PRÓLOGO II: Suya.

4979 Palabras
PRÓLOGO II: Suya. Katarina. |Pasado| 24 años. Estoy ebria… tan ebria. Siento mis pies moverse por el piso como si caminara sobre algodón esponjoso. Mi cuerpo se balancea de un lado a otro, la botella de vodka abrazada contra mi pecho mientras tarareo la canción que suena en los parlantes. Ni siquiera recuerdo por qué estoy así. ¿Una pelea con mi madre? ¿Un golpe de mi padre? ¿Más conversaciones secretas entre ellos? ¿Mi familia haciéndome desplantes? ¿Algún imbécil intentando sobrepasarse? Últimamente, todo me lleva a lo mismo: sostener esta hermosa botella en mis manos. Sigo balanceándome, aquí y allá, aquí y allá, de vuelta aquí. Una dulce perdición. Sin detener mi ebrio balanceo, levanto la botella y miro mi reflejo. Katarina, eres hermosa. La perfecta princesa de hielo. Entonces, ¿por qué siento que me desmorono por dentro? Mi sonrisa se siente acuosa, y cuando una pequeña lágrima rueda por mi mejilla, inclino el rostro para limpiarla con mi hombro. Antes de que pueda hacerlo, una mano surge desde mi derecha y agarra mi mandíbula con un firme apretón, y unos labios se presionan contra mi oreja. — Estas son sólo mías — la voz ronca ruge justo antes de que una cálida lengua atrape mi gota salada, desapareciéndola en su boca. Mi respiración se atasca en mi pecho y giro mi rostro hasta que nuestras narices se rozan. — Reid… — Aquí estoy — dice casi amargamente —, tu fiel caballero de brillante armadura. Estoy tan borracha que escucho el sarcasmo de Killian en la voz de Reid. — ¿Qué haces aquí? — Me enviaste un texto — me recuerda. Eso tiene mucho sentido; es lo que siempre hago. Me emborracho, llamo a Reid, nos emborrachamos más y terminamos en una cama de errores. ¿Qué estoy haciendo con mi vida en este momento? Alguien en la pista de baile me empuja y yo me tambaleo, chocando contra Reid, lo que me provoca una risa y a él un gruñido de fastidio. Ups. — A la mierda — murmura, luego toma bruscamente mi antebrazo y me empieza a sacar de allí. Eso es nuevo, porque normalmente siempre termina emborrachándose aún más conmigo. Lo sigo, riéndome como una maniaca mientras este brusco hombre me saca como si fuera un inconveniente en vez de su nuevo plan para divertirnos. — Pensé que íbamos a emborracharnos aún más. — Metete en el auto, Katarina — me empuja contra el asiento trasero, y él mismo abre la puerta con su mano libre, sin esperar a que mi chofer la abra. Caigo de cara contra el asiento y encuentro eso tan gracioso que vuelvo a reírme como una histérica. Me río y me río, ignorando los resoplidos irritados de Reid cuando se sube a mi lado. Ahora estoy irremediablemente feliz. Hoy puedo fingir con más facilidad que es Killian. Por primera vez, mi mente ebria está haciendo un trabajo casi perfecto. Me enderezo a trompicones contra el asiento, la botella de vodka de alguna manera no se ha escurrido de mis dedos, así que la abrazo más fuerte, feliz porque me está brindando dulce ignorancia. Llevo la botella a mis labios, pero la mano de Reid sale y me la arrebata, luego lanza la botella por la ventana, sin importarle si puede herir a alguien en el camino. Parpadeo, mirando su arrebato. Entonces me suelto a reír con fuerza. — Estoy alucinando — murmuro y caigo contra él, apoyando mi mejilla en su hombro. Él vuelve a emitir un gruñido lleno de fastidio, y yo sonrío, ebriamente feliz por su actitud. Lo tengo tan cerca que mis pulmones se llenan con el olor picante y especiado que desprende. Su rico aroma invade mis pulmones y se expande en cada átomo de mi ser. Y allí estoy yo, buscando más de ese aroma, consumiendolo como una adicta. Entierro mi rostro en el material de su chaqueta de cuero e inhalo. Incluso huele a Killian. — Vete a la mierda, Katarina — me gruñe cuando subo por su cuello, enterrando mi rostro en el hueco que desprende más de su olor. Podría emborracharme de esto, podría vivir eternamente en esta fantasía. Me río de nuevo y, de alguna forma, ruedo sobre él y me subo sobre su regazo. Todo esto en busca de más contacto, añorando más tacto. Mmm… Tentativamente, deslizo mis manos dentro de su chaqueta; luego me meto bajo la tela de su camiseta, y mis dedos recorren músculos firmes y tensos. Su piel es cálida y suave, aunque él permanece inmóvil y rígido bajo mí. Cuando alzo la mirada, encuentro la rabia —casi el odio— con la que me observa, pero también siento su erección presionando contra mi culo. — Esa sería la primera vez — le digo. — ¿Qué? — Me ladra como un perro rabioso, y yo vuelvo a reír, presionando mi frente contra la suya para sentirlo más cerca. — La primera vez que te pones duro con tanta facilidad. — Cierra la puta boca — y aunque su voz es sólo un susurro contra mis labios, de alguna forma sale lleno de caliente y roja rabia. Sonrío y estiro mis labios para probar muy suavemente los suyos. Él no se mueve, sus brazos están flácidos a sus lados, y su cuerpo sigue tensionado bajo el mío… pero tampoco me detiene. Vuelvo por más, probando nuevamente su boca. Tomo su labio inferior en una lenta y larga chupada, mi columna se estremece y me mezo un poco contra él. Sabe perfecto; sus labios son duros, pero flexibles bajo los míos. Y cuando me muevo por su labio superior, manteniéndolo más tiempo dentro de mis labios para succionarlo en largas presiones, un gruñidito vibra en su pecho, en donde mis dedos presionan para sentir su calor. Y yo sigo comiéndome su boca de a poco, chupando una y otra vez esos labios perfectos, sin meter la lengua; sólo saboreo sus labios inmóviles, que no me animan pero tampoco muestran resistencia. Cuando me he saciado un poco, me muevo hacia la comisura de su boca y planto un pequeño beso allí, deteniéndome un segundo para saborear el momento. Luego voy hacia la esquina de su ojo, que se cierra, permitiéndome darle el beso. Sonrío ante su permisivo gesto... y una inexplicable ternura llena mi pecho. Mi cuerpo se siente caliente y todo sobre él se siente perfecto, correcto y lo más real que he tenido nunca. Queriendo más besos, saco mis manos de su camisa y las subo por su vientre, mis dedos tientan sus tensos músculos sobre la tela. Me tomo mi tiempo en mis caricias y, finalmente, dejo mis manos sobre sus hombros, buscando apoyo para levantarme y llevar mis labios hacia su sien. Me detengo un segundo, atrapada en el momento y el perfecto aroma que mi mente simula. En mi borrachera, me pregunto si Reid hoy está usando el perfume de Killian, o si es mi imaginación recreando a quien siempre quise. Sonrío contra su piel, trazando con mis labios la línea de su cabello. Desciendo con toques suaves y tiernos por su frente, por su nariz, por la punta de su nariz, hasta volver a su boca. — ¿Estás drogada? — Pregunta, mirándome cuando finalmente me echo hacia atrás. Sonrío aún más, mirando sus ojos oscuros, más oscuros de su normal café del cual ya estoy acostumbrada. Su cabello castaño, largo y desordenado, le da un aire salvaje que siempre me ha fascinado en él… sólo en Killian. Y cada vez que algo sale de sus labios, la fantasía se vuelve más real. — Tal vez — respondo —, porque nunca se sintió así. A tientas, busco su mano y la llevo a mi rostro, envolviendo mi mejilla con su tacto. Cierro los ojos y me apoyo en ese gesto, sin soltarlo aun cuando intenta guardar su mano. Con una firme sujeción, mantengo su piel en la mía y me refugio en su cuello, en donde ese olor sigue presente. Y me arrullo allí, perdida en una fantasía, deseando que sea real. |…| Abro los ojos cuando siento que me depositan en una cama. Entre la oscuridad de mi habitación, alumbrada sólo por la luz de la luna que entra por la gran ventana, veo la silueta de Reid sobre la mía. Él acomoda las almohadas mientras busca mi mejor comodidad, todo en silencio, como si no quisiera que yo despierte. — Espera… — le digo cuando intenta alejarse. — Duérmete ya. — Entonces ven… — Lo juro por Dios, Katarina — dice, exasperado, mirándome iracundo —, ¿qué eres? ¿Una niña? Sólo sonrío y lo jalo de la mano, tirándolo sobre la cama y subiéndome rápido sobre él para evitar que se vaya. Me río al ver su cara de fastidio. — ¿Qué te da tanta risa, princesa de hielo? — Lo que mi mente puede hacer — respondo. — Estás como una cuba. Me encojo de hombros ante sus palabras, porque no importa, puede que él no sea ni siquiera real. Me acomodo mejor sobre su vientre, mis muslos a cada lado suyo. Sin dejar de mirar mis manos, suavemente tiento su pecho, dibujando mis dedos en la tela blanca de su camiseta. Ya no tiene la chaqueta puesta, lo que me permite sentirlo más libremente. — ¿Hay algo mal conmigo? — Pregunto, sin parar de dibujar patrones aleatorios en su pecho. — Ahora soy terapeuta de una borracha — susurra por lo bajo —. Hay algo mal con todos, Katarina, pero si me dijeras exactamente por qué lo preguntas, te podría dar una respuesta. Es tan grosero, pero me encuentro abriéndome a él. — Siempre se me pidió ser perfecta, mantener las emociones sólo frente a la cámara. Entre menos sienta, mejor… — Tiene lógica. — Entonces, ¿por qué sigo sintiendo tanto por dentro? — Que seas una princesa de hielo, no significa que tu corazón también lo sea. Levanto mis ojos a los suyos, sus palabras ruedan como eco en mi ser. — ¿Y eso está mal? — Es lo que es — dice con un encogimiento de hombros —. No tiene sentido intentar cambiarte o ir en contra de la corriente, sólo debes abrazar quién eres. Todo será más fácil cuando te aceptes. Él lo hace sonar fácil... y casi le creo. Pero lo cierto es que, cuando toda mi vida se me inculcó una indiferencia que me está consumiendo, es difícil ir en contra de eso. Sobretodo por él. Por él. Si dejo caer la máscara, si dejo que mis sentimientos salgan a flote, entonces seré débil para Killian. Y me haría pedazos; él me rompería en trocitos. Cierro los ojos y suspiro, tantas emociones jalándome en todas las direcciones. — ¿Me abrazas? — No sé hacerlo — es su respuesta. — ¿No sabes? — Lo miro a los ojos, y luce tanto como Killian, que sigo fingiendo que es él —. Es muy fácil. — No para mí. — Sólo envuélveme con tus brazos, así… — le digo, tomando sus manos y ayudándolo a rodearme. Nunca pensé que un abrazo pudiera ser tan difícil de lograr, pero de alguna forma él consigue que sea una tarea complicada. Sus brazos están tensos y todo él está rígido, lo que me hace reír aún más fuerte ante su incomodidad. Su mandíbula se mueve en un brusco tic tac, y ese gesto me cautiva tanto que ni siquiera lo pienso antes de inclinarme hacia adelante y trazar ese duro músculo con mi lengua. Las manos de él se tensan más en mi espalda, hasta que se hacen puños, sus dedos agarrando en un firme ajuste mi largo cabello, haciéndome jadear cuando lo jala con fuerza. El movimiento brusco lleva mi rostro hacia atrás, exponiendo mi cuello a su cálida respiración. — Eso no es un abrazo — susurro, mirando al techo, esperando su siguiendo movimiento. Ahí. Mis ojos se cierran cuando su boca se abre contra mi pulso, chupando mi piel con fuerza, calentándome de adentro hacia afuera, tan deliciosamente bueno. Su boca es brusca y urgida; chupa en mi piel con la boca abierta y sube su lengua por todo el arco de mi cuello. Jadeo ante sus acciones. Es tan primitivo y posesivo, que pone mi piel de gallina. Su boca se detiene en mi quijada y pellizca cortamente la piel con sus dientes, haciéndome estremecer nuevamente. Y me chupa, muerde y besa hasta que se sacia, pero yo no me sacio tan fácilmente, no de él. Cuando intenta alejarse, enredo mis dedos en su propio cabello, me levanto y dejo mi pecho exactamente contra su boca. Su aliento caliente sopla en mi pezón, pero no hace el intento de meterlo en su boca. Así que lo hago por él. Me separo, sus manos bajan en una caricia por mi espalda hacia mis caderas, y me mira con ojos oscuros mientras saco mi camiseta, desabrocho mi brasier y me vuelvo a inclinar, llevando mi pecho a su boca. Y sigue sin chuparme. Con una nueva valentía, tomo mi pecho con mi mano y lentamente lo conduzco más hacia su boca, hasta que sus labios húmedos rozan mi pezón. Me estremezco, echando mi cabeza hacia atrás con ese simple contacto. Su cálida respiración pone mi piel de gallina y soy un charco entre mis piernas. Me muelo contra su vientre, buscando fricción, pero no es suficiente, así que llevo mi mano dentro de mi falda, hago las bragas a un lado, y restriego sin vergüenza alguna mi coño húmedo contra los músculos firmes de su vientre. Siento cómo mojo su camiseta, sus manos en mis caderas se tensan hasta que hacen daño, pero no me importa, mucho menos cuando su boca se abre y, finalmente... finalmente se traga mi pecho, mamando y chupando de él como un muerto de hambre. — Maldita seas por hacerme sentir deseo — gruñe con ira antes de usar sus dedos para meter mi pecho casi entero en su boca, presionando la piel regordeta de mi teta para que quepa en un solo y hambriento bocado. Sus otros dedos atienden el otro pecho, estirando mi pezón hasta el dolor. Su boca se alimenta de mí pecho con tanto dominio que podría correrme con sólo esto. Pero lo necesito. Lo necesito a él. — Killian — gimo sin voz hacia el techo, asegurándome de que él no escuche. Él toma mis pechos en sus manos y los estruja, luego procede a besarlos más suavemente. Chupa un pezón y luego otro, con movimientos húmedos que estiran mi piel, llevándome a la locura. Desesperada como nunca, me muevo entre nosotros y busco su cremallera, pero cuando empiezo a sacarlo, él repentinamente me gira y me estrella de cara contra la cama, subiéndose detrás de mí. — Ah — gimo, su mano envuelve mi cabello como si fuera un lazo e inclina mi cabeza hacia atrás. — ¿Quieres mi polla? — Susurra contra mi oreja. — Por favor. — ¿En dónde? — Pregunta, rasgando mis bragas para embestir superficialmente contra mi culo. — Por favor — repito, intentado mirar detrás de mí, pero su agarre en mi cabello se endurece y me detiene. — ¿En dónde me quieres? — Repite, agachándose para morder un cachete de mi culo tan duro que grito —. ¿En dónde, Katarina? La forma en que dice mi nombre, cómo lo saborea en su lengua y lo repite más veces de lo normal en cada oración lanzada hacia mí, me encanta. — ¿En tu culo? — Sigue preguntando, moviendo repentinamente su pulgar por la grieta de mi culo —. ¿En tu coño? ¿En tu dulce boquita? — En donde sea — lloro, desesperada. Murmura un asentimiento complacido detrás de mí, y baja su pecho a mi espalda para susurrar en mi oreja —: Ahora sí dame esas lágrimas, porque no se te permite llorar en ninguna otra situación, ¿lo entiendes? Y hunde repentinamente no uno, ni dos, sino tres dedos en mí. Muerdo la sábana, mis ojos sueltan lágrimas mientras esos dedos embisten contra mí. Él es como un animal, poseído por algo carnal mientras golpea mi v****a bruscamente, sacándome el placer como si me estuviera castigando por algo de lo que no tengo la menor idea. — Di mi nombre — gruñe en mi oreja, sacando sus dedos para luego meterlos. Niego. No. — Di mi nombre — gruñe de nuevo, añadiendo otra dura embestida que me hace rebotar contra la cama. Y esta vez las lágrimas caen más fuerte que antes, porque esto es una fantasía, y decir su nombre real la acabaría. — ¡Di mi nombre, Katarina! — ¡No! — Lloro. — ¡Dilo! — ¡Rei… — Su boca se traga su propio nombre y doy las gracias a ello, porque no lo soportaría. Me besa con rabia y yo le devuelvo el beso. Sus dedos siguen embistiendo con más brusquedad que antes y, justo cuando mi cuerpo empieza a temblar por el orgasmo, él me gira, abre mis piernas... y se come mi v****a como un maniaco. Grito, doblándome hacia él para arañar su espalda con mis uñas. Su boca succiona mi clítoris y mueve su rostro de un lado a otro, destrozando mi coño de una forma que me hace pedazos también a mí. Mojo su quijada, su boca y su nariz; sus dedos me abren, y él me besa obscenamente, levantando los ojos para encontrarse con los míos mientras profana mi cuerpo. Subo mis uñas en una fuerte caricia hasta que me agarro a su cabello, perdida en el deseo. Él agarra mi culo y me levanta a su boca, casi sacándome de la cama para poderse hundir más en mi coño. Y me penetra con su lengua, subiendo por toda mi costura, abriendo mis labios con una larga caricia, hasta engancharse a mi clítoris para succionarlo en repetidos movimientos. Lo miro, viéndose enviciado con mi coño mientras guardo esa imagen para mis futuras fantasías. Finalmente, él chupa mis labios, primero uno y luego otro, estirándolos lo más posible hasta que vuelven a su lugar en un fuerte chasquido. Duele, mi coño duele por su brusco trato, pero me encanta. El deseo carnal y casi obsesivo que muestra es algo que no he tenido antes. Y me tiene allí, justo al borde de un extraño orgasmo. De repente, se levanta de la cama y, señalando el piso, gruñe —: De rodillas. Sacudo la cabeza, confundida. — Ahora, Katarina. Lo hago, desorientada por la repentina privación del orgasmo, pero cautivada por su cuerpo ahora desnudo. Me muevo hacia él y, lentamente, caigo de rodillas. — Abre la boca. De nuevo, yo sólo obedezco. Mantengo la boca abierta mientras él avanza dos pasos y, sin preámbulos, se mete en mi boca. Su mano se enreda en mi cabello y mueve mi cabeza: adelante, atrás, adelante, atrás, hundiéndose hasta mi garganta. No es considerado ni respetuoso; es egoísta, sólo pensando en su propio placer mientras entra y sale de mí… pero, precisamente, eso es lo que me excita. Su placer más que el mío. Controlo mis arcadas por su tamaño. Él conduce su pene dentro de mi boca hasta que mi nariz se presiona en su ingle, y mis ojos lloran lágrimas. Quiero más; quiero que se corra para mí. Pero él embiste una, dos, tres veces más y se retira de mi boca sin darme su semen. En cambio, me agarra del antebrazo y me empuja contra la cómoda hasta que mis codos quedan apoyados en la madera. Entonces lo siento posicionarse detrás de mí. — Mírame — pide y lo hago: lo miro a través del espejo —. Quiero que me mires en todo momento, quiero que mires quién te está reclamando. Porque lo estoy haciendo. Te estoy reclamando, Katarina. Tu boca, tu coño, tu culo. Eres mía, joder, y esta noche no voy a fingir lo contrario. Se hunde en mi coño por detrás, pero esta vez no es brusco, esta vez lo hace deliberadamente despacio, sin apartar sus ojos de los míos mientras me estira con su tamaño. Arde y se siente diferente a todo. Siento cada delicioso y grueso centímetro mientras me penetra con la más perfecta polla que he tenido. Sus labios se separan y respira por la boca. Él afianza su agarre en mi cadera y me mueve hacia atrás, empujándonos juntos hasta que está completamente asentado dentro de mí. Mierda. La expresión depredadora en su rostro, el estiramiento de tenerlo dentro y el calor de su cuerpo contra el mío es lo mejor que he tenido nunca. — Perfecta — susurra contra mi hombro, dejando un beso demasiado suave y tierno en mi piel. Mis ojos parpadean, deseando cerrarse por el placer que tenerlo dentro me produce, pero su mirada sosteniendo la mía no me lo permite, mucho menos cuando empieza sus empujes. Su mano en mi cadera, la otra en mi cabello, ambas sirven de palanca, curvando mi cuerpo hacia atrás mientras él embiste en largas y lentas embestidas. Su ingle choca con mi culo en duros y contundentes golpes. — Mírame, princesa de hielo — susurra en mi oreja —. Mírame follarte. Lo hago; lo miro, me miro, nos miro... malditamente perfectos. Killian. Killian. Killian. Gimo en mi mente una y otra vez, sus empujes arrancándome suspiros y marcándome desde adentro, llevando el sexo a un nivel diferente de placer. Entonces escupe; siento la saliva caer en mi culo y, enseguida, su dedo jugando en mi entrada prohibida. Mis ojos se abren como platos y su mirada oscura sigue sin liberarme mientras su pulgar sondea mi anillo tenso. — Te dije que te reclamaría toda, también tu culo. — Nadie ha ido allí. Él presiona un poco su pulgar, penetrando sólo la punta, haciéndome temblar bajo su duro dominio. Lo miro a través del espejo, nerviosa. — Relájate. Pero no puedo, y él, al notarlo, baja la otra mano bajo su polla, que sigue hundida en mí. Con un movimiento ágil de la muñeca, presiona el talón de su mano contra mi clítoris, moliéndolo casi con dulzura. Caigo contra la cómoda, apoyando mi mejilla en la fría madera. Él escupe un poco mas, lubricando más mi agujero. Y mientras su talón provoca con movimientos sueves mi clítoris, su pene hundido hasta la empuñedura en mí, él mete su pulgar en mi culo. Escuece, pero me corro, mojando su mano y su polla con mi excitación. Lo miro a través del espejo. La expresión complacida, posesiva y casi sublime en su rostro mientras me arranca ese perfecto orgasmo es algo que jamás me querría perder. — Tu coño es perfecto, nena. — Sólo contigo. — Sólo es mío. Tarareo una respuesta sin sentido, ya medio ida, pero entonces él lleva mis manos hacia atrás y las pone en mis mejillas, haciéndome abrir obscenamente mi culo. Me sonrojaría si tuviera la fuerza para hacerlo, más por su mirada hambrienta, pero soy macilla en sus manos. Puede moldearme a su antojo, no me importa. — Mantenlo así — pide, y yo lo hago; me mantengo abierta para él. Luego él empieza a abrir los cajones de la cómoda, como si estuviera buscando algo, hasta que finalmente lo encuentra. Observo cómo saca un tarro de lubricante que había olvidado que tenía, echa una cantidad exorbitante en mi culo, y entonces su dedo empieza su juego. Lo hunde lentamente, moviéndolo de a poco, hurgando en mis paredes internas, para luego embestir con paciencia. Dentro y fuera, dentro y fuera, sacándolo para volver a meterlo. — Tu coño me está apretando la polla mientras mi dedo penetra tu culo. Te encanta esto, ¿no es cierto? — Mmmm — gimo, cerrando los ojos. — Ojos en mí, Katarina. Como si hubiera nacido para cumplir sus órdenes, mis ojos se abren y encuentran su rostro a través del espejo, pero él está mirando a lo que está haciendo, preparando mi culo para reclamarme. Cuando me empiezo a acomodar a su tamaño, él agrega otro dedo. Mi espalda se arquea y un grito de sorpresa se me escapa, su polla late aún dentro de mí. Una fuerte palmada es dada en mi culo y sus dientes raspan tras mi hombro, casi rompiendo la piel. — Quiero marcarte toda, carajo. Consumirte y poseerte hasta que tengas claro a quién perteneces. Y, sacando sus dedos de mí al mismo tiempo que su polla sale de mi coño, lo siento mover algo más grueso y grande a mi culo, sin presionar, sólo jugueteando en mi agujero preparado. — Estoy seguro de que esto te va a doler — me advierte, su voz es brusca, pero cuando baja su mano a mi coño y atrapa mi clítoris entre el pulgar y el índice, presionando ambos dedos en los laterales de ese pequeño botón, él es suave, casi tierno mientras mueve ese pedacito de carne. — Bésame — le pido, girando mi rostro para pedir su boca. Él baja su boca a la mía al mismo tiempo que la cabeza de su polla empuja hacia adelante, cruzando la barrera hasta que se mete en mí... y me besa. Mi boca se abre en un grito, y él chupa mi labio inferior mientras yo lucho con las nuevas sensaciones. Él se empuja unos centímetros más mientras yo chillo, dejando escapar lágrimas que él recoge con su lengua. — Eres muy grande. — Mi polla fue hecha exclusivamente para ti, Katarina, así que va a entrar completa. Y entra. Se mete hasta el fondo al mismo tiempo que su mano golpea mi coño en una dura bofetada. Grito y lloro. Y no sé si lo hago por el orgasmo que me arranca, el ardor de su polla penetrando en mi culo, o porque estoy fuera de mí, experimentando sensaciones que van más allá de mi conocimiento, pero siento que pierdo la conciencia unos instantes. Cuando vuelvo en mí, él sigue detrás de mí, dentro de mí, inmóvil, acariciando mi cabello con una ternura que no conocí antes. — ¿Estás bien, nena? — Pregunta con sus labios contra mi sien. — Fóllame — le pido. Y él lo hace. Y, mierda, qué bien lo hace. Su mano sale y se agarra a mi garganta, empujándome hacia atrás contra su pecho, mis manos aún en medio de nosotros para mantener mi culo abierto para él. Y nuestro reflejo en el espejo es perfecto, tan perfecto. No puedo apartar mis ojos de nosotros mientras él me penetra. Empuje tras empuje él se adueña de mí. Él tampoco deja de mirarnos, embriagado con tan perfecta vista. — ¿Vas a correrte de nuevo? — Pregunta, ajustando su agarre en mi garganta hasta que corta un poco mi respiración. Asiento, porque sí, me correré de nuevo. Yo me correré de nuevo. — Entonces hazlo — y bajando su mano hacia mi coño, la muele contra mi clítoris mientras empuja su dura polla en mi culo una y otra y otra vez. Nos miro fijamente. Las lágrimas bajan de mis ojos mientras los suyos están más oscuros que nunca, mirando siempre los míos mientras se adueña de mí. Y me corro al mismo tiempo que él se corre. Killian, gimo en mi mente, pensando siempre en él, porque sino no podría funcionar. Mi perfecto amante baja sus labios, sin apartar sus ojos de los míos, y muerde mi cuello. Duro. Grito, y otro orgasmo me invade mientras él se vacía y vacía dentro de mí, murmurando obscenidades en mi oreja, moliendo todavía mi coño y depositando su semen muy dentro de mí. Cuando su mano suelta mi garganta, la otra aún acariciando mi coño, me desplomo contra él como un cuerpo sin vida. Él me lleva rápido sobre la cama, depositándome con cierta dulzura. Lo miro con ojos adormecidos, mi cabeza moviéndose en la almohada para no perderlo de vista mientras se agacha para chupar mi pezón. Suspiro cuando se mueve hacia abajo para succionar mi clítoris en húmedas y tiernas chupadas. Finalmente, vuelve a mi boca, comiéndome con desenfreno mientras su lengua me penetra y juega con la mía. Enredo mis dedos en su cabello y alargo más el beso, deseando que no acabe nunca. — Mañana me sentirás todo el día en tu culo, en tu coño y en tu linda boquita — murmura en voz muy baja —. Mi semen te marcó donde nadie más ha estado. Y si dejas que alguien más vuelva a tocarte... joder, Katarina, voy a odiarte y me harás odiarlo aún más a él. Y no quieres eso, te lo juro. — ¿Qué? — Le haré la guerra y lo haré pedazos — agarra mi mandíbula con fuerza, haciéndome mirarlo —. Y no sentiré una pizca de remordimiento por eso. — No te entiendo — susurro, el alcohol y los orgasmos fueron demasiado, me dejaron tan cansada que me es difícil asimilar lo que me dice. Él baja su frente a la mía y murmura en voz muy baja —: No me da miedo abrazar mi obsesión por ti, porque los asustados deberían ser ellos... pero no tú, nunca tú, princesa de hielo. Baja su mano por mi cuerpo para agarrarse a mi v****a, acariciándola con el toque más tierno posible. Ladeo mi cuello para él cuando refugia su rostro en mi piel, su nariz presionando suavemente en mi pulso, como si necesitara sentir mi vida. Y me permite acurrucarme en él mientras me pierdo en el olvido, justo antes de que gruña una promesa: — Quemaré el mundo por ti y marcaré mi nombre en tu piel con las cenizas.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR