CHARLY
Nunca imaginé que un viaje a París cambiaría tanto mi vida. Había leído tanto sobre esta hermosa ciudad, visto tantas imágenes en las películas, había soñado con recorrer sus calles empedradas mientras observaba a los artistas pintando en los cafés, cosa que encuentro demasiado parisina y el saber que este fin de semana podré verlas en directo, me parece más que fascinante.
Siempre había sido una persona reservada, tímida, alguien que prefería quedarse en su zona de confort que ponerme a explorar el mundo por mi cuenta pero aquí estaba, en la ciudad del amor, por primera vez en mi vida, y todo me parecía tan grande, tan ajeno, tan irreal, que aunque me pellizcaran fuerte en el brazo, creo que no caería en cuenta de donde estoy pero además de todo eso, no estaba sola, no, estaba con él.
Luc…qué bien suena su nombre y sin evitarlo, fijo mi mirada en él.
Estaba sentado sobre una de las rocas que rodeaban el estanque, con los pies descalzos, mirando al horizonte, parecía uno de esos actores de las películas de Hollywood que tanto me gustaba mirar. Sus jeans rotos y su camiseta de algodón gris parecían lo más casual del mundo, pero de alguna manera no podía evitar sentir que su presencia era intensa. Su cabello, desordenado pero perfectamente colocado, y su postura relajada daban la impresión de que no tenía ningún apuro en la vida, que todo le pertenecía, que todo para él es una aventura, una anécdota más por vivir para después contar a sus amigos.
Una de las cosas que más me llamó la atención fue su mirada. No era como las de los otros hombres que había visto en mi vida, aunque para ser honesta tampoco es que me hubiera fijado en muchos pero no se, la suya me daba la sensación de que estaba llena de historias, de experiencias, como si estuviera constantemente buscando algo nuevo, un nuevo recuerdo por llenarse en la mente y en su corazón para el día en que todos, tarde o temprano, nos toque partir.
Y esa misma energía vibrante que lo caracteriza, es lo que me llamó la atención en él, no siento que sea una mala persona, al contrario, siento que gracias a él y a su presencia en mi vida estos días, esta aventura, será más que grandiosa.
Los minutos pasaron lentamente o así lo sentí yo, y casi me había olvidado de mi entorno cuando él se levantó y caminó hacia donde estaba. Miré a otro lado, temiendo que pudiera darse cuenta de que lo había estado observando, como una loca acosadora, pero no pude evitarlo, el es demasiado tentativo para evitarlo tanto con la mirada como con el pensamiento.
- ¿Puedo acompañarte? - me pregunta en un francés suave, con un acento claramente parisino de esos que a cualquier chica vuelven loca.
La pregunta fue sencilla, pero por alguna razón que desconozco, el sonido de su voz me descolocó por unos breves segundos y cuando pude reaccionar, me giré lentamente hacia él para quedar una vez más maravillada con su perfecto y maravilloso rostro.
- Claro - es todo lo que respondí, ya que estaba algo nerviosa y sin saber qué más decir. No estaba acostumbrada a interactuar con desconocidos, y mucho menos en una ciudad tan grande y desconocida como esta.
Luc se sentó a mi lado sin pensarlo, sus piernas estiradas frente a él de una manera completamente despreocupada, mientras sus ojos seguían contemplando el agua que se encontraba frente a nosotros.
- Así que ¿Primera vez en París? - preguntó con una sonrisa tímida, que contrastaba completamente con la energía que emanaba de él o quizás yo lo interprete de esa manera.
- Sí…- respondí tímidamente, sintiendo como si todo mi mundo se comprimiera en una pequeña frase -...Estoy aquí por unos días, solo para conocer la ciudad - le dije finalizando tratando de sonar lo más segura posible.
- ¿Por qué sola? - Su pregunta me sorprendió por un momento pero no me extraña, la mayoría de las personas asumen que hay alguien más contigo cuando viajas a un lugar como este. Así que me sonrojé un poco, quizás por la vergüenza, pero asentí.
- Sí…- murmuré -...No soy muy aventurera la verdad, tomo todo de mi poder hacer este viaje sola pero hasta ahora, no me arrepiento - Luc sonrió de nuevo, como si hubiera encontrado algo curioso en mi respuesta.
- ¿Nunca te atreves a hacer algo fuera de lo común? - pregunta realmente interesado en mi respuesta. Lo miré, un poco confundida. ¿Qué quería decir con eso? Yo estaba aquí, en París, después de todo, algo fuera de lo común para mí pero estaba aquí.
- Bueno…- empecé a decir, mirando las hojas que caían alrededor -...digamos que prefiero quedarme en mi zona de confort que explorar el mundo - suelto viendo mis manos mientras juego con mis dedos.
Él se rió, una risa suave pero contagiante que me hizo sentir como si todo estuviera bien, como si no fuera tan importante ser diferente o estar fuera de lugar.
- La vida está en la incomodidad…- dijo -...Si no sales de esa zona, te pierdes todo lo que tiene para ofrecerte y créeme, la vida tiene demasiado que ofrecer y más a una chica tan guapa como tú - suelta con una sonrisa que podría derretir hasta el corazón más congelado del mundo.
Pero volviendo a mis sentidos, sus palabras me dejaron pensativa, ya que siento que tiene demasiada razón .
- ¿Y tú?..- pregunté, intentando devolver la pregunta -...¿Siempre te atreves a salir de tu zona de confort? - pregunto de una manera algo descarada.
Él se recostó un poco sobre las rocas, como si estuviera más cómodo que en su propia cama y eso creo que es fascinante.
- Siempre. Es la única forma de vivir de verdad. Si te quedas atrapada en lo seguro, lo cómodo, te pierdes las cosas más divertidas, las cosas que te hacen sentir viva, lo que te hace sentir vivo - comenta viendo el cielo que nos acompaña.
Había algo tan natural en su actitud, tan desinhibido, que me hizo sentir como si estuviera de alguna manera desperdiciando mi vida, limitada por mis miedos y mis dudas, que me hizo replantearme muchas cosas que hago y que por sobre todo dejó de hacer.
La conversación comenzó a fluir más libremente, y me di cuenta de que, a pesar de mi timidez, me sentía bastante cómoda con él.
Había algo en su presencia que no me hacía sentir juzgada, que me hacía sentir que estaba bien ser yo misma, incluso si era un poco torpe o reservada.
- ¿Qué haces aquí, en este lugar? - pregunté, más por curiosidad que por otra cosa, quería conocerlo aunque la pregunta fuera la más tonta del mundo.
- Yo vivo aquí…-dijo, como si fuera lo más obvio del mundo y pues claro, me digo dándome un golpe mental -...Soy de París. Vivo la vida al máximo. ¿Sabes? No hay tiempo que perder - dice dándome una mirada que remueve cosas en mi.
- ¿Tú vives al máximo todos los días? - le pregunté, casi con una sonrisa incrédula, por que no creo que una persona pueda vivir al máximo a diario, todos tenemos responsabilidades.
- Sí…- respondió, asintiendo con una confianza inquebrantable que me hizo admirarlo -...Todos los días. Por ejemplo, mañana tengo planeado subir a la Torre Eiffel a las seis de la mañana, luego tomar un café en Montmartre, caminar hasta el barrio latino, y quién sabe, tal vez termine en algún club de jazz al final de la noche - suelta provocando que mi corazón se acelere por sus palabras.
Mis ojos se abrieron un poco más al escuchar sus planes. Todo lo que él decía parecía tan... fuera de mi alcance tan poco…yo. Ya que yo no sabía ni cómo organizar un día con tanto dinamismo, menos aún cómo atreverme a hacer todo eso. ¿Cómo se atreve alguien a vivir tan plenamente? Mi vida era tranquila y no me quejaba mucho por eso, ya que me parecía cómodo, pero a veces sentía que me estaba perdiendo de algo, que estaba estancada en una calma que no me generaba ningún tipo de aventura.
- ¿Y tú?...- me preguntó, dándome la oportunidad de contarle un poco sobre mí -...¿Qué te gustaría hacer aquí, en París? - lo observe por unos segundos antes de responder.
- Me gustaría... conocer más la ciudad. Tal vez perderme un poco. Pero no sé si soy capaz de hacer algo tan espontáneo - le dije escondiendo mi rostro rojo de la vergüenza.
- ¿Perderte?..- Su voz sonaba intrigada -...¿No es eso lo que mejor puedes hacer aquí? ¿Dejarte llevar por las calles, por la gente, por los cafés? - dice como si fuera lo más obvio, quizás para él, pero no para mi.
- No sé, tal vez - Me reí, un poco nerviosa, pero también excitada por la idea de que tal vez podría intentarlo.
Nos quedamos en silencio un rato, mirando el agua y escuchando el murmullo de los turistas a lo lejos. A pesar de ser tan diferente a mí, me sentía extrañamente conectada con él, como si nuestras vidas pudieran entrelazarse en algún punto entre las palabras no dichas entre nosotros.
Jamás me había sentido tan cómoda en compañía de alguien a quien recién vengo conociendo. Si mi familia y amigos supieran en lo que estoy, me estarían llamando loca.
- ¿Sabes qué?...- dijo de repente, rompiendo el silencio -...Mañana me voy de viaje. Pero si quieres, puedo enseñarte a perderte un poco más en esta ciudad - Mis ojos se agrandaron ante su propuesta.
- ¿De verdad? - le dije sorprendida. Es verdad que en el restaurante se ofreció a ser mi guía, pero no pensé que fuese cierto.
- Te prometo que lo harás. Sólo tienes que confiar un poco - Él asintió con una sonrisa traviesa que provocó mariposa en mi vientre.
Yo nunca había sido una persona que confiara tan fácilmente en otros, pero algo en su mirada me hizo querer creerle, que podía confiar en Luc. Quizá era el hecho de que, por primera vez en mucho tiempo, sentí que estaba frente a alguien que vivía la vida de una manera que yo nunca me había atrevido a hacer.
- Está bien…- dije finalmente, sintiendo una mezcla de excitación y nerviosismo -...Me gustaría intentarlo - Él sonrió, y esa sonrisa, tan confiada, me hizo sentir que tal vez, solo tal vez, este viaje a París sería el comienzo de algo mucho más grande.