La habitación de Marco es sobria y muy espaciosa. Nada parecido a lo que mi mente había imaginado todo este tiempo.
Nunca se me había ocurrido echarle un vistazo o siquiera entrar; temía hacerlo enojar o encontrarlo en una situación incómoda, de la que luego no hubiese vuelta atrás.
El señor es una persona muy extrovertida ante la mirada de la gente, pero en lo privado es extremadamente cauteloso y reservado. Todo lo maneja entre las sombras, con suma seriedad.
A diferencia de Jhan que en público se muestra introvertido, pero en lo privado...
¿Será que tienen mucho en común a pesar de ser tan diferentes?
— Entra— ordena impaciente— Hice un espacio en el closet para tus cosas. También me tomé la libertad de pedirle a Mizaldre que te compre prendas y accesorios nuevos para que puedas estar más cómoda.
Me acerco suavemente a la entrada del enorme closet, podría caber un dormitorio entero ahí dentro.
Recorro las prendas que su asistente escogió para mí y seguido me giro para observarlo.
¿Qué le está pasando a este hombre? ¿Será que sufre de una grave enfermedad?
Los jeans en diferentes colores, las zapatillas en tonos pasteles; un mundo entero de ropa encantadora e informal.
— Quita esa expresión. Modifiqué el trato así que creo que esto es lo más justo. Solo no te acostumbres, sabes bien que tienes una imagen que sostener.
No me importa nada de lo que dice, miro cada una de ellas y paso mis manos por las telas suaves y confortantes.
En el estante del medio, llama mi atención un pijama de dos piezas en seda rosa con ositos estampados. La remera y el short son holgados e infantiles, cosa que debo agradecer a Mizi. Jamás podría dormir en camisolín cerca suyo sintiéndome a gusto.
— ¿Te gustan?
— Mucho— respondo olvidando nuestra constante rivalidad.
— Puedes cambiarte antes de que almorcemos, si lo deseas. Imagino que no querrás estar con tacones todo el día
— Quiero elegir el menú de hoy ¿Podemos sumarlo a los favores por el cambio en el trato?— desvío la conversación hacia mis intereses.
— Ja... por eso nunca hago concesiones. Uno les da la mano y te toman el codo.
— Por favor— utilizo mi más preciado recurso.
Su silencio me parece infinito, tanto, que mi orgullo lucha para que termine retractándome.
— Tienes que desearlo mucho para pedirlo así— entrecierra los ojos en busca de una explicación. Si hay algo que Marco no puede dejar de lado, es su curiosidad.
Contengo la respiración un momento para no mover ningún músculo. Temo evidenciar mis intenciones ante él, que algo falle en mí y descubra toda la verdad.
—Puedes— gesticula fingiendo superación, entre tanto sacude las manos autorizándome.
Sé que este favor va a costarme muy caro en algún momento.
Elijo un jean celeste estilo moom y un top blanco de mangas largas con botones en el centro. Las zapatillas beige con plataforma hacen juego con el resto del diseño.
Me observo encantada frente al espejo; esta sí soy yo. Por primera vez en tiempo me siento real.
Mi cabello largo y ondulado luce esponjado por el clima, sin embargo adoro llevarlo suelto y sentir su peso sobre mi espalda.
Una sensación tan sencilla y grata a la vez. Pienso que se puede ser feliz con tan poco...
El cambio de look cambió hasta mi semblante; mi postura más relajada y casual me inspira a tomarme las cosas con más calma.
El almuerzo de hoy será una ofrenda de paz para Jhan y su novia; una comida que cerrará nuestras disputas.
Aún no puedo desear que sea feliz a su lado, ni siquiera puedo mirarlo a los ojos y decirle todo lo que guardé en el fondo de mi corazón estos años.
No obstante haré un esfuerzo por llevar la fiesta en paz el tiempo que dure aquí. De eso depende mi estabilidad, de eso depende mi padre.
La mesa que siempre me pareció descomunalmente larga, hoy se siente pequeña y demasiado angosta.
Los hermosos centros florales y las diminutas velas decorativas le dan un toque festivo a todo el ambiente.
La música flota en el aire invitando a soñar con los ojos abiertos.... lástima que todo lo bello tiende a secarse, a pudrirse.
Me acomodo a la derecha de Marco justo frente a Nirvana.
Un rechazo instantáneo recorre mi espina dorsal, haciendo que surja el lado más oscuro de mi personalidad.
Su enorme sonrisa y su cabeza inclinada sobre el hombro de Jhan, desatan un huracán de celos en mi interior.
Ella no te hizo nada, repito intentando entrar en razón.
Pero en realidad sí lo hace, me destruye el alma con su simple presencia; cuando entra en contacto con su piel..
—Cuéntanos Nirvana ¿Cómo se conocieron con mi hermano?
—Es una historia muy larga, pero básicamente nos conocimos corriendo en el parque.
— Compitiendo querrás decir— su voz se transforma en una artillería pesada de digerir.
— Tú competías, yo solo disfrutaba de mis victorias.
Seguramente el gesto en mi rostro enmarca mi creciente disgusto; lo noto cuando Marco abre los ojos en una orden silenciosa.
Jugueteo con uno de los cubiertos para evadir tomar parte en la conversación.
—¡Vamos Niva! cuenta las cosas como realmente sucedieron—bromea mientras le hace cosquillas.
—¿Niva? ¿Es enserio?— descubro que mi voz sale de mis labios sin permiso y deja en silencio a la feliz pareja.
—¿Qué tiene de malo?— me increpa la odiosa mujer.
— Nada, en absoluto— trato de pensar lo que voy a decir antes de hiperventilar— es una coincidencia: Niva, Nissa: estamos solo a una letra de diferencia.
—Tengo una esposa muy atenta. Nissa siempre repara en detalles que otros ignoramos— alude Marco, en mi defensa o en mi contra.
La incómoda escena se ve interrumpida por la fila de sirvientes que ingresan a traernos la comida.
Los platos ambarinos resaltan ante la pulcritud del blanco.
—Extraña elección para un día tan frío— decide mi esposo.
Enmudezco, es mejor mantenerme al margen de todo posible conflicto.
—¡Ceviche! amo este platillo. Al fin voy a poder disfrutarlo— su vocecilla aguda me hace doler la cabeza.
Los ojos de Jhan están clavados en los míos, podría jurar que lanzan llamas en mi dirección.
Quiero decirle que no era mi intención irritarlo, que hice esto para agasajarlo de la única forma que me es posible.
Pero no puedo...
Corre el plato en signo de desprecio.
—Odia el ceviche— comenta entre risitas Nirvana.
¡Eso no es verdad! es su comida favorita en todo el mundo, grito para mis adentros.
No odia el ceviche, odia lo que le recuerda: a mí.