Chef encubierto

Bianca

Era un poco de locos la salida de la noche anterior, Bianca no solía ser espontánea a menos que se tratara de la preparación de algún plato y por eso le iba tan bien en su trabajo con 30 años había logrado forjarse su destino, estudió en la escuela culinaria de Academia Barilla, en Parma Italia y luego realizó cursos especializados en la escuela Superior de Cocina Francesa Ferrandi, trabajó unos años en un restaurante de un hotel prestigioso de París, luego llegó su gran oportunidad cuando al participar en una competencia de credenciales había quedado de primera en la selección y luego en el desarrollo del concepto en la preparación, nunca conoció al dueño y chef reconocido en persona, pues estaba constantemente viajando, de hecho tenía tres años encargada de uno de sus restaurantes y jamás había ido allí, quizá su confianza se debía a que era de los restaurantes de la cadena que mejores resultados daba , a Bianca le apasionaba su trabajo, le encantaba el concepto del restaurante, pero quería aportar más , renovar algunos platos y aportar su propia creatividad pero eso no era permitido.

Las tres amigas compartían apartamento y un vehículo, se habían conocido de manera casual pero habían creado un fuerte vínculo de amistad, cada una aportaba su propia personalidad y manera de ver la vida al grupo, Daphnee Martin, de cabello color fuego, es diseñadora de interiores, francesa de 32 años que solía ir a todas partes en Bicicleta ,su forma de ser es ecléctica y conciliadora, siempre tratando de mediar entre las diferencias. Antonnella Piereli, de cabello azabache y ojos castaños por su parte normalmente era catalogada prejuiciosamente como tonta e inestable por ser modelo, nada más lejos de la realidad pues a sus 28 años, tenía muy claro lo que quería y quien era, estaba constantemente de viaje y vivía una vida entre lujos y excesos pero sabía que eso no duraría toda la vida, veía el modelaje solo como un trampolín para lograr sus metas profesionales y empresariales, para lograr la proyección de sus productos y diseños de moda y perfumes cuando amasara la fortuna necesaria para retirarse. La última en llegar al grupo había sido justamente Bianca quien llegó a París con una maleta llena de sueños pero dispuesta a sacrificarse para obtenerlos, su meta lograr tener su propio restaurante donde se ofreciera más que comida una experiencia gastronómica completa, de personalidad alegre y positiva, era maniática del orden y la limpieza, obsesiva de horarios y planificación, solía poner en orden la vida de sus compañeras y ellas se las distorsionaban.

Esa mañana al despertar muy temprano, debe prepararse para ir a trabajar, las chicas todavía no han regresado pero eso no le preocupa a veces sucede así cuando la están pasando realmente bien, por un momento al verse al espejo rememora el beso de la noche anterior, esos labios exigentes sin duda le habían causado un gran impacto, aquel olor varonil y voz profunda, sonrió y entro al baño, se colocó su ropa usual, sujetó su cabello en una coleta y se colocó los lentes, ya desayunaría junto a su personal como era habitual eran como una familia y eso les cargaba de energía.

Sin embargo, aquella mañana comenzó a tornarse extraña pues cuando se disponía a subirse a la bicicleta para ir al trabajo una lluvia de mensajes y llamadas perdidas entraron al mismo tiempo al encender el teléfono, —Hola, ¿qué ocurre Vincent?, ¿pasó algo en el restaurante?, porque justo salía para allá—, pregunto un poco ansiosa a su mano derecha.

—No has visto lo que publicaron, en la reseña de Adrianna Goit.

—La verdad es que no, pensaba comprar el periódico en el puesto frente al restaurante, pero ¿Qué ocurre?

—Pues que emitió una reseña terrible nos comparó con una cadena de hamburguesas, esto traerá consecuencias, Bianca, traerá despido y quien sabe que más, deben de estar por llamar, ¿Qué hacemos?.

—Lo primero que deben hacer es calmarse, en especial tú pues si los demás te ven así de estresados comenzaran a especular y alterarse y eso complicará el servicio de hoy, tranquilo voy para allá, lo hablaremos durante el desayuno.

—Te esperamos.

Mientras va en camino trata de calmar su mente sin duda esto traerá cola, pues no solo querrán acciones en el restaurante que provocó la crítica sino en el resto, pero eso no la angustiaba de manera especial, en la sede que ella administraba habían logrado la excelencia y un verdadero trabajo en equipo, pero debía prepararse, así que al llegar ya tenía algunas ideas para ejecutar desde ese preciso momento, cuando llegó ya se encontraban la mayoría habían preparado una mesa cerca de la cocina para desayunar y todos se alegraron al verla.

—Cuéntanos cómo te fue anoche, tienes la cara de estar un poco cansada, te serví un café cargado para que actives esas energías

—Gracias Hanna, que placer, me encanta cómo lo preparas, eres la mejor de París.

—Entonces siéntate y comencemos a comer.

—Anoche fue genial, es una discoteca muy buena, deberían ir, vale la pena el trasnocho, la música y los tragos geniales.

—Imaginate y tu que no salías desde la época de las cavernas

—Jajaja, muy gracioso, en realidad tenía años sin ir a bailar entre tanto estudio y trabajo.

—Te veías hermosa deberías vestirte más seguido, si te quitas esos lentes, te vistes femenina y te peinas dominarias a todos los hombres de la ciudad.

—Realmente no necesito dominar París.

—Pero a un hombre sí, jajaja—, bromeó Hanna.

—Mejor no sigamos hablando de mi vida amorosa que nos deprimimos, mejor hablemos de la de Carlos que es más animada seguro tiene una anécdota divertida.

—Pues la verdad que si jefa tengo unas situaciones de lo mas entretenida, adivine lo que me ocurrio anoche, invite una chica a cenar y cuando la acompañe a su casa me invito a tener sexo con ella y su hermana gemela.

—Suertudo, supongo que aceptaste.

—Pues claro, cuando me va a volver a pasar algo así.

—Hay Carlos eres increíble y luego vienes a trabajar fresco como una lechuga te envidio.

—Pues si quiero le digo mi secreto.

—No por favor dios me libre, mejor dediquémonos a hablar de lo que se nos viene encima a partir de la polémica reseña