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Error de principiantes.

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tragedia
pequeña ciudad
secretos
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Descripción

Un amor de adolescentes será el fruto de tantas adversidades, dándole un respiró a ambos de sus numerosos problemas. Pero como bien dicen, no todo lo bueno perdura, ambos tendrán conflictos al mantener este amor en secreto, provocando nuevos conflictos en el futuro. Amar no es un pecado y mucho menos un crimen, a menos solo para ellos quienes salen victoriosos, pero, ¿Que sucede con aquellos que no cuentan con la misma suerte?, ¿Se les puede culpar por ello?. Al final de cuentas solo aman con locura sin medir las consecuencias e intentando mantener aquel sentimiento tan emotivo que provoca el amor, cometiendo el error de todo principiante. Amar a ciegas.

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CAPÍTULO 1: ENCUENTRO.
En el campo de flores de loto yace recostada un joven muchacho quien observaba con ternura y sobre todo admiración los pequeños capullos de las pequeñas flores que pronto se abrirían y se convertiría en unas grandes flores de manzanilla. Su escaso pelaje corría por todas partes a causa de la brisa quien a su vez movía hacia adelante y hacia atrás todas las flores dando la impresión de estar bailando armoniosamente. Aquella perfección de la naturaleza dejo maravillado al muchacho, quien se levantaba alegre, pero con cierto sentimiento de desilusión, pues era momento de volver a casa y continuar con sus tareas como todos los días en vacaciones. Sin embargo, recordar que mañana iniciarían las clases la ponía algo sentimental, pues aunque le gustaba asistir a aquellos lugares llenos de monumentos e inmensos lugares que parecían palacios, recordar que tenía que irse era algo catastrófico de cierta manera. Pues dejaría este bello sitio natural lleno de vida y sobre todo tranquilidad, cosa que los pueblos cercanos a la capital no tenían, pues constantemente se escuchaba mucho el bullicio de la gente por casi todas partes. El grito de su abuela fue la señal para darse cuenta de que llegaría tarde a la estación del vagón si continuaba en el mismo punto, con prisa y algo de torpeza llegó a la pequeña casa ubicada algo lejos de la carretera que llevaba justamente al centro del paraje, dónde se podían observar los pequeños puestos que vendían cosas de segunda mano o incluso las cosas que se utilizaban habitualmente y no muy lejos del lugar se encontraba la estación, dónde podía comprar el ticket, eso si, con anticipación, de lo contrario no se te tomaría en serio, algo tonto si se tratase de algo realmente urgente pensó el joven. —¿Llevas todo? — habló la anciana mirando el interior de las maletas desgastadas. —Todo, no me he olvidado de nada — aseguró muy convencido. —Te extrañaré tanto. —Yo más abi — habló mientras la abrazaba con cariño. —Bien, mejor corre, ya es hora de irse y se te hace tarde — su voz se escuchó algo cortada, sus arrugadas mejillas se mojaron por las escasas lágrimas que caían de sus ojos, los cuales eran como pequeñas canicas negras. —Nos veremos las próximas vacaciones o en las semanas de descanso — continuo hablando la abuela. —¿Lo prometes? — hablo el muchacho con nostalgia. —Lo prometo — aseguró con una radiante sonrisa. Ambos se miraron por última vez dándose un hasta pronto en la distancia, con prisa el joven corrió a formarse en la fila del vagón, todos mostraron su ticket, sin ningún impedimento abordo contento pero con un vacío en su pecho. —Todo estará bien — repitió en voz baja solo para escucharse a sí mismo y convencerse de que está vez todo sería diferente. El verde de las plantas se observaba por todas partes en cuanto el tren salió de la vieja estación, el ruido de los fierros chocando entre sí era frustrante, sin embargo, la vista era tranquilizadora, unos metros más adelante se pudo ver cómo pasaba una colina la cual le recordó la casa de su abuela. Eso de alguna manera hizo que su nerviosismo bajara y pudiera conciliar el sueño. Las horas pasaron muy rápido, las pequeñas casas de material desgastadas se veían a lo lejos, incluso las de láminas, el pasto marchito se miraba por todas partes y los pedazos de fierros oxidados tirados alrededor de las vías daba a entender que pronto llegaría a su destino. El bullicio de los coches y la gente se fue intensificando mientras el tren se adentraba cada vez más a la capital. El pitido fuerte que salió de la inmensa hojalata avisó a los pasajeros que estaban prontos a detenerse. —De nuevo aquí, ¡oh bello hogar! — exclamó con cansancio y algo de sarcasmo. Cómo es costumbre se dirigió al centro de la capital, en dónde tomaría un transporte y así poder llegar a su último destino del día. La casa Kherthron. Con algo de suerte pudo tomar un transporte, el cual lo paseó de calle por calle hasta llegar a la que necesitaba ir, eso sí contempló las casas y los grandes monumentos que aunque estuvieran oxidados se veían tan imponentes que cualquiera que los mirará podría hacerlo con entusiasmo, admiración y algo de temor. —Hemos llegado — anunció el hombre en voz alta, trayendo al joven quien estaba ensimismado observando los alrededores. —Gracias — pronunció para después pagarle al hombre, para luego bajar. Sus zapatos algo desgastados y llenos de pasto tocaron las piedras de la carretera, cuando avanzó sintió el viejo tapete que decía “bienvenidos sean” el cual fue demasiado familiar para él. Entonces lo supo cuando un hombre alto abrió la puerta, la cual hizo un chirrido de lo vieja que era. Y con una expresión de sorpresa lo miro. —Josué. —Hamilton. — Pronuncio después del otro. Ambos se miraron el uno al otro, había una cierta rivalidad en ambos, sin embargo, sus miradas decían demasiado, aquello era una combinación de desagrado, esperanza, temor y sobre todo un sentimiento cálido se reflejaba. Pues la espera de tantos meses había terminado. Él había regresado, pero la pregunta era hasta cuándo. Dedicatoria Para un amor fallido La vida nos permite continuar nuestro camino, nosotros decidimos nuestras victorias y tragedias. Fuiste una victoria en el momento equivocado que aunque disfrute en el pasado no pude hacerlo en el futuro, a ti dedico mis victorias del presente, pues me enseñaste grandes cosas y aunque mi corazón aun adolorido sienta resentimiento mi mente y mi alma aún te extrañan y sé con certeza que este terco corazón también, pues aún recuerda los momentos que vivimos juntos, aun cuando no supimos cómo continuar, a ti debo muchas cosas entre ellas saber lo que es amar con locura e incluso cordura, pues no fuiste solo una etapa, sino parte de una y aquello quedará siempre marcado en mis pensamientos, aun cuando ha pasado ya tanto tiempo, mis recuerdos son ciegos y te nombran, mis pensamientos anhelan tu regreso y mi corazón aquel sentimiento tan absurdo que suelo ver en otras personas. Pues descubrí que si la vida y dios me lo permitiesen gustosa volvería a ser una tonta enamorada.

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