-Admite que te gusta cheeto.-le exigí a Sam.
Era mediodía y la estaba llevando a su casa en mi auto.
-No me gusta, solo somos amigos, ya deja eso.-musito subiéndole el volumen a la música para dejar el tema atrás.
Rodé los ojos y bajé el volumen.
-Veo como lo miras.
-No lo miro de ninguna manera, lo miro como te miro a ti o a cualquier otra amigo.-me respondió y miró hacia afuera, evadiendo el tema- No tengo una manera especial de mirarlo.
-¿No la tienes?-curiosee.
Sam negó con la cabeza, haciendo que una pequeña risa silenciosa naciera.
-O sea que guiándome por lo que me dijiste, tu me miras como lo miras a él… eso quiere decir que te gusto.
-Pero eres tonta, ¿cómo me vas a gustar tu? Si eres más fea...-su tono se volvió juguetón, y su comentario hizo que una carcajada saliera de mi boca.
-Y bueno, que me queda creer, si me dices que miras a todos igual que lo miras a él, significa que todos te gustamos.
Sabía que Sam había rodado los ojos, la conocía lo suficiente y casi podía escucharlo.
-¿Si te digo que me gusta me dejaras de molestar?-preguntó.
Fingí pensarlo.
-Puede ser…
-Bien, me gusta Carlo, ¿feliz?
-¿¡Te gusta Carlo!?
-¿¡Eres tonta!?
Decidí ignorar su último comentario.
-Ahora en serio ¿lo dices de verdad, o solo es para que deje de molestarte?
Sam se quedó callada por unos segundos.
-Emm… si.-finalizó.
-Yei!! Ya sabía igual.-respondí ganándome un golpe de su parte.
Luego de unos minutos llegamos a su casa.
-Ya llegamos.-anuncié.
Las dos bajamos y nos llevamos una agradable sorpresa al llegar a la puerta de su casa.
-Rea, Lea.- escuche a Sam y vi como se acercaba a abrazarlas.
Ellas eran amigas de Sam que vivían en Londres, las había conocido hacía unos años por medio de mi amiga.
-¿Cuando llegaron?-escuche que Sam les preguntaba.
-Esta mañana, queríamos darte una sorpresa.-le respondió Rea.
-Hola Laila, que lindo verte.-Lea se acercó a mí y me abrazo seguida de Rea.
Eran hermanas mellizas, de allí surgían los nombres.
-Hubieran avisado y las buscábamos.-les dije.
-No, llegamos muy temprano, no queríamos molestar a nadie.
-Igualmente teníamos invitados.-respondió Sam- Aunque a Lai no le hubiese importado irlas a buscar, la próxima avisen.
-¿Visitas?-preguntaron las hermanas al mismo tiempo.
-Sí, algunos amigos nuevos.-murmuré.
-¿Novio?-interrogó Rea mirándome.
Solté una risa sarcástica y negué con la cabeza.
-No, sin novio chicas.
-¿Y Jackson?-preguntaron de nuevo al mismo tiempo, ya estaban empezando a dar un poco de miedo.
-Terminamos hace ya un tiempo.-le respondí sin muchas ganas de profundizar en el tema.
Por suerte y por primera vez en el día nadie dijo más nada sobre eso, pero un silencio incomodo se creó entre nosotras.
-¿Entramos?-y Sam se convirtió en la salvadora de momentos incómodos.
-Claro.-contestamos las tres al mismo tiempo.
Era seguro que ninguna quería meter la pata de nuevo.
Seguimos a Sam hacia el interior de su apartamento, en cada rincón teníamos un recuerdo divertido que contar; nuestros departamentos no tenían una sola dueña, eran cuatro diferentes, cada una tenía el derecho de vivir en el lugar de la otra como si fuera el propio. Siguiendo ese pensamiento, me tiré en el sofá y tomé el control de la televisión, Rea y Lea se habían quedado paradas a un lado sin saber qué camino tomar.
-Hagan de cuenta que están en sus casas.-mencionó Sam- Va para ti también Lai.-dijo con ironía.
-Gracias Sam, si no me lo decías me iba a sentir muy incómoda.-me burle, haciendo que mi amiga soltara una risa.
Luego de eso, la tarde fue amena; Lea y Rea se pusieron al día con Sam, haciendo que yo también participara. Pedimos comida para almorzar y vimos una película. Luego las hermanas decidieron volver al hotel donde se alojaban y nos dejaron a Sam y a mi solas.
Pero no duró mucho la soledad ya que Silvia nos llamó para preguntarnos si queríamos ir a una fiesta, cosa a la cual le dijimos que sí automáticamente; porque si bien éramos más de quedarnos dentro, nos gustaba por ahí pasarla bien con Silvia más que nada. Esa era una de las cosas que podíamos hacer con ella.
-¿Qué nos pondremos?-consultó Sam mirando su armario.
Mientras tanto yo estaba tumbada en su cama.
-Mmm, no lo sé, yo me tendría que volver a mi departamento para vestirme.-murmure y mire mis uñas; necesitaba dejar de morderlas, era un hábito nervioso que no podía controlar.
Sam se giró casi como si la hubiera ofendido en mil idiomas.
-¿Estás loca?-soltó- Hablas como si yo no tuviera ropa para que te cambies.
-No quiero molestarte.-le dije.
Y me arrepentí, su cara pasó de pura traición a un enojo matador.
-¿Tu me lo dices en serio? No quiero molestarte-me burlo-, las veces que me has prestado ropa para salir… por Dios, me sacas de mis casillas.-farfulló y siguió buscando algo dentro de su ropero.
Cuando encontró lo que quería me lo tiro a la cara y caminó hacia su baño en suit para cambiarse ella.
-Ponte eso y deja de ser tan estúpida.-me dijo y cerró la puerta.
Awww, era un amor.
Sin pensar más, le hice caso y me vestí con el hermoso vestido n***o que me había lanzado. Era cómodo y bastante suelto, tal y como me gustaba.
Aprovechando el espejo que tenía en su habitación, me hice un recogido bastante común en mi cabello y justo cuando estaba volviendo para recostarme un rato más en su cama, Sam salió con un mono amarillo que le quedaba impresionante.
-Wow, ¿a quién vas a impresionar esta noche?-le dije con un tono juguetón.
Mi amiga rodó sus ojos, pero debajo del poco maquillaje que se había puesto, pude ver un leve rubor.
-Ay, ya cállate, quien me notara a tu lado, tengo un buen ojo para los vestidos.-se felicitó haciéndome sonreír.
-Eres una tonta.-le susurré acercándome, cuando llegue a su lado, la envolví con mis brazos dándole un fuerte abrazo- Gracias.-murmuré.
Escuché como Sam reía y sus brazos me estrecharon aún más.
Posteriormente a todo esto, nos encontramos con Silvia en la puerta del club.
-Ay, pero que hermosas amigas que tengo.-declaró nuestra amiga y nos abrazo como si no nos hubiera visto en años.
-Tú también estás preciosa.-le dijo Sam cuando se separaron.
-¿Y Vicky?-pregunté mirando a mi alrededor.
-Me dijo que estaba ocupada, pero no me dio detalles.-dijo completamente ofendida de no tener la data suficiente sobre nuestra amiga.
Sam y yo nos miramos y soltamos una risa, haciendo que Silvia se una a nosotras.
-Dejemos eso de lado y nos divirtamos, hace un tiempo que no salimos, necesitamos darnos estos gustitos de vez en cuando.-finalizó Silv.
Y así empezó la noche. El lugar estaba completamente repleto, y casi no se podía respirar, pero esa era la magia de la noche.
Bailamos, cantamos, tomamos y nos divertimos; todo iba bien hasta que en un momento me quede sola. Caminé un rato dentro del boliche, tratando de ver si las encontraba, y si, efectivamente, pero no estaban solas; a Sam la encontré en un extremo hablando con un chico y no la quise molestar, y a Silvia la encontré en él besándose con alguien, haciendo que me vaya hacia el otro lado.
Habiéndose visto, decidí mandarles un mensaje diciéndoles que ya me iba porque necesitaba respirar aire puro, cosa que no era para nada mentira; mi espalda y mi cuello podían decirlo, estaban completamente empapados de sudor.
Ya en la calle, mi cuerpo se relajó y decidí caminar hacia mi casa, primero porque no quedaba lejos, y segundo, porque quería llegar lo más rápido que podía. Me gustaba salir, no podía decir que no, pero entre salir y quedarme en mi casa, prefería lo segundo.
Mientras caminaba, mi cerebro un poco intoxicado por el alcohol que había consumido se puso a pensar, y no era una combinación muy coherente; así que todos mis pensamientos fueron hacia una nueva persona desbloqueada en mi vida… Rubius.
No podía sacar de mi cabeza la intensidad de su mirada, y lo que provocaba eso en mi; si hubiera estado sobria, lo habría negado, pero no lo estaba y me encontraba sincera y sin preámbulos en mi mente. Quería verlo de nuevo, ser su amiga, llegar a conocerlo y reír con él; pero la realidad era que no sabía si volvería a verlo de nuevo.
Con todos esos pensamientos llegue a la puerta del edificio, entre y subí en el ascensor. Estaba cansada y mis piernas dolían por haber permanecido parada por tanto tiempo.
Cuando entre a mi departamento y llegué a mi habitación, note que Vicent estaba acostado en mi cama como si fuera el propio dueño. No dándole mucha importancia, decidí desvestirme y dormirme como estaba, ya que no creía que pudiera soportar ni un minuto más.
No supe cuánto alcohol había ingerido hasta que desperté al día siguiente; mi cuerpo prácticamente rogaba la muerte. Mi boca estaba seca y el dolor de cabeza no me ayudaba en nada.
Como pude me levanté de la cama y caminé hacia la cocina buscando desesperadamente un vaso de agua. Mientras bebía el elixir de la vida que tenía entre mis manos, busqué algún ibuprofeno, o algo para mi irritante dolor de cabeza, pero claramente, no encontré nada.
Buscando mi teléfono en el pequeño bolso que había usado la noche anterior, decidí pedirle a Vicky que me ayudara con la ida al farmacia, pero claro, había olvidado un pequeño detalle, el celular necesita cargarse, y yo claramente no lo había hecho.
-Mierda.-musité y caminé hacia donde estaba mi cargador.
Como si la mañana no pudiera ir peor, la luz había decidió cortarse, era casi como una señal que me decía que no importaba lo que hiciera, hoy tenía que hacer todo por mi misma. Era casi como un castigo por haber tomado.
Camine hacia mi habitación y me puse la ropa más cómoda que encontré en el ropero; mi madre siempre me decía que me vista bien para salir porque uno nunca sabe donde puede encontrar al amor de su vida, pero mi respuesta siempre era la misma, si es realmente el amor de tu vida, te va a amar en todas tus versiones, más en la versión que decía “no es un buen día, no molestar”; justo en la que hoy me encontraba.
Así sin más, me aventure a la ruidosa calle en busca de una maldita farmacia.