto que mi abuelo le agradeció sus servicios pagándole los papeles a su hija y a su nieta.
Me acuesto a dormir para prepararme para un nuevo día mañana en la mañana.
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Despierto a la hora de siempre y bajo a desayunar a la misma también, es fin de semana así que no tengo que ir a trabajar, no soy ninguna tirana con mis empleados, la mitad de la empresa descansa el viernes y sábado, y la otra mitad lunes y domingo, me ha funcionado así por años, ya que el abuelo me pidió una opinión de como laborar aun en fin de semana pero también quería dar dos días de descanso.
Me siento en mi silla esperando a que mi querida Ana me sirva mi desayuno de siempre.
—Huevos y tocino con una taza de café—celebro como una niña cuando pone el plato frente a mí.
Empiezo a comer cuando un niña de unos ocho años pasa por el comedor y se pone junto a Ana.
—Nana.
—Dalia, saluda a la señorita—le dice otra voz proveniente de la puerta—. Buenos días señorita Sara.
—Buenos días señorita—la niña saluda desde dónde está.
—Igualmente—les correspondo.
Ana se da la vuelta con un plato de frutas y un plato con cereal, lo pone en la mesa y quiero agarrar una fresa del plato pero el dueño me toma la mano antes de tomarla.
—Pareces una niña—me reprime.
—Ana, me puedes dar un tazón enorme de fresas—ignoro a mi compañero de casa.
Ana asiente y se pone a cortar las fresas que la niña glotona de mí le pidió.
No sé que me da por voltear a ver el periódico de Bastián pero la noticia que encabeza la portada es de... Se lo arrebato y me pongo a leer, no me interesan sus reclamos o que me exija que se lo devuelva, me concentro más en el accidente de avión, leo el numero del avión y marco rápidamente el número de Jason, me manda a busón, vuelvo a marcar y no me da linea.
Le marco a su madre y no me responde, le marco a su padre que me responde.
—¿Dónde está Jason?—mi voz tiembla al ver el periódico, Bastián se paro a mi lado para leer y vio la noticia que de seguro evito.
—Está dormido en su habitación... Viste la noticia del avión ¿verdad?—trago saliva y escucho un movimiento en la línea.
—Te preocupas por tu futuro marido—hijo de perra.
—Me preocupo de que no me hagan una demanda millonaria y quede en bancarrota por un idiota.
—Me quedan muchos años corazón.
—Vete al diablo, Jason.
Cuelgo.
Mi tazón de frutas me calma mi mal humor y empiezo a comerlo, Ana me mira con reproche ya que me lo estoy comiendo sin tomerle sabor. Bastián y yo desayunamos tranquilos, le regresé su periódico y continuo leyendo.
—Señora—levanto la vista y veo a Bruce parado junto a la puerta—, los chicos encontraron... Mejor venga.
Me levanto y dejo mi desayuno a medias, sigo a Bruce por los pasillos hasta que llegamos a un pasillo donde damos vuelta, me está llevando al jardín trasero, dónde en ocasiones hago una pequeña tarde para mí.
Los ladridos son los primeros en llegar a mis oídos, salimos al patio y lo que ven mis ojos es a un perro de color extraño ya que está cubierto por ramas y un montón de lodo, la boca esta llena de sangre, mueve la cola en señal de alegría y espero que no haya mordido a alguno de mis trabajadores.
El perro me sigue a donde vaya acompañada de Bruce y de Bastián que no se pudo quedar en la cocina, llegamos a lo que... demonios, y yo no... mi desayuno sale acompañado de lo de anoche creo.
—¿Cuánto lleva el... animal... aquí?—el olor es horrible.
—Creemos que un par de días—contesta uno de los chicos que acompañan a Bruce—, pero por lo que vemos el perro fue quien lo mato.
—¿Cómo demonios entro un mapache a mi propiedad?—se encojen de hombros.
—Suponemos que por donde el perro entro—me guían a otro lugar en la casa alejándome del olor a animal muerto, me muestran un agujero en la arena que le da el pase perfecto a un animal grande como el perro que no deja de seguirme.
—Repárenlo lo antes posible—ordeno y ya restaurada por las nauseas de hace un momento.
—¿Y el perro?—pregunta el mismo chico.
—A la perrera—dice Bruce antes de que yo piense y diga que hacer.
Siempre he querido un perro y esté está aquí, no, además en las perreras matan muchos perros.
—Báñalo Bruce—orden, me pongo de rodillas y el animal se me acerca—, quítale toda la sangre de la boca y el lodo que tiene su pelaje, lo quiero limpio si se va a subir a mi cama.
—¿No estarás pensando en adoptarlo?—me dice Bastián.
—Siempre he querido un perro, y sí lo voy a adoptar, es hora de no estar tan sola. Deja que te bañen mi amado Hades... Dios del Inframundo.