NIKOLAI El amanecer se coló por las cortinas como un intruso silencioso. La luz era suave, dorada, casi piadosa, pero dentro de mí no había calma. Solo esa sensación espesa de haber cruzado una línea invisible, una de la que ya no se vuelve. Zoe dormía a mi lado con su cara angelical que emanaba por primera vez paz y no solo comentarios mordaces. El cabello revuelto cubría parte de su rostro, y una hebra de luz dibujaba la curva de su hombro desnudo. Respiraba despacio, profundo, con ese ritmo que solo tiene quien, por fin, ha soltado el miedo por unas horas. Podría quedarme horas mirándola como un imbécil. Nunca había visto a una mujer tan bonita como ella. Parecía un milagro. El silencio era absoluto, salvo por el latido de su corazón contra mi pecho. No recordaba la última vez que h

