Emily:
—Ustedes protagonizarán la obra. —repite la maestra cuando ni Thommas ni yo decimos nada.
Mis ojos se abrieron como platos.
Esa. Esa era la perfecta oportunidad para pasar más tiempo con él sin que sea obvio.
Aceptaré. Claro que sí, pero que tengo que disimular un poco.
Supe al instante que tenía que fingir que no quería hacerlo para que la situación fuera más creíble.
Primero, volteé mi cabeza y vi el rostro de Thommas. Estaba segura de que no le gustaba la idea y era muy probable que dijera que no.
—¡No! —chillo enojada. Si él se iba a negar, tenía que hacerlo yo primero.
—¿No les agrada la idea? —pregunta la maestra frunciendo el ceño.
—No. —responde Thommas.
—¿Por qué no hace audiciones y escoge a los qué audicionan? —le pregunto a la maestra.
—Eso iba a hacer hasta que el director me pidió que la escogiera específicamente a ti para esta obra, West. Dijo que le encantaría que cooperaras con nosotros.
Así que ahí está. Me necesitan para financiar la obra y su “mejor forma” de pedírselo a mi padre es a través de mí. Empujo mi mejilla con mi lengua al oírlo.
—¿Y qué hay de mí? ¿Yo que tengo que ver? —pregunto Thommas fastidiado.
—En su caso, Darrien, yo no sabía sobre usted ya que, por lo visto, es nuevo. Pero he oído su nombre en la sala de profesores. Al parecer usted no les ha dado una muy buena primera impresión debido a sus constantes faltas... Y creo que ellos planean reprobarte… —susurra ella haciendo que Thommas frunza el ceño, lo cual lo hace lucir mucho más fastidiado. Ella continúa antes de que Thommas pueda abrir la boca—. Yo sé que esto no es de mi incumbencia, pero si actúas en la obra, los créditos que recibirás podrán ayudarte a recuperar tus bajas calificaciones. Te he estado observando desde que llegaste, y creo que quedarías perfecto con el personaje del protagonista.
—No. —dice él una vez más.
—Escuchen, chicos. Yo sé que se conocen, los he podido ver de cualidad por los pasillos después de clases. Se la pasan discutiendo, pero… Veo algo en ustedes. —explicó—. Eso es lo que me convenció.
Que estúpida razón. Se nota que es una romántica.
Diré que sí solo porque me conviene.
—Lo que dice no tiene sentido. —niega Thommas con un tono calmado, lo cual hace que me pregunte si él es capaz de sentir cosas. Se le veía realmente fastidiado, pero aún así, siempre se las arreglaba para sonar tranquilo.
—Yo sé que ustedes lo harán perfecto. Veo una chispa en ustedes. Una chispa que se convertirá en algo grandioso. Los quiero para mi obra, juntos, no por separado. Juntos serán perfectos para el protagónico.
—No lo haré. —suelta Thommas encogiéndose de hombros.
—Yo tampoco. —miento algo preocupada.
—Les pido que lo reconsideren. —pide la maestra una vez más—. Si hacen esto, se divertirán mucho me lo agradecerán. Ahora, regresen a su clase.
—No lo creo. —respondo “enojada” y me voy por los pasillos, fingiendo que me da igual que me castiguen. Volteo hacia atrás y veo que Thommas también se ha ido.
Regreso rápidamente antes de que la maestra se vaya también, antes de agarrarla del hombro, me aseguro de que Thommas no esté.
—Profesora. —digo. Ella me mira expectante—. Lo haré.
—¡Genial! —exclama ella.
—Pero solo lo haré si él protagoniza la obra conmigo. No lo haré con nadie más.
—Espero que pueda ser así. Hay que darle unos días hasta que se decida. —asiento a lo que me dice—. Sabía que había algo entre ustedes.
—¿Qué? No. Créame. —digo rápidamente mientras ella me ve con una sonrisa que no me gusta para nada—. Mis razones para querer actuar con él no son las que usted cree.
—Como diga, West.
La fulmino con la mirada.
—Como sea, Angella. Solo… No quiero que él sepa mi condición.
—Claro. —me guiña sin siquiera lucir fastidiada por la falta de respeto. Creí que le molestaría que la llamara por su nombre, pero parece no importarle con tal de que actúe en su estúpida obra.
—Me voy.
—Ve a clase, West. Y espero que Darrien acepte para que puedas actuar con él.
Puse los ojos en blanco. Ella lo hacía sonar diferente, como si él me gustara y yo quisiera actuar con él por eso. Si tan solo supiera.
Ahora solo me queda esperar a que acepte.
Espero que lo haga.
Volteo en una esquina de los pasillos y justo ahí, me encuentro con Thommas. Me mira a los ojos ni bien me ve, pero no dice nada.
Odio que haga eso.
Cuando sus ojos se cruzan con los míos, me siento atrapada. Una vez que lo miro, no puedo apartar la mirada. Pasó la primera vez que cruzamos miradas y no ha dejado de pasar desde entonces. A veces me pregunto si a él le pasa lo mismo o sí solo lo hace a propósito.
Estoy a punto de dar un paso para acercarme a él y hablarle para sutilmente tratar de convencerlo de que acepte actuar en la obra, cuando alguien habla en mí lugar.
—Darrien. West. Vengan aquí.
Joder, la orientadora.
Decido hacerle caso y me acerco a ella al mismo tiempo que Thommas.
Ella nos mira con expresión severa y suelta—. Castigados.
Se da la vuelta.
Realmente no me molestaba tener que ir a detención con él, ya que eso solo mejoraría mi plan, pero no podía ir porque quería ir a casa a cuidar de mi hermano, en caso de que volviera a enfermarse una vez más.
—No. —digo, haciendo que la orientadora me mire.
—La próxima vez, piensen dos veces antes de andar caminando por los pasillos en vez de estar en clase. Después de clase, dos horas castigados. —explica y ésta vez si se va.
—Demonios. —maldice Thommas.
—Todo esto es tu culpa.
—¿Mi culpa?
—Sí.
—¿Porqué?
—Porque sí, Darrien.
Él suspira y se va.
Dios, que discusión tan infantil. Me estresa seguir actuando como si estuviera molesta por tener que actuar con él. Simplemente se siente extraño actuar, cuando realmente no me siento así. Aunque también tengo que admitir que es divertido ver cómo me sigue el juego. Cuando hablamos por primera vez era demasiado cortante. Apenas me dirigía la palabra porque lo que yo le dijera no le importaba, pero ahora hasta discute conmigo, ¿por qué lo hace?
—Señorita, West, ¿qué hace por los pasillos? —me pregunta la profesora Angella cuando me ve.
—¿Qué quiere?
—Pues, aprovechando que está aquí... —me sonríe—. Venga conmigo ahora.
—¿Qué? ¿A dónde? —le pregunto—. ¿Para qué?
—Vamos al auditorio, donde tú y Thommas van a ensayar. —guiña.
—Solo si él acepta. —digo, para que no olvide que esa es mi única condición—. Pero no voy a ensayar ahora.
—No quiero que ensayes, solo te voy a dar el libreto para que te lo vayas leyendo.
—Okay... —respondo de mala gana mientras lo sigo.
... Y en el camino...
—Darrien, ¿usted también por los pasillos? Bien, sígame.
Él me mira. Enfrento su mirada, a pesar de que no quiero.
—Nos quiere mostrar el libreto. —murmuro.
—No actuaré. —responde Thommas.
—Oh, vamos, Darrien. Solo ven a ver el libreto. —dice la maestra amigablemente.
Decido arriesgarme. Lo jalo del brazo y lo obligo a caminar hacia el auditorio. Estaba segura de que preguntaría porque de pronto yo parecía interesada en ver el libreto, así que tenía que pensar en una buena excusa.
Algo de lo que no estaba segura, era de porque se dejaba agarrar así por mí. Realmente creía que ni bien lo tocara, él se soltaría de mi agarre para irse.
Decidí no pensar y aprovechar la oportunidad.
—Escucha, Thommas. Las clases acaban de empezar y ya corres el riesgo de reprobar, lo mejor que puedes hacer por ti mismo es, aunque sea, ver el libreto. —le murmuro mientras nos vamos acercando al auditorio.
—¿Y tú qué? ¿Por qué de pronto quieres actuar?
—Eso no te incumbe.
Lo oigo suspirar, pero por suerte llegamos al auditorio así que lo suelto. Veo a la maestra acercarse a un escritorio, toma dos libretos y nos lo entrega.
Empiezo a ver el libreto y mientras más lo leo, más me arrepiento a haber aceptado. Porque sí, esto me dará mi oportunidad de acercarme a Dyl, pero eso no significa que yo realmente quiero pasar más tiempo con él. Thommas me irrita, así que esto solo lo hago porque podré conseguir lo que quiero, lo cual es descubrir que es lo que lo ha llevado a comportarse como lo hace. Descubrir su pasado y decírselo a todos y, tal vez, jugar con sus emociones.
Continúo leyendo el libreto. La historia es de amor. Trata de dos personas que se conocen y empiezan con el pie izquierdo, pero gracias a ciertas cosas, terminan enamorándose perdidamente él uno del otro.
Que estúpida historia. Eso no pasa. Cuando odias a alguien, lo odias por siempre.
Solo espero que no haya... j***r.
No.
Mierda.
—¿¡Un beso!? —exclamamos Thommas y yo al mismo tiempo.
Thommas:
—¿¡Un beso!? —exclamamos Emily y yo.
Un beso, j***r. Un maldito beso.
—Sí. —afirma la profesora—. ¿Qué sucede? —pregunta ella como si un beso no fuera nada.
¿Por qué tiene que pasarme esto?
Escucho una risa y veo que viene de Emily. De la nada, su mirada cambia y su risa cesa dejándola con cara de asesina. Me sorprendo de su veloz cambio de actitud y luego la oigo decir.
—Usted va a quitar ese beso de la obra.
—No, no lo haré.
—Profesora... ¡No puede hacer esto! No puede obligarnos. No es justo. —digo más enojado que nunca. Pero me obligo a tranquilizarme.
—Ya les pedí que lo piensen bien. Especialmente tú, Darrien.
¿Especialmente yo?
—Escuchen, en serio creo que algo hermoso puede salir de esto, pero solo si ustedes protagonizan la obra juntos. He notado la química que tienen y la necesito en mi obra.
Qué tontería. Si solo nos ha visto discutir. Cada vez que pienso que por fin podré alejarme de Emily, algo así sucede. Como cuando nos volvieron compañeros, cuando tuve que ir con ella al hospital. ¿Por qué el destino se empeña tanto en juntarnos?
Me sería conveniente tomar esos créditos para no reprobar por mis faltas, pero no pienso hacer ese beso.
—No voy a hacerlo. —dice Emily parándose de su asiento—. Voy a actuar, pero no pienso besarlo.
—Yo tampoco lo haré. —aclaro parándome igual que ella.
Tanto la profesora Angella, como Emily me miran sorprendidas.
—¿Actuarás? —pregunta la maestra.
Me quedo callado por unos segundos.
—No la besaré. —respondo finalmente.
—¡Pero actuarás! —repite la maestra emocionada, luego empuja suavemente a Emily con su hombro, como si compartieran un secreto. Emily la mira molesta.
—Me voy. —dice Emily y se va del lugar olvidando su libreto.
—Ve, ve. —dice la profesora entregándome el libreto de Emily—. Alcánzala y dale su libreto.
Frunzo el ceño mientras acepto su libreto—. Se lo daré cuando la vez, no pienso ir a buscarla.
Ella suspira.
—Sigan alejándose el uno al otro si quieren. Pero no funcionará.
Eso ya lo tengo muy claro.
Sin decir más, me doy la vuelta y me voy. Salgo al estacionamiento, me subo a mi auto y conduzco hacia un parque cualquiera para sentarme y tomar aire fresco.
Llego y me bajo del coche para irme a sentar a alguna banca.
—¿Es en serio?
Volteo rápidamente. Es Emily.
Suspiro.
Otra vez lo hiciste, destino.
Regreso a mi coche y tomo el libreto para dárselo de una vez.
—Ten tu libreto. Lo olvidaste.
Ella lo acepta sin decir nada.
—¿Viniste hasta aquí para entregarme esto? —pregunta con una sonrisa ladina, volviendo a actuar como la arrogante Emily que conozco.
Y que no me agrada.
—Vine aquí por casualidad. —respondo para que no piense lo contrario, pero viendo su reacción, sé que ha escogido creer que miento. ¿Por qué tiene que ser tan narcisista?
Debería irme de aquí.
—Thommas. —dice ella cuando me doy la vuelta.
Me doy la vuelta otra vez y la miro a los ojos. Algo que realmente no me gusta hacer, pero que siempre termino haciendo.
Tengo que reconocer que la primera vez que la vi, pensé que era la mujer más hermosa que había visto. Me sorprendió mucho pensar eso, porque había pasado por otras escuelas en donde nadie me llamaba la atención, porque así es. Debido a que desde niño prefería enfocarme en cuidar de mis hermanos, no me interesa conocer a nadie, ni por amistad. Por culpa de mis padres, también, admito que como mecanismo de defensa decidí cerras mis sentimientos hacia los demás. Soy consciente de eso y no lo cambiaré.
Pero fue cuando vi a Emily que, sorprendentemente, olvidé que no me interesaban las personas.
Yo estaba sentado en una clase al fondo, ella se acercó al tacho y fue ahí cuando cruzamos miradas. La vi y pensé que era linda, luego más tarde se me terminó acercando, así que decidí ignorarla porque no me interesaba saber nada de ella. Especialmente ahora que sabía que, por primera vez, alguien me atraía de verdad.
Casi me alegró saber que su personalidad era detestable. Arrogante, presumida y siempre a la defensiva. Suficiente para que dejara de sentir eso que sentía.
Ya no siento eso… Hasta que la miro a los ojos. Aún no puedo definir qué es lo que siento. Solo sé que no es bueno, porque ella no es buena persona tampoco, no es como si pudiera gustarme.
Me siento como un idiota cada vez que me quedo observándola, pero si no fuera porque las personas existen yo lo haría sin problema.
—¿Qué?
—¿Por qué aceptaste? —pregunta haciéndose a un lado en su banca, para que me siente a su costado.
¿Qué está haciendo? ¿Por qué de pronto es “amable”?
—¿Por qué aceptaste tú? —pregunto.
—Solo responderé si te sientas.
Vete, Thommas.
Me siento.
—La maestra dijo que necesitan mi colaboración, se refiere a que quiere que financie la obra. —pone los ojos en blanco—. Llame a mi padre y le pedí que me sacara de esto, pero no quiso. Dice que financiar la obra mejorará su relación con el director. Al parecer el director no solo trabaja en el instituto, también es empresario y conoce a mi padre, así que… Estoy obligada.
Asiento lentamente. Es una buena razón.
—¿Y tú, Thommas?
—Porque no quiero reprobar.
Porque soy un idiota.
Porque cuando trato de alejarme, termino volviendo a ti.
Claro que puedo culpar al destino, pero mis pensamientos me delatan a mí mismo. Aun así sé no quiero besarla... Solo sé que tengo que alejarme de ella por mi propio bien.
Y es que yo sé que eso es lo que me conviene. Lo que siempre me hace regresar a ella es que, por momentos, Emily se convierte en una persona diferente. Como cuando está en su casa. Tiene otra expresión, otra mirada, algo diferente que me hace pensar que tal vez no es tan mala. Pero luego la veo en el instituto… Tirándole goma líquida en el cabello a una chica, actuando como si el mundo girara en torno a ella, y me vuelvo a sentir como un idiota.
Ayer fui a su casa cuando no debí ir. Se suponía que le diría que terminaríamos el trabajo por separado, pero no pude decirle. Y terminé yendo yo mismo a su casa sin haber sido invitado.
¿Qué clase de cerebro tengo? Digo que quiero alejarme de ella, y a la vez, la busco hasta en su casa.
Tengo un problema extraño con Emily. Ella es un problema.
Odiarla es muy fácil cuando se comporta como en el instituto, pero ni bien actúa diferente, yo me siento diferente.
—Y, ¿por qué tienes tantas faltas? —pregunta ella.
¿Por qué le importa? ¿Por qué quiere conversar conmigo?
—Por asuntos personales.
Muchas veces falto por cuidar de mi hermano, otras veces solo lo hago por no entrar a clases e irme a una cancha que encontré en el instituto. Pero ella no tiene por qué saber eso.
Se forma un silencio incómodo entre nosotros, pero ninguno se va del lugar, por lo que mi cerebro no deja de hacer preguntas.
¿Por qué no se va ella?
¿Por qué no me voy yo?
Increíblemente, me encuentro a mí mismo tratando de pensar en algo que decir, y cuando estoy a punto de abrir la boca, ella se levanta.
—Okay, Thommas, no insistiré más en saber de ti. —me sonríe—. Debo irme.
Se da la vuelta y sin mirar atrás, se va.
Y yo me quedo ahí, sentado como idiota. Ella fue lo suficientemente inteligente como para alejarse de mí porque sabe que no le agrado, pero yo me lo cuestiono cada día y nunca encuentro la respuesta.