Capitulo 1
Nina
Estaba tirada en mi cama escuchando la discusión de mis padres. Si odiaba los domingos, pues siempre era lo mismo: mi madre reclamándole a mi padre con quién había pasado la noche. Dios, esto ha sido así desde que volví a casa, y de eso ya son dos años. Me pongo de pie y abro un poco la puerta solo para asomar mi rostro y grito:
—¡Por favor podrían parar de pelear, mierda! Aquí vive más gente.
Mi padre sale de su habitación y me fulmina con la mirada.
—Nina Brown, mide tus palabras, jovencita. Me debes respeto.
Yo solo volteo los ojos, pues si alguien pide respeto se lo gana.
—Padre, por Dios, deja tus dramas. Sabes que conmigo eso no va. Solo deja de discutir porque hasta mi habitación se escuchan sus gritos y quiero descansar.
Él solo se da la vuelta y yo vuelvo a mi cama. Por fin un poco de descanso, o eso creí, cuando escucho mi celular sonar. Yo solo suspiro, me pongo de pie y empiezo a buscarlo como loca en la cama. Sé que no es una buena idea tenerlo ahí, pero anoche no podía dormir y me puse a leer un libro de romance. Me encantan esas cosas, aunque si soy sincera, ni siquiera creo en el amor. Bueno, no en el de "felices por siempre", esas cosas cursis no son para mí. Cuando por fin lo encuentro, respiro un poco agitada al ver en la pantalla el nombre de la persona que me está llamando. Yo solo vuelvo los ojos, Dios, es domingo, día de descanso, pero no, aquí está mi sexy, egocéntrico y guapo jefe mandando unos mensajes que son de todo menos de trabajo.
—Hola, hermosa, ¿cómo amaneciste? ¿Tuviste sueños húmedos conmigo?
Yo solo sonrío y niego. Este hombre es incorregible, pero de inmediato contesto su mensaje como la secretaria eficiente que soy.
—Buenos días, señor Williams. Lamento informarle que se equivocó de número al mandar ese mensaje.
Yo sonrío porque no tarda en contestar.
—Vamos, Nina, ¿vas a decir que jamás has soñado conmigo de manera caliente e indebida?
—Si usted fuera Henry, tal vez sucedería, pero como su nombre es Noah Williams, pues no, eso no sucede.
—Vaya, señorita Brown, no sabía que era de esas chicas que tienen sueños húmedos con un actor como Henry. No sabía que le gustaban esa clase de chicos.
Yo solo vuelvo los ojos porque él sabe perfectamente que no estoy hablando del actor. Mejor ignoro a mi jefe y les platico un poco de mí. Mi nombre es Nina Brown, tengo 25 años y soy secretaria de presidencia de una empresa de textiles muy importante en Nueva York. Estudié finanzas, no en la mejor universidad, pues mi padre no me dejó. Les diré un secreto: soy la heredera de una gran fortuna, o eso dicen mis padres, pero eso a mí no me importa, pues mi fortuna está en mi cuenta de banco y son como 500 dólares, así que realmente yo no tengo nada, todo es de mis padres. Pero si soy sincera, así lo prefiero. Mi padre cree que porque es millonario puede acostarse con quien se le atraviesa. Si va al gimnasio, no puede hacer ni cardio, pero su entrenadora le ayuda metiéndose en su cama y así lo compensa. Si va al yoga, Dios, el hombre no sabe hacer yoga, pero ya se llevó a la chica a la cama. Si se le ocurre ir al club a jugar tenis, mierda, el hombre es pésimo para el tenis, pero ya lo ves cogiéndose a la chica que entrenó con él. Así es él, y mi madre lo permite. La verdad es que no la entiendo, ella es la mujer más hermosa, tierna, inteligente y trabajadora que conozco, y sigue permitiendo tremendos cuernos. No sé por qué no le ha dado una patada en el culo y lo ha mandado a la mierda. Por el contrario, mi padre siempre le dice "tú me escogiste, no te salí en un sorteo", y eso es verdad. Mi madre estaba tan enamorada, pero solo ella sabe hasta cuándo aguantará a mi padre.
Amo a mi padre, no me juzguen por hablar mal de él, pero es que a veces no entiendo. Conmigo el único problema es que él piensa que las mujeres somos para estar en casa y cuidar a los hijos, y por Dios, ¿en qué siglo vivimos? Eso ya no pasa. Pero en fin, así es él y creo que nunca va a cambiar. Tengo un hermano mellizo, sí, así es. Pero por el contrario de mi padre, Mateo Brown es el hombre más bueno, fiel, guapo, sincero y honesto que conozco. Y no es porque sea mi hermano, pero es verdad lo que digo y lo amo con todo mi corazón. Escucho que suena de nuevo mi celular y miro el mensaje.
—Se ha olvidado de mí, señorita Brown. Dios, eso lastima mi corazón.
—Por supuesto que no, señor Williams, pero si me permite recordarle, es domingo, día en el que descanso, así que me gustaría hacer un poco de ejercicio y después descansar.
—Cardio, señorita Brown, yo con gusto podría ayudar.
Yo solo suspiro y niego, pero de pronto escucho que alguien abre la puerta de mi recámara y escondo mi teléfono. Así que volteo y ahí está mi otra mitad con una sonrisa preciosa. Se acerca a mí y besa mi mejilla y se tira en mi cama.
—No tienes que esconder ese teléfono, sé perfectamente lo que haces. Sabes que coquetear también funciona.
Yo le doy un golpe en la pierna y niego.
—Claro que no, además yo no coqueteo con él, él lo hace conmigo.
Él se sienta y se encoge de hombros.
—Lo sé, por eso lo digo, a él le puede funcionar.
Yo suelto una carcajada y niego.
—No digas estupideces, sabes que él no me interesa.
—Sí, sí lo sé, el idiota del vecino es el que te interesa, pero si te has dado cuenta, ni siquiera te da la hora.
Yo me pongo de pie, tomo una almohada y se la lanzo.
—No tienes que recordarme, Dios, es un idiota, ni siquiera voltea a verme, Mateo, soy tan fea.
Él suelta una carcajada y se acerca a mí, me lleva hacia el espejo y coloca mi cabello detrás de la oreja.
—Mírate, Nina, Dios, eres la mujer más hermosa que existe, eres noble, sencilla, inteligente. Cualquier hombre se sentiría afortunado de tenerte.
Yo suspiro y le digo.
—Sí, claro, cualquiera menos Henry.
Él me sonríe y yo me alejo de él, quito mi blusa y me quedo en un top. Cuando él me ve, mierda, había olvidado mis tatuajes. Se acerca a mí y me ve a los ojos sorprendido.
—Mamá ya los vio, sabes que te va a matar.
—No, no los ha visto. ¿Crees que se enoje mucho? Pero míralos, ¿a poco no son preciosos?
—Y cómo los has cubierto todo este tiempo.
Yo me encojo de hombros. Es fácil, creo que el único que me los ha visto es mi jefe.
—Con blazer, trajes de baño completos, cosas así. Vamos, Maty, guárdame el secreto.
Él suspira y asiente.
—Pero si mamá se entera, yo no sé nada, ¿entendiste?
Yo me cuelgo de su cuello y beso su mejilla. Él trata de alejarme, pero yo me aferró más a él.
—Bueno, ya, suéltame, me tengo que ir.
Yo solo volteo los ojos, estoy segura que va con la arpía de su novia. No sé cómo una mujer como Carolina tiene a un hombre tan bueno como Maty. Después sabrán la razón de mi odio hacia ella.
—Sí, yo también tengo que darme una ducha, voy a salir.
Él se para y me ve con una ceja alzada.
—¿Y a dónde se supone que vas?
—Créeme, hermano, no quieres saber.
Él se cruza de brazos y yo suspiro.
—Voy por un polvo, contento.
Él hace cara de asco.
—Dios, Nina, ¿por qué me dices esas cosas?
—Te dije que no querías saber y tú insistes.
Él se da la vuelta y cuando llega a la puerta me ve muy serio.
—Usa protección, eres muy joven para ser madre y hay muchas enfermedades.
Yo volteo los ojos.
—Sí, mamá, lo que digas.
Él sale de mi recámara y yo me meto a la ducha corriendo, ya que se me ha hecho tarde. Salgo de la ducha y me pongo lo primero que encontré: unos shorts rasgados y una blusa de tirantes, y mi cabello al natural. Sí, es un desastre, pero me encanta. Bajo las escaleras y mi madre está sentada en uno de los sillones de la sala. Voltea y me ve y de inmediato limpia sus lágrimas. Yo suspiro y me acerco a ella y tomo sus manos.
—Ma, ¿estás bien?
Ella sonríe, pero sé que no lo está y la verdad es que me duele, pero ella tiene que tomar sus decisiones.
—Sí, hija, estoy bien. Saldrás.
—Sí, voy con una amiga, pero má, sabes que te amo y siempre te voy a apoyar, ¿lo sabes, cierto?
Ella asiente y suspira. Se pone de pie y besa mi mejilla.
—Algún día, hija, algún día.
Se marcha y la veo subir las escaleras. Yo solo espero que ese día llegue pronto. Salgo de mis pensamientos y corro a mi coche. La verdad es que uso un coche que yo misma me compré, así que no esperen un hermoso carro del año, porque si lo tengo, está guardado en la cochera, regalo de graduación de mi padre, pero realmente prefiero el mío, lo compré con mi propio sueldo. Salgo de la mansión de mis padres y me dirijo hacia mi departamento. No voy a mentir, este sí lo paga mi padre, bueno, sin saberlo, ya que lo he comprado con las mesadas que me ha dado todo este tiempo. Y ustedes se preguntarán por qué no vivo aquí, pues porque aquí vive mi mejor amiga y el amor de mi vida, su pequeña hija. Cuando abro la puerta, la pequeña Lía voltea y me ve, y con pasos torpes corre hacia mí. Yo la tomo en mis brazos y la lleno de besos.
—¿Dónde está mi amor chiquito?
Ella solo ríe, pues sigo con mi ataque de besos. Mi amiga se acerca y besa mi mejilla.
—Nina, qué bueno que llegaste, se me hace tarde para ir al trabajo.
—Sí, anda, ve, no te preocupes, Lía y yo nos vamos a divertir.
Ella me abraza y me sonríe.
—Dios, ¿qué haría yo sin ti?
—Serías la mujer más infeliz del mundo, pero corre que es tarde.
Ella sonríe y asiente, besa a Lía y a mí, y sale corriendo. Yo llevo a Lía en mis brazos y la siento en la sillita para bebés, y empiezo a darle su papilla. Sí, este es mi polvo. Sé que guardo muchos secretos, pero esta es mi vida.