¡Jo**der!

2005 Palabras
Llegar al hospital en el transporte público, en hora concurrida, y con tacones de aguja, había sido una de las peor decisiones en mi vida. Me dolían los pies horribles y todo el tiempo estuve cuidando de que mi enorme bolsa no se cayera con la computadora de mi jefe. No me juzguen, pero por lo general no estaba hecha un manojo de nervios cada vez que tomaba el camión para ir a mi casa. Y esos nervios de debían a que cierto hermano malvado de Carlton pudiera haber abierto la boca y no tener trabajo por la noche. Llegué al hospital rezando no encontrarme con el sexi y desesperante hermano de mi jefe. Por fortuna lo encontré solo, terminando una llamada con su esposa. Me hizo una señal para que pasara. Al momento de cerrar la puerta, mi jefe terminó su llamada con su esposa. — Buenas tardes, Zoe ¿Cómo van las cosas en la oficina? —Me preguntó acomodando su espalda para estar mejor sentado sobre la cama. — Buenas tardes, señor Carlton. Parece que en la oficina llegó un apocalipsis. Todos están en caos, pero hemos logrado sobrevivir sin usted. —Me acomodé en el sillón individual que había a un lado de la cama—. Aunque si vine aquí es porque de verdad necesitamos sobrevivir. Damian de mantenimiento estaba organizando un rosario, porque todos piensan que está a punto de morir. Fue Mónica de Administración quien tuvo que desmentir dicho disparate. Y ahora mismo ustede es el trending topic de la oficina. Mi jefe sonrió. — Supongo que trajiste mi agenda. — Y su laptop para que revise todos los pendientes antes de encargarme de despejar su agenda y darle unas vacaciones forzadas. Nos pusimos a trabajar en todos los documentos pendientes. Juré que después de esta visita, no volvería a molestarlo más. Los enfermos debían recuperarse en tranquilidad y haría lo que estuviera en mis manos porque así fuera. Tenía que ser esa asistente ejemplar para conservar mi empleo. Aunque no dejaba de darle vueltas al hecho de que su hermano le pudo haber contado de aquella noche loca. Me revolví el cabello por la frustración sin ser consciente de que Carlton me estaba viendo. — Zoe, ¿ya quedó todo listo con la agenda? —Preguntó Carlton desde la cama, con una sonrisa cansada pero traviesa. — Sí, sí, claro, absolutamente todo. —Respondí demasiado rápido, como si me hubiera tomado cinco cafés con la cafeína en mi sangre a tope—. Nadie lo va a molestar, nadie lo va a interrumpir, nadie va a. . . Eh. . . Molestarlo más. Carlton me miró con el ceño fruncido. — ¿Molestarme más? ¿Acaso alguien me ha estado molestando? — ¿Yo dije eso? —me llevé una mano al cuello, sonriendo como una estatua de cera a punto de derretirse—. No, no, yo. . .lo que quería decir es que usted tiene que descansar. . . y no preocuparse por cosas innecesarias. Sí. Nos quedamos viendo durante un momento en el que mi jefe me vio con una curiosidad genuina. — ¿Vienes drogada? — ¿Qué? — Es broma, Zoe. Tal vez te ayude tomar un descanso. —Alzó una ceja, divertido— ¿Sabes? Justo ayer me contaron que alguien me cuidó muy de cerca. Tragué saliva. Mis dedos apretaron tanto la carpeta que casi la transformo en origami. — Pues. . . yo solo. . . seguí sus instrucciones. Todo estrictamente laboral, ya sabe, correos, pendientes, calcetines limpios. Carlton sonrió, como si hubiera dicho un chiste sin querer. — ¿Calcetines limpios? Vaya, qué detalle tan. . . íntimo. Supongo. Sentí que mi alma ya estaba redactando su carta de renuncia. — No, o sea, esperé a su hermano como me dijo —. Me interrumpí yo sola, y lo miré con ojos de súplica—. Creo que si necesito descansar. No entiendo como saqué al tema los calcetines. No dije algo inapropiado, ¿o sí? Él ladeó la cabeza, disfrutando de mi incomodidad. — ¿Inapropiado? —Repitió, arrastrando la palabra con una sonrisa enigmática—. Bueno, mi hermano me mencionó que tuvo una noche muy entretenida antes de venir al hospital. No supe a qué se refería, aunque somos adultos. No entró en detalles por más que le insistí. La sangre me abandonó la cara, y sentí como un alma fría y pegajosa me chupaba la cara. Ya estaba. Había perdido mi empleo. — Qué. . . qué bueno. —Dije con una risa nerviosa, que sonó como gallo muriendo—. Mejor para todos, ¿no? —Eso depende. —Repuso él, y sus ojos miel chispearon con algo que me erizó la piel por la incertidumbre—. A veces los detalles son lo más interesante. Yo parpadeé, en pánico, mientras pensaba que mi lápida ya tenía flores, epitafio y hasta una foto en blanco y n***o. Sonreí con nerviosismo. ¿Lo sabía? Me estaba volviendo loca al no tenerlo claro. — Creo que por hoy es todo, Zoe. —Carlton estaba de buen humor porque esa misma tarde lo estarían dando de alta. Su cirugía había sido excelente y la recuperación la podía hacer en casa. Estaba en su habitación del hospital con la tableta electrónica en la mano y dándole un último repaso a su agenda de los próximos días, para ponerme a trabajar en todo lo necesario. — No se preocupe, señor Carlton. Yo me encargo de que su agenda esté completamente vacía para que usted se pueda recuperar. —Le dije como toda una empleada que daba el cien en su trabajo—. Por el día de hoy queda todo completamente desocupado. No me podía dar el lujo de cometer un solo error. Si su hermano llegara a abrir la boca, mi super eficiencia me respaldaría. Era un plan desesperado porque no era garantía de nada, pero daría mi mejor esfuerzo. Mi jefe no había mencionado nada sobre el acostón que tuve con su hermano hace un par de noches, pero esas insinuaciones me habían dejado completamente confundida. El malvado hermano no había dicho absolutamente nada. Y ahora que lo pensaba, la infidelidad no se dice en voz alta. Me dio un pequeño ataque de pánico, que tuve que controlar por mi bien. Viéndolo de esa manera, era peor de lo que pensaba ¿Y si la esposa se aparecía de la nada y me armaba un escándalo? — ¿Tiene a alguien que lo lleve a su casa? —Le pregunté para desviar mis pensamientos de gran arrepentimiento. — Sí, mi esposa está viniendo en este momento para acá. Tómate un respiro, Zoe. Lo has hecho muy bien. Ve a casa y nos estamos comunicando por teléfono si hay algún cambio. Me despedí de mi jefe y ese día di por terminada mi jornada de trabajo. Me había dado media tarde libre, en la que me dediqué a visitar a mi hermano, pues estaba en terapia intensiva en el mismo hospital. Una vez más y pedir información sobre su condición, que seguía siendo grave. Me quedé hasta el momento en el que recordé que tenía que ir a la policía, pero la investigación seguía sin dar resultados hasta el momento. * Al día siguiente me levanté muy temprano por la mañana para salir a correr un rato, y pasar por el hospital, antes de llegar a la oficina. Ariana fue la primera en abordarme, antes incluso de que dejara mi café sobre mi escritorio. — Amiga, ¿cómo está Carlton? —Me preguntó Ariana, que me ofreció un pan dulce, que agradecí en el alma. — Lo dieron de alta ayer por la tarde. Va estar recuperándose en casa durante estos días. Aunque creo que estoy en un buen lío ¿Sabes de algún otro trabajo? — ¿Qué tan grande es el lío como para que me estés preguntando si conozco algún otro trabajo? Miré hacia todos lados, y por fortuna el café de la mañana estaba haciendo su gracia en la oficina, pues cada compañero tenía su propia plática. — Pues, ¿recuerdas que me equivoqué de fiesta? —Ariana asintió—. Pues resulta que terminé en la cama de un desconocido, Y ayer vi a ese desconocido en el hospital. — ¡Madre de Dios! —Gritó mi amiga y toda la oficina se volteó hacia nosotras, sin embargo, todos volvieron a sus chismes personales en cuanto nos callamos—. Dime que fue amor a primera vista y que te vas a casar pronto. — Ari —, me revolví el cabello en un impulso de frustración—. Al tipo prácticamente le di en el ego y lo mandé al urólogo por una disfunción erec**til que no tiene, pero eso no es todo. Creo que está casado, y ayer lo llamé imbécil antes de saber que era el hermano de Carlton. El murmullo de los empleados, antes de empezar la jornada laboral, se escuchaba al fondo sin cesar. Parecía que había un chisme gordo en la oficina, y estaba segura que todo giraba en torno a la pierna rota de mi jefe. — ¿Es el hermano del señor Foster? —Asentí con desgana—. Por Dios, Zoe, ¿casado? — Ariana, te está buscando tu jefa. —Una de las asistentes, que iba pasando por ahí, le avisó a mi amiga—. Creo que la esposa del señor Carlton Foster se va a hacer cargo de la compañía. — Muchas gracias, Sofi. — Le dijo a la mujer del área de contabilidad. Mi amiga se acomodó la blusa—. Si viene la señora Foster, creo que vas a estar muy ocupada, pero no te vas a escapar de mí. Tenemos una plática pendiente. Dicho esto, mi amiga se dio la media vuelta y se fue a la oficina de su jefa. Una hora más tarde, todo el personal esencial, aquel que trabaja junto con el CEO de la empresa, habíamos recibido un aviso por parte de Recursos Humanos para tener una junta de carácter urgente en la sala de juntas. El murmullo en la oficina no se detenía. Todos hablaban de la operación del señor Carlton y del supuesto nombramiento de su esposa como CEO provisional. Yo asentía, sonriendo con esa cara de “sí, sí, seguro”, mientras por dentro me preparaba para ser la esclava de una viuda rica y amargada. Bueno, viuda es un poco excesivo, porque la verdad es que Carlton se estaba recuperando. Cuando recibí el correo de Recursos Humanos pidiendo que todos nos presentáramos en la sala de juntas, sentí que el corazón se me salía del pecho. Ya valió, Zoe, aquí se acaba tu etapa de asistente ejemplar. Porque, ¿qué tal si la señora Foster me culpaba de la caída y fractura de su esposo? Como su asistente personal debería estar más preparada. Caminé con mi carpeta contra el pecho como si fuera un escudo. Ariana me guiñó un ojo desde su asiento, lista para el chisme, y yo solo pude poner los ojos, fingiendo calma. Las puertas se abrieron con un chirrido elegante. Todos los empleados se acomodaron en silencio, incluyéndome. Yo respiré hondo, esperando ver a la señora Foster, con su peinado de salón, lista para decapitarme en público. El sonido de unos zapatos, que podría jurar que valían más que mi sueldo de tres meses, sobre el mármol anunció la llegada de alguien mucho más alto, más imponente, más imposible de ignorar. Mis piernas se volvieron agua cuando lo vi entrar con paso seguro, el traje n***o marcándole los hombros y esa maldita sonrisa apenas insinuada en los labios. — Buenos días. Soy Nikolai Foster. —Su voz profunda se expandió por la sala, congelándome la sangre—. A partir de hoy estaré a cargo de la compañía mientras mi hermano se recupera. Me fui de cu**lo. ¡Jodeeeeeeeeeeeeer!
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