—¿Lo ves? —exclamó Maxine, señalando la firma plasmada al final del documento—. Esa es la firma del juez que te declaró como una incompetente, después de que le expliqué que me abandonaste a mi suerte durante trece largos años, siendo yo solamente una niña. Rosamund tragó saliva y sus ojos grises se llenaron de furia. —¿Me estás castigando, niña estúpida? ¿Estás actuando como una tonta berrinchuda, solamente porque te envié a ese internado a convertirte en la mujer que eres ahora? Maxine soltó una risilla divertida y miró a Lars mientras negaba, incrédula, por las palabras que Rosamund había declarado. —¿Es en serio? —murmuró, dirigiéndose a él—. ¿De verdad está diciendo que lo hizo por mi bien? Lars alzó ambas cejas y sintió un poco de rabia por la actitud de su esposa. No entendía

