POV Helena
—Hola Emily. —abrazo a la única persona que no me juzgo.
Y así es como empecé mi nueva vida con mi mejor amiga y su novio.
Con unas cuentas maletas en mano, ella me brindo el apoyo que no pude recibir de nadie más.
Mis padres, me odian.
Mis amistades a las cuales creía amigos de verdad me dejaron a un lado.
Mi familia en general me hizo sentir la peor persona del mundo por declarar mi sexualidad.
Si, soy lesbiana.
No ha sido fácil aceptarlo mucho menos afrontara a la sociedad, sé que existen movimientos a favor de la sexualidad, pero una familia cerrada como la mía, no lo entiende.
—No te preocupes, todo estará bien. —las palabras más hermosas que pude escuchar.
—Pero tu novio ¿me odiara?
—Samuel lo entiende, hable de ti con él hace tiempo, cuando me lo confesaste, él lo entiendo a la perfección.
—Eres la mejor.
Desde ese día busque empleo, dejar la universidad no fue fácil, fue doloroso, pero sin el apoyo de mis papás no podía seguir estudiando.
Revisando las r************* vi el empleo perfecto para empezar mi vida, asistente administrativo de una gran empresa de vinos.
Cuando me solicitaron a la entrevista no me la creía.
Mucho menos me imagine que me dieran el empleo tan rápido.
—Tenemos que celebrarlo. —dijo Emily cuando se lo conté, no dudo en llamar a su novio y el trajo pizza.
Hasta este punto de mi vida, siento que todo ha marchado bien, a excepción del primer día, claro pobre Susan.
Siento una vibra especial con mi nueva jefa, ella es cerrada y abierta al mismo tiempo, pensé que sería de esas personas que hacen menos a los empleados, pero no es así.
—Señora por favor. —trate de evitar que entrara a la oficina de mi jefa, pero era demasiado tarde ella ya estaba en la entrada cuando las puertas se abrieron.
—Courtney. —la voz de ella se escuchó por todo el edificio —¿Qué significa esto?
Mi jefa es lesbiana. Pienso captando la situación de adentro y el asombro de quien pienso es su madre.
—Madre. —dice ella tratando de calmarla —tú. —señala a la chica que antes estaba en ropa interior esperándola, ella sale apenada hasta correr al ascensor.
—Que no se supone que ya no eres… eso.
—Madre, por favor, entra a la oficina. —sus ojos me piden ayuda.
—Bueno jefa, entonces, la modelo para el comercial le diré que la contactaremos después, espero no sea un malentendido.
—¿Comercial? —la señora elegante que es su madre se sorprende.
—Si, bueno, va a ver nuevos sabores que están contemplados por estaciones del año, así que.
—Ven madre, en la oficina te lo explico. —la toma del hombro para que entren a la oficina con ella —ya te alcanzo iré por unas bebidas.
La señora entra y Courtney cierra la puerta.
—Te lo agradezco, después que mi madre salga, quisiera hablar contigo.
—Está bien, pero no me tiene que dar explicaciones, lo entiendo. —tomo su mano en apoyo.
—Gracias, pues traer una soda y una agua mineral de limón.
—Ya los llevo.
Camino al frigobar y saco las bebidas, pongo hielos en los vasos, y los entrego en la oficina.
—Gracias.
Sigo con mis pendientes, sé que una relación de jefe y empleado no debe de ser especial, pero siento que después de esto, algo puede cambiar.
Para bien o para mal.
Después de más de dos horas, la señora madre sale de la oficina.
—Por cierto, madre, ella es Helena, mi nueva asistente. —ella extiende su mano mí.
—¿Qué paso con Susan?
—Madre, tuvo un accidente de trabajo, pero Helena es muy inteligente. —me alagan sus palabras.
—Eso me alegra, que tengan un buen día. —se despide con un saludo de manos.
—Puedes pasar a la oficina Helena. —pide.
Respiro profundo y camino detrás de ella, tomo asiento en la silla que tiene enfrente de su escritorio.
—Helena. —comienza, pero decido interrumpirla.
—jefa Newman. —empiezo —por favor, no necesito saber mucho de su vida personal, aunque claro soy su asistente.
—Lo que paso, es algo que he evitado por mucho tiempo y tal vez a estas alturas tu ya lo sabes. —toma un sorbo a su agua de mineral —soy lesbiana, y mi familia no lo sabe.
—Lo entiendo, de verdad, se lo difícil que puede ser para las personas aceptar la verdadera realidad de uno.
—¿Tú? —pregunta sorprendida.
—Si, de hecho. —tomo un respiro profundo. —la razón por la que no termine la universidad fue porque mis padres decidieron no ayudarme cuando les confesé mis preferencias sexuales.
—Es lo que más me temo, el que no reciba el mismo apoyo que tengo hasta ahora si lo confieso. —se levanta de su silla y camina hasta mí. —¿prometes que esto será confidencial?
—Claro, no tenga duda que no diré nada, sé que no es fácil.
—Te agradezco, ahora, te pido que me imprimas unos documentos de los protocolos de importación, mañana a primera hora tendremos una segunda revisión.
—Por supuesto.
Agradezco la confianza de mi jefa, decir o exponer al mundo lo que eres realmente es difícil y más cuando eres una persona importante como lo es ella.
—Hola Helena. —me saluda Erick el chico de sistemas. —saliendo iremos por unos tragos al bar del centro, me preguntaba ¿si quieres venir con nosotros?
—Oh, claro. —contesto regresando mi mirada a él.
Un chico apuesto, con un poco de peso, lentes y cabello ondulado.
—Excelente, nos vemos a la salida.
Imprimo los documentos que mi jefa me ha pedido, los pongo en una carpeta y se los entrego en su oficina.
—¿Qué harás este fin de semana? —pregunta mientras escribe algo en la computadora.
—Bueno, ayudare a Emily a limpiar su casa.
—¿Emily?
—Si, mi mejor amiga con quien me estoy quedando, es la única persona en el mundo que me extendió la mano cuando más lo necesitaba.
—Por cierto, lamento mucho lo que has tenido que pasar.
—Gracias, pero creo que ahora ya estoy mejor. —sonrió y me retiro de su oficina.
Dando las 6 de la tarde, ella sale y me apresuro a entregarle su gabardina y bolso.
—Esto ya no será necesario, a partir del lunes lo pondré en mi oficina.
—Está bien, nos vemos el lunes. —me despido de ella.
Termino de archivar unos documentos que Susan tenía un poco desordenados.
—Helena. —Erick está enfrente de mi escritorio —Vámonos, ya todos estamos listos.
—Claro. —cierro la oficina de mi jefa y apago mi computadora.
Bajamos el ascensor, llegamos hasta el estacionamiento y subo al carro de Erick.
El luce muy emocionado por mi compañía.
—Dime ¿eres casada, soltera? —pregunta mientras el semáforo está en rojo.
—Soltera.
Llegamos al bar junto a los chicos de ventas y compañeros de marketing.
Todos rodeamos un máximo de 4 mesas, incluso entre nosotros esta Kendall la jefa de ventas.
Pedimos shot de tequila, a decir verdad, creo que nunca me había permitido salir, desde que llegue a California.
—¡Vamos a bailar! —Erick me jala con él al centro de la pista.
Me dejo llevar por la música, creo que hasta ahora conozco las intenciones de Erick, pero no les tomo mucha importancia, claro mientras no se quiera pasar de listo conmigo.
El reloj marca las 11 de la noche, y debo confesar o aceptar que estoy muy mareada.
—Ya me tengo que ir. —digo tratando de levantarme.
—Mañana no trabajamos. —interrumpe Erick y me toma de la mando para que me siente.
—Lo siento, mañana tengo deberes.
—Déjame llevarte. —se levanta del asiento.
—La llevare yo. —una voz familiar hace que todos guarden silencio.
Es ella Courtney Newman.
—No, lo siento, no. —me levanto tambaleándome —¿Qué hace aquí? —pregunto confundida.
—Vamos Helena. —me toma del brazo.
No pongo peros, mucho menos me opongo.
Camino como puedo atrás de ella hasta llegar a su carro.
—No puedo subirme. —me cruzo de brazos como cuando era niña y hacia berrinches.
—¿Por qué no?
—Primero ¿Qué hace aquí?
—Antes de que saques conclusiones, coincidimos en este lugar, vine con un amigo a este bar, pero me percaté de que estaban aquí, así que decidí vigilarte, bueno a todos, pero cuando vi que estaban tomando shot tras shot, decidí quedarme para que no se pasaran de listos.
—¿Quién?
—Erick, tal parece le atraes o algo así, de verdad no viste sus intenciones.
—Si, pero, no, es un chico bueno.
—Lo sea o no, no debes de confiar así de fácil en las personas.
—¡Vamos! —ordena.
—No, no quiero vomitar su carro.
—No lo harás.
No me resisto y subo, pongo mi bolsa en mis piernas por si se me ocurre cometer una catástrofe en este carro que cuesta más que yo.
—Estamos más cerca de mi casa que de la tuya.
—¿Sí? —pregunto entre bostezos, mi cuerpo se siente cansado, mis ojos pesados, caigo en un sueño profundo que ni una banda de música me podrá despertar.