Nina
Habíamos pasado toda la mañana en juntas y, por más que yo quería insistir en el tema, simplemente él no estaba interesado. Cuando terminamos todas las reuniones, él me dice que se irá a comer con su hermana. Yo simplemente me doy media vuelta y lo ignoro. Si él no me presta atención, yo tampoco. Me dirijo hacia mi escritorio y sé que me está siguiendo, pues dice mi nombre repetidas veces. Si hay algo que he aprendido de mi jefe es que no le gusta que lo ignore. Dejo todos los papeles encima del escritorio y me dispongo a tomar mi bolso, pues quedé de comer con mi amiga y mi pequeño corazón, pero antes de que pueda dar un paso, él toma mi brazo.
— Te estoy hablando, ¿por qué no me contestas?
— ¿Qué quieres que te diga? Ve a comer con tu hermana.
Él voltea los ojos y suspira.
— No me refiero a eso.
— Pues entonces no prestaba atención a lo que me estás diciendo, no sé de qué estás hablando.
Él se toma el puente de su nariz, algo frustrado. La verdad es que me gusta que vea que no puede hacer conmigo lo que se le dé la gana.
— Estoy hablando de lo que has insistido toda la mañana.
Yo hago como que pienso. ¿A qué se refiere? Sí sé que parezco algo bipolar, pero no me importa.
— Ah, te refieres al pequeño detalle de que tu papá piensa que me acuesto contigo.
— Sí, Nina. Sé que estás molesta por eso, pero ya te dije que no le tomes tanta importancia.
Me molesta que a él no le importe lo que piense la gente.
— Sabes, señor Williams, a mí sí me importa que piensen que soy una de tantas que se acuestan con usted.
Él suspira y sonríe. Conozco perfectamente esa sonrisa y yo comienzo a caminar, pues ya sé su estúpida contestación.
— Hey, ¿a dónde vas? Espera.
— Noah, ya sé lo que me vas a decir. A ver, déjame pensar algo así como que sería una de las pocas que tienes el privilegio de estar en mi cama, o que has sido una mujer afortunada por estar con el chico más codiciado, ¿cierto? No.
Él sonríe y asiente. Yo solo me dirijo de nuevo al elevador, pero él no deja de insistir.
— Vamos, Nina, no seas tan inmadura. Además, no tienes novio, no te afecta que mi padre piense eso.
Yo lo miro con la boca abierta. Ahora entiendo todo su maldito plan. Él quiere que su padre piense que tenemos una relación cuando no es así. Mierda, pero si he caído redondita. Yo entrecierro mis ojos y lo señalo.
— Eres un desgraciado, Noah. Todo esto te ha servido para quitarte a tu padre de encima, ¿cierto?
Él sonríe y rasca su nuca nervioso. Pero qué estúpida soy. Por eso es que jamás quiso aclarar con su padre el malentendido. Él comienza a hablar, pero se enreda con sus palabras.
— Bueno, Nina, es que mi padre... Bueno, como te explico... Dios, es que mi padre... ¡Ha, mierda! Mi padre te estima, no sé por qué o cómo, pero para él eres la mejor chica que existe en el mundo, ya lo dije.
Yo me quedo en shock. Pues que él piense eso de mí no tiene nada que ver. El timbre del elevador me saca de mi estado y yo solo lo miro y niego. Salgo del elevador y me sigue en silencio. Llego hasta mi coche y estoy por abrir la puerta cuando rompe el silencio.
— ¿No me vas a decir nada?
Yo volteo y suspiro.
— ¿Qué quieres que te diga? No hay nada que decir. Me estás utilizando para que tu padre no te moleste la vida porque te acuestas con cualquier persona. Sabes, a pesar de que sé que eres mujeriego, no te creía tan cobarde como para utilizar me con tu padre.
Él niega y sonríe.
— Sabes que las cosas no fueron así. Fue una simple confusión que yo no aclaré, eso es todo.
Me acerco a él más de lo debido.
— Y sabes lo que esa confusión me puede perjudicar a mí. No, tú no lo sabes, pero si es preciso que yo hable directamente con tu padre, lo haré.
Me doy la vuelta y subo a mi coche. La verdad es que estoy furiosa. Él se queda ahí parado, solo viéndome. No me importa que se moleste. Aquí la enojada debo de ser yo. Dios, se acuesta con media ciudad, ¿por qué no utilizar a cualquier chica? Estoy tan molesta que ni siquiera había escuchado mi teléfono cuando vi la pantalla. Sonrío, pues es mi amiga. Ella ya me espera para comer. Contesto antes de que se corte la llamada.
— Hola.
— Hermosa, ¿estás por llegar? Se enfría la comida.
— Sí, en cinco minutos estoy ahí.
— Perfecto, te espero.
Mi sonrisa no se borra. Si hay personas importantes en mi vida, son mi hermano, mi madre, mi amiga y mi pequeño corazón. Amo a esa niña como si fuera mía. Cuando llego al edificio, subo hasta mi departamento. Cuando abro y entro, mi pequeño corazón ya está sentada en su sillita de bebé. Ella me ve y empieza a balbucear. Yo sonrío y me acerco a ella. Me estira los brazos para que la tome, pero mi amiga me regaña.
— Ni lo pienses, ya la has visto cómo está, toda embarrada de comida. Te va a ensuciar. Y tú todavía tienes que volver a la empresa, así que no.
Yo hago puchero. Parece que Lía me entiende, porque ella también lo hace. Mi amiga solo sonríe y niega, pero tiene razón. Todavía tengo que volver a la empresa. Tomo su pequeño rostro y lleno sus regordetas mejillas de besos. Realmente, esta pequeña es mi vida completa. Me siento en la silla y mi amiga pone un plato con una comida que se ve deliciosa. La verdad es que ella cocina riquísimo. Yo prefiero mil veces su comida que la de cualquier restaurante carísimo que te dan mini porciones y pagas un dineral. Ella se sienta enfrente de mí y empieza a comer. Yo la miro. Ella es bellísima, inteligente, trabajadora y, como dije, cocina espectacular, ¿por qué no se ha conseguido un novio? Si tiene todo lo que un buen hombre pueda querer. Ella me ve y me dice.
— Traigo algo en la cara.
Yo sonrío y niego.
— Nada.
— Entonces, ¿te quedaste muy callada viéndome?
Yo suspiro.
— Solo pienso por qué no te has conseguido un buen hombre. Estoy segura de que muchos chicos te han invitado a salir y tú siempre los rechazas.
Ella sonríe y mira hacia Lía.
— Porque tengo una hija, y sabes que ella es mi todo. La mayoría de los chicos le huyen a un compromiso, más si existe una hija de por medio.
Yo niego. Claro que no, mi corazón es un amor.
— No lo creo. Simplemente pienso que te han decepcionado tanto que tienes miedo a que pase otra vez.
— Puede ser, pero de esa herida ya he sanado.
Yo la miro con una ceja alzada, pues realmente no le creo. Ella estaba tan enamorada de George que su alejamiento le dolió mucho, más cuando tenía a su bebé en sus brazos. La vi llorar tantas noches.
— ¿Me vas a decir que ya olvidaste a George?
— Créeme, Nina, cuando te digo que lo que hizo George no se perdona fácil. Y en ese momento es cuando llega el olvido.
Yo asiento y guardo silencio. No me gustaría amargarle a mi amiga su comida con recuerdos que sé que le duelen. Terminamos de comer entre bromas. Le platiqué un poco de lo que había pasado en la oficina y ella estaba realmente sorprendida, pues en alguna oportunidad conoció a Noah y sabe cómo es, así que no lo podía creer. Me despido de ellas y voy directo a la oficina. Cuando llego, Noah ya se encuentra ahí. Me siento en mi silla y empiezo a trabajar de nuevo. Después de un rato, me llama. Tomo mi tablet y me dirijo hacia su oficina. Cuando llego, me paro frente al escritorio con una cara más seria de lo habitual. Él suspira y me dice:
— Me puedes decir los pendientes que tengo para el resto de la tarde, por favor, señorita Brown.
— Claro que sí, señor Williams. A las 5 de la tarde tiene una reunión con la señorita Estela. Me pidió que le mandara flores, aún no lo hago.
Él asiente y yo vuelvo a mi tablet y confirmo las flores, y prosigo:
— Y ya por último, tiene una cena con la señorita Tamara. Me dijo que le hiciera reservaciones en el mejor restaurante. Ya confirmé con la señorita Tamara y aceptó la cena. No sé si tenga algún pendiente más para mí, pues después de esto me retiro a mi casa.
Él suspira y asiente, pero no dice nada más. De pronto, tocan a la puerta y yo abro. Es el guardia de seguridad, que trae consigo un enorme ramo de rosas rojas. Están preciosas, pero a mí me gustan más los girasoles. Yo suspiro porque sé que no son para mí, o eso pensé.
— Perdón, jefe, que interrumpa. Pero ha llegado este arreglo para la señorita Brown.
Yo me quedo sorprendida y me acerco al ramo. Tomo la pequeña nota. Cuando estoy a punto de leerla, mi jefe me la arrebata, pero en qué momento llegó a mi lado, ni siquiera me di cuenta.
— Póngalo afuera en el escritorio de la señorita. Muchas gracias.
Él mantiene la nota en su mano. El guardia hace lo que le pide y vuelve a salir con el ramo. Yo me cruzo de brazos y lo miro con una ceja alzada, pero él sonríe.
— Vaya, señorita Brown, pensé que no tenía novio. No, no creo que sea su novio, pues si fuera su novio sabría que usted prefiere los girasoles. Pero veamos qué dice la pequeña nota.
Yo trato de arrebatarle la nota, pero él es mucho más alto que yo, así que mis intentos son en vano.
— Noah, no se debe leer lo que no le pertenece. ¿Me puedes entregar, por favor, esa nota? Además, las rosas son preciosas, ¿cómo sabes que prefiero los girasoles?
Él voltea los ojos y suspira, pero no me entrega la nota.
— Eso todo el mundo lo sabe, por Dios. Ahora no me interrumpas y vamos a ver quién es el idiota que hizo tal aberración.
Él empieza a leer la nota y yo solo sonrío.
— "Para la mujer más linda que han visto mis ojos. Espero que todavía aceptes mi invitación a cenar este fin de semana. Será en mi casa, pues me gustaría estar a solas contigo. Todo suyo, Henry."
Él suelta una carcajada y yo lo miro mal, pues no le veo lo gracioso.
— ¿Por qué te ríes?
— Porque el idiota casi te está diciendo que tú vas a hacer la cena, jaja. Qué estúpido, porque tú no vas a ir.
Ahora soy yo la que sonrío. Me acerco a él y le arrebato la nota. Me pego demasiado a su rostro y susurro:
— Por supuesto que voy a ir. Si lo que más deseo es cenar lo completamente.
Él borra su sonrisa y frunce el ceño. Salgo de su oficina con una sonrisa en mi rostro y tomo mi bolso. Él se para en la puerta de su oficina mientras yo camino hacia el elevador, pero me dice:
— Estás loca, Nina Brown, si piensas que vas a ir a ver a ese tipo. No puedes hacer...
Yo entro en el elevador con una sonrisa en mi rostro. Me volteo y le digo:
— Quiero ver que me detengas.
Él empieza a caminar hacia el elevador, pero las puertas se cierran. Yo solo escucho el golpe que les da. Dios, creo que eso le dolió. Pero qué diablos le pasa, o mejor dicho, ¿qué diablos le importa?