PRÓLOGO I: ¿Quién es ella?
PRÓLOGO I: ¿Quién es ella?
Killian.
|Pasado|
20 años.
Katarina Volkov sería mi mayor maldición, y lo supe desde el instante en que la vi.
O debo decir, desde el primer momento en que vi su culo, porque eso es lo primero que veo al entrar en la cocina.
Un perfecto culo respingón me saluda.
La dueña de dicho culo está agachada, con medio cuerpo dentro del refrigerador, rebuscando con efusividad.
Frunzo mis cejas, aturdido porque es la primera vez que Reid trae a alguien a casa.
Finalmente, un sonidito alegre escapa de la chica, un sonidito que pone mi piel de gallina por lo desagradable que es. Ella se gira con un tarro de nutella ya abierto, y mete el dedo en la viscosidad del cacao para llevárselo a la boca.
— Tengo algo más grande que puedes chupar — le digo.
Tan pronto me ve, la efusividad por el chocolate desaparece de sus ojos. Es increíble la rapidez con la que su mirada se enfría, viéndose impenetrable.
Tenemos una buena actriz aquí.
— ¿Enserio hay dos de ustedes? — Pregunta casi con desinterés, volviendo a chupar nutella de su dedo.
— ¿Dos? — Me río; sus palabras, curiosamente, me hacen enojar —. Soy uno solo, cariño.
Ella chasquea su lengua contra su paladar, en un gesto que se ve caprichoso y rebelde. Luego grita con exasperación —: ¡Me podrías haber avisado que tenías un gemelo, idiota!
Siento a Reid entrar detrás de mí. Murmura un bajo “buenos días” mientras toma algo del refrigerador, repitiendo al mismo tiempo —: Killian, Katarina... Katarina, Killian.
Su manera de presentarnos es descuidada, y yo sigo allí, de pie, sin entender ni por un segundo qué demonios está pasando.
¿Quién es ella?
¿Y por qué su sola presencia me irrita tanto?
Ruedo los ojos y me busco un desayuno decente mientras la pelirroja se embulle el chocolate y mi hermano le echa licor al zumo de naranja que acaba de servirse.
Se augura un buen día para mí: lidiar con un coma diabético y otro etílico por culpa de estos dos.
Como sea, me importa una mierda.
Mastico mi desayuno mientras trabajo en la computadora, ignorando la habladuría de la chica hacia Reid. Me pregunto si durmieron juntos, pero descarto la idea en cuanto me acerco al sofá: está cubierto de cobijas arrugadas, convertido en una cama improvisada donde probablemente mi hermano pasó la noche. Las hago a un lado mientras escucho a la chica aún en la cocina, hablándole a lo que supongo ya es un Reid medio ebrio.
Me dejo caer descuidadamente en el sofá y me sumerjo en mi mierda, hasta que el pequeño petardo se sienta a mi lado, mirando qué estoy haciendo.
Pocos segundos después, mi hermano sube a su habitación, apenas y dándonos una mirada, dejándome a solas con esta pequeña atrevida.
Ella no debe tener más de dieciocho años; sus mejillas conservan esa redondez infantil y su nariz está salpicada por más de una docena de pecas que parecen canela espolvoreada sobre un perfecto y meticuloso latte de vainilla.
Yo odio la vainilla.
— ¿Quién diablos eres tú? — Le gruño, alejando mi rostro porque ella está invadiendo mi espacio personal y su aroma dulzón me hace cosquillas en la nariz.
Katarina mete aún más el rostro hacia el portátil, rozando mi pecho con su cabello para mirar la pantalla. Luego gira la cabeza y me observa con un brillo peculiar en los ojos.
— ¿Eres un hacker? — Pregunta con perspicacia.
Cierro con fuerza mi portátil, mirando sus ojos que están demasiado cerca de mí.
— Eres un hacker — y esta vez lo dice con una sonrisa inteligente, porque sabe que me atrapó.
— ¿Eres una groupie de mi hermano y estás esperando por un trío?
— Soy más famosa que él, ¿por qué sería su groupie?
— Entonces, ¿quieres un trío? — Inquiero, irritado —. Porque no me viene esa mierda, así que aléjate de una puta vez de mí.
Me mira fijamente, casi meticulosamente, como si estuviera intentando leerme.
— ¿Te pongo nervioso?
Su pregunta me hace reír.
¿De verdad este pequeño petardo con pecas y una irritable adicción al chocolate cree que hace algo en mí?
Risible, por no decir que ridículo.
Y malditamente irritable.
Lentamente, dejo el portátil a un lado y me inclino hacia ella con calculada suavidad, obligándola a retroceder hasta que su espalda se presiona contra el reposabrazos del sofá y sus pechos turgentes se marcan contra la tela de la camiseta de tiras que lleva puesta.
Cara de ángel y un cuerpo capaz de tentar al mismísimo diablo; lástima que soy un experto en no sentir nada.
La veo: su falsa bravuconería, la forma en que cree que con una sonrisa o una palabra me tendrá a sus pies.
Katarina Volkov. Ahora la recuerdo.
Reid la ha mencionado varias veces en las cenas con nuestros padres. Es actriz desde niña, con padres galardonados en la industria. Nació en una cuna de oro, con el mundo a sus pies. Mi hermano parece tener una debilidad por ella, pero no de forma romántica; es casi como si quisiera protegerla de la mierda en la que él está metido.
Ser una prominente estrella de rock tiene sus costos y mi hermano los asumió a sabiendas, firmando con ojos bien abiertos el contrato por su alma.
Me pregunto si ella sabe de quién es amiga.
Detallo su rostro lentamente: sus grandes ojos grises, su nariz pequeña pero recta, que le da carácter, y esos labios rojos que parecen recién picados por una avispa. Parpadeo, y cuando me descubro mirando sus labios más de lo necesario, bajo la mirada hacia sus pechos, donde sus pezones ya me están saludando.
Sonrío.
Tan malditamente predecible.
Me pregunto si es a mi hermano o a mí a quien desea, y solo imaginar la respuesta me enfada; esa reacción me desequilibra y hace que la odie un poco más.
¿Quién diablos es ella?
¿Y por qué carajos me importa a quién se quiere follar?
— ¿Parezco nervioso? — Le pregunto, mirándola a los ojos.
Ella me sostiene la mirada, lo que de por sí es un descubrimiento. No muchas personas son capaces de hacerlo. Dicen que los ojos son la entrada al alma, pero si el alma está vacía, te puedes sumergir en un profundo hueco de absolutamente nada.
¿No ve ella que me la podría tragar entera si así lo quisiera?
Y la haría pedazos... pequeños e irreparables pedazos que nadie jamás podría volver a juntar.
Me pregunto si me divertiría en el camino.
Mientras sopeso qué tanto valdría la pena jugar con ella, mirar hasta qué punto podría derretir su frío y falso hielo, ella hace algo que me sorprende y me saca momentáneamente de mi orbita.
Levanta su rostro y presiona sus labios contra los míos.
La pequeña imbécil.
Ambos nos miramos con los ojos bien abiertos mientras sus labios regordetes provocan los míos, atrapando mi labio inferior en una larga chupada que me hace gruñir con fuerza. Alejo mi boca, pero ella la persigue, atrapando nuevamente mi labio en una firme y duradera succión que sabe a nutella.
Joder, odio la nutella.
Mi mano se dispara hacia su cintura y la aprieto con un agarre tan firme que la hace temblar. La impulso contra el sofá, guiando su cuerpo suave exactamente donde quiero. Cae hacia atrás con un suspiro contenido, una sonrisa satisfecha curvándole los labios mientras fija la mirada en mi boca, seguramente enrojecida por su asalto.
Se ve satisfecha consigo misma, como si hubiera ganado un juego al conseguir arrancarme una reacción; como si su única misión en la tierra fuera sacarme de quicio… y lo hubiera logrado con éxito.
La detesto.
La miro con una rabia casi maniaca y, sorprendiéndome a mí mismo al hacer algo que nunca antes había hecho, bajo el rostro, lo acerco al de ella y muerdo su labio.
Duro.
Pruebo su sangre en mi boca y, cuando me separo, paso mi pulgar por su labio, limpiando el líquido rojo con mi dedo.
Observo fijamente la mancha escandalosa en mi piel, luego su boca, igualmente teñida, y llevo mi pulgar a mis labios para saborear lo que queda de su sangre.
Perfecta.
Katarina Volkov me mira inmóvil, respirando agitadamente, mientras lucha por decidir si fijar la vista en mis ojos o en mi boca, incapaz de elegir qué prefiere.
¿Ella cree que puede jugar conmigo?
Yo no la dejaría lanzar su primera jugada antes de hacerla pedazos.
Y sé que ya está entendiéndolo.
El aire del lugar es pesado, cargado, tan tenso que nuestras respiraciones suenan como golpes de guerra, invadiendo el espacio y el tiempo.
Una princesa de hielo... pensó que podría conmigo, pero no sabe que el depredador aquí soy yo.
Me inclino hacia ella, deslizando mi nariz por el arco de su cuello en un movimiento involuntario. Mis ojos se cierran cuando su olor me golpea, invadiendo mis pulmones como un vicio. Incapaz de contenerme, permanezco allí varios segundos más... hasta que finalmente llevo mi boca a su oreja.
— No quieres jugar conmigo, Katarina —saboreo su nombre en mi lengua, y ella cierra los ojos como si también lo estuviera saboreando —. No le temo a la sangre; la busco… y no quieres que me vuelva adicto a la tuya.
Con esa última advertencia, me alejo, tomo mi portátil y me encierro en mi habitación.
Y sigo saboreándola, pero no su sangre… sino a ella.
Advertencia: Killian no es un héroe, es un antihéroe que está dispuesto a hacer absolutamente cualquier cosa por Katarina. Si este no es tu tipo de libro, por favor, abstente de leerlo.
|Romance oscuro.|
Este es el segundo libro de Los Hermanos Colleman. Se recomienda leer primero "REID: Estrella oscura" para comprender mejor los acontecimientos.