Capítulo: 2

2128 Palabras
Apenas Ezra Tremblay salió de la oficina de juntas reinó el silencio.  A pesar de que su cabello se había vuelto grisáceo por culpa de las canas que había adquirido con la edad o las arrugas que ya estaban presentes en su rostro, el señor Ezra Tremblay con más de cincuenta años infundía un terror que ni siquiera su hija Morgan era capaz de superar. Caminó hasta su oficina pasando por aquellos cubículos que estaban llenos. Pero esto no era pretexto, cuando él pasaba por aquel lugar, todos debían guardar silencio. Era una norma no establecida que todos acataban. Una vez dentro de su oficina, soltó un gran y sonoro suspiro. Después tomó su computadora portátil de su escritorio y la rabia lo inundó. Entonces la lanzó contra una de las paredes con toda la fuerza que poseía. Al impactarse el monitor se desprendió del teclado y la pantalla quedó hecha pedazos. Algunos se atrevieron a dar una rápida mirada, pero nadie dijo nada a pesar que todos sabían que significaba aquello.  Ezra acababa de perder otro inversor.  Pateó los trozos de lo que antes solía ser su laptop y caminó hasta el lugar donde tenía una botella de whisky. Vertió un poco en un vaso pequeño y se lo tragó de golpe. Repitió esa acción un par de veces hasta que Virgine llamó a la puerta. —Oliver Archer está aquí—  Ezra recobró un poco de la compostura que segundos antes había perdido. Miró a la pequeña y delicada rubia que estaba en la puerta de su oficina y prácticamente la devoró con la mirada. —Pásalo a la sala de juntas del sexto piso y trae alguien para que recoja todo esto— Virgine no espero a recibir la indicación que podía retirarse cuando salió prácticamente corriendo. De no ser por qué aquella rubia era una madre soltera de una niña de doce años que la necesitaba; hubiese renunciado años antes. Era un secreto a voces en la oficina, el señor Ezra siempre tenía lo que quería. Por repugnante que fuera, él veía a aquella chica como un trofeo que aún no había puesto sus manos en él. Y esa era la razón por la cual nadie se atrevía a dejar sola a Virgine con el jefe. Todos los días había alguien que se quedará lo suficientemente tarde como para acompañarla hasta que terminará. Siempre un hombre, uno que fuera padre. Ningún hombre desea que su hija pasé por algo atroz.  Pero Ezra no le importaba aquello. Prácticamente estaba vendiendo a su hija a la familia Archer, obligándola a salir con el hijo de Oliver, Logan. Su pretexto era que su padre le había hecho cosas peores para conseguir todo lo que habían hecho. Ni por mencionar a su hermano Wallis o a su hermana Quinn. Sobre todo a su hermana, a quién le había obligado a contraer matrimonio con el hijo de un granjero solo para hacerse de sus tierras. Todos habían sufrido.  Tranquilizó un poco su respiración y se dirigió a donde Oliver Archer le esperaba. Lo hizo con un paso tranquilo y decidido, mientras acomodaba su corbata y se aseguraba que el traje que llevaba estuviera impecable.  Oliver Archer era uno de los pocos socios "fuertes" que le quedaban al corporativo Tremblay. Su hermano Wallis junto con su esposa habían salido de viaje en un intento de conseguir un par más. Pero hasta aquel momento no habían tenido suerte. El señor Ezra le dedicó la sonrisa más grande que pudo apenas vio a Oliver, quien se aproximó a darle un gran apretón de manos. —¿A qué se debe el placer?— —No vengo por negocios, tranquilo— el señor Oliver caminó hasta una de las sillas y se sentó, —He venido por asuntos personales— —¿Si?— —Mi hijo va a pedir la mano de tu hija el domingo por la tarde— asintió. —Violet ya le había dicho a Florence— Entonces Ezra sonrió de verdad. No había noticia que en aquel momento le hubiese hecho más feliz. Aquello aseguraba su estabilidad económica, tanto de él, como de su esposa e hijas. —Vaya, que sorpresa...— —Queríamos que fuera el sábado, pero al parecer tiene un partido de tenis— —Sabes que tiene mi bendición— —No he venido por una bendición— declaró Oliver entre risas. —Vine a advertirte— Ezra dejó de sonreír y optó por un semblante más serio.  —¿Advertirme?— —Sí, escucha. Sé de primera mano que Morgan se ha estado comportando un tanto indiferente con Logan— asintió un poco y el rubio continuó: —Necesito que hables con ella— —Así será— recuperó su sonrisa y Oliver rascó un poco su barba. —Tendremos esa pequeña plática— —No Ezra, realmente necesito que le hagas entender lo que se está jugando con esa actitud de niña santa que está teniendo— —¿Significa...?— —¿Tú que crees?—Oliver parecía molesto, —Por supuesto que no ha pasado nada entre ellos, pero Logan es un hombre con necesidades. Morgan no deja de calentar al chico por las noches para después mandarle fotos en pijama de monja— —Ten por seguro que hablaré con Morgan— Ezra estaba furioso. Y no por lo que Oliver había dicho de su hija, sino por el hecho de que Morgan se había atrevido a desobedecer, cuando él claramente le había dado la orden de que mantuviera a Logan contento. Costara lo que costara.  Aquella reunión informal no se extendió más. Oliver se fue sin siquiera despedirse.  Y Ezra regresó a su oficina refunfuñando y apretando sus dientes en un intento de disipar toda la ira que le invadía. Aquel día en la oficina solo continuó empeorando. Ezra miraba impaciente cada uno de los relojes que estaban colocados en las distintas salas en las que las reuniones se habían llevado a cabo. Cada una de las juntas fue más pesada que la anterior.  Para él, aquel día parecía no terminar. Hasta que dieron las dieciséis horas.  Entonces Ezra subió a su carro y se fue directamente con aquella persona que sabía que le ayudaría a olvidar todo aquello que le acomplejaba.  Había conocido a Ángela hacía aproximadamente dos años. Y era su secreto mejor guardado.  Ángela solía trabajar en un prostíbulo.  Por obra del destino Ezra había ido a aquel lugar después de un día como aquel. Necesitaba algo que le permitiera desahogarse con la fuerza que él quisiera. Entonces conoció a Ángela, quien no se quejaba o decía algo al respecto. Ezra podía ser tan agresivo como él quisiera sin tener miedo. Ahorcaba, apretaba e inclusive mordía a la chica tan fuerte como él deseara y ella no lo impedía. De hecho, todavía lo incitaba a que lo hiciera más fuerte.   Ezra comenzó a ir más seguido a aquel prostíbulo, hasta que un día alguien más estaba con Ángela. Y aquello le enloqueció. La idea de tener que compartirla con alguien más le enfureció. Por ello le propuso un trato que sabía que la chica no rechazaría.  A cambio de su discreción y "servicios", ella no tendría que volver a trabajar en su vida. Él le cumpliría cualquier capricho que Ángela pudiera tener.  Cuando Ángela aceptó aquel trato su vida se llenó de todo aquel lujo que ella solo había sido capaz de soñar, la chica que nunca había tenido nada lo tuvo todo. Desde ropa y maquillaje de diseñador, joyas y bolsos, hasta departamentos, autos y de más. La cuenta de la tarjeta de Ángela era mucho más grande que la de su propia esposa o hijas.  * Se dejó caer a un lado de la chica en aquella cama cuando sintió que las fuerzas lo abandonaron. Sus piernas temblaban y su rostro se había tornado rojo. Por su parte Ángela se recostó sobre él, con sus brazos cruzados debajo de su rostro a forma de almohada.  —Te tengo una sorpresa— dijo la rubia con una sonrisa en su rostro.  Ezra sonrío. Y empezó a acariciarle el cabello.  El hombre daba gracias por cualquiera que fuera la situación que había obligado a la chica a ser una prostituta. Ángela era demasiado joven, fácilmente podría tener la edad de Morgan o inclusive ser un año menor. Y su rostro era el de una chica dulce e inocente. Con sus enormes ojos azules y cabellera rubia larga. Sus rasgos eran demasiado finos.  Ezra era consciente que si la chica hubiese tenido algo más de suerte hubiera podido ser una modelo.  —¿Si?— pensó en lo mucho que le gustaban las sorpresas de la chica. Generalmente consistían en alguna posición nueva o conjunto de lencería. Una que otra vez en algún juguete.  —Estoy embarazada—  Ezra se quedó incrédulo, mientras observaba como ella le sonreía ampliamente. Su corazón latía desbocadamente y se sentía incapaz de reaccionar.  Pronto la rabia volvió a invadirlo, pero no podía dejar que aquello saliera a relucir. En su mente empezaba a idear una forma en la que pudiera salirse de esa situación.  —¿Hablas en serio?— ella asintió eufórica.  —¿Puedes creerlo? Podría ser el niño que siempre has querido—  Ezra fingió una sonrisa.  —Esto hay que celebrarlo ¿No?— Entonces tomó a la chica por su cuello como ya lo había hecho un millón de veces.  * Cuando el señor Ezra estuvo finalmente en su estudio en la mansión Tremblay, tomó aquella pelota de espuma que le ayudaba a desestresarse y comenzó a caminar haciendo círculos.  Se acababa de meter en un problema enorme del cual necesitaba salir con urgencia. Sabía que podía ordenarle a Hirsch que se hiciera cargo. Pero aquellas cosas tarde o temprano terminaban saliendo a la luz. Y la mera idea que Florence, Morgan y Darcy se enteraran de su "pequeña aventura" lograba que su estrés aumentará.  Por más que lo intentaba su mente no lograba ingeniar alguna otra escapatoria. Una distinta. Una en la cual no tuviese que perder algo que él creía que era su propiedad.  —¡Hirsch!—  Pronto Hirsch entró en el estudio.  —Necesito que lo hagas—  Ezra no tuvo que decir más.  Hirsch salió de la mansión Tremblay y se dirigió a hacer el mandado que su jefe acababa de autorizar.  Entonces Ezra se sirvió un poco de la botella de whisky que tenía en aquel estudio y bebió el trago. Mientras que mentalmente se despedía de Ángela. —Señor— después de unos leves golpecitos sobre la puerta Marisol se había atrevido a llamarlo. Ezra dirigió su mirada a donde la chica de piel ámbar se encontraba de pie. —La señora Florence me ha pedido que...— —Si, ya— la chica asintió. —Has crecido bastante Marisol— Apenas y la adolescente sonrió. Pero de inmediato salió de aquella habitación con paso rápido.  Ezra Tremblay era un cerdo.  Y no había mujer que lo conociera que dijera lo contrario.  Ezra se dirigió hacía donde Florence se encontraba. Aquella pelirroja que en un momento fue la dueña de sus fantasías.  Cuando Ezra y Florence se conocieron ella se convirtió en lo único que sus ojos veían. Pero eso no duró mucho tiempo.  Subió aquellas largas escaleras con pesadez, hasta que llegó a la habitación que compartía con Florence.  Ella estaba sentada sobre un pequeño banquillo de piel frente a su tocador, miraba su reflejo en aquel enorme espejo mientras mantenía su mirada fija sobre su cuello.  —Escuché que Oliver fue a la oficina—  —El domingo por la tarde Logan le propondrá matrimonio a Morgan— Florence asintió. —Tal y como te dijo Violet— Apenas si el indicio de una sonrisa se asomó por el rostro de Florence. —Necesitaremos empezar con la lista de invitados— la voz de ella era demasiado fría. Casi sin emociones.  —Los Abad no estarán invitados— Florence frunció el ceño y Ezra se dejó caer en la esquina de la cama que compartían. —Se han retirado— —Tendremos que conseguir su reemplazo— se giró un poco para dejar de darle la espalda a su marido. —Alguien en la agenda de los Archer nos sería de mucha ayuda— —Los preparativos de la boda serán nuestra oportunidad—  —Solo tenemos que preocuparnos por qué Morgan no lo arruine— Asintió. Su celular comenzó a vibrar y al ver el número de Hirsch en la pantalla, supo que no era una conversación que pudiese atender dentro de la habitación. Apenas salió al corredor contestó la llamada. —Está hecho—
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