NIKOLAI La cama era un desastre porque no había podido dejar de cog**erme a Zoe, mi esposa. Me incliné sobre ella, mis manos recorrieron su cuerpo desnudo con una avidez que rayaba en la obsesión. Cada curva, cada valle de su figura era un mapa que quería grabar en mi memoria, no con ternura, sino con la marca de un posesivo que reclama lo suyo. Sus ojos me miraban con una mezcla de confianza y vulnerabilidad que me encendía por dentro, pero también había algo más: un brillo juguetón, provocador, como si estuviera interpretando un papel solo para mí, una danza privada en la que ella era la tentadora y yo el depredador. — Te estás portando como toda una pu**ta con tu esposo, —gruñí, mi voz baja y ronca mientras me posicionaba entre sus piernas, mi verg**a endurecida por quinta vez, pres

