A medida que pasaban las horas, París comenzaba a dejar de ser un simple lugar en el mapa y se transformaba en una extensión de mis pensamientos, mis emociones y mis temores, cosas que viven generalmente conmigo pero que aquí siento me acompañan todavía más.
Todo lo que había conocido hasta ahora, todas mis experiencias (bastante pocas para ser honesta), parecían evaporarse frente a la nueva realidad que estaba viviendo y que en cada segundo que pasaba, comenzaba a amar cada vez más.
La ciudad no era solo un escenario donde me encontraba, no, era mucho más que eso, era una especie de terreno fértil donde los miedos y las inseguridades podrían crecer o desmoronarse frente a mis ojos, dependiendo de lo que yo eligiera hacer de ahora en adelante.
Y Luc… Él parecía ser una especie de impulsor en todo esto. Como si, con cada paso que daba, me estuviera empujando a dar el mío, a un mejor futuro, a una mejor vida.
Ya no sabía si lo hacía para demostrarle algo a él, o si lo hacía para demostrarme algo a mí misma, quizás ambas cosas.
Y hoy era uno de esos días que comenzaban sin un plan fijo, pero que sabías que, al final, te dejarían muchas historias por contar, demasiadas anécdotas que recordaría con mucho cariño al momento de regresar a casa.
Al despertarme esa mañana, sentí que, aunque no teníamos un destino, un camino fijado, me encontraba en el lugar adecuado, el lugar donde debía de estar. Era bastante extraña la sensación pero sentía que estaba empezando a dejarme llevar por primera vez en mi vida.
Ya no me importaba tanto lo que sucedería más adelante, solo me importaba estar allí, en ese momento, con Luc, en esta ciudad, en esta nueva realidad que estoy viviendo donde siento que estoy comenzando a vivir por primera vez.
Todavía era temprano cuando llegué al punto de encuentro para hoy, que era una pequeña panadería en un rincón del Marais. La luz suave de la mañana bañaba las calles empedradas mientras los primeros rayos de sol iluminaban las fachadas de los edificios que se encontraban abrazándonos a nuestro alrededor.
El aire era fresco, de ese que te invitaba a cerrar los ojos y disfrutarlo. No había prisa. No teníamos ninguna agenda, solo las siguientes horas del día frente a nosotros que todavía nos quedaban por disfrutar.
Al ingresar en el lugar, pude ver como Luc se movía con una comodidad, como si fuera el dueño del lugar, cosa que no dejaba de sorprenderme, aunque a estas alturas, no debería de hacerlo, él parecía estar en casa en cualquier lugar del mundo y eso era algo que envidiaba de él y que esperaba en algún momento poder conseguir.
Su presencia era simplemente una mezcla de confort y desafío, de libertad y caos, de aventuras y anécdotas. Su rostro estaba relajado, pero en sus ojos brillaba esa chispa que parecía ser su característica principal: el impulso de vivir intensamente y no desperdiciar ningún momento, ya que cada segundo contaba.
- Buenos días - dije mientras me acercaba a él.
- Buenos días, Charly…- respondió él con una sonrisa que reflejaba un entusiasmo -...Hoy te voy a enseñar algo que cambiará tu forma de ver París - Le miré, desconcertada.
- ¿Qué es lo que me vas a enseñar? - pregunte algo confundida.
- Perderte - Fue la respuesta más absurda que había escuchado en mucho tiempo.
¿Perderme? No era algo que yo hiciera de manera voluntaria. Siempre me había sentido más cómoda cuando las cosas estaban bajo control, cuando sabía a dónde iba y por qué. Perderme en un lugar tan grande, como París, parecía la peor idea que alguien podría tener o al menos así lo pensaba yo pero pronto me daría cuenta de que estaba completamente equivocada.
- ¿Perderme? ¿En serio? - le pregunté, casi como si estuviera buscando una explicación lógica a algo que no podía comprender y evitando reirme por su declaración.
- Sí, perderte. Si quieres conocer un lugar de verdad, tienes que perderte en él, conocer sus rincones, sus calles, sus lugares, no solo los más populares, estos los conoce cualquiera. Ya que solo así entiendes lo que significa ser parte de ese lugar, lo que significa estar vivo en él y no solo ser, un turista más - Nunca había escuchado algo tan extraño, y al mismo tiempo, algo tan liberador.
¿Perderse como una forma de encontrar algo? En mi mundo, siempre había sido lo contrario: no perderse, no errar, seguir el camino marcado y no salirse por ningún motivo. Pero París me estaba enseñando que, a veces, para entender algo, tenías que dejar de controlarlo y solamente…fluir.
- ¿Y cómo se supone que me voy a perder? - le pregunté, incrédula, mientras nos dirigimos hacia la puerta de la panadería.
- Déjame guiarte…- dijo con una sonrisa segura -...Solo sígueme, y olvídate de todo lo demás. Vamos a caminar sin rumbo y verás de lo que te hablo - dice sonriendo.
Y bueno, sin pensarlo mucho, salimos a la calle, y en lugar de tomar una dirección conocida, como yo habría hecho sin dudarlo, Luc me llevó por una serie de callejones que nunca habría imaginado recorrer y que me tenían completamente maravillada.
Las calles estrechas del Marais, con sus edificios antiguos, sus tiendas de antigüedades y boutiques escondidas, comenzaron a abrirse paso ante nosotros como un laberinto de secretos y de susurros del pasado mezclados con el presente.
Me sentía extraña al principio, como si estuviera traicionando mi naturaleza. Pero ver como Luc caminaba tan seguro, tan confiado, con esa energía que nunca parecía agotarse, que algo en mí comenzó a relajarse. Ya no se trataba de controlar cada paso, cada decisión, de saber adónde ir para no cometer errores. Solo se trataba de seguirle y ver donde el camino nos llevaba. A veces, es curioso cómo una persona puede hacer que dejes de temer a lo desconocido, solo porque confías en su energía, en lo que te transmite.
El sonido de nuestras botas sobre el pavimento resonaba en las callejuelas solitarias, y, de vez en cuando, intercambiamos unas que otras palabras.
- La gente de París no suele perderse - le dije en un momento después de un largo silencio entre nosotros, mientras observaba los edificios que parecían estar alineados con precisión milimétrica a nuestro alrededor.
- Es cierto…- respondió -...pero en cuanto te apartas de la ruta turística, todo cambia. Aquí es donde comienza lo real. Aquí, la ciudad te habla sin hacer ruido - me dice señalando nuestro alrededor.
Y a medida que caminábamos, esa sensación de estar en un lugar tan vivo comenzó a inundarme por completo, cada vibra de mi ser comenzaba a sentirse de una manera inexplicablemente única.
Las pequeñas tiendas de panadería, las galerías de arte y los cafés tranquilos que se escondían entre las fachadas no eran parte del recorrido tradicional, nada de lo que estaba presenciando era algo que se podía ver dentro de todas las cosas que vi en internet sobre París.
Este París no estaba en los mapas.
Este París no se podía ver desde un bus turístico.
En algún momento, nos encontramos en una plaza diminuta, rodeada por edificios tan antiguos que parecían susurrar historias de otros tiempos, del pasado de esta hermosa ciudad. Luc se detuvo de un momento a otro, y me miró con esa expresión en la que siempre parecía saber algo que yo no y pues bueno, claro estaba que era así.
Yo prácticamente no sabía nada de París, de la vida en general. Ni todo lo que había leído antes de venir hasta acá me había preparado para todo lo que he visto.
-Mira este lugar…- dijo, señalando las sombras que caían sobre el suelo -...Este es el corazón de París. No está en el Louvre ni en la Torre Eiffel. Está aquí, en estos rincones donde la gente realmente vive, el corazón de toda ciudad en el mundo - Me quedé quieta, observando a mi alrededor.
El bullicio de la ciudad parecía estar a kilómetros de distancia. Era como si hubiéramos dado un paso atrás en el tiempo, en el lugar donde realmente había nacido la ciudad. La plaza, con su tranquilidad, se sentía como un refugio secreto, como el jardín de tu casa.
-¿Por qué me traes aquí? - le pregunté, desconcertada, aunque algo en mi interior sabía la respuesta. No es que no me gustara el lugar, todo lo contrario.
- Porque es importante que entiendas que no necesitas estar en el centro de todo para encontrar lo que buscas…- respondió él -...La vida no se trata solo de lo que ves en las grandes avenidas. Se trata de lo que encuentras cuando te detienes a mirar a los lados, cuando dejas de seguir el camino trazado por otros, cuando cambias tu camino y comienzas a ver la realidad de lo que te rodea - dice haciendo que esas palabras me impactarán profundamente.
Sentí que, por primera vez, podía ver la ciudad con otros ojos. No necesitaba seguir el mismo itinerario que todos los turistas. No necesitaba buscar la perfección. Sólo tenía que detenerme y escuchar los susurros de mi alrededor.
Decidimos sentarnos en un banco de la plaza, donde pasamos algunos minutos en silencio pero en un silencio cómodo mientras que la ciudad seguía su curso a nuestro alrededor, pero nosotros estábamos completamente presentes, observando todo con una calma que nunca había experimentado en mi vida.
Una paz que me hacía sentir como nueva.
Después de un rato, me levanté y miré a mi alrededor, sintiendo una especie de gratitud por estar allí, en ese momento exacto.
-Supongo que esto es lo que significa perderse - dije con una sonrisa, dándome cuenta de que mi corazón ya no latía con miedo, sino con un tipo de calma que no había conocido antes.
- Eso es…- respondió Luc -...pero ahora, ya no te perderás de nuevo. Lo que hemos hecho es aprender a encontrarnos - me dice sonriendo de esa manera tan cálida que calienta mi corazón y acelera mi pulso.
Nos levantamos y seguimos caminando, ya sin un rumbo fijo. París nos había dado una lección de libertad. Me sentí ligera, como si hubiera soltado algo en el proceso que no sabía que llevaba tanto tiempo cargando conmigo.
Aunque no sabía a dónde nos llevarían los próximos pasos, ya no me importaba.
Por primera vez en mi vida, sentí que, en realidad, nunca se trataba de adónde iba, sino de cómo vivía mi vida, es una sola y se que hay que vivirla al máximo.