Capitulo 2

1954 Palabras
Nina Es lunes por la mañana y estoy llegando a casa. Cada domingo hago lo mismo: cuido a mi pequeño corazón hasta que mi amiga llega del trabajo, y eso es muy temprano el lunes. Cuando llego a casa, bajo del coche corriendo, ya que debo llegar a mi trabajo antes que mi jefe, si no se molesta demasiado y está de mal humor todo el día. La verdad es que no tengo ganas de aguantar su genio. Abro la puerta de mi habitación y cuando estoy por entrar, mi padre me detiene. —Nina Brown, ¿qué horas son estas de llegar? Yo solo volteo los ojos, me doy media vuelta y sonrío. —Mira quién lo dice, porque si no me equivoco, tú también acabas de llegar. Él suspira, aprieta el puente de su nariz. —Por Dios, niña, no te compares conmigo, yo soy tu padre. Yo lo interrumpo antes de que me dé su habitual sermón. —Así es, padre, y deberías dar el ejemplo. Él da dos zancadas hacia mí y me señala. —Escúchame, niña, no es lo mismo un hombre que una mujer. ¿Qué pensarán los vecinos si te ven llegar a esta hora? Yo me encojo de hombros, restándole importancia. —Lo mismo que piensan de ti cuando ven que acabas de llegar, que fuiste a echar un polvo. Él alza su mano como si fuera a pegarme y yo me cubro, pero escucho la voz de mi hermano detenerlo. —Padre, ¿qué pretendes hacer? Él se acerca y se pone entre los dos. Mi padre baja la mano y suspira. —Espero que nunca se te vuelva a ocurrir hacer eso, porque te amo, padre, pero sabes que por proteger a Nina sería capaz hasta de faltarte al respeto. Mi padre asiente y empieza a caminar, pero antes de entrar a mi recámara se dirige a mi hermano. —Deberías hablar con ella para hacerla recapacitar. No puede ser una chica libertina, así ningún hombre la tomará en serio. Yo solo suspiro e ignoro lo que dice y me meto a mi recámara. Maty viene detrás de mí, pero no dice nada. Yo tomo mi ropa y voy a la ducha. Él toma asiento en la cama. Yo me baño y me cambio lo más rápido posible. Coloco un enterizo y un blazer encima para tapar un poco mis tatuajes. Me maquillo un poco y hago una cola de caballo en mi cabello, pues no me da tiempo de nada más. Todo lo hago bajo la atenta mirada de Maty. Cuando coloco mis tacones, él niega y sonríe. —Por eso tienes a tu jefe babeando por ti. Yo niego y sonrío. —Mi jefe solo me quiere llevar a la cama, como la mitad de las chicas que hay en Nueva York. Me acerco a él y beso su mejilla. Tomo su rostro en mis manos y le sonrío. —Gracias por lo que acabas de hacer. Él suspira. —Nina, sabes que no siempre voy a estar para defenderte. Deberías dejar de desafiar a mi padre. —Eso es imposible. Sabes que no estoy de acuerdo con todo lo que hace y me molesta que tú no digas nada. Él toma mi mano y me hace sentar a un lado de él. —Nina, el hecho de que yo me quede callado no significa que esté de acuerdo con lo que hace, pero no puedo vivir en guerra con mi padre. Tú y yo nos molestamos con él, y mi madre sigue como si nada pasara. Así que no le veo sentido. Solo espero que un día mi madre levante la cabeza y tome la decisión correcta. Entonces, ahí es cuando yo la apoyaré. Yo sonrío y asiento, pues sé que tiene razón. Pero no soy una persona que observa y no hace nada. Me pongo de pie, tomo mi bolso y me dirijo hacia la puerta. —Me tengo que ir, pero estoy contigo en el momento en que eso pase. También la voy a apoyar en todo lo que pueda, porque sé que va a ser difícil. —Lo sé. Salgo de mi habitación y bajo corriendo las escaleras porque es súper tarde. Me subo a mi coche y voy directo a la oficina, pero antes de llegar tengo que pasar por el café de mi jefe. Me bajo en una cafetería que está cerca de la empresa, voy directo hacia el cajero y le pido dos cafés y un brownie para llevar. Él me sonríe y me entrega mi orden. Cuando doy la vuelta, choco con alguien. Dios, le he manchado la camisa. Tomo unas servilletas y trato de limpiar su camisa. Él toma mi mano, levanto mi rostro y no puedo creerlo, es Henry. Le sonrío como una boba y él solo voltea los ojos. —Hola, Henry. Sigo con mi sonrisa de boba. Él quita las servilletas de mis manos y empieza a limpiar su camisa. —Diablos, Nina, ¿por qué no te fijas por dónde caminas? ¿Te das cuenta de lo que has hecho? ¡Mierda, es una camisa carísima! Yo solo suspiro. Este hombre me encanta, aunque a veces tiene unos comportamientos de niño rico y eso no me gusta. —No te preocupes, Henry, yo la pagaré si es necesario. Él suelta una carcajada y niega. —¿Crees que con tu sueldo de secretaria completarás una camisa como esta? Ay, niña, ni en tus sueños. Yo me acerco a él un poco molesta y le digo: —Pues créeme que gano lo suficiente para comprar tu estúpida camisa. ¿Sabes dónde vivo? Mándame la factura, por favor. Molesta, me doy media vuelta, pero él toma mi brazo. La verdad es que con solo un toque de él, mi piel se eriza. Me da la vuelta y queda muy cerca de mi rostro. —Vamos, linda, no te enojes. Solo que llevo un poco de prisa y tengo una junta con mi padre. Tendré que regresar a casa, pero ¿qué te parece si mejor aceptas una cena en lugar de pagar mi camisa? Estoy segura de que mis mejillas se han puesto rojas como un tomate, pues siento mi rostro caliente. Él sonríe y yo suspiro. —Está bien, no te preocupes. Tú me llamas cuando tengas tiempo libre. Él asiente y sonríe, toma mi mano y la besa, y me guiña el ojo. Salgo con una sonrisa, como si mi rostro se fuera a partir. ¡Dios! El chico que ha estado en mi cabeza durante tantos años acaba de invitarme a salir. Juro que no me lo creo. Cuando llego a mi oficina, mi sonrisa no se ha borrado. Llego a mi escritorio, pongo mis cafés encima y me tiro en la silla, suspirando. Todavía no puedo creerlo. Henry estudió conmigo el bachillerato y luego nos volvimos a encontrar en la universidad, pero a pesar de que siempre me ha gustado, él ni siquiera me daba la hora, pues el chico popular no se acercaría a la chica nerd, no era bueno para su reputación. Salgo de mis pensamientos cuando mi jefe se para frente a mí y frunce el ceño. —Perdón, jefe, me llamaba. —Vaya, señorita Brown, parece que hoy andamos de muy buen humor. ¿Podría saber qué ha sucedido? Él empieza a caminar hacia su oficina y yo tomo la tablet y lo sigo. — Nada en especial, solo que el chico que me ha gustado desde hace años me acaba de invitar a salir. Él de pronto se detiene y se voltea hacia mí, me mira con una ceja alzada, se ve un poco molesto, pero no entiendo por qué. — Señorita Brown, le voy a pedir que deje sus cosas personales fuera de mi empresa. Ahora, dígame qué tengo pendiente. Yo solo volteo a los ojos y le empiezo a decir lo que tiene para el día. — Discúlpeme, señor Williams, no pensé que le fuera a molestar. Primero que nada, a las 10 de la mañana tiene una junta con los socios, a las 12 tiene la comida con su padre y dijo que por favor no le cancelara, que es urgente que hable con usted. A las 2 de la tarde, su hermana me pidió una cita, pues acaba de llegar a la ciudad y no quiere que su padre se entere, y también es urgente que hable con usted. Él se quita su saco, se sienta en su silla y suspira. Sé perfectamente que le molestan la reunión con su padre. Estoy por darme la vuelta cuando él me detiene. —Nina ayer ya no respondió mis mensajes. Yo solo niego. —Señor Williams, le voy a pedir que en mi día de descanso no me mande ese tipo de mensajes. ¿Sabía usted que lo puedo acusar de acoso? Él suelta una carcajada, se pone de pie y se acerca a mí. —Nina, si yo juntara un dólar por cada vez que me dices eso, sería millonario. ¡Ah, cierto! Sí, soy millonario, pero no precisamente por lo que dices. Veamos, Nina, ¿cuándo me aceptarás una cena? Yo me doy la vuelta y empiezo a caminar fuera de la oficina, pero él me sigue. —Por favor, Noah, ¿por qué no te rindes? Sabes que no me interesa ser una chica más en tu cama, no es lo mío. Él sonríe, niega, muerde su labio y la verdad es que el maldito se ve muy sexy cuando hace eso. —Estoy completamente seguro de que tu jefe, sexy, guapo y varonil, te encanta, pero te resistes. Yo suelto una carcajada y niego. —Eso es lo que quieres escuchar, Noah. ¿Quieres que te diga que me encantas, que eres el hombre más sexy, guapo y varonil, y que tu m*****o es grande y me hace gritar como una loca? Él sonríe y asiente, pero en eso escucho una voz que conozco perfectamente y quisiera que la tierra me tragara. —Vaya, Nina, no sabía que mantenías una relación con mi hijo, pero me parece perfecto. Eres una niña preciosa, noble y de un gran corazón. Él se acerca a mí, toma mi rostro y estoy segura de que estoy roja como un tomate. Diablos, jamás pensé que él me fuera a escuchar. Yo niego y sonrío. —Señor Williams, lo lamento, creo que está confundiendo las cosas. Yo le estaba diciendo a Noah. Él me interrumpe con una sonrisa en su rostro. —No te preocupes, Nina, sé perfectamente lo que escuché y me da mucho gusto. Noah se ha mantenido en silencio. Mierda, ¿por qué no aclara esto con su padre? Cuando decide hablar, solo le dice: —¿Qué haces aquí, padre? — Bueno, hijo, estoy completamente seguro de que pensabas cancelarme la cita y es importante que hablemos. — Está bien, padre, pasa a la oficina, Nina, que no me molesten. El señor Williams camina por delante. Cuando Noah está a punto de seguirlo, lo tomo del brazo y me acerco a su rostro con los dientes muy apretados le digo: — Será mejor que aclares esto con tu padre. Sabes que no es real todo lo que dije. Él sonríe y se encoge de hombros. — Relájate, mujer. No va a pasar. Además, a mi padre ni siquiera le interesa con quién me acueste. Así que solo confirma las citas que tengo pendientes y después tú y yo hablamos. Él se aleja sin más. Mierda, ¿qué va a pensar de mí el señor Williams? Diablos, ¡él conoce a mi padre! Ahora sí estoy en un lío.
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